La Colonia Bóer
A principios de siglo y alentados por la llamada Ley N° 817 de Inmigración y Colonización impulsada durante la Presidencia del Dr. Nicolás Avellaneda, llegó al país un contingente de sudafricanos de origen neerlandés y un grupo de inmigrantes holandeses.
En su mayoría eran granjeros los que provenían de Sudáfrica, donde varios habían combatido en la guerra anglo-bóer que había finalizado en 1902. El conflicto que terminó con la república de Transvaal y convertía en súbditos británicos a los descendientes de holandeses, debió estimular el deseo de emigrar de muchos de ellos. Así ocurrió con Daniel Martín Bresler que había sido combatiente y no deseaba permanecer bajo bandera del Reino Unido.
Argentina promovía la inmigración en el exterior, con la promesa de entregar tierras para que habitaran quienes estuvieran dispuestos a hacerlas productivas. En Sudáfrica se promocionó el poblamiento de la Patagonia como un destino promisorio. De los que ingresaron al país, hubo una vertiente que se dirigió al norte de la cuenca del lago Lácar y otra fue más al sur y dio origen a Colonia Escalante en la actual provincia del Chubut.
De 1904 es el decreto presidencial que crea la «Colonia Bóer» en el lago Lácar. Bresler que había sido maestro en Stellenboch (Sudáfrica), se puso al frente del grupo.
El matrimonio integrado por Bresler y Catherina Wilhelmina Zoutendyk se estableció en el paraje Hua Hum, a cuarenta kilómetros de San Martín de los Andes, que entonces era un villorrio fundado pocos años antes, recostado sobre la cuenca del lago Lácar y próximo a la frontera con Chile.
Traían consigo cinco hijos varones y una niña: entre ellos Daniel Martín Bresler. Los inmigrantes venían cargados con sus pertenencias y con el corazón lleno de esperanzas. Sin conocer el idioma español, ni el mapudungun que se hablaba en las comunidades mapuche, los primeros tiempos fueron de largo aprendizaje.
Discordias
Daniel Martín Bresler, hijo del pionero que lideró la inmigración, había nacido en Hopefield, Colonia del Cabo, en Sudáfrica, el 26 de diciembre de 1888. Llevaba el nombre de su padre y similar contextura robusta en su metro setenta y siete centímetros de altura. De él y de su madre había heredado el cabello rubio, la piel muy blanca y los ojos claros.
Ángel Edelman, amigo de juventud con quien compartió muchos momentos de largas conversaciones y partidas de naipe y de billar en el bar «La Vasconia» de Neuquén, lo describe como muy simpático, educado, afable y gentil. Era en verdad, un sensitivo, de buenos sentimientos en su fondo; así lo dice en su libro «Primera historia de Neuquén – Recuerdos territorianos».
El muchacho, hablaba afrikáans, holandés, alemán, inglés, francés y español. También aprendió mapudungun y asimiló las labores de agricultura y ganadería trabajando junto a la familia. Era buen tirador, excelente jinete y conocía cada rincón de Hua Hum, Quechuquina, San Martín y Junín de los Andes y los alrededores, por haber recorrido a caballo toda la zona.
Viajó a Inglaterra donde conoció a Elizaebth Rose Woodall con quien se casó, cuando era una jovencita de dieciséis años. Con ella formó familia y vivió en el paraje Cupido, cerca de Quechuquina, en tierras que le dio su padre, próximas a las suyas. Cupido se situaba en la actual zona de Yuco, aunque no se ha encontrado cartografía en la que figure tal paraje. Analizando la información disponible se deduce que estaba en los alrededores de Llucoó, tal como aparece escrito en mapas y documentos de la época vinculados con los colonos.
Por los animales, que en busca de mejores pastos cruzaban los cercos e invadían propiedades ajenas, o por los incendios que se producían con la quema por rozas, surgieron desacuerdos entre vecinos.
En 1913, Cristino Silva, que tenía tierras próximas a las de Bresler testimonió que: vio humo detrás de la cordillera de Llucoó y que se propagó hasta el 21 de febrero en Quinchahuala, acusando a Martín Bresler de ser el causante.
El 10 de marzo de ese año Daniel Martín Bresler (h), fue llamado a declarar ante la policía de San Martín de los Andes. Dijo estar casado, tener veinticinco años y ser ganadero y agricultor. No figura en su testimonio, pero entonces su esposa ya le había dado una hija llamada Beatrice.
En su descargo Bresler expresó que había solicitado permiso – por carta dirigida al Comisario Inspector Agustín Cejas Mariño – para hacer la quema de rozas, sin recibir respuesta; sin embargo, acotó: a los 20 días el comisario inspector pasó por la casa de mi padre y verbalmente me autorizó el roce; así figura en la causa penal N° 132 que se abriría tiempo después.
El caso no pasó a mayores y Bresler volvió al hogar y al trabajo. Quizás lo más importante para enrolar a Bresler en la teoría de las causales generadoras de la rebeldía que torcerá su vida, es que este parece ser su primer apresamiento, antesala de penurias mayores, ya que puede presumirse que seguramente fue maltratado. Era frecuente la prepotencia ejercida por las fuerzas del orden, situación que confirmarían los hechos que ocurrirían más adelante. En 1914 nació su hijo Henry.
El cuero de un animal perdido
Unos años más tarde, un nuevo conflicto volvería a perturbar la paz familiar, cuando fue denunciado por el robo de un animal, hecho que él siempre negó. El cuero de un vacuno con la marca de su vecino Vicente Urquiza – tal el nombre que cita Ángel Edelman – encontrado en su propiedad, originó su encarcelamiento.
Por esa causa el fiscal pidió un año de prisión, pero el juez que intervino, Dr. Enrique N. Zinny, aplicó dos años porque en el acta de secuestro del cuero de la vaca, figuraban otros fragmentos de cuero cuya procedencia no había sido investigada y fueron tomados como prueba de hurto de ganado en grey, vale decir, más de un animal. Entonces Bresler estaba en Buenos Aires haciendo el trámite para obtener su documento de identidad y cuando lo fue a retirar, lo detuvieron porque en esa gestión, un policía advirtió que tenía pedido de captura en la provincia de Neuquén.
Su hermana Kurina Bresler, dijo, muchos años después, que el comisario detuvo a Bressler en su propiedad y unos días después fue enviado esposado a la cárcel de Neuquén. Pero ambos relatos coinciden en el motivo de la detención: la desaparición de un animal. Los vecinos sanmartinenses recibieron de los mayores el mismo dato: fue encarcelado por una vaca.
Una fuga de película
En la cárcel Martín estuvo con ladrones, asesinos y gentuza. Entre ellos se estaba gestando una fuga. Martín no quería intervenir pero lo amenazaron de muerte y se vio obligado a participar.
El padre del acusado tenía influencias en la Embajada Británica y dentro del territorio neuquino, por haber encabezado la inmigración bóer y por la amistad que mantenía con el Gobernador del Territorio, Eduardo Elordi, quien le afirmaba que estaba claramente convencido de la inocencia de Martín y en poco tiempo lo iban a dejar libre, pero había que hacer trámites que eran los procedimientos necesarios.
Las circunstancias y trámites del padre de Bresler, hicieron prosperar una gestión para obtener el indulto con motivo de la fiesta patria del 25 de mayo.
Sin embargo, apenas dos días antes, el 23 de mayo de 1916, se sublevaron más de ciento sesenta presos en la Unidad Penitenciaria N° 9, de donde lograron escapar. Al parecer habían urdido un plan de fuga León D’Achary, Bresler y Sixto Ruiz Díaz, al que se sumaron otros internos, algunos voluntariamente y otros bajo presión.
Una vez en la calle, unos se dirigieron a la Jefatura de Policía en busca de armas y caballos, otros al galpón de máquinas del Ferrocarril del Sud al que abandonaron al no poder poner en marcha una locomotora; con ella habían planeado alejarse rápidamente, para luego marchar hacia la cordillera y cruzar a Chile.
Dispersos y en medio de tiroteos, algunos se apoderaron de caballos y saquearon comercios y chacras en pos de ropa y víveres. Otros solamente tomaron lo que necesitaban para saciar el hambre. Pero lo grave fue que, en los tumultos producidos por la fuga, hubo balas mortales.
Una de las muertes que conmocionó a la población ocurrió en el establecimiento «Los Canales», del Ing. Adolfo Plottier y del Dr. Alberto Plottier. Al parecer los evadidos estaban a punto de ingresar en el comercio para llevarse víveres, cuando llegaron los dos hermanos armados, alertados por un empleado. Se dirigieron a la parte de atrás de la construcción, pero cuando los prófugos lo advirtieron, iniciaron una descarga de balas. Una de ellas hirió de muerte a Adolfo Plottier.
Un fugado, herido en la pantorrilla y en la ingle por Bresler porque se negó a entrar al establecimiento debido a que estaba desarmado, era Guillermo Antonio de La Hoz. Él declaró que fue un disparo de Bresler el que mató a Plottier. Esa acusación es la única contundente que lo señala como el homicida. Puede que la ausencia en el momento del juicio, propiciara la venganza, incriminándolo de asesinato. Puede que no; nunca habrá certeza sobre el tema.
En una entrevista en 1989 al sobrino de la víctima, Alberto Plottier, acerca de quién disparó el arma homicida de su tío, respondió: «Allí hubo un combate, así que es muy difícil saber quién fue el autor. Pudo haber sido Bresler, pero también otro. Creo que no puede atribuirse tajantemente a Bresler la autoría de la muerte del ingeniero Adolfo Plottier. En el fuego cruzado y ante la impericia de procedimientos policiales posteriores, es difícil afirmar con certidumbre cualquier argumento.»
Por un lado, sucedían los hechos en el establecimiento «Los Canales», y en Senillosa el gobernador intentaba disuadir a un grupo de fugitivos sin conseguirlo, pero, en cuanto pudo, telegrafió al Ministerio del Interior solicitando refuerzo para restablecer el orden y capturar a los evadidos. El gobierno nacional ordenó el desplazamiento de marinos de la Base Naval situada a pocos kilómetros de Bahía Blanca, que llegaron al día siguiente.
Quien comandaba a los marinos no quiso perseguir a los prófugos porque las instrucciones eran de mantener el orden y no perseguir fugados. También argumentó que las fuerzas estaban entrenadas para navegar, no para montar caballos. Ante ello Elordi lo dejó con varios efectivos en Arroyito y se fue a Zapala, desde donde alertó por telegrama a las comisarías fronterizas, ordenando que reforzaran los pasos cordilleranos para impedir la huida a Chile de los evadidos.
Para entonces el miedo se había apoderado de la ciudad de Neuquén y los alrededores, ante las estampidas de las armas, que inicialmente muchos confundieron con petardos por los festejos por la Semana de Mayo.
Un grupo de presos rumbeó para Vista Alegre y cuando se vio cercado, se entregó y volvió a la cárcel. Otro grupo, entre quienes estaba Bresler, se dirigió a Senillosa, luego a El Chocón. Aquí el 25 de mayo estuvieron en el negocio de Carlos Laplace donde el bóer mostró al propietario el plan de fuga de D’Achary. Según la declaración de Laplace, Bresler le enseñaba tal documento para que, en caso de ser tomado, ya fuera muerto o vivo, supieran quién era el autor del plan.
Un párrafo del texto, dice: «Primero: diez hombres una vez tomada la guardia y armados, cortar las comunicaciones y dirigirse a la Jefatura de Policía. Otros diez tomarían la estación del Ferrocarril Sud. Después, proceder al asalto del Banco de la Nación. Después, ir al Juzgado Letrado para quemar expedientes y sumarios. Empastelar la imprenta del diario ‘Neuquén’. Efectuado esto, hacer conocer al pueblo de Neuquén los motivos de la evasión, que son malos tratos y abusos en la cárcel. Después, formar un tren y tomar un automóvil y seguir viaje a Zapala…»
Para entonces, la prensa neuquina daba amplio espacio a la fuga y el periodismo nacional recibía telegramas de sus corresponsales y divulgaba la situación en las primeras páginas.
La barbarie de Zainuco, una ramificación de la fuga de presos, no está vinculada con Bresler, pero ilustra sobre el accionar de las fuerzas de seguridad de aquellos años.
Los que serían señalados como cabecillas del amotinamiento tuvieron distinta suerte en esos días. D’Achary se rindió al inicio, se quedó en la celda y salvó la vida; Ruiz Díaz se dirigió al oeste. Bresler y dos más se siguieron alejando.
De El Chocón fueron a la estancia Pantanitos. La prensa da cuenta del paso por Bajada Colorada donde los tres comieron en la casa de comercio de los señores Pacheu y Vega. Luego encaminaron la huida hacia el río Collón Cura que en un punto contaba con un servicio de balsa, con la intención de cruzarlo. Cuando estuvieron allí advirtieron que había llegado la alerta antes que ellos y la balsa estaba custodiada, entonces se alejaron hasta un vado. Pese a que el agua estaba a varios grados bajo cero, era finales del otoño, Bresler y uno de sus acompañantes se internaron en ellas con sus caballos. El tercero no se animó y fue capturado.
En la persecución Bresler fue herido de bala en una pierna. A su vez, él disparó a la partida policial, haciendo blanco en la pantorrilla de un efectivo. Pese al frío, la herida y el cansancio, consiguió huir; pero el que se había arrojado al agua con él, murió ahogado.
Mientras esto ocurría, en la página 13 del diario La Prensa de Buenos Aires del 30 de mayo, se transcribe una carta del padre de Bresler al gobernador Elordi, respondiendo al pedido para que intercediera ante su hijo. Dice el texto del jefe de la familia: Esta misma noche sigo viaje a Collón Cura, aunque creo que mi vida puede tener el mismo fin del señor Plottier, el poblador más ilustrado de nuestro territorio. No es una campaña contra un hijo la que voy a emprender, sino en cumplimiento de salvar a la sociedad de la actitud de un loco. Espero poder ser útil. Agradeciéndole el encargo que me ha confiado, quedaré contento en poderlo obtener a costa de mi vida.
Para un inmigrante que gozaba de la estima general, ese debió ser un momento de mucha amargura.
Martín siguió cabalgando un día y medio más hasta las afueras de San Martín de los Andes. La fuga causó una conmoción general en el pueblo, estaba toda la policía alborotada buscando. Ante cualquier persona que se presentara gritaban: ¡alto! ¿quién vive? Si por tres veces no contestaban, tenían orden de disparar.
Martín Bresler se detuvo en la vivienda de Domingo Ragusi, que estaba en las inmediaciones actuales del Regimiento «Coraceros General Lavalle». Se dieron un fuerte abrazo, cenó con ellos y después – tocaba, el piano muy bien – tocó una ópera, que la esposa de Ragusi, Josefa Protto, acompaño con su canto.
Continuó la huida. Los comentarios de vecinos que se transmitieron oralmente hasta la actualidad, indican a un miembro de la familia Sadzawka que trabajaba para el padre de Bresler en Quechuquina, como la persona que ayudó al hijo escondiéndolo, llevándole comida, abrigo y novedades. Se trataba de alguien que vivía en las cercanías del arroyo Acol.
No debe haberse demorado el joven fugitivo porque seguramente supo que estaban los pasos fronterizos custodiados, alertados por el Gobernador. Probablemente aceleró su ruta hasta las termas de Queñi y empezó el ascenso al Paso llpela. A medida que ascendía el frío debió ser insoportable. Es cuando Angel Edelman cuenta en su libro Recuerdos Territorianos -y los pobladores neuquinos han repetido hasta hoy- la anécdota inusitada referida al sacrificio del caballo que montaba, para eviscerarlo y abrigarse dentro de la osamenta cubierta con el cuero.
Era consciente del doble peligro de su situación. Buscó a un indio con el que tenía buena relación y el indio lo escuchó, lo alimentó y lo trató bien. Al final lo acompañó a una senda desconocida, que ni siquiera Martín conocía. Por ella lo llevó a Chile. Él seguía siendo líder de los fugados y lo buscaban también en ese país.
El 27 y 28 de mayo el diario La Prensa dirige su atención a Daniel Martín Bresler señalándolo como cabecilla del motín. El 2 de junio informa que con otros dos evadidos cruzó el río Limay en balsa. Diez días después consigna un despacho de Santiago de Chile donde indica que Bresler cruzó por el boquete llpela, situándolo a la altura del lago Raneo detrás de la cordillera.
Convertido en figura que atraía la atención de los lectores, en la edición del 3 de junio el cronista de La Prensa describe a Bresler como excelente tirador, valeroso y fornido.
Ese y otros relatos periodísticos empezaban a tejer la leyenda en que después se convirtió. Tanto fue así que en el n° 922 del 3 de junio de 1916 de «Caras y Caretas» – acaso la revista más leída en esa época- se ocupa de la sublevación de la cárcel de Neuquén y de la muerte del ing. Plottier. En el número siguiente del 10 de junio retoma el tema y presenta como cabecilla a Daniel Bressler, con fotos de los lugares donde ocurrieron los hechos, fugados y víctimas.
Por otra parte, la evasión del penal neuquino tuvo ribetes novelescos en la figura de Bresler y siguió un tiempo en las primeras planas de la prensa.
Pero quien piense que todo acaba aquí, se equivoca.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído de:
Puesta en Valor Histórica Cultural de la ruta de Neruda: del paso Ilpela en la frontera con Chile a San Martín de los Andes. – La ruta de escape de un poeta chileno de la región de Futrono a San Martín de los Libres, de Andreas L Doeswijk. Educo – Editorial de la Universidad Nacional del Comahue – 2015. Capítulo: Los Holandeses – Martín Bresler, de Ana María de Mena
El texto contiene párrafos que han sido resumidos y/o adaptados para su mejor lectura.
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