El culto a San Sebastián, lo trajeron los primeros misioneros desde España a Chile y desde allí a los primeros habitantes de la “Colonia Malbarco” (Varvarco), prendiendo muy fuerte en la devoción popular.
Su historia personal es sencilla y ejemplar. Capitán del Ejército Romano, hombre educado y de confianza personal del Emperador Dioclesiano, con gran ascendiente en las tropas, se convirtió al cristianismo lo que le significó perder toda su carrera y amistades y enfrentarse a la persecución del mismo Emperador. Fue tomado preso y llevado a las afueras de Roma para morir flechado. Su cuerpo martirizado y agonizante fue retirado del lugar del suplicio por los cristianos que lo curaron y volvieron a la vida. Sin embargo, volvió a manifestar su fe enfrentando al propio Emperador en la calzada romana, echándole en cara la persecución que hacía de los cristianos. Sorprendido y molesto ordenó que Sebastián ahí mismo fuera decapitado. Los cristianos pronto comenzaron a rendirle culto y honores como mártir y testigo de Cristo.
En Europa, su culto fue muy popular y de España pasó a Chile donde se lo venera especialmente, en su famoso templo de Yumbel, cada 20 de enero. Para esa fecha, los “crianceros” y “veranadores” planeaban con tiempo el cruce por el paso de Las Lagunas o Alico para acercarse al templo del santo y agradecerle personalmente o “mandar” el dinero, las velas o los animalitos prometidos con otras personas para cumplir sus promesas (de ahí el término “manda”).
Por el año ’45, cerradas las fronteras y con la vigilancia estricta de Gendarmería, lo que antes era un comercio habitual y un tránsito fluido, se convirtió en “contrabando”. El Padre Marcelo Gardín, con buen tino y con ayuda de los vecinos de Las Ovejas, comenzó a levantar allí una humilde capillita para que le brindara a quienes no podían viajar, la comodidad de pagar sus “mandas” y asistir a la Misa del misionero. Pero necesitan un “santo de bulto” y lo mejor era traerlo de Chile. Imposible con la vigilancia de los Gendarmes. El misionero entonces, encargó a un poblador que hiciera lo imposible para traer de Chile una estatua del santo. Este hombre, conocedor de pasos cordilleranos imposibles, lo consiguió, pero el santo fue llevado a escondidas, primero a Chos Malal y allí se lo hizo aparecer como que había llegado de Bahía Blanca. Luego, con gran pompa lo trajeron hasta Las Ovejas. Todos creyeron la explicación del misionero, menos los Gendarmes que hicieron una denuncia por supuesto contrabando, y querían incautarse de la estatua para hacer averiguaciones, pero como su presentación en sociedad había sido en Chos Malal, no prosperó la denuncia. Pronto la capillita de Las Ovejas se convirtió en centro de la devoción a San Sebastián de toda la Provincia del Neuquén y en la zona hubo una época en que se lo llamaba “el santo de los contrabandistas”. De ese viaje sólo se le rompió a San Sebastián un dedo.
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Extraído de “Malal Meulen – La querencia del Viento” – de Isidro Belver
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