Los males de hoy vienen del pasado, cuando -sin embargo- “todo era mejor”. La exhumación de estos hechos, en los que un banco y un general compartieron sus respectivas falencias, sirve para la arquitectura de muchos “nunca más”.
La deuda, tan inmensa como impaga, se la llevó a la tumba. Ese 8 de octubre de 1913 -a los 81 años- murió el general Lucio V. Mansilla.
La noche de París acababa de rasgarse con nueve campanadas (la madrugada del 9 en Buenos Aires) y la infausta noticia ni pudo divulgarse inmediatamente ni hubiera alcanzado para anunciarla en los matutinos porteños. Pero sirvió para engolados panegíricos y cuidados obituarios. Nada de malos recuerdos: había muerto un grande.
La deuda inmensa se la dejó al Banco Hipotecario Nacional (BHN) por dos sucesivas hipotecas de 1887 y 1888 sobre sus tierras en el Chaco que sumaban 130.000 pesos. El general interrumpió los pagos en 1890 y la deuda se incrementó hasta 1903, cuando BHN remató los campos. La crisis económica tenía parte de la culpa. El remate fue un fracaso y lo recuperado, irrisorio. Se puso juicio a Mansilla por saldo personal que eludió hasta su muerte con “gambitos” de sus amigos. El BHN, distraído, no encontraba bienes de Mansilla y le bastó la inhibición que le anotó el 31 de diciembre de 1904 (Nro. 1170, folio 426, tomo 2), y algunas formalidades.
El sueño eterno
En 1912 el juicio durmió hasta 1922 cuando comenzó a gobernar el antipersonalista radical Marcelo Torcuato de Alvear. Pero los juristas del banco no daban con la sucesión del general y en 20 años no habían oficiado al Registro de la Propiedad. Este les informó el 10 de diciembre de 1924 que “a nombre de Lucio V. Mansilla consta inscripto….el lote ocho, fracción D, Sección treinta de los Territorios Nacionales del Neuquén”. Recién en el invierno de 1926 se revisó lo actuado en juicio para que el estado acreedor tomara decisión definitiva respecto y uno de los abogados dictaminara qué hacer. El Dr. Teodoro Paso (del BHN) decidió -el 31 de agosto- que antes de expedirse se justipreciaran las tierras halladas por el Registro a nombre de Mansilla en el Neuquén. El objetivo: rematarlas y saciar la deuda, ya de 219.634,19 valiosos pesos. Se pidió justipreciarlas, pero los tasadores contestaron que a semejante distancia (nebulosa desde los escritorios capitalinos) no era posible “efectuar la tasación de un campo sin conocer la calidad de sus tierras, de las aguas, de los pastos, si está bien alambrado…”. El abogado Paso dictaminó -impreciso- que la “sucursal en el Neuquén o en Viedma” hiciera la tasación.
Alguien con más precisiones geográficas peticionó a la del Neuquén el 15 de setiembre de 1926 para que mandara un tasador que además indagara “quién posee dicha fracción de campo, quién la administra y por cuenta de quién o con qué título se la posee o retiene”.
El gerente neuquino contaba en Zapala con el tasador Felipe Luccioni, a quien le encomendó la tasación de las tierras, que con los datos catastrales que le enviaron se orientó para el largo viaje en los precarios transportes de entonces. Para el caso, la distancia Zapala-Chos Malal, la recorrían rodados de la empresa Maccarini y Cía (pasajeros, cargas y correspondencia). Salía de Zapala todos los martes a la mañana temprano, se detenía en varias poblaciones. Hacía noche y llegaba a Chos Malal al mediodía. La tarifa, 45 pesos por el trayecto total. Retornaba el sábado y llegaba a Zapala el mediodía del domingo.
Luccioni fue, volvió y el 2 de octubre tuvo su informe listo. En el Banco de Buenos Aires su contenido resultó revelador: no solo el predio era todo un pueblo, sino que había sido la capital neuquina. Vale la pena reproducir sus mejores datos: “Cúmpleme informar que el lote en cuestión está situado a 45 leguas al Norte de Zapala. Linda por el Norte con campo fiscal; por el Este, con campos también del Fisco; por el Sud con Lassalle y Divito; por el Oeste con viuda Porcel de Peralta y con Federico Pinedo. El campo es quebrado en general, las partes bajas son los valles de los ríos Neuquén y Curí-Leuvú donde vive la población; es pobre en pastos naturales y tiene coirón, cebadilla, flechilla y alfilerillo; los valles tienen además trébol y varias gramillas. En la parte cultivada se dan muy bien la alfalfa, trigo, maíz, varios frutales y la vid prospera como en el valle de Río Negro. Todos estos cultivos están bajo riego; en seco no se cosecha nada. Agua: solamente en los ríos nombrados, la parte alta es seca y la hacienda baja a beber a la costa. Toda la población de Chos Malal reconoce como dueño del lote 8 al Fisco, ante quien están haciendo gestiones para que les entreguen las tierras…”.
Tasador e historiador
El relato del tasador agrega datos del momento y del pasado del lugar. Hay 950 habitantes, correo, juzgado de paz, comisaría y “antes era municipio, hoy sólo tiene comisión”. Dice que Chos Malal “fue fundada en el año 1886 por el Ejército Expedicionario que venía de Mendoza, en el 88 la decretaron capital del territorio siéndolo hasta 1904…la Municipalidad ha tomado las tres quintas partes del lote 8 como ejido del pueblo…” y adjunta un muy plegado plano “en el que se puede ver el trazado del pueblo que fue hecho por el primer gobernador del Territorio coronel Manuel Olascoaga, quien principió a entregar quintas y solares estando hoy completamente ocupado…”.
En 1926 sólo 40 pobladores tenían título definitivo que otorgaron municipalidades hasta 1909 en que se suspendieron las escrituraciones y, según el tasador Luccioni las casas eran de adobe y barro, algunas de tapial, pero “la mitad del pueblo está en ruinas y las tres cuartas partes necesitan refaccionarse”.
El tasador, librado por la situación que verificaba de hacer tasación en justiprecio, siguió explayándose sobre las condiciones del lugar aunque señaló que las tierras de los valles pueden calcularse “a 100 pesos la hectárea y estas son aproximadamente 200; el resto del campo tal como está no vale más de 5 pesos la hectárea y un canal podría regar 2.500 hectáreas”. Aclaraba, finalmente, que no había encontrado en el lugar “ningún representante del señor Alsina”. El tasador Luccioni pasó su cuenta del viaje que duró casi seis días: 150 pesos.
Arribado el informe a Buenos Aires, el abogado Paso, agregó nuevas torpezas a su actuación. Creyó que los viáticos eran de 150 mil pesos y se opuso a abonarlos. Pidió que Neuquén informara “la distancia entre Zapala y Choele Choel” (por Chos Malal). El festival burocrático siguió. De Neuquén le señalaron a Paso la equivocación (el “Choele Choel”) y que no sólo el tasador cobró la modestia del viático por 5 días y medio, sino que había conseguido rebaja en la tarifa del viaje (pagó 60 pesos por los 90 que costaba ida y vuelta). Recién en enero de 1927 Luccioni cobró sus gastos. El 12 de enero de 1935 el abogado Paso resucitó con un nuevo pedido de informes a la sucursal de Neuquén. No hubo novedades. El expediente languideció. El 13 de julio de 1939 el Banco Hipotecario dio todo por perdido: resolvió pasar la cuenta a Pérdidas y Ganancias.
A fines de los años 60 se decidió la incineración de este expediente deudor junto con los de otros deudores notorios vinculados, casualmente, con la llamada “Conquista del Desierto”: una hermana de Julio Roca a cuyo marido le cedieron las tierras de la hoy Choele Choel; Remigio Lupo, el periodista de la expedición y el también deudor incobrable Antonio Espinosa, capellán del ejército expedicionario, luego arzobispo de Buenos Aires.
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Publicado en el Diario Río Negro, el 29 de diciembre del 2002. Artículo escrito por Francisco Juárez.
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