La cordillera de los Andes, como los Alpes, eran de los escenarios maravillosos a que aspiraban los primeros conquistadores del aire para probar su heroica vocación, necesariamente nutrida de un espíritu de aventura y animada por una abundante dosis de coraje, pero en el caso de la Cordillera de los Andes, a las circunstancias de que sus altas cumbres son fronteras internacionales, sumó a aquellas características, la inevitable inquietud patriótica. De esta manera, el cruce en vuelo se convirtió en una creciente, impaciente y hasta angustiosa espera, para convertirse en obsesión de argentinos y chilenos. La latitud elegida entre los 31 y 35 grados sur, fue el escenario en el que varias tentativas se habían visto malogradas.
El día 5 de abril de 1918 se cumplía el centenario de la batalla de Maipú. Un año antes, el 13 y 19 de febrero de 1917, el Teniente 1º Pedro L. Zanni había procurado ese propósito con el Morane Saulnier «G» de Jorge Newbery y cuyo intento también realizara el 21 de marzo de 1914 el ingeniero Mascias, constituyendo sucesivos fracasos. La falta de material aéreo apropiado fue, en verdad, el origen de los mismos.
Esta circunstancia hizo que el proyecto original se llevara a cabo en la parte accesoria de un viaje aéreo entre Buenos Aires y Santiago de Chile, vía Neuquén, del que participarían el Tte.1° Parodi con un monoplano Etrich Taube-Mercedes de 100 HP y el Tte. Candelaria con el monoplano Morane Saulnier Parasol-Le Rhöne de 80 HP
Desfavorables condiciones atmosféricas demoran la partida del Tte. Parodi hasta el 10 de abril, después de sucesivas etapas en Coronel Pringles – Bahía Blanca – Médanos hasta Río Colorado, en que arriba el día 13, fecha en que su avión sufrió serias averías que impidieron la continuación del recorrido previsto.
Por su parte, el Teniente Candelaria el día 2 de abril trasladó su Morane Saulnier desde El Palomar hasta Cañuelas, y de allí procedió a transportarlo en un vagón ferroviario hasta Zapala. Allí, el día 6 fue nuevamente armado, quedando listo para el vuelo.
«…Zapala, estación terminal del Ferrocarril Sur; distaba 1.500 Km. de Buenos Aires y estaba enclavado este pueblo en formación, en una pequeña planicie circundada por cerros de escasa elevación, advirtiéndose más a la distancia, imponentes cordilleras en cuyas cúspides que besaban las nubes, brillaba la nieve sempiterna. En verdad el pueblo no tenía mucho para recorrer, no había mucho para hacerlo, y sorprendía ver el guanaco que se viera al llegar a la estación, que estaba domesticado y vivía libremente entre las gentes, sin escupir a nadie que no le molestase.
Las vías férreas dividían a Zapala en dos. De un lado, las dos casas de negocio más importantes, el hotel, la botica, el Correo y la comisaría; del otro, unos boliches, todos pertenecientes a turcos y rusos. El pueblo estaba formado por 30 o 40 casas, todas eran comercios, menos el Correo, la comisaría y la estación. Pueblo consignatario por excelencia y que por ser estación de ferrocarril acudían a él todos los hacendados de la región, trayendo sus animales y sus frutos del país, dándole vida comercial. .
Zapala era ante todo un pueblo cosmopolita, donde, por ser «punta de rieles», acampaban gentes de todas las razas. Estas estaciones terminales de ferrocarril suelen tener mucha vida y progresar con relativa celeridad. Entre estos tipos y ambientes zapalinos, entre los más caracterizados y de significación, figuraban el panadero Belloni, muy pagado de sí, pero buen elemento para organizar fiestas y distraer de tanto aburrimiento. El boticario, muchacho joven, idóneo en farmacia, que había instalado en un ranchito su expendio de drogas y que era uno de los pocos expertos de Zapala. El herrero Pinelli de una dentadura recia, sólo comparable con la del turco Baña, con la que torcía clavos. Digno de mención es también Schacht, carpintero que trabajaba en el taller de carros de Pinelli y que además de carpintero era atleta y músico intuitivo. El turco Bana, fuerte como comerciante y más fuerte aun físicamente considerado. Era el más fortacho deI pueblo para levantar pesos con los dientes y tenía muchas originalidades como comerciante. Nunca llevaba libros y para no gastar en comisiones de giros, mandaba el dinero a Buenos Aires en billetes de banco, casi siempre de a un peso, por encomienda ferroviaria, envolviendo a veces sumas de consideración en arpilleras y bolsas viejas.
Otro tipo de perfil interesante era el Jefe de la Estación, hombre de cabeza un poco desproporcionada, grande, que tenía el mérito de ser un segundo Inaudi. Este hombre era un portento para hacer sumas. Solían llamarlo los comerciantes en la época de balances para revisar las sumas de sus planillas. No sumaba columna por columna como hacemos todos, sino que arrastraba cantidades de tres o cuatro cifras, sumando todo de golpe, como una verdadera máquina, equivocándose alguna rara vez.
Estaba también el médico, un español titulado en la península, bajo, regordete, pero simpático y de talento…” y como siempre, el viento endemoniado que bufaba por aquellas calles no edificadas, si no en las esquinas. ¡Uf, aquí el día en que no hay viento, es fiesta!.
En este novelesco y anacrónico lugar de ríspida aridez, Candelaria y Soriano encontraron la colaboración de vecinos reales con nombres y apellidos que conformaban el grupo humano de este pueblo, como así también la gran amistad que nació entre Candelaria y un viejo caudillo de estas tierras y de los primeros periodistas del Neuquén: el señor Martín C. Etcheluz y el señor Félix San Martín, futuro gobernador del Territorio, ambos amigos del Capitán Francisco S. Torres, ideólogo y mentor de esta hazaña, que estaban al tanto del proyecto a llevarse a cabo.
Para tal fin se adaptó el lugar que ocupa actualmente la calle Cháneton y la Plaza de los Próceres, por aquel entonces un mallín que era a su vez la primera cancha de fútbol de Zapala, se quitan los alambrados y los arcos, quedaba lista la improvisada pista de aterrizaje, punto de partida …Hacia la cordillera, ¡hacia Chile!…
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído de: Revista por siempre Neuquén, año 5, nº20, Enero de 2004. Escrito por Julio Furer.
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