Las bandadas de cachañas, en prolijas formaciones de vuelo se lanzan en picadas bullangueras sobre las copas de las araucarias, mostrando en rítmicos movimientos el extremo azulado de la punta de sus alas, las plumas marrones de su cola y el verde intenso de su cuerpo. El bosque nos anuncia con suaves insinuaciones, en variedades de ocres, rojizos y amarillos que la savia se va a descansar, desciende a las profundidades a tomar la fuerza de la “Mapu” y vuelve en primavera con noticias nuevas. Los pehuenes, como ovarios maduros explotan, y óvulos de piñones tapizan los suelos. “Futa Chao” nos bendice con el maná, la cordillera entera se llena de sonidos guturales, que sin prisa ni pausa recogen las bendiciones. A lo lejos, se escucha el sonido del hacha, que como un pájaro carpintero gigante, traslada la vibración a todo el bosque. A medida que me acerco se escucha el cimbronazo de cada golpe y el metal buscando el corazón escondido detrás de cada astilla. La guardiana del bosque, “Anchü- malleñ”, dio la autorización y el espíritu del árbol aceptó que su “Mamüll” (madera) cambie en formas y se convierta en “Cultrunes”,”Pivillca”, hateras para amasar, artesas, platos, vasos, fuentes y distintos tipos de muebles. Alfredo Neculfilo, embozado en su trabajo, no percibe que ojos curiosos observan. -Mary Mary Peñy-, le dije una vez cerca, en un intervalo de su rítmico laboreo. Respondió el saludo.
-Mary Mary Peñy, ¿cómo le va Don Ángel? Qué anda haciendo por acá- .-Su hermana Clementina me comentó que me estaba buscando-.
-Es cierto Peñy, necesito que me dé una mano, ando con ganas de comprarme una motosierra. Hace tiempo que le estoy dando al hacha y me tiene un poco acobardado, el trabajo no rinde, y cuando quiero acordarme ya tenemos el invierno encima-
Alfredo Neiculfilu vivía en la comunidad de Chiquilihuin (cercana a Junín de los Andes); su “Ruca” pequeña, humilde, estaba ubicada en las últimas estribaciones de la cordillera, entre unos ñirantales, a pocos metros de un cañadón por el que bajaba un arroyito. Él y sus hermanos habían aprendido de su padre Manuel Neicufilu el arte de trabajar la madera. Alfredo, su papá y Antonio Cañicul, allá por el año 1970, fueron precursores, los primeros artesanos de la zona en viajar a distintos lugares del país. De esta forma partieron con sus precarias herramientas, algunas maderas de la cordillera y muestras de artesanía Mapuche. Llegaron así invitados a la Ciudad de la Plata donde estuvieron un mes, trabajando, enseñando y realizando exposiciones de sus trabajos. A partir de esos años se comenzaron a abrir mercados y este tipo de artesanía se comenzó a comercializar.
La madera que más se utiliza es la de lenga. Árboles de esta especie tapizan los bosques cordilleranos junto a otras especies como raulí, roble pellín, araucarias, apreses, maniu y coihues. Afines de Marzo y principios de abril, Alfredo se interna en los bosques y durante días selecciona las plantas, acondiciona la madera y una vez que las tiene cortadas, las deja enterradas y tapadas bajo las hojas en el bosque hasta el mes de octubre o noviembre; ésta es la época de ir a buscarlas, comenzar a trabajarlas y darles forma. De esta manera la madera se estaciona, no se parte ni tampoco se raja.
Recuerdo una mañana bastante fría; con Manuel Llanquin y Alfredo tomamos la huella de siempre y nos internamos en el bosque, con un caballo de tiro. El “Peñy” había comprado la motosierra, yo tenía que enseñarle cómo manejarla. Como de costumbre le pedimos permiso a los “Ngen” para que nos permitieran tomar un árbol y trabajar la madera.
Alfredo Neiculfilo, junto a sus hijos Eduardo, Antonio y Víctor, tienen el talento de dar forma, vida a los distintos instrumentos: “Cultrunes”, “Trutrukas”, “Pichi Trutrukas” “Ñolquin”, “Culi Culi”, “Pilolay”. Toda la familia está involucrada, qué placentero ver a cada uno sentado en su banquito, con un trozo de madera entre sus manos dando rienda suelta a su imaginación, utilizando pequeñas herramientas como “Machihue” (herramienta hecha con una planchuela de hierro y una horqueta de madera), raspadores, hachuelas, limas y lijas.
-Antes daba más trabajo, porque no había muchas herramientas, ahora es distinto, trabajarla se hace bastante más fácil-
Durante muchos años Alfredo fue maestro, supo trasmitir este arte ancestral y también sus conocimientos a muchos “Peñy” de las distintas comunidades. Con paciencia, esmero y dedicación fue esparciendo la semilla. Hoy los nuevos vientos fueron secando y acunando espigas maduras. Sus hijos y muchos jóvenes de las comunidades van tallando, dando forma a la “Leulinma- müll” (madera dura) de esa raza, noble, firme que no se doblega y con dignidad, erguida, tapiza los bosques de la “Ñuke Mapu” (madre tierra).
Fragmento de Galopando con los peñi – Gnetuen Cahuel com ni Peñihuen, de Ángel Fontanazza
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fragmento extraído del libro Galopando con los peñi – Gnetuen Cahuel com ni Peñihuen, de Ángel Fontanazza, edición de autor. Capítulo: El artesano de la madera.
¿Te gusta la historia neuquina? ¿Tenés algo que contar o compartir y querés colaborar con Más Neuquén? Entonces hacé Click Aquí
También podés ayudarnos compartiendo este artículo en las redes sociales.
Excelente!!!!me interesa mucho este tipo de informacion