Sabido es que la geografía de la Provincia del Neuquén es muy diversa y bella siendo un imán de atracción para el visitante ávido por conocer lugares nuevos, con un sin número de lagos, ríos, arroyos, bellos cerros cubiertos de vegetación autóctona al sur y montaña desnuda al norte. Esta belleza descripta en mucha bibliografía y puntualmente la del Norte Neuquino, ha provocado en la actualidad una exposición gráfica que antaño no se veía, y que ayudados por las redes sociales se han viralizado fotos y videos, que ha llevado a que este rinconcito de la provincia sea conocido por muchas personas que ni se imaginaban que estas bellezas existían. Alguien dijo, era el mejor secreto guardado. Estos contrastes de geografías tan opuestas, esconden historias de principio del siglo XX, que acaecieron cuándo emergía el Territorio Nacional del Neuquén y merecen ser rescatadas de su anonimato.
Adán Figueroa Sandoval nació el 08 de Julio de 1888 en Quilleco, Provincia de Bío Bío (República de Chile), era hijo de Nicolás y de María Cruz Sandoval. Pocas dudas hay que se crió en un ambiente familiar humilde pero de buenas costumbres, y que necesariamente para tener un mejor porvenir, no le quedó otra opción que emigrar de su entorno, viniendo a la Argentina, donde ingresó a las filas de la emergente “Policía del Territorio Nacional del Neuquén”, novel institución que tenía unas décadas de creación, y que en la urgencia por llenar las vacantes, ante falta de interesados, hizo que las autoridades autorizaran el ingreso a sus filas de ciudadanos extranjeros (españoles, chilenos, italianos, etc.), siendo tolerantes en ese sentido con el origen nacional. Esto no fue privativo solo del territorio del Neuquén, también lo fue de otros territorios patagónicos y en otras instituciones, habiendo mucha presencia de policías de origen trasandino. En Argentina, Adán Figueroa Sandoval, contrajo nupcias con la señora Rosa Gómez, formó una familia y tuvo un hijo de nombre Isaac.
Para el año 1922 ya existía una organización de comisarías fijas y/o destacamentos volantes en el norte del territorio neuquino, tal el caso de Andacollo (jefe el Subcomisario Ángel Edelman), Chos Malal (a cargo del Escribiente Felipe Romano Mercado), Buta Ranquil (jefe el Subcomisario Ramón Rosa Méndez), Barrancas (a cargo del Agente Colombino Enrique), teniendo en líneas generales las dependencias policiales con rango de comisarías un edificio destinado a tal fin que no eran más que construcciones de adobe con dependencias interiores, siendo notoria la falta de recursos, escases de policías y pobreza de medios. Los destacamentos por lo general no tenían construcciones policiales destinadas para ello, debiendo los policías cumplir las funciones en lugares precarios (comúnmente en puestos de veranadas llamados “riales” o algo que se le parezca, o en alguna construcción que haya sido de otra repartición). Eran afectados desde Noviembre hasta fines de Abril o Mayo, conforme el clima lo permitiera, y una vez que no quedaran crianceros o trashumantes en las veranadas, bajaban de la zona alta de la cordillera hasta sus respectivas comisarías, donde reportaban novedades.
Era obligatorio ese sistema de trabajo por cuestiones de seguridad nacional en la frontera, estaba muy en boga el bandidismo, el pillaje, la presencia de gavillas de salteadores bien montados, abrigados, con armas largas y modernas con abundantes municiones, lo que acarreaba casos de homicidios, hurtos, robos de ganado, violaciones, etc. (no estaba la Gendarmería Nacional, la cual recién llegó a Neuquén en el año 1942). En contracara la policía neuquina actuaba con escasas mulas, caballos, monturas, armas y municiones.
Los comisarios o los que estuviesen a cargo afectaban a los policías en esas precarias condiciones y con lo que tuvieren, sin muchas opciones. No había regularidad en la provisión de uniformes (blusa, pantalón, capote y botas), armas, sables, correajes, sueldos, alimentos y/o cualquier otro tipo de enseres: “se hacía lo que se podía, con lo que había”
Los que comandaban estaban sujetos a la escasez. Nunca alcanzaban los medios, pero la tarea debía hacerse igual. Es por ello que la policía territoriana según el paso o boquete fronterizo a cubrir, debían resguardarlo con uno, dos o más policías, conforme la complejidad del mismo.
Para llegar a los boquetes fronterizos indefectiblemente debían hacerlo a caballo, no había caminos consolidados todavía. Se optaba por ubicar los destacamentos en sectores donde el forraje fuera suficiente para los caballos o mulas utilizadas, siendo en ocasiones sus únicos compañeros de travesía, junto con las pocas armas provistas para cumplir la función, algún que otro revolver o arma del rezago militar y solo unas pocas balas (circulaban los Remington y los Winchester). La geografía del lugar, por más bella, no ayudaba mucho. Era accidentada, extensa, con clima riguroso y mayormente zona rural aislada. El crecimiento de la zona, el aumento de la actividad económica y la petición por parte de los comerciantes de mayor cantidad de uniformados hicieron que en forma intermitente desde mediados de la década de 1920 funcionara en el paraje “Las Ovejas” una dependencia policial con el rango de Destacamento, el cuál dependía de la Comisaría de Andacollo.
El mes de febrero de 1922 lo encontró al Cabo Adán Figueroa Sandoval cumpliendo con sus servicios de policía territoriano con otros tres compañeros en el destacamento policial de “Las Lagunas” (denominación popular con la que se conoce al sistema de cinco espejos de agua glaciarios llamados “Lagunas de Epulauquen”, distante a 45 km al Oeste de la localidad de Las Ovejas y en el límite con la República de Chile). Ese destacamento también dependía de la Comisaría de Andacollo. El edificio no era policial, se utilizaban las instalaciones que habían pertenecido a la “ex aduana nacional”. Era una construcción sólida de madera y techo de chapas ubicada en la segunda laguna (todavía existe). El lugar era clave porque ahí convergen varios pasos cordilleranos (P° Las Lagunas-Alico; P° Minas-Ñuble y P° Lumabia-Salitre). Innumerables valles, arroyos, cañadones, cajones y boquetes, que ofrecían refugios inmejorables y sobre todo “huellas de herradura” por una cordillera más bien baja con un clima más benigno a comparación del mendocino. Ello fue caldo de cultivo de robos y hechos delictivos, algunos sangrientos, en una época donde la cordillera era un eje de integración económica y social, pero al mismo tiempo un espacio de conflictos y enfrentamientos armados.
El día 15 de febrero, cinco personas cometen un asalto en el establecimiento “Valvarco”, propiedad de la firma Pedro de Vega & Cía, que estaba a cargo de su socio regente el señor Ignacio Prieto del Ejido. Allí, los delincuentes mediante el uso de armas de fuego, dominan la situación reduciendo a todos los parroquianos y también a los clientes que iban llegando, atándolos e introduciéndolos en un sótano. Del comercio sustrajeron mercaderías de todo tipo, armas, municiones, dinero en efectivo de una caja de seguridad, dos caballos, una mula, monturas nuevas, prendas y otros efectos personales de sus víctimas. Concluido el atraco los desconocidos cargaron todo convenientemente en las cabalgaduras y emprendieron su huída en dirección a la frontera, seguramente con la satisfacción de haber dado un golpe suficientemente jugoso, dado que su objetivo original, según se supo después, habría sido asaltar el comercio de Bernabé Pedernera, en el por entonces paraje de “Las Ovejas”, donde tenían el dato que estaban por vender 300 corderos, operación que no se había concretado y por ello no estaba la recaudación.
En el trayecto hacia Chile, en las primeras horas de la madrugada, los forajidos se aproximaron sospechosamente al domicilio de José Álvarez, situado a unos 3500 mts del destacamento de “Las Lagunas”. Los perros advirtieron la extraña presencia de los jinetes, por lo que Álvarez optó por tomar una carabina y efectuar varios disparos al aire haciendo que los forasteros se alejaran hasta desaparecer. No obstante, inmediatamente envió a un peón para dar cuenta de la presencia de los desconocidos al destacamento policial. Sus ocupantes, el Sargento Vicente Radonich y los Cabos Miguel Elías Hanuch, José Ruperto Díaz y Adán Figueroa Sandoval, estaban aprestándose a salir, luego de oír los disparos.
Cuando se conoció a través del mensajero del vecino Álvarez que un grupo de desconocidos andaban en la zona, salieron los policías en direcciones distintas procurando hallar rastros que permitieran individualizarlos, acordando el resultado por medio de un disparo al aire. Regresaron todos, menos el Cabo Figueroa Sandoval del cuál no se tuvo más noticias.
De acuerdo con los datos obtenidos posteriormente y “la minuciosa inspección ocular realizada por la Instrucción en el escenario de los hechos”, se arribó a la conclusión que Figueroa Sandoval había efectivamente hallado los rastros de los desconocidos, los cuales subían por el “Cajón Pincheira”, cañadón que poco antes de llegar al hito divisorio internacional se aproximaba al camino principal. Este último, a modo de atajo, es el que decidió tomar el policía, por ser el más corto, y así fue que habría llegado primero al punto de convergencia:
En ese lugar, entre las hs 7.40 y 8.00 de la mañana del 16 de Febrero, el servidor público fue ultimado por los delincuentes quienes lo despojaron de su “Winchester”, de las 11 balas con que se había munido en el destacamento, su caballo y montura.
La noticia de que algo extraño había ocurrido con el policía la proporcionó el señor Carlos Álvarez Rodríguez, reconocido vecino de la zona, quien le informo a los policías del destacamento que viniendo de Chile observó a cinco desconocidos que se desplazaban en sentido contrario llevando algunos cargueros, llamándole la atención la prisa que llevaban y cierta actitud esquiva para con el mismo.
Que ni bien traspuso la frontero halló en el camino un sombrero y que al recogerlo levantó también unas capsulas servidas aparentemente de revolver
Con esos datos los policías fueron hasta el lugar, y en la noche del día 17, luego de seguir rastros y manchas de sangre, encontraron el cadáver de Figueroa Sandoval oculto en un monte de arbustos, próximo al hito, y a su lado, como montando guardia, su fiel e inseparable perro.
El cuerpo del infortunado servidor público fue llevado hasta el destacamento a donde acudió más tarde el “instructor del sumario policial” levantado a tal efecto, Subcomisario Angel Edelman, a cargo de la Comisaría de Andacollo, asistido por el “escribiente” Sargento Vicente Radonich.
“…Al examinar el cuerpo del fallecido in situ, junto a dos testigos para la inspección ocular, se comprobó la existencia de tres heridas de arma de fuego. Una de grueso calibre, seguramente de “Winchester” .44, que ingreso por la ingle y salió por el lado derecho de la cadera; otra, aparentemente de revolver, que le perforó el cráneo y la ultima en el antebrazo izquierdo sin orificio de salida. También presentaba algunos golpes contusos en la cara, el Subcomisario Edelman dedujo serían provocados por un objeto romo, pudiendo tratarse del mango de un talero. El Instructor advirtió que, según el costado por el que ingresaron las balas, era probable que Figueroa Sandoval haya estado en posición de tiro pudiendo haber efectuado quizás algunos disparos…”
“Luego de este examen se resolvió darle cristina sepultura en las inmediaciones”
A todo esto, el Subcomisario Edelman había enviado una comisión policial hasta el pueblo de San Fabián (Chile), con una pormenorizada nota solicitando la colaboración de Carabineros para procurar la aprehensión de los asesinos. Desde allí se informó que podrían ser: Telésforo Vilo, Marcelo López (cabecilla), Juan Fuentes, Santiago Soto y Pedro María Ibáñez, con cuentas pendientes en ese país. Surgió también que a López y Fuentes, se los sindicaba como responsables de un atraco en “Tricao Malal”, solicitándose sus capturas por el delito de “abigeato”.
El 13 de Marzo una segunda comisión enviada a Chile informó que en el pueblo de San Carlos, habían sido detenidos algunos de los buscados y por manifestaciones de Carabineros, inculpaban de complicidad en el asalto al comercio “Valvarco” al vecino José Gregorio Cerda y a José María Candia, disponiendo el Subcomisario Edelman sus detenciones.
El 16 de Marzo la Instrucción recibió noticias de las autoridades chilenas… habían liberado a Telésforo Vilo y a Juan Fuentes. Este último estaba “herido de bala” de Winchester en una pierna, evaluándose que pudo haber sido disparada por el Cabo Figueroa Sandoval antes de ser asesinado. Del resto de la banda ni noticias, y a través de la representación consular argentina en Chile se intentaban llevar gestiones de extradición.
El caso quedó impune. El instructor del sumario policial Subcomisario Ángel Edelman, luego de concluir con la toma de declaraciones y demás diligencias, elevó la causa a consideración y resolución del Juez letrado del Territorio Nacional Dr. Ángel R. Pla Bavio (con asiento en Neuquén), siendo llevado uno de los detenidos sospechados de complicidad. El otro fue liberado por la instrucción policial, por falta de pruebas. Posteriormente surgió que, por los convenios internacionales vigentes, al no haber sido solicitadas las detenciones en su momento por una autoridad judicial, los detenidos en el país transandino fueron liberados por la justicia chilena, misma situación que pasó con el detenido llevado por cómplice a Neuquén, que fue liberado por falta de pruebas.
La viuda luego de sufrir el martirio de la muerte del padre de familia y de la impunidad de sus autores, entró en el tortuoso camino administrativo de la época, para poder tener acceso a cobrar la magra pensión que le correspondía por el asesinato de su marido en “Acto de Servicio”. Como solía ocurrir en esos años la desprotección estatal para la familia del agente fallecido era notoria y angustiante, quedando desamparados económicamente al auxilio de familiares, vecinos y conocidos. La viuda, inmersa en la miseria, clamó por ayuda ante las autoridades estatales locales que reiteradamente recurrían a la Nación, tratando de “sensibilizar” a los funcionarios porteños. El 13 de Junio de 1923 (más de un año después del asesinato) el gobernador del territorio elevó al Ministerio del Interior los antecedentes del fallecimiento del Cabo Figueroa Sandoval para definir la situación administrativa. Otro documento refleja el desinterés estatal: con fecha 7 de Marzo de 1924, el gobernador territorial elevó al Ministerio del Interior una solicitud de la viuda del policía, Sra. Rosa Gómez, para poder cobrar la pensión, no encontrándose otros antecedentes del caso.
Los restos del Cabo Adán Figueroa Sandoval, mártir policial que vio tronchada su existencia por el amparo de la impunidad asesina acrecentada por el entorno agreste de las bellísimas cordilleras de las Lagunas de Epulauquen, todavía permanecen en la misma tumba disimulada al pie de la vegetación arbórea autóctona del lugar. Ninguna placa oficial recuerda su valentía y fallecimiento en cumplimiento del deber.
Habiendo transcurridos 100 años de su muerte, todavía pelea por salvarse del olvido.
Juan Eduardo Medel – (juaneduardomedel77@gmail.com)
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuentes:
- Guardianes del Orden, Primera recopilación de datos y antecedentes históricos de la policía de Neuquén 1879-2000, Tomo 3, de Tomas Heger Wagner
- Historias de sangre, locura y amor: Neuquén (1900-1950) – María Beatriz Gentile, Gabriel Rafart, Ernesto Lázaro Bohoslavsky (compiladores).
- Las Ovejas – Voces e identidad. – Carlos Aníbal Lator – Cecilia Inés arias – Lucía Godoy – Martina Godoy – Silvina Perez – . Editorial EDUCO
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Hola gente, hace una semana ,estuve con mi familia por esos lugares ,Las Ovejas,Andacollo ,pude cumplir mi sueño de conocer ,me emocioné mucho.Estoy conociendo historias muy interesantes,hasta la de San Sebastián que no la conocía.Espero volver porque me quedo lugares por recorrer como las lagunas, Varvarco, Manzano Amargo ,Dios quiera pueda volver . gracias