El viaje de Francisco Pascasio “el Perito” Moreno por el territorio del Neuquén en el año 1896.
Convocado por el Gobierno Nacional como “perito” para el trabajo de determinar el límite con Chile en el sector cordillerano que comprendía de Mendoza al sur hasta Santa Cruz, Moreno recorre la cordillera acompañado de sus colaboradores en una época muy particular. Hacía poco tiempo que había finalizado la llamada “Campaña del desierto”, que en realidad, convirtió en desierto a amplias zonas de la Patagonia que habían estado ocupadas por las tribus indígenas y la entregó casi enteramente a amigos del poder para especular con sus enormes extensiones u organizar estancias en los escasos vergeles. Junto con la llegada de chilenos y la instalación de soldados “quedados” y algunos “indios amigos” hacen del paisaje recorrido por “el Perito” un lugar muy particular, con una dinámica en construcción.
Moreno presenta un informe publicado como “Apuntes preliminares sobre una excursión al Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz” en 1897 y editado por el Museo de La Plata. Este texto entremezcla lo geopolítico con el relato de viajes geográfico, y nos permite acceder a la realidad de una época de intensos cambios en la que luego serían las provincias patagónicas.
Se puede descargar el informe completo “Apuntes preliminares sobre una excursión al Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz” de Francisco Moreno, haciendo CLICK aquí
Los apuntes, tomados en el terreno, y corregidos y ampliados a su regreso, relatan su viaje desde el sur de Mendoza hasta el sur de Santa Cruz, entonces territorios nacionales.
Para el trabajo de campo conforma un equipo con destacados profesionales que pertenecían al Museo La Plata, que el Perito Moreno dirigía. Entre ellos Wolff, Zwilgmeyer, Hauthal, Schioberck, Soot, Roth, etc, geólogos, topógrafos, dibujantes, naturalistas que realizarían los trabajos de relevamiento de información, fijación de coordenadas de puntos importantes, determinación de alturas, etc. que se utilizarían en la negociación de los límites.
Para planificar y controlar y llevar su apoyo a las Comisiones, “El Perito” Moreno viajó al terreno y supervisó personalmente los trabajos durante meses. En el sector del territorio del Neuquén, viajó a caballo un poco más de 320 kilómetros, durante casi un mes, desde el límite norte en el río Barrancas, hasta arribar al Lago Nahuel Huapi al sur.
Sus comentarios sobre la política impuesta a las tierras arrebatadas al indio, el abandono de los territorios, la cesión a pocas manos, la inquietante presencia chilena en un territorio sin delimitar y los sueños de un futuro que no llega nos permiten acceder a la personalidad del Perito Moreno explorador, ya entrado en años y que vuelve a recorrer los territorios después la Campaña del Desierto.
Moreno no era un extraño en los viajes a la Patagonia. Había estado en ocasiones anteriores y conocido y compartido con las tribus que ocupaban el norte patagónico en sus mejores épocas.
Ahora, ya desaparecidas casi todas las parcialidades, vuelve como un testigo clave del cambio y nos muestra la transformación de su punto de vista, desde el autodenominado “amigo de los toldos” a representante del Gobierno Nacional.
Dónde habían estado las tolderías hoy no queda más rastro que la ubicación de los fogones o los recuerdos del naturalista.
Moreno llega a Chos Malal el 15 de febrero, con su pequeña comitiva, y de inmediato es sorprendido por la pobreza y abandono que sufren los colonos lo que rápidamente muestra que la realidad después del paso del ejército no ha cambiado en nada. “Visité en las inmediaciones de Chos Malal algunos puestos donde antiguos pobladores chilenos cultivaban la tierra desde cuarenta años atrás. El indio los dejó trabajar en paz y el blanco, cuando arrojó al indio, no los molestó. Largas historias pueden referir esos hombres que han formado allí familias numerosas, testigos como han sido del poderío de los caciques, de sus malones y de sus orgías, de su decadencia y desaparición, no ante la civilización, que ya la tenían en las mismas condiciones que el actual habitante de esas campañas, pero si ante el Remington”.
Su vida ahora está en peligro por los bandoleros que cruzan de Chile perseguidos por la justicia. Por eso las pobres instalaciones se aglomeran cerca del ejército buscando seguridad.
En sus salidas explora los depósitos de fósiles y las famosas minas de sal, explotadas por los indios desde hace décadas. Y decide enviar a sus colaboradores a la maravillosa Cordillera del Viento.
Sus melancólicas apreciaciones sobre la ocupación del territorio le provocan un “choque” con la realidad que fue mayor al conocer las instalaciones de la Capital de la Gobernación, Ñorquín, eran dejadas a su suerte junto a los costosos caminos realizados por el Ejército Nacional, “la desidia y la ignorancia del valor de la tierra en perjuicio de tesoro común…” comenta.
Recorre las tierras de la proyectada colonia Sargento Cabral, cercanas a la capital, dónde se pensaba instalar a los soldados fortineros que se retiraban del ejército dejando unas penosas observaciones: “allí no hay ni un metro cuadrado aprovechable ni para las cabras, en cambio, todo lo bueno que rodea la “Colonia” tiene dueño…”
Días después en el sector del centro del Neuquén visita la recientemente organizada estancia La Argentina, y se deslumbra con los paisajes cubiertos por las legendarias araucarias, dónde los lagos Aluminé y Ruca Choroy son mudos testigos del paso del ejército y de las batallas libradas en esos lugares.
Siguiendo el pintoresco río Aluminé, pasa por Pilolil y con la vista puesta en el imponente volcán Lanín llega al recordado paraje Malleo. Lugar que ocupó la toldería de Ñancucheo ya desaparecida, recuerda sus visitas anteriores, y las fiestas de las que participó. Rememora la “huida” de las tolderías que tanto el mismo publicitó, al tener que escapar al ser declarado culpable (y condenado a muerte) por la Junta de Guerra de las Tribus por haber entregado información de las parcialidades indígenas al Ejército Nacional para la campaña del desierto.
En Junín de los Andes y en el caserío que rodeaba el fuerte, realizan importantes mediciones de alturas y coordenadas con llamativa certeza. Aunque no deja mayores observaciones de éste importante lugar, una pequeña villa que se estaba tornando un importante asentamiento para ese entonces y dónde en cercanías del lago Huechulafquen se había desarrollado una de las más sangrientas batallas entre los indígenas y el ejército.
Moreno y parte de la Comisión continúan su viaje a la zona del lago Lácar.
Surcando el río Quilquihue recorre la vega de Maipú y ubica la “divisoria de aguas” entre este río y la actual ruta 40, donde el arroyo Chapelco Grande determina el cambio de pendiente hidrográfica. De acuerdo a lo estipulado en el tratado (altas cumbres divisoria de aguas) y los reclamos chilenos sostenidos por el sabio Fischer, estas tierras al oeste y el Cordón del Chapelco, incluyendo la cuenca del lago Lácar, eran reclamadas por el vecino país. Aquí el Perito desestima todos los argumentos con un discurso muy poco creíble y propone si fuera necesario “remover un poco de barro y arena y nada más” y con pala y pico “cambiar” el curso del río (él dice Quilquihue, aunque se debe referir al Chapelco, ya que el primero naturalmente tiene pendiente Atlántica) para torcerlo al océano Atlántico… Situación que no realiza, pero si en el río Fénix un poco más al sur en Santa Cruz, con la ayuda de peones provenientes de las colinas “galenses”, dónde cambia la pendiente del río del Pacífico al Atlántico, entre otras “avivadas criollas no desestimadas” en la negociación…
Llega a la toldería del Cacique Curuhuinca que se encontraba en una difícil situación de salud. Haciendo gala de poderes curativos, Moreno administra “sal de inglaterra” (sal inglesa) al goloso lonco y luego de unos retorcijones, consigue reponer su salud a la vista de todos los integrantes de la comunidad que, a decir de Moreno ven impresionados a nuestro personaje.
Gregorio Álvarez dice que el verdadero nombre del cacique era Cheuquepán (avestruz que viene) y fue Moreno quien lo bautiza como Curuhuinca (cristiano negro) en consonancia con su costumbre en el manejo de los nombres propios y gentilicios.
En la zona puede observar que se cultiva trigo y se producen verduras y miel que se comercian con Chile libremente.
Con la ayuda de rastreadores de la Comunidad se dirige por el viejo camino de Collón Curá que va “por detrás” del Cordón del Chapelco, por el este, casi por lo que hoy es la olvidada ruta provincial n.° 49.
Recorre las ricas tierras de pastoreo deshabitadas luego del corrimiento de las tribus, en dónde se instalan rápidamente las estancias producto de los arbitrarios repartos de tierras. De tanto en tanto ubica los sitios de las tolderías, de las que con dificultad sólo puede identificar su emplazamiento.
El “Perito” describe apasionadamente el proyecto del ferrocarril que uniría San Antonio Oeste desde la costa en el mar Argentino con el vecino país, pasando por Collón Curá promesa que fue rápidamente olvidada por el gobierno nacional.
Para finalizar esta etapa del viaje, cruza por lo que fue el fuerte Chacabuco, desde donde se observa la magnificencia del lago Nahuel Huapi.
En el territorio del Neuquén el trabajo está realizado. Quedarán para el futuro algunas zonas muy alejadas y de difícil acceso. Ahora se trasladará más al sur, en dónde nos dejará unas observaciones memorables hoy muy olvidadas por la historia nacional.
Eduardo Rebord
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Este artículo es un aporte de Eduardo Rebord para Más Neuquén, síntesis de un trabajo más extenso.
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