I
En abril de 1879, después del auca-trahún de Ranquilón y la invitación de Purrán a los huiliches a defender el suelo amenazado, Sayhueque consulta a sus caciques mayores, reúne un parlamento de guerra y prepara a su gente.
Tiene enseguida noticia de la iniciación de las hostilidades por Uriburu y de los entreveros producidos en Malbarco el 15 de mayo y en las juntas del Agrio el 19, adentrados en el Neuquén los efectivos platenses.
Contra lo esperado, Sayhueque no ha recibido la convocatoria ordenada por Roca para conferenciar. Uriburu parece haberse olvidado de darle curso, muy ocupado en perseguir a las partidas de los capitanejos de Purrán. O las ha dejado de lado, por considerarlas ya innecesarias con el vuelco de los acontecimientos.
Por su parte, Roca ha escrito a Sayhueque y lo ha nombrado Gobernador de Las Manzanas.
En un informe al Congreso de la Nación, como ministro y Comandante General expedicionario, Roca testimoniará: “En cuanto al cultivo de relaciones con las poblaciones de indios amigos, me he limitado en esto a una actitud expectante. El único cacique que he creído merecer ser considerado por su conducta siempre fiel y la buena comportación de su tribu que no ha figurado en malones, es Shayhueque el de las Manzanas. Me he dirido (sic) a él imponiéndole clara y terminantemente las reglas de buena amistad y conducta que debe observar para merecer la protección del gobierno, y le he nombrado gobernador de las Manzanas, para que haga cumplir entre las poblaciones indias que allí quedarán bajo su dependencia todas las prescripciones trasmitidas y lo demás que convenga ordenar en lo sucesivo”.
En el instante en que Roca se dirige a Sayhueque, las tropas de Uriburu ya habían penetrado en el Comoé y cometido toda clase de tropelías. Si Sayhueque recibió el nombramiento de gobernador extendido por Roca, no le contestó. Estaba en los auca-trahún con sus hermanos, decidido a enfrentar al usurpador. Y sabía a qué atenerse. Su “argentinismo” se había borrado.
El 26 de junio de 1879 se libra en Añelo el combate de Choique Mahuida. El 28 del mismo mes sobreviene el combate de Las Barrancas sobre las márgenes altas del Neuquén.
En julio, Sayhueque, apurando los esfuerzos para detener una conflagración que comenzaba, se dirige a Uriburu y lo insta a mantener la paz. Sin duda, Sayhueque no quería creer en la guerra. No deseaba aceptar el conflicto como irreversible. Todavía confiaba. Todavía esperaba.
La suerte, sin embargo, estaba echada.
A mediados de agosto, mapuches y platenses vuelven a enfrentarse en Auca Mahuida y, después, en el Agrio. Muere Baigorrita, heroicamente.
La contienda va tomando envergadura y de decenas de intervinientes se pasa a centenares. De entreveros y combates se pasa a batallas.
Huaiquillán y Udalmán atacan en setiembre al Fuerte Cuarta División con 500 lanzas y hondas, pero son rechazados.
Claro está, Uriburu no ha contestado el pedido de Sayhueque de parar las acciones y restablecer la paz.
Reconocida la situación por Sayhueque y sus capitanes, van a dedicarse —como emprendimientos iniciales en la lucha— a sorprender a los arriesgados troperos que conducían ganado o provisiones para los fortines que se iban construyendo o para las brigadas en movimiento. El aniquilamiento de este personal va a provocar grandes trastornos en las fuerzas roquistas. Mientras, en el fragor de las persecuciones los límites cordilleranos se difuman.
En enero de 1880 el Sargento Mayor Manuel Ruibal apresa a Purrán en suelo chileno y con malas artes, se lo recluye en Martín García.
En un segundo asalto al Fuerte Cuarta División, en abril, mueren cientos de mapuches, tras una derrota que parecía victoria segura. De resultas de las heridas muere también el lonco Quinchau.
El 13 de junio una partida salida del fortín y mandada por el Tte. Juan Cruz Solalique es aislada, rodeada y destruida por lanceros neuquinos. No siempre triunfan los fusiles. A veces se imponen las tretas. En el verano de 1881 los mapuches dominan su hábitat y los blancos son manchas solitarias diseminadas en la caliente naturaleza.
El 19 de enero los caciques Queupu, Huaiquillán y Nahuelhan atacan el fortín “Los Guañacos”, cerca de Chos Malal, con 500 indios armados con Winchesters. Después de una sangrienta pugna, los neuquinos saltan los muros y liquidan a todos los efectivos del reducto. Lo incendian, recogen los animales y se llevan las mujeres.
La victoria de Los Guañacos provoca gran entusiasmo y aviva la esperanza de expulsar a los invasores. A pesar de los cañones y los remingtons. Se esparcen los cahuines.
En la Casa Rosada los ceños vuelven a fruncirse y llueven las imprecaciones. Son varios los fracasos. ¿Qué pasa? ¿El Ejército Nacional no puede con ese hatajo de aborígenes mal armados? ¿Qué falla? ¿Hay más lanzas que las calculadas? ¿Los ayudan desde afuera?
II
Y en los primeros días de marzo de 1881 el General Conrado Villegas da comienzo a la Campaña al Nahuel, por orden de Victorica. La Ley 947 a un costado, guardada con siete llaves, olvidada.
Uno de los objetivos principales propuesto es batir a las indiadas de Sayhueque, cuyo grueso en Caleufú reunía arriba de 1000 mozos de pelea en ese entonces.
Al parecer, ya no se consideraba aliado a Sayhueque. Su decidida intervención en la guerra a favor de sus hermanos, se había puesto de manifiesto.
Un destacamento del Teniente Coronel Luis Tejedor, perteneciente a la 2a. Brigada mandada por el Coronel Lorenzo Wintter, consiguió tomar Caleufú, donde se decía estaba Sayhueque, pero éste, prevenido, se había retirado hacia la Cordillera, abandonando 4.000 lanares, 600 yeguarizos y 800 vacunos, que recogió Tejedor.
El 30 de marzo de 1881, la brigada de Ortega entra al valle del Collón-Curá y debe enfrentar a un contingente de 100 huiliches dirigidos por Tacomán, hijo de Sayhueque, que había quedado en la retaguardia.
Las brigadas de Ortega, Wintter y Bernal recorren el Comoé de norte a sur, hasta el Nahuel. Avanzan los huincas y los conas se repliegan. También las lanzas de Sayhueque. La prudencia indica las maniobras.
La marina argentina no quiere estar ausente en estos eventos de la reconstrucción geográfica y con el “Rio Negro” llega, en esforzado raid, hasta el Collón-Curá, en noviembre. Ante la bajante, el Coronel Erasmo Obligado continúa en botes y lanchas “hasta que (vieron) dos indios a caballo en la costa, inmóviles como estatuas. Como estos gritaran luego que tenían para el Gefe una carta de su Gobierno Don Valentín Sayhueque, Obligado se arrimó y habló con ellos. Entretanto, cerros y quebradas se cubrían de indios armados con lanzas o armas de fuego, que acudían de todas partes como enjambre. Su actitud amenazadora denunciaba claramente la intención de interceptar a la pequeña fuerza expedicionaria [32 efectivos]. Leído por éstos el curioso mensaje en que los señores del Neuquén demandaban, en términos bastante diplomáticos, explicaciones por la nueva intrusión en sus dominios, Obligado… resolvió dar por terminada la exploración.” No obstante, Obligado contestó al cacique que su osadía sería castigada. Lo cierto es que los marinos debieron retirarse apresuradamente, perseguidos y tiroteados.
El 16 de enero de 1882, cuando Ortega se encuentra en despliegue acosando a cierta chusma, los mapuches atacan el Fortín Primera División, con 1.000 lanzas de Namuncurá, Reuque Curá, Ñancucheo y Sayhueque. Los fusiles de retrocarga emparejan la lucha y, finalmente, los paisanos se retiran.
El balance de la Campaña al Nahuel arroja 45 indios muertos y 150 prisioneros. Muy poco, para tanto subir y bajar. Las operaciones han sido prácticamente posicionales.
Cuando las tropas platenses vuelven a sus lugares de origen, el Neuquén queda nuevamente desalojado y los naturales regresan de sus escondites en las brechas cordilleranas.
Pero la situación es difícil. Los neuquinos levantan otra vez sus toldos en los sitios de siempre y esperan que el viento cambie. Los nacionales, por su parte, insisten en desplazar a las tribus. No desean esos retornos y los consideran burla. De un modo u otro, la guerra continuará. Con otras tácticas.
En ese convencimiento, los máximos caciques se han contactado con los jefes araucanos más amigos invitándolos a un levantamiento conjunto. Los chilenos están también enfrascados en su Campaña para echar a los naturales bien abajo del Bío-bío. Las respuestas se dilatan. Arauco tiene su propia guerra.
Los mapuches insisten y declaran: “prefieren morir peleando que vivir esclavos”.
“Después de la campaña del General Villegas al Nahuel Huapi en 1881, fueron llevados a Patagones unos trescientos indios en el más lastimoso estado. Los pusieron entre las paredes de la Iglesia, que llegaban a una altura de metro y medio. Ahí estuvieron más de un mes bajo el azote de los vientos y temperaturas invernales. El Padre Fagnano, que los había acompañado en su largo viaje, pasaba con ellos todos los momentos que sus ocupaciones le dejaban libres: Ies enseñaba castellano, reglas elementales de higiene y los instruía en la religión. Después de un mes de adoctrinamiento bautizó a 30; pero esa misma tarde ocurrió un episodio trágico… Se dio orden de separar todos los niños para entregarlos a familias de los pueblos ribereños. Fue una escena desgarradora. A los alaridos de las madres se mezclaban los gritos de los pequeños… Hubo una madre que en la desesperación de su dolor arrojó su criatura contra los ladrillos, gritando angustiada: ¡tomen también éste, asesinos! Ahí quedaron salpicados de sangre inocente los ladrillos del templo como una triste imagen de la profanación de los derechos humanos. Nada pudo hacer el Padre Fagnano porque las órdenes eran terminantes”.
Con estas perspectivas, los mapuches han de seguir luchando.
III
En todo caso, el Comoé en 1882 sigue siendo mapuche, después de dos campañas hechas por un ejército moderno y provisto. Y después de persecuciones, depredaciones y crueldades. El genocidio inútil continúa, aunque no se logre la dominación.
La falta de una sujeción real del país de Sayhueque y los resultados negativos de las campañas hasta ahora realizadas, deciden a Buenos Aires a ocupar el Neuquén y mantener fortines y tropas. Hasta más ver.
Esta empresa constituye la tercera fase de la Conquista del Desierto y se conoce como Campaña de los Andes. Se extendió desde noviembre de 1882 hasta comienzos de 1884 y fue comandada también por el “Toro” Villegas, con tres brigadas, tres batallones de infantería y cinco regimientos de caballería.
Los destacamentos del Teniente Coronel Ortega baten la zona de Chos Mala al sur sin encontrar oposición. Y la resistencia que ofrecen Reuque Curá, Ñancucheo, Namuncurá y Manque ante el Teniente Coronel Enrique Godoy se debilita más y más. Manquel se rinde. Y Namuncurá se exilia.
Por noviembre de 1882 el Teniente Coronel Rosario Suárez recibe la misión de aniquilar a Sayhueque, pero aun cuando lo persiguió hasta Chubut, a 125 leguas del Lago Nahuel Huapi, el Cacique consigue esquivarlo.
El 6 de diciembre se libra el combate de Chimehuín, abajo del actual Junín de los Andes, en el cual el Capitán Bustos triunfa sobre 400 lanzas y 200 carabinas.
Un mes después se da el combate de Pulmarí, cerrado desfiladero adonde son atraídos, rodeados y masacrados los nacionales. El Comandante Capitán Pedro Crouzeilles recibió treinta y seis heridas de lanza y cuchillo y tres balazos, indicativos de la ferocidad con que se luchaba. Resuenan otra vez las pifucas.
La 3º Brigada, del Teniente Coronel Nicolás Palacios, orillea el Negro desde Choele-Choel y, al llegar al Nahuel, arremete contra los huiliches de Sayhueque e Inacayal.
Atravesando Río Negro y Chubut, Palacios libra en el valle de Appeleg uno de los combates finales contra el indio, frente a Inacayal, el 22 de febrero de 1883. La pugna, en un principio desfavorable a los nacionales e iniciada por un piquete conducido por el Capitán Adolfo Drury, se define con la intervención del grueso de la brigada, que pone en fuga a los indígenas.
En el Comoé los platenses siguen batiendo zonas. Pero ahora edifican otras fortalezas.
En su informe del 5 de mayo de 1883, el General Villegas dice: “Al Sur del Rio Limay y en lo que propiamente se puede llamar Patagonia, queda del salvaje los restos de la tribu del Cacique Sayhueque, huyendo, pobre, miserable y sin prestigio”.
Los mapuches reculan y ponen trampas. El 11 de diciembre se fortifican en el paso de la Trinchera, en terrenos de Ñancucheo, frente al Lanín. Se produce uno de los embates de mayores recursos y medios estratégicos, con iniciativa india. No obstante, los nacionales contrarrestan y logran una importante victoria. La tribu de Ñancucheo escapa a Chile portando sus heridos.
Entretanto, Reuque Curá se ha rendido a Ortega.
En ese mismo mes “en Schuniqueparia había tenido lugar un gran parlamento, al que concurrieron Inacayal, Foyel, Chagallo, Salvutia, Rayel, Nahuel, Pichi-Curruhuinca, Cumilao, Huichaimilla, Huencha-necul, Huilcaleo y otros caciquillos en representación de su tribu y Sayhueque con todos sus capitanejos… Que en el parlamento se arribó a la conclusión de no entregarse ninguno a las fuerzas del Gobierno y de pelear hasta morir”
Sin embargo, pese al juramento de los jefes indígenas, los sucesivos contrastes y la diferencia de armamento han mellado el ánimo de los nativos. Van comprendiendo la inutilidad de los esfuerzos ante un enemigo superior y obstinado.
IV
La Campaña de Los Andes ha terminado, pero no la Conquista del Desierto. Será necesaria una campaña complementaria a la Patagonia para la conclusión total de las guerras indias.
“Al Sur del Limay y Negro todavía vagaban desmoralizadas las tribus rebeldes de Inacayal, Sayhueque y otros caciques, quienes desdeñaron los oportunos ofrecimientos de las autoridades militares para gozar de las ventajas de la vida civilizada bajo el amparo de las leyes de la nación.”
“Contra estos indómitos caciques el General Vintter, en su carácter de Gobernador de la Patagonia, ordenó al Teniente Coronel Lino de Roa la ejecución de una nueva expedición punitiva… para preparar una última y decisiva expedición… a efectuar por tres columnas ligeras…”
El 21 de noviembre de 1883, Roa partió del fortín Valcheta al frente de unos 100 efectivos, con cuarenta auxiliares.
Reconoció el cañadón de Tromenieyo, Manquinchao y Yalalababat, por haber sabido que en esos sitios se habían establecido otras veces provisoriamente las tribus de Sayhueque. Pero las indiadas se habían esfumado.
Después de un largo camino, en el valle de Chubut, junto a una encrucijada del Alto Senguer, capturaron varios indios y pudieron enterarse dónde habían plantado sus toldos Huenchunecul, Cumilao, Inacayal, Foyel y Chagallo.
Cerca, sobre los contrafuertes, estaba Huenchunecul y veinte leguas al norte de éste se hallaba Cumilao. Mientras, Inacayal se encontraba sobre el río Tapeley (Appeleg), con Foyel y Chagallo, con unos 350 conas de los más aguerridos.
Los dichos caciques estaban resueltos, con Sayhueque, a “pelear a las tropas hasta morir”. “La vigilancia que se tenía en los toldos era grande, y que de ellos no se separaban los hombres más que en reducido número y por pocas horas para bolear, teniendo al propio tiempo el encargo de bombear el campo y cortar rastros en todos los rumbos”
El intento de Roa de copar a Huenchunecul y Cumilao se frustró por la extraordinaria movilidad de las tribus.
Por un prisionero se enteró que Sayhueque se había trasladado al sur del Chubut hacía un mes con 400 lanceros.
Roa estimó que con los recursos de que disponía no le era posible atacar a Sayhueque. Y continuó sus tareas de exploración.
Siguiendo el Genua y el Senguer, después el Tapeley, Roa llegó el 1 ° de enero de 1884 a la vista de las indiadas de Inacayal y entabló combate. El resultado fue dudoso, con víctimas por ambos bandos.
La escasez de víveres y el estado de la caballada decidió a Roa a emprender el regreso, tras haber recorrido una zona de 700 leguas, haber alcanzado casi Santa Cruz, reconocido una buena parte de la Patagonia y comprobado la existencia de valles, agua, pastos, leña, frutos silvestres y animales. Con ello quebró la leyenda de un sur maldito y estéril. Después de cuatro meses de andanzas pudo informar que “la región recorrida deja de ser un desierto…”
Por orden del General Wintter, el Teniente Coronel Vicente Lasciar asentó una guarnición en el río Chubut, en un paso conocido como “Corral Charmata”, que impedía los desplazamientos de Inacayal y Foyel.
Finalmente, los caciques decidieron atacar, pero ante las defensas preparadas por los nacionales, prefirieron optar por una presentación voluntaria. Corría octubre de 1884.
Lasciar retuvo a Inacayal como rehén mientras Foyel reunía los restos de sus tribus.
Una vez en sus campos Foyel trató de zafarse de su compromiso y el Teniente Insay lo atacó provocando “la desbandada del Genua”, para muchos el último embate de las guerras indias.
Los postreros enfrentamientos se han ya producido.
El 23 de febrero de 1884 se ha entregado Namuncurá en Fortín Pulmarí. Baigorrita, Luciano, Quinchau, han muerto. Nahuelpan ha sido fusilado. Pincén, Purrán y Cayul han caído presos. Queupu, Zúñiga y Udalmán han emigrado. El resto se ha ido sometiendo.
Sin embargo, aún no se ha entregado Sayhueque, Gobierno del País de las Manzanas, emblema de la Nación Mapuche. Simbólicamente continúa resistiendo. Subiendo y bajando el Chubut y el Río Negro.
Será el último cacique en someterse. Los chasques y chilcas le revelan que todo ha terminado. El ejército mapuche está desintegrado. No hay fuerzas ni ganados. Sus huestes son las únicas que cabalgan libres. Comprende que por poco tiempo. Que quizás resulte inútil insistir. Y piensa en su gente. En cómo salvaguardar a su gente.
Mientras, Wintter ha dispuesto una nueva salida del Teniente Coronel Lasciar que, con un contingente del Sargento Mayor Miguel Vidal y una tercera columna del Nahuel, convergirán en abanico hacia Chubut para encerrar a Sayhueque.
Sayhueque sigue representando un peligro por su ascendiente sobre los tehuelches y la posibilidad de reconstituir sus tropas. Inclusive, pueden ayudarlo los araucanos de Chile.
“A los doce días de iniciar su avance, el Sargento Mayor Vidal dio con los rastros de Sayhueque y tras seguirlos activamente intimó a dicho cacique su rendición, pero éste le expresó que le había prometido al General Vintter que se presentaría en el lago Nahuel Huapi, lugar adonde se dirigía”.
Según Walther, el que habría iniciado las gestiones para el sometimiento de Sayhueque habría sido el Teniente Coronel Roque Paitiado, prosiguiendo luego las mismas el Teniente Coronel Nadal, por relevo de aquel.
Aunque las condiciones de rendición impuestas por el Gobierno Argentino eran lisa y llanamente “de rendición incondicional”, “Posiblemente movió a este cacique a tomar esta determinación el hecho de comprobar que no podía eludir permanentemente la acción de las tropas nacionales, que día a día más estrecho contacto le mantenían, obligándolo a peregrinar con sus familiares de refugio en refugio para escapar a su persecución”.
Y, así, el 1º de enero de 1885, Sayhueque se presenta en Junín de los Andes al Teniente Coronel Nadal con 700 indios de lanza y 2.500 de chusma. Esta sumisión puso fin a la Guerra.
De este modo termina la campaña a la Patagonia con la afirmación de la soberanía argentina en el sur. Concluye así, también, la conquista del Neuquén y de los desiertos.
Wintter escribe al General Joaquín Viejobueno, jefe del Estado Mayor del Ejército: “El Cacique Saihueque, cacique eminentemente prestigioso por su poder entre todas las tribus que tenían su asiento entre el río Collón-Curá… y el río Deseado… acaba de efectuar su presentación voluntaria, y con él también los caciques de orden inferior, Inacayal, Huenchenecul, Chiquichan, Qual, Salvutia, Prayel, Nahuel, Pichi-Curruhuinca, Cumilao y otros, incluso el obstinado y rebelde Foyel…” Escribe a 20 de febrero de 1885, año del Señor.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Sayhueque, el último cacique, de Curruhuinca-Roux. Editorial Plus Ultra. Fragmento del capítulo: Sayhueque y las guerras del Neuquén
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