Se presentó sonriendo. Ladeó un poco la cabeza y el ala del sombrero dejó ver un ojo achinado de ceja fina sobre la mejilla naranja. Vestía campesina surera, del Neuquén, y al caminar se cimbraba cadenciosa, más allá de la coquetería. Seguro se acababa de bajar del caballo. Linda, fresquita, como si fuera a haber fiesta en el pueblo.
Cuando empecé a preguntarle cosas me tranquilizó lo razonable del habla. Contó que vivía lejos, que de tanto en tanto venía a la Villa, que tenía un hijito pequeño, y claro, tenía que volverse en un par de días. El vientre se le marcaba suave, no como un bulto aparte, solo le ensanchaba las caderas. El 8° mes de embarazo apenas se dibujaba bajo la ropa. Fuimos a buscar un consultorio (a veces se ponía bravo encontrar uno) y caminó valseando los pasillos del hospital.
Llamaba mucho la atención tanto contoneo lacustre, como esquivando las olas del Nahuel. Pero ese vaivén al marchar, tan exagerado, era forzado. Porque nació con las caderas luxadas, y nunca se las habían corregido.
Los controles de embarazo resultaron normales. Ella ya lo sabía. «Nosotras somos sanas» remató, inapelable. Ahí estaba la abuela con sus 88 años, que se había autogestionado los partos; entonces el hombre se iba porque le daba miedo. Y su madre, que afirmaba con orgullo de empresario «yo nací sola», y sola quería decir también por sí misma. Capitalizaba la herencia de dos generaciones y seguro que todo le iría bien. Parto no era enfermedad. Le habían demostrado que una mujer puede sola.
¿Y qué haría después del parto? Pues volverse donde su madre y su abuela, con las que criaba sus animalitos en una punta del lago. Y atender a su pequeño. Hombres en la casa no había; sí bastante trabajo. Y cuando los hubo, en los momentos cruciales igual quedaban solas, como contaba la abuela.
Quedamos para un próximo control, cuando volviera a la Villa.
No había venido a caballo, sino en la lancha de Prefectura, y luego en auto. Pero me quedé pensando en el verde rincón donde vivía la pequeña amazona, tan cerca y tan lejos.
Y también que hoy por hoy, un buen 40% de los hogares son sostenidos por mujeres solas. Que el concepto familia ya da más de una sola imagen. Que muchas mujeres solas encaran hoy lo difícil de criar y sostenerse, que sus núcleos familiares son muy vulnerables y tienen muy estrechadas las posibilidades. Esta realidad, creciente en nuestras ciudades (y hasta en EE.UU.), debería mover nuestra atención.
Volver la mirada hacia esas otras amazonas, descabalgadas en el asfalto, sin el verdor del bosque, ni el calor de una tradición de salud ganada en otras condiciones, ahora excepcionales.
Ernesto Rosenberg
AMAZONAS : nombre del río más grande del mundo y de una región del Brasil.
Los conquistadores ibéricos lo tomaron de la mitología, que relata que había una tribu de mujeres guerreras de a caballo, que se cortaban un pecho para no estorbarse el manejo del arco y las flechas. (a = sin ; mazo = seno).
Se sospecha que los relatores varones le cobraron semejante amputación a las que se mostraron capaces de cabalgar y manejar armas, asuntos tenidos por exclusivamente viriles.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Artículo enviado por el Dr. Ernesto Rosenberg para Más Neuquén.
Publicado en el Periódico «Siete Lagos»– Villa La Angostura -1998, en la sección Más allá de la salud.
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