En los primeros tiempos territorianos de la Gobernación del Neuquén, es decir, bastante antes que fuera declarada provincia, aparte de los numerosos obstáculos en la obtención y provisión regular de medios materiales e infraestructura edilicia, dejaba mucho que desear el reclutamiento del personal policial adecuado. Esta situación se presentaba como un problema aparentemente insalvable. Como toda institución de reciente constitución, se debió recurrir a candidatos que, según informes de altos funcionarios y opiniones de la prensa y los vecinos, carecían de suficiente idoneidad y predisposición para cumplir con las tareas encomendadas.
El gobernador en su memoria elevada al Ministro de Interior del año 1914 aspiraba a incorporar un “personal de empleados y gendarmes, que a más de idóneos, tengan condiciones especiales de actividad, y mucho interés patriótico para cumplir debidamente sus delicadas funciones”. Sin embargo la opinión pública informaba de la dura realidad. Cualquier nota del periodismo o cartas de vecinos elevadas ante la gobernación, cuando se referían a este aspecto, escritas ya sea en 1893, 1913 o 1930 coincidían en un mismo punto: el personal requerido era escaso y aquellos que fueron reclutados pertenecían a un “elemento social deficiente desde cualquier punto de vista”. Es cierto que esta situación no fue exclusiva de la policía del Territorio Nacional de Neuquén. Los mismos problemas se le presentaron a instituciones policiales de más larga historia y con medios materiales probablemente más abundantes, como el caso de las policías de la Capital Federal y de la Provincia de Buenos Aires.
Ineficiencia, ineptitud, prejuicio, incapacidad, desconocimiento de los deberes de funcionario, falta de idoneidad, tendencia a la brutalidad, etc., fueron apenas un primer listado de las cualidades asignadas por funcionarios y vecinos a los recién llegados a la tropa policial.
¿Cómo eran reclutados los cuadros superiores? Una gran parte de la opinión pública estaba convencida de que un puesto de comisario o subcomisario era solo una prenda que se intercambiaba en el mundo de favores políticos entre la clase dirigente de entonces. Sin duda el ser un vecino influyente o con prestigio suficiente era el medio seguro para ingresar como cuadro a la fuerza. Es cierto que en no pocos casos fueron los propios vecinos quienes proponían una persona de confianza para el puesto. Esta última forma se utilizó para designar una figura de escasa vigencia, la del subcomisario honorario. Y si estos no eran los mecanismos de ingreso parecería que leer y escribir era suficiente requisito para llenar una plaza de oficial.
A partir de los años veinte, la situación con respecto a los cuadros superiores dio un vuelco importante. Comienza a notarse una mayor preocupación por reclutar personal que hubiera revistado en otras instituciones policiales. Otro síntoma claro de estos intentos por revertir la situación heredada fue la firma de acuerdos con otras policías, especialmente la Federal para preparar a sus cuadros. Otro ejemplo de este cambio puede observarse cuando a mediados de los treinta apareció la Revista Policial, publicación de corta duración que siguió los pasos de otras empresas similares iniciadas décadas atrás en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires. Sin duda la idea de profesionalizar la fuerza y construir un indefinible “espíritu de cuerpo” estaba en el horizonte.
En general, se reconoce que una institución eficiente además de poseer claros objetivos, precisas normas y medios convenientes a su misión, debe disponer de un personal de conducción de carrera y con cierta continuidad en el desempeño de sus funciones. Para ello la permanencia en sus puestos de conducción en una institución nueva como la policía del Territorio era un objetivo a todas luces deseable. Sin embargo, lo sucedido con la duración en sus cargos de los jefes policiales demuestra que por distintas razones la inestabilidad fue moneda corriente. En los setenta años que Neuquén fue Territorio Nacional hubo noventa y ocho jefaturas. De ellas, el ochenta por ciento fueron interinas. De los veintiocho jefes titulares apenas la mitad logró completar los dos años de ejercicio de su titularidad, y solo tres de ellos por dos períodos consecutivos. Este permanente entrar y salir de conducciones explica además que unos ocho jefes ocuparon ese cargo en casi treinta oportunidades, uno de ellos lo hizo siete veces.
En el caso del plantel subordinado la situación no era muy distinta. Analizando otras instituciones policiales, algunos estudiosos han reconocido que muchas veces el acceso a un puesto de vigilante era una manera de ingresar al mercado de trabajo. Esto mismo se observa para el caso de la policía del Territorio y explica las dificultades por consolidar un plantel estable de gendarmes, cabos y sargentos. Había épocas en que la escasez de personal se agravaba por los numerosos pedidos de baja o el mas sencillo abandono de las tareas cuando el mercado de trabajo generaba nuevas y mejores oportunidades. Los meses invernales eran el momento seguro en que el personal permanece en la fuerza. Fuera de esa época, donde la actividad agrícola reclamaba fuerza de trabajo adicional, los pedidos de bajas eran recurrentes. En definitiva, las permanentes entradas y egresos de efectivos en esta institución fueron un fiel reflejo de un mercado de trabajo caracterizado por una amplia movilidad ocupacional y geográfica. No debemos pasar por alto que lo exiguo de los salarios y, en no pocos casos, los atrasos en los mismos, desalentaron a muchos de sus hombres a permanecer por largo tiempo en el cuerpo policial.
En general, el interés en pertenecer a la fuerza era suficiente para formar parte de ella. Eran pocos los que tenían esta ocupación como exclusiva. Para los más un puesto policial, se transformaba en un trabajo adicional, además que su permanencia no siempre significaba abandonar las ocupaciones anteriores.
En la mayor parte de los casos se procedió a reclutar personal sin tener ningún miramiento sobre su pasado. De hecho, muchos de los nuevos agentes se pusieron el uniforme policial horas después de salir de la cárcel luego de purgar una condena por un delito mayor o simplemente por haber cometido alguna infracción al Código Rural. Parece ser que se podía mudar fácilmente de delincuente a policía y viceversa.
Si la urgencia por llenar las vacantes hizo que las autoridades se preocuparan poco por el pasado delictivo o laboral de los aspirantes, también se fue tolerante ante su origen nacional. Similar a lo sucedido en otros espacios donde la presencia de inmigrantes de origen mayoritariamente italianos u españoles también se hizo notar en la conformación de los planteles policiales, en Neuquén como en otros territorios patagónicos fueron muchos los policías de origen trasandino.
Por ejemplo para el año 1902 sobre una cifra apenas superior a los 150 efectivos, 60 de ellos fueron chilenos. Esta composición fue modificándose al ritmo de la argentinización de la población en el Territorio, pero también cuando las autoridades fueron más exigentes en la tramitación de la carta de ciudadanía entre los extranjeros. Hacia principios de la década del veinte hubo mayores presiones para cumplimentar esta última exigencia. De allí que, para mediados de esa década la fuerza policial ya contaba con un plantel compuesto mayoritariamente de argentinos o extranjeros a los cuales se les había otorgado la ciudadanía.
Sin duda, retener a estos hombres en la fuerza se presentó como un problema de no fácil solución. Igual a lo sucedido con los cuadros superiores, muchos testigos de la época consideraron que la falta de un plantel estable de gendarmes, cabos y sargentos era el primer obstáculo a superar para el logro de una institución capaz de responder a sus funciones específicas.
Si se quería poner orden en la sociedad, debía empezarse por casa. De allí que hubo intentos serios por seguir de cerca la conducta del personal, castigándose muy duramente las faltas cometidas. Si a un miembro de la fuerza se lo encontraba ebrio, si abandonaba el servicio, desobedecía las órdenes del superior o se lo hallaba responsable de la pérdida de sus armas se le daba inmediatamente de baja. Es cierto que esto no siempre significó la exclusión definitiva de la institución, debido a que muchas veces ese personal dado de baja, a los meses era nuevamente incorporado en destacamentos distantes a decenas de kilómetros de aquel donde revistaba al momento de la sanción. Otra vez el problema de la escasez de personal explica esta conducta de la institución.
Quienes nunca habían pertenecido a las filas policiales carecían de los conocimientos elementales acerca de cuáles debían ser sus funciones. Menos podían conocerse las mismas si se era analfabeto como lo era una gran parte de sus hombres. De allí que a partir de la primera década del siglo se intentó llevar a cabo un programa de formación para la tropa.
Frente al gran número de analfabetos dentro de la fuerza, para el año 1906 el Jefe de Policía propuso la creación de una escuela para gendarmes dentro del Departamento Central del Policía. El programa sin duda era muy básico: lectura y escritura, aprendizaje de las cuatro operaciones aritméticas fundamentales, geografía del Territorio, deberes de los agentes, cabos y sargentos y procedimientos en general.
Por otra parte la irregularidad con la que se les pagaba a la tropa era un grave problema. Los salarios siempre fueron a rezago de otras ocupaciones. Solo era comparable a los siempre mal pagos peones rurales. Además de lo exiguo de los salarios la forma de pago en varias localidades dejaba al personal rehén de aquellos comerciantes habilitados al efecto. El problema se presentaba tanto para el empleado, por no poder disponer libremente de su remuneración como para los otros comerciantes que se veían impedidos de un potencial cliente.
Aún cuando para las autoridades el número de efectivos siguió siendo insuficiente, la institución policial fue incrementando significativamente sus planteles. Hasta principios del siglo XX el número de gendarmes, cabos y sargentos apenas llegaba al medio centenar. A partir de esa fecha la incorporación de efectivos fue creciendo de manera sostenida, a pesar de que no siempre se llegó a completar las vacantes exigidas. Si en 1902 fueron 150 los efectivos, cinco años mas tarde lo serían 231. Veinte años mas tarde la fuerza siguió creciendo, llegando a un total de 440 integrantes. Una década más tarde ese incremento sostenido llega a su fin. Hubo un marcado descenso de los efectivos reduciendo su número a 360 hacia el año 1934. Por último, para los años cuarenta la situación pareció revertirse: ahora la policía de Neuquén tendrá medio millar de plazas.
En cuanto a la distribución de la fuerza, casi un tercio de la misma tuvo su asiento principal en la Capital (ya sea durante el corto tiempo de Chos Malal y luego la ciudad de Neuquén). Esta proporción no se correspondía con la distribución geográfica de la población en el extenso territorio. Se debió a que en la Capital estaban ubicadas las principales oficinas gubernamentales y policiales. Esos efectivos eran utilizados en la custodia o trabajos generales de la cárcel pública, la Gobernación y la Jefatura Policial. Recién a partir de 1920, el personal ocupado en el servicio penitenciario, en particular de la unidad carcelaria con asiento en Neuquén, pasó a la órbita del Ministerio de Justicia de la Nación. En el interior la mayor parte de las comisarías, por ejemplo para 1915 contaban con cerca de una decena de gendarmes, no siempre con cabos y sí con un sargento. Su comando respondía a un comisario y en general era asistido por un subcomisario. Hubo muchos destacamentos con apenas uno o dos agentes, a la que podía sumarse un cabo.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído de: Tiempo de violencia en la Patagonia. Bandidos, Policías y Jueces – 1890 – 1940, de Gabriel Rafart
¿Te gusta la historia neuquina? ¿Tenés algo que contar o compartir y querés colaborar con Más Neuquén? Entonces hacé Click Aquí
También podés ayudarnos compartiendo este artículo en las redes sociales.