En una jornada primaveral de 1901, el gobernador Lisandro Olmos se encontró con Casimiro Gómez en el magro caserío de la confluencia del Neuquén y el Limay, e imaginaron el surgimiento de una urbe próspera.
Sería caprichoso ceñir ese encuentro -que se sepa, nada divulgado- como primer paso clave para el nacimiento de la más pujante ciudad.
La historia de la inauguración y fundación de Neuquén reconoce otros hechos gestores -que no se anulan entre sí pero se complementan- y coincidencias geopolíticas, convicciones prácticas y estratégicas, sin dejar los intereses privados, y menos aún, la decisión política que fijó la capital en su vértice geográfico territorial, portal de riquezas: las de sus entrañas y las de los paraísos turísticos.
¿Quién podría dudar que Neuquén sería una gran ciudad? ¿Quedó su destino definido ya cuando lo avistó Julio A. Roca aquel 11 de junio de 1879 alineado con su estado mayor ecuestre?
Primer disparo
El fotógrafo Pozzo disparó aquella vez su antidiluviana cámara en dirección de la ciudad inexistente, pero para retratar tres perfiles sobre los arenales que 5 años después serían neuquinos. Acababan de vadear el torrente. El primero, un inglés, pero general argentino: Ignacio H. Fotheringham, ganador de los 2000 pesos ofrecidos por Roca para el primero en cruzar aquel río (hoy Paso Fotheringham, algo más al sur de los puentes actuales). También vadearon el sargento mayor Luis Fábrega y un milico raso.
En sus memorias («La vida de un soldado») suscriptas en 1908, Fotheringham atribuyó el mérito del cruce a la bravura del tordillo regalado por Roca en Choele Choel. Desnudo y a nado (¡un 11 de junio!), finalmente llegó a la otra orilla tomado de las crines de su pingo.
Nadie habló entonces de alguna futura ciudad, ni lo pensó el ingeniero Alfredo Ebelot, también presente (aquél de la zanja de Alsina y semblanzas pampeanas). Mucho menos comentó el coronel gourmet Artemio Gramajo, hastiado del menú de campaña. El comandante Manuel Olascoaga, en silencio, y más tarde el primer gobernador neuquino en tres sucesivas sedes precordilleranas (opositor a cualquier mudanza de la capital).
El corresponsal del diario La Pampa, Remigio Lupo, publicó algo prospectivo sobre el futuro de ese desierto. Se lee en la recopilación que Bartolomé Galíndez prologó y editó en noviembre de 1938.
Lupo, de escasos 20 años (llegaría a Administrador de Aduanas como Carlos Bouquet Roldán, el gobernador fundador de Neuquén capital), sostuvo desde las nacientes del río Negro, que Roca «ha telegrafiado al presidente Avellaneda (Nicolás) pidiéndole que suspenda la venta de estas tierras para poder fundar colonias en ellas…(y) que en poco tiempo prosperarían hasta convertirse en grandes pueblos… emporios de riqueza». Pero claro, Roca sólo se refería a las tierras fértiles que acababa de recorrer junto al río Negro.
¿Pero quién duda, entre la variable de factores que terminarán con formar el nuevo poblado que el arribo del ferrocarril a la confluencia, el puente dibujado en Londres y la estación punta de rieles, sería la determinante de Neuquén ciudad? Nadie vacila en afirmar que «el ferrocarril al Neuquén», como llamaron los diarios al proyecto del F.C. Sud, resultaba de interés geopolítico gubernamental frente al conflicto con Chile y, es cierto, servía a la avidez de la empresa británica.
Futuro en tren de guerra
Todo empezó cuando en 1894 se supo que el general chileno Korner viajó a Europa a comprar armamentos, contratar oficiales alemanes y encargar la construcción de una flota. Resultó tema caliente para los diarios y bulla chauvinista en los cafetines porteños.
El plan del ferrocarril cercano a los boquetes cordilleranos lo admitió sin tapujos William J. M. Rögind, el irlandés autor de la historia del F.C. Sud. Una vez que se decide el rearme chileno es que «recién entonces el gobierno nacional empieza a moverse y la primera medida que se tomó era promover la construcción de una línea estratégica para poder llevar rápidamente, en caso de guerra, un ejército en dirección a la Cordillera de los Andes» (página 195, Historia del Ferrocarril Sud 1861-1936).
Es a mediados de 1895 y primeros meses del gobierno de José Evaristo Uriburu, que su ministro del Interior Benjamín Zorrilla le comunicó al presidente de la comisión local de la compañía ferroviaria con sede en Londres (en el River Plate House, Finsbury Circus), el propósito del gobierno de procurar «la construcción de una vía férrea al Neuquén y que creía que la Compañía del Ferrocarril del Sud era la indicada para realizarla».
Más allá de las negociaciones y sus resultados exageradamente concesivos del gobierno, basados en la necesidad y urgencia, el acuerdo firmado el 16 de marzo de 1896 con el F.C. Sud (que suscribió el ingeniero Guillermo White) hasta que fue superado el debate parlamentario de aprobación y el ingeniero Carlos Malmén puso manos a la obra, la suerte capitalina de Chos Malal estaba echada. Es que de esta manera quedó lapidado el contrato previo de concesión ferroviaria otorgado a Mc Phail y Cía. para la construcción de una línea férrea desde Bahía Blanca a Chos Malal.
Proyecto urbano
Cuando el gobernador Olmos dejó Chos Malal hacia Buenos Aires para explicar al ministro desajustes administrativos reclamados, trepó al tren del ferrocarril Sud en la estación Limay (hoy Cipolletti) el 24 de junio de 1901. Avistó el gran puente concluido y por donde el 12 de mayo anterior pasó una locomotora pequeña en prueba de resistencia. La Prensa del 26 de junio dio cuenta del paso de Olmos por Roca rumbo a Constitución mientras allí esperaban «a los señores Recarte y Romero para inaugurar las caleras y la gran fábrica Río Negro…primera industria que se plantea en el territorio» (RN) y donde era inminente el arribo del inspector técnico del F.C. Probaría el puente con dos máquinas grandes, exitosamente.
Se inauguró el 9 de noviembre con un tren especial que cruzó y llegó a la estación Neuquén. Dos semanas antes había regresado el gobernador Olmos y La Prensa del domingo 27 de octubre de 1901 lo aludió en uno de sus títulos. Debajo transcribió: «Neuquén, octubre 26. Estuvo aquí el gobernador del Neuquén, señor Lisandro Olmos, de paso para Chos Malal. Recorrió a caballo los parajes de la confluencia del Limay y Neuquén, visitó el nuevo edificio del Juzgado de Paz y comisaría, y comprobó el adelanto y progreso de esta región, única del Neuquén favorecida con el ferrocarril. Se encontró aquí con el propietario de los campos de la confluencia -aludía a Casimiro Gómez- y cambiaron ideas sobre la fundación de un pueblo, la manera de dotarlo de agua y subdividirlo en lotes para ponerlo al alcance del colono trabajador». Lo que se dice, una crónica casi fundacional. El diario describió, además, el entusiasmo de Olmos que «se comprometió a sostener y auxiliar esa iniciativa que considera necesaria para incorporar el Neuquén al progreso nacional».
Se sabe que Olmos permaneció al frente de la gobernación hasta el 28 de febrero siguiente, sustituido por el ingeniero Juan Ignacio Alsina, con su plan de mudar la capital a Las Lajas, a sus campos y los de su hermano Demetrio.
La nota de La Prensa que subrayó el encuentro de Olmos con Gómez, brindó otras precisiones del plan. «Se harán estudios teóricos y prácticos para ver el mejor modo de dotar de agua al futuro pueblo…(donde) se vende a 15 y 20 centavos el balde de agua». Sostenía el corresponsal que el «proyecto de fundación de un pueblo…cuenta ya para su realización con un juzgado de paz, comisaría, estación de ferrocarril y posiblemente oficina de correos y telégrafos…»
Satisfecho, el gobernador partió para Chos Mala, vía Añelo.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Publicado en el Diario Río Negro, el 1 de Febrero del 2004. Título: “Pueblo soñado por Olmos y Gómez”. Artículo escrito por Francisco Juárez.
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