Al principio se llamó dique Neuquén. También se lo conoce como dique Cordero, nombre asociado a uno de los propietarios de tierras donde se levantó la obra. Precisamente allí, hay una pequeña localidad que se llama Contralmirante Cordero. Muchos consideraron que el nombre adecuado debía ser Ingeniero Cipolletti. Pero prevaleció la idea de llamarlo dique Rodolfo Ballester en homenaje a uno de los primeros administradores de la obra.
Por los documentos encontrados en los archivos de las municipalidades de Cinco Saltos y Centenario y por los relatos de viejos pobladores, la gestión de Ballester fue excelente. Se preocupó mucho por el futuro de la zona. Aún antes de habilitarse los canales, se las ingeniaba para que los agricultores no se quedasen sin agua.
En la construcción del dique trabajaron 180 obreros. Los capataces, oficiales y artesanos sumaban 40 en total. En las oficinas, depósitos y en la proveduría había otros 30.
Se expropiaron 27.052 hectáreas. Los trabajos estaban a cargo de la Empresa Ferrocarril Sud y el riego era administrado por la Dirección General de Irrigación.
Si los trabajos se iniciaron a buen ritmo, se debió en buena medida a una excelente organización de la empresa constructora. Se habían extendido las vías férreas desde la estación Limay, hoy Cipolletti, hasta Barda del Medio. Locomotoras Decauville se movían junto a las obras arrastrando vagonetas que llevaban toneladas de tierra y materiales diversos.
Nuevamente surgió el problema de las distancias, ya que casi todo se importaba en aquel tiempo, y el puerto de Buenos Aires estaba muy lejos. Pero esto se solucionó en gran parte con ingenio y capacidad.
Había allí un taller de fundición de hierro con capacidad para moldear piezas hasta de una tonelada. En él se reparaban grúas, excavadoras, compresores, tractores y locomotoras. Esto evitaba gastos y demoras porque no se podía esperar que todo viniera de la Capital Federal.
Aquí en la Patagonia los técnicos y obreros extranjeros y argentinos mostraban cómo con ingenio y esfuerzo se lograba lo que hacía falta. En el museo aledaño al dique Ballester se pueden apreciar muchas de las piezas fabricadas allí, en forma artesanal. Se pueden observar moldes de madera para fabricar los enormes engranajes y piñones para mover les compuertas, así como generadores, reflectores y otros aparatos que son una verdadera joya mecánica de aquellos lejanos tiempos.
Se estaban haciendo obras de ingeniería en Buenos Aires y el dique estaba lejos del centro de los acontecimientos políticos y económicos. Sin embargo, el dique no fue una mera colocación de piedra fundamental con los correspondientes discursos y brindis como ocurrió con muchos proyectos argentinos. Con los discursos, la obra realmente se puso en marcha y año tras año los pobladores pudieron comprobar que algo se estaba haciendo en la Patagonia. En la inauguración estuvieron presentes las máximas autoridades.
Tanto el Presidente Alcorta como su sucesor sabían que la obra era importante y no se podía postergar. En ello pesaron las repetidas tensiones con Chile como así también el pedido de pobladores y autoridades de la región que hacía tiempo esperaban el agua en las acequias.
Con el avance de los trabajos, aumentó el interés por las tierras aledañas. Los propios técnicos y obreros pensaron en quedarse y adquirir las mismas, previendo un gran progreso como consecuencia del riego. Las autoridades nacionales habían actuado con decisión en lo que respecta a la construcción del dique. Pero no cabe decir lo mismo en lo atinente al reparto de tierras.
La lentitud de los trámites para la adjudicación de lotes y la entrega de títulos, desanimó a muchos de aquellos que habían trabajado en las obras de riego. Pero un grupo muy esforzado permaneció allí a la espera de decisiones. Fueron el núcleo de las colonias Centenario y Vista Alegre que reciben el agua por un canal ubicado sobre la margen derecha del río Neuquén.
La historia del riego está presente en ese pequeño, viejo y poderoso dique que sigue siendo una vía de comunicación entre las provincias de Neuquén y Río Negro.
Esa historia está presente en esa estructura metálica, en las máquinas de vapor y vagonetas estacionadas entre el pasto crecido. También en el museo donde herramientas, repuestos y matrices demuestran la eficacia de una industria local y la inventiva de aquellos técnicos argentinos y extranjeros.
Algunos datos técnicos del dique:
Adosados a la margen izquierda, está ubicado un muro partidor de crecientes y la boca de entrada del canal desviador con capacidad de 2.000 metros cúbicos por segundo, provista de un umbral contra erosiones. Además un edificio de toma para el canal principal de riego del valle del río Negro superior, provisto de doce vanos para compuertas de 5 metros por 2,50. Además del estribo de cabecera, una defensa marginal y el acceso al camino carretero.
En la margen derecha, hay una defensa marginal, un estribo de cabecera y la toma del canal de Centenario regulada por dos compuertas y que tiene un caudal de 3,5 metros cúbicos por segundo. También hay allí un terraplén de acceso al puente carretero.
A los vecinos del dique Ballester les preocupa que se mantenga ese patrimonio histórico porque ya se ha perdido mucho. Más de una de esas pequeñas máquinas de vapor, un alarde de la ingeniería de tiempos remotos, aparece en la entrada de un galpón de empaque o arrumbada en algún lugar del Alto Valle. Vale la pena visitar el lugar.
Contrastan allí las modernas instalaciones de empresas frutícolas con aquellos viejos edificios. Puede verse la estación, la escuela, la comisaría, los arcos del dique y la bocatoma del gran canal de riego.
Recorriendo el lugar, observando y preguntando, se encuentran los restos de una usina que, alimentada por ese canal, producía energía en Barda del Medio.
Las compuertas eran movidas en forma mecánica con aquellas piezas moldeadas en los mismos talleres del lugar. Hoy vemos motores eléctricos en cada una y para el caso de que se corte la energía, según dicen, se encuentra disponible un tractor que mediante una correa hace funcionar un generador de emergencia. Sobre el canal principal se habían instalado otras usinas: una en Cinco Saltos, otra en las cercanías de Cipolletti y una tercera en General Roca.
El lago Pellegrini se alimenta por un canal que le suministra aproximadamente 3 metros cúbicos por segundo de agua.
La compatibilización de los nuevos canales con los ya existentes, fue también una tarea importante. Así fue conectado el Canal Lucinda, cuyo propietario había sido el General Fernández Oro, un militar como otros tantos que acompañaron a Julio Roca en la Conquista del Desierto y se había favorecido con la concesión de tierras. Pero es una de las figuras que más contribuyó al progreso de la región y que se había dado cuenta que la clave del progreso era el riego.
También se puso en condiciones y se conectó a la red, parte del antiguo Canal Roca llamado antes Canal de los Milicos. Estos canales se llaman Secundarios. Así el Canal Lucinda es el Secundario 2, en Cinco saltos tenemos el Secundario 1 y en Roca el Secundario 3.
Las obras se apuraron al máximo, no sólo para atenuar las temidas crecientes del río Neuquén, sino porque se hacía visible que la agricultura era el porvenir y sólo faltaba el agua para regar aquellos fértiles suelos.
En 1912 se regaban en La Picasa, hoy Cinco Saltos, más de 3.500 hectáreas. En 1921 el agua pasaba por Allen y llegaba a General Roca. Esta última localidad revivía, porque por años, sus pobladores esperaban que se mejorara el canal que se construyó en 1884 por los soldados y que en la época de Cipolletti estaba en muy malas condiciones.
Finalmente, en 1928, el agua llegó a Chichinales. La red de canales se extendía a lo largo de 130 kilómetros.
La construcción del dique Ballester y las obras de cabecera conexas, se realizaron en cuatro etapas.
- La primera, se concretó entre 1909 y 1917. En ese período se colocaron doce tramos completos del dique – puente, utilizando el sistema de hundimiento progresivo de grandes cajones metálicos, con provisión de aire comprimido para desalojar el agua. Además se construyeron, el estribo izquierdo, la bocatoma del canal principal y su edificio regulador. Entre 1917 y 1927 se prosiguió con las tareas en el canal principal.
- Durante la segunda etapa, entre 1927 y 1931 se construyeron los cinco tramos restantes de la obra, el estribo derecho con su camino de acceso, la defensa marginal derecha y la bocatoma del canal de Centenario.
- La tercera etapa, se cumplió entre 1933 y 1936, en cuyo intervalo se construyeron umbrales para proteger la obra de las socavaciones de retroceso. Además, se reparó el canal desviador de crecientes, que estaba en mal estado debido a los embanques. También se completaron las defensas en ambas márgenes.
- Durante la cuarta etapa, entre 1939 y 1943 se construyó un rastrillo y umbral protector contra las socavaciones de retroceso en la boca de salida del canal desviador y se levantó una central hidroeléctrica al pie del dique.
El canal principal fue en su momento uno de los más largos de Sudamérica y tiene una capacidad de 55 metros cúbicos por segundo de caudal. Recorriendo la zona desde Barda del Medio hasta Allen, es posible comprender la magnitud de estos trabajos para esa época. Entre la primera de las localidades y Cinco Saltos es donde más se aprecia el ingenio y la capacidad de los técnicos que allí trabajaron.
Desde muchas décadas se riegan más de 50.000 hectáreas en el Alto Valle comprendiendo las poblaciones de Contralmirante Cordero, Cinco Saltos, Ferri, Cipolletti, Fernández Oro, Allen Contralmirante Guerrico, Coronel J.J. Gómez, General Roca, A. Stefenelli, Cervantes Mainqué, Ingeniero Huergo, General Godoy, Villa Regina y Chichinales sobre la margen izquierda. Estos son los grandes centros frutícolas rionegrinos.
En la margen opuesta, en territorio neuquino se destacan Colonia Centenario y Vista Alegre.
El dique fue y sigue siendo muy importante para las comunicaciones. Fue el paso obligado entre ambas provincias hasta que se construyó el tan esperado puente paralelo, lo que no sólo agilizó el movimiento de vehículos cada vez más numerosos, sino que liberó la estructura del dique del peso de enormes camiones.
En caso de inesperadas crecientes, se pueden derivar grandes volúmenes de agua hacia el lago Pellegrini por un canal lateral de 500 metros de ancho, 1,50 metros de profundidad y 3,1 kilómetros de longitud.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Textos extraído de: Agua, divino tesoro – Reflexiones sobre el pensamiento del Ingeniero Cesar Cipolletti, de Federico Pet
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