Dicen que sólo hay tres lugares en el mundo donde la naturaleza moldeó con figuras extrañas las “lágrimas de los volcanes”. Uno está en Capadocia, Turquía (declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad en 1985 por su importancia geológica e histórica), otro en México y el tercero, en Neuquén… a pocos kilómetros de Loncopué, sobre el kilómetro 16 de la ruta 26, que conduce a Caviahue-Copahue.
La formación rocosa de los Riscos Bayos, originada hace uno o dos millones de años a partir del depósito de materiales expulsados durante las erupciones volcánicas que generaron la actual Caldera del Río Agrio (hay diferencias sobre este punto), y luego soldados naturalmente por su elevadísima temperatura, está conformada por llamativas rocas denominadas ignimbritas que conforman un paisaje único de columnas, pilares y pináculos.
La ignimbrita de Riscos Bayos aparece expuesta mayormente en la pendiente externa sureste de la caldera de Caviahue, aproximadamente a unos 20 km de la misma en el valle denominado Cajón de Hualcupén. A lo largo de unos 4 km se disponen con rumbo Este-Oeste y se elevan abruptamente unos 60-80 m sobre el relieve circundante.
Otros remanentes de la extensa planicie ignimbrítica dispersos y menores, se distribuyen entre el cajón de Hualcupén y las proximidades del arroyo de los Fuentes. Unos afloramientos reducidos localizados a mayor distancia evidencian una longitud superior. Algunos estudios fijan primitivamente una extensión regional que alcanzó la Fosa de Loncopué.
Las “ignimbritas”
Son rocas que se forman de una manera muy especial. Durante una explosión volcánica piroclástica se genera una nube de cenizas a elevadísima temperatura. Esta nube muy densa, y con muchos vapores que forman un aerosol junto con las cenizas, tiene gran movilidad y fluye hacia las partes más bajas del relieve, donde poco a poco se aquieta y comienza a enfriarse en un proceso que puede tardar años. Allí los gases comienzan a evacuar los poros de la masa de piroclastos (fragmentos de roca emitidos por la explosión del volcán), los que aún mantienen elevada temperatura. De ese modo esos fragmentos se aplastan entre sí, e incluso si aún existe algún movimiento póstumo siguiendo las pendientes, se alargan en el sentido de ese movimiento. Por eso en una fractura fresca de la roca se puede apreciar que los fragmentos que inicialmente se depositaron calientes, están soldados entre sí, aplastados y estirados en el sentido del flujo póstumo. Esta es la característica más distintiva de las ignimbritas.
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