El viaje del gobernador Carlos M.A. Bouquet Roldán a Buenos Aires para arreglar los detalles finales de la inauguración de la nueva capital, fue muy fugaz. El regreso hasta la estación Neuquén resultó más que entretenido: lo compartió con los altos funcionarios judiciales del territorio, ya que concluía la feria judicial especial que obligó la mudanza del juzgado y ellos aprovecharon con una escapada de gestiones y visitas familiares. El gobernador bajó al andén de la estación terminal del FC Sud el 31 de agosto de 1904 junto con el juez letrado Patricio J. Pardo, el secretario letrado y el oficial de justicia. Al día siguiente, jueves 1° de setiembre, ya en funciones, el Juzgado atendió a medias: aún faltaba llegar el fiscal y el defensor de menores. Ese mismo día La Nación dio cuenta del arribo del gobernador y “la troupe” judicial en medio del clima lugareño que el corresponsal describió así: “El tema obligado aquí (por Neuquén) es el extraordinario y entusiasta preparativo de las fiestas que se organizan para recibir dignamente al ministro del Interior el día 12 entrante”.
Donaciones e invitados
El sábado 3 el diario insistía: “Neuquén, 2 de setiembre. Reina mucho entusiasmo…Han sido invitados varios comerciantes y propietarios residentes en esa y que aquí tienen intereses, para que contribuyan pecuniariamente a la suscripción popular. Ha contestado enseguida don David Spinetto, suscribiéndose con 500 pesos. Ha sido invitado el presidente de la República por la comisión de fiestas. Se solicitará del ferrocarril Sur que ponga ese día un tren especial para las personas del vecino pueblo de Fuerte General Roca, que deseen concurrir a las fiestas”. La Comisión de Festejos recibió ese mismo día el telegrama del presidente Roca excusándose de viajar, pero “deseando prosperidad a la nueva capital” (LN, de setiembre 4, que aludió además a la breve estadía del gobernador neuquino, el futuro viaje del ministro J. V. González a la inauguración y los preparativos encabezados por Francisco Bueno).
La Nueva Provincia, que elogió la donación de David Spinetto por ser sólo un vecino lejano, publicó el 6 de setiembre la larga lista de donaciones sin omitir las contribuciones modestas “que indican que hay desprendimiento…”.
Encabezaban Spinetto y Casimiro Gómez con 500 pesos cada uno, Varela, Linares y Cía. 250 y el juez Patricio J. Pardo con 100. Pascual Claro y Lanusse-Olaciregui, 50 pesos, Augusto Grobly, 30, Juan B. Othacehé 25 y el doctor Julio Pellagatti 20. Diez pesos cada uno donaron: el funcionario Carlos Casamayor, el jefe de la cárcel Julio M. Pérez, los comisarios Belindo López y Augusto de la Serna, además de Emilio Rodríguez Iturbide, Antonio Demarchi, Domingo Mazzoni y Joaquín Da Rocha. Con contribuciones menores figuraron Galileo de la Vega, Juan M. Traverso, J. Urbicain, Marcial Muñoz, Ignacio Rivas, Félix Latrilla, Mateo Etchegaray, A. Pérez, Arsenio B. Martín, Francisco Bueno hijo, Baltasar Recabal y Enrique Natalini. En total se juntaron 1.831 pesos.
Spinetto, el de Arroyito
¿Pero quién era David Spinetto, además de sólido donante para la fiesta a la que no asistió, ya que no se encontraron registros de su viaje y presencia?
Se trataba de un “tano” famoso en Buenos Aires. Un inmigrante próspero que llegó a millonario como el “gallego” Casimiro Gómez (nació en Pontevedra). Ambos se conocían de la Sociedad Rural y de la UIA, Unión Industrial Argentina que Gómez presidió en 1901, o de encontrarse en restaurantes como el Sportman de Florida 40 o en la confitería Del Águila (a la otra cuadra) o cuando coincidían en agasajos donde lucían como nuevos ricos y se codeaban con familias autodenominadas patricias.
Ambos también habían adquirido extensas propiedades en el remate de la Dirección de Tierras y Colonias de 1897, y ubicadas en el extremo oriental neuquino. La primera adquisición de Spinetto en Neuquén fue de unas 17 mil hectáreas junto al río Limay pero aguas arriba de las que adquirirían los hermanos Senillosa.
En el paraje de las tierras “lontanas” de Spinetto -Arroyito, a 50 kilómetros de Neuquén capital-, surgió la estancia Las Manas que en parte sobrevive como Arroyito Country Club, un vergel donde se conservan vestigios de adobe atribuidos al primitivo casco.
Aserradero y Congreso
Spinetto Hnos. fue uno de los establecimientos madereros más importantes del país. Su aserradero a vapor ocupaba la manzana donde hoy luce el edificio del Congreso de la Nación y la residencia familiar estaba enfrente (hoy monumento a los Dos Congresos), propiedades vendidas luego al Estado. David Spinetto tenía 50 años cuando el 28 de julio de 1894 fundó el Mercado Ciudad de Buenos en el porteño barrio de Balvanera y que todos prefirieron llamar Mercado Spinetto. Había nacido en Prati de Mezzaneo, Chiavari, cerca de Génova en 1844 (Vicente O. Cutolo lo hace nacer -equivocadamente- 14 años después), ya sumaba 60 años cuando donó los 500 pesos para los festejos neuquinos y llegó a gratificarse con el prestigio alcanzado por su hijo David J. Spinetto (1874-1927), reconocido cirujano traumatólogo y celebrado rotariano. El “tano” pionero murió 4 años después y fue inhumado en el Cementerio de Recoleta.
Resulta curioso que casi un siglo después, ciertos guías de turismo que llevan a legiones de curiosos hasta la bóveda de la familia Duarte (morada final de Eva Perón), se corran al muy cercano mausoleo de David Spinetto. No van en memoria del personaje sino por reconocer a la puerta de bronce (de origen milanés) del mausoleo, como la más bella de todo el cementerio. El bajorrelieve del frontispicio eternizó el nombre de David Spinetto, retratado en bronce con su lunga barba en una placa que lo evoca.
Por Lola Mora
Resulta igualmente curioso que todos los guías -sin excepción- se detengan frente a imponente bóveda de Ramón A. López Lecube, uno de los tres donantes de tierras para la fundación. Está vecina de las del coronel Manuel Dorrego y del ministro de Guerra de Roca, el general Pablo Riccheri.
Los turistas y curiosos en tren de recuperar el pasado, no consiguen frente a la morada final de López Lecube más datos que haber sido “un hacendado”, porque lo que motiva a los guías es mostrar allí las dos magníficas estatuas de Lola Mora que flanquean la gran capilla de granito construida en 1891.
Pero el donante de tierras en la Confluencia, entró en esa bóveda familiar tres décadas después de erigida: murió el 16 de mayo de 1920. ¿Quién era, en realidad, Ramón A. López Lecube?
En la Buenos Aires de principios del “novecientos”, los enriquecidos ganaderos del interior trascendían por su festivo trajín social en la gran ciudad; a veces por sus escándalos de vida aireada, y hasta por los provocados en reyertas públicas. Su hermano Alejo López Lecube fue querellado en 1892 por un incidente menor, pero por alguna razón personal, el juez de instrucción Delfín B. Díaz exageró poniéndolo en prisión preventiva, pero el juez de sentencia lo absolvió. Desde entonces, Díaz y su procesado se odiaron. Todavía el 6 de mayo de 1901 duraba la inquina al encontrarse ambos en un funeral en la porteña iglesia del Socorro y no ahorrarse López Lecube palabras hirientes.
Encañonado en Florida
Un tal Llerena sosegó el entredicho, pero al día siguiente, a las 5 y 30 de la tarde los enemistados volvieron a encontrarse en plena calle Florida esquina Bmé. Mitre. Díaz ya presidía la Cámara Civil de Apelaciones, estaba armado y dialogaba con el secretario de Cámara Dr. Dupuy. Al ver venir a López Lecube lo apuntó con su revólver preguntándole “¿por qué me persigue?” y lo mandó otra vez preso. El incidente trepó a las páginas de El Diario del miércoles 7 y el suceso fue la comidilla de la sociedad pacata pero chismosa de entonces. El prestigio de Ramón A. López Lecube, en cambio, lucía más sólido. Era un año mayor -nacido el 21 de enero de 1852- que su hermano Alejo, pero ambos de Goya, Corrientes, y hacendados, como Alejo padre. Ramón se casó con Estela Carman y en 1892 nació Alejo Patricio (fue médico veterinario, fundador de la Soc. Propietarios de Automóviles y sociedades rurales).
Ramón -el donante en Neuquén- cultivaba gran amistad con el general Roca, quien le aconsejó comprar tierras en el sur de la provincia de Buenos Aires. Le hizo caso.
Así surgió la estancia modelo San Ramón que acaparó premios en la Exposición Rural de Palermo. La cercanía de esos campos con Bahía Blanca lo llevó a asociarse, en parte, en la fundación de los diarios La Nueva Provincia y El Atlántico de la ciudad sureña.
Vecinos en el más allá
Al tiempo de la fundación definitiva de la capital de Neuquén, La Nueva Provincia publicaba diariamente los avisos de su estancia en la página 2. Por ellos se invitaba a los estancieros a comprar toros Durham, padrillos de carrera y carneros Lincoln y Rambouillet (además de vaquillonas y borregas). El estanciero atendía en su oficina porteña de Alsina 1652 o en Bahía Blanca, cuando paraba en el Hotel Londres.
En Recoleta, López Lecube no sólo resultó vecino de Spinetto, sino de otros que tuvieron que ver con la fundación de Neuquén Capital. Está el vecino Julio A. Roca, que decretó el traslado, y los presidentes que lo sucedieron en decretar las adjudicaciones y escrituras de terrenos urbanos de la capital neuquina: Manuel Quintana y José Figueroa Alcorta. En la bóveda de este último está su esposa, o sea Josefa Julia de las Mercedes Bouquet Roldán, hermana del gobernador que concretó la mudanza capitalina.
Y no sólo ella arribó a esa necrópolis. En 1901 había sido inhumado su padre Carlos Bouquet y el 16 de mayo de 1921 llegó su hermano más encumbrado: el propio Carlos Mauricio A. Bouquet Roldán. Un par de décadas después, al ex gobernador de Neuquén lo llevaron a Chacarita para un largo proceso hacia la cremación.
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Artículo escrito por el periodista Francisco Juárez, publicado en el diario Río Negro el 18 de Julio del 2004
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