En las primeras elecciones de 1906 al Concejo Municipal de la ciudad de Neuquén, se presentaron dos listas: la “Unión Vecinal” y la “Unión Popular”. Ambas fuerzas habían formalizado su organización política en 1905. La presentación oficial de sus integrantes ante la autoridad gubernamental aceleró la realización de los comicios para constituir el gobierno municipal. La iniciativa de formar agrupaciones políticas fue el modo adoptado por los vecinos para reclamar por sus derechos políticos y hacer sentir sus demandas comunales. Así, se plantearon en forma incipiente dos principios políticos, es decir, “el de que todos los miembros de una comunidad política tienen derecho a una representación plena y el de que todo grupo de personas con intereses compartidos específicos tiene derecho a formar una organización estable para promover esos intereses”.
A partir de este impulso inicial, el gobernador Carlos Bouquet Roldán se hizo eco de la inquietud comunal sugiriendo oportunamente que los candidatos a concejales debían responder a “la cultura e intereses de este vecindario” y que la designación debía recaer en “personas serias y honorables que hagan prácticas las ventajas de la institución comunal demostrando en este primer ensayo la capacidad requerida para la vida cívica”. Este discurso estableció claramente quiénes se iban a encargar de la actividad política. El rol protagónico estaba reservado para individuos cuya destacada actividad económica, social o profesional le capacitaba para expresar y defender las demandas del conjunto de la sociedad.
En función de estos requisitos no sorprende observar que el primer Concejo Municipal quedó integrado por cuatro comerciantes y un maestro (2 argentinos, 2 españoles y un italiano). El cargo de presidente ocupado por un prestigioso español, el Sr Pedro Linares, comerciante de Río Negro y Neuquén, y fundador de la Asociación Española de SS. MM de Neuquén en 1909. Estos datos nos permiten enfatizar la temprana presencia de españoles e italianos en la organización formal de la política en Neuquén.
De esta forma, una pequeña franja de la población se perfiló como sector de poder y ocupó los espacios de representación. Cada campaña electoral planteaba la necesidad de legitimar dicha representación por lo tanto las agrupaciones se movilizaban especialmente para atraer a un potencial y no muy definido electorado.
Las dos agrupaciones que se presentaron en la primera contienda electoral fueron desde entonces los “partidos tradicionales” de la política local hasta la década del 30. Uno de los aspectos más llamativos es que el proceso de politización experimentado por ambos “partidos” fue muy similar. Pero los rasgos coincidentes no ocultaban las diferencias de fondo. A nuestro modo de ver, la divergencia más significativa, aunque no muy explícita, se centraba en el origen étnico de ios sujetos políticos. Los argentinos sentían que debían hegemonizar los espacios de poder frente a los grupos extranjeros. La convivencia socio-económica, con marcados buenos réditos, no necesariamente se trasladaba a la arena política. El hacer política era un campo de acción para los “nativos” de este país. Por su parte, los españoles e italianos, identificados por fuertes lazos culturales, pensaban que, si habían sido fundadores de la ciudad y contribuían con sus iniciativas e impuestos a la transformación del espacio, tenían el mismo derecho y también la misma capacidad para hacerse cargo del gobierno comunal.
Los términos en que se planteó la tradicional confrontación entre los “Vecinales” y los “Populares” expresan claramente la oposición descripta. En el período abordado la pugna electoral ofreció dos alternativas de liderazgo político: argentino o extranjero. La “Unión Vecinal”, estuvo liderada por argentinos y contó con una adhesión mayoritaria de nativos del país mientras que la “Unión Popular” estuvo liderada por españoles y captó principalmente a la población de connacionales y de italianos de la localidad. En los dos casos el éxito lo determinó siempre la figura del líder. La “Unión Vecinal” triunfó reiteradamente hasta 1916 y su líder, Abel Cháneton, argentino e importante periodista local, fue protagonista indiscutido de la política local. Frente a la “Unión Vecinal” como fórmula triunfante, no fue menos meritorio el rol ejercido por la oposición liderada por el español Manuel Linares, prestigioso y acaudalado comerciante de la zona, fundador y primer presidente de la Asociación de Socorros Mutuos de Neuquén en 1909, año en que comenzó a destacarse en la actividad política. Este es uno de los ejemplos que demuestran claramente el rol protagónico de la población española e italiana.
Cabe consignar que la “Unión Popular” por lo general accedió al municipio en carácter de “incómoda minoría”, pero aun así la representatividad que ésta mantuvo fue un gran desafío para la fórmula triunfante. La presencia de una firme fuerza de oposición planteó abiertamente las reglas de la lucha facciosa vigente hasta 1930.
La trayectoria de las agrupaciones tradicionales evidenció importantes cambios en el marco de una profunda crisis que debió enfrentar la institución municipal entre los años 1916-1917. No fue casual que se produjera entonces la renovación de los respectivos líderes, y esto impuso un diálogo político muy distinto. Los nuevos líderes fueron personalidades de amplia experiencia política pero, a diferencia de los anteriores, de escaso carisma y de conductas dudosas, situación que afectó la imagen de estas agrupaciones frente a la comunidad. Aun así, siguió presente la pugna electoral entre un argentino -Miguel Mango, por la “Unión Vecinal” y un extranjero -el español Enrique Carro- por la “Unión Popular”-. La sostenida confrontación en el plano político continuó siendo el modo de expresar una pugna de intereses que en definitiva canalizaba una diferencia étnica.
Recién en 1914 surgió otro grupo político oficializado como “Partido Independiente” y liderado por el español Arsenio B. Martín, fundador y editor del diario “Confluencia” que coincidentemente se subtitulaba como “Diario Independiente”. En este caso, puede observarse la directa relación entre los protagonistas políticos y el manejo de la prensa propia como recurso de sustento y difusión ideológica. La autodefinida posición de “independientes” sugiere una postura diferenciada con respecto a las alternativas existentes, sin embargo, Arsenio B. Martín había sido candidato por la “Unión Popular”. Por tal motivo, inferimos que pudieron entablarse alianzas entre “independientes” y “populares” como estrategia para contrarrestar el peso político de la “Unión Vecinal” que lograba imponerse en las sucesivas contiendas electorales.
A partir de 1915 surgieron nuevas facciones en la escena política. Fue notorio el surgimiento de fuerzas políticas menores, de corta vida política y de efímera trayectoria. Por lo general surgían a la luz de las elecciones, se aliaban a alguna de las fuerzas mayores o bien desaparecían para reaparecer en las próximas contiendas bajo una nueva denominación. Tal fue el caso de la “Liga de Vecinos Independientes” (1915); “Liga de Contribuyentes” (1916) y “Partidos Unidos” (1916). El triunfo del Radicalismo a nivel nacional sumó al juego político local otras alternativas de representación ampliada. Así se presentaron La “Liga Radical” (1916), “Leandro L. Alem” (1919) y “Comité Dr. H. Yrigoyen” (1919). Las listas de candidatos y afiliados radicales eran en su totalidad argentinos nativos o naturalizados, lo que puso en evidencia la intención de restringir la participación de extranjeros. Este fue uno de los motivos por los cuales nunca pudieron triunfar en las elecciones locales. Los periódicos de la época destacaban la rivalidad entre facciones “locales” y las “nacionales”, inculcando al electorado a votar por sus “genuinos” representantes. Por lo tanto, no hubo representación radical en el municipio hasta 1930, gestión que fue intervenida a los tres meses por los notorios acontecimientos nacionales.
Al respecto son muy ilustrativos los conceptos vertidos por los “Vecinales” en 1917, enfatizando que los integrantes de su gobierno son argentinos y extranjeros -a diferencia de los partidos radicales- sosteniendo que ” en su seno no caben odiosas distinciones” y que ” propende a que la autonomía municipal beneficie por igual a todos sus habitantes”.
Las estrategias de acción, es decir, los modos de hacer política fueron muy variados y buscaban esencialmente garantizar el triunfo electoral. Puede decirse que la dinámica de los grupos políticos conservó una modalidad. En las campañas pre-electorales se enfatizaban las respetables cualidades del líder, destacando aquellos aspectos que lo hacían conveniente frente al candidato de la oposición. La seducción desplegada por estos personalismos era fundamental para el éxito en las urnas. En el plano discursivo se esbozaban algunas líneas de acción y de interés en pro del bienestar común, pero sin plataforma o proyecto específico. Todos hablaban dé “progreso”, “desarrollo” y “federalismo” pero sin planteos específicos sobre los cuales sustentar la próxima actitud del gobierno. Las alianzas entre las fuerzas tradicionales con otras fuerzas menores eran muy comunes como mecanismos para sumar adeptos, pero principalmente para activar la confrontación facciosa. El despliegue preelectoral efectuado por las facciones, aparece como desproporcionado con respecto a la cantidad de votantes. El acto electoral no resultaba tan movilizador como la confrontación y la discusión previa.
Después del acto electoral la agrupación vencida, no conforme con su derrota, recurría a denunciar fraude o planteaba la existencia de irregularidades, motivos por los cuales solicitaba la autoridad gubernamental la anulación del resultado. En algunos casos, aceptada la denuncia, el gobierno municipal fue intervenido o bien quedó acéfalo. Ambas situaciones pusieron en peligro la autonomía del municipio, principio que paradójicamente todas las fuerzas políticas sostenían como bandera discursiva. Es evidente que el juego político entre argentinos y extranjeros por hegemonizar los espacios de representación política, generó sus propias contradicciones.
Carla Manara
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Fragmento de : Neuquén a principios del siglo XX. Un nuevo espacio para la actividad política, de Carla Manara.
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