En la estepa del Auca Mahuida, en la zona del Bajo del Añelo y adyacencias, se libraron feroces combates entre las tribus que en retirada buscaban refugio en la cordillera y el ejército que armó una línea de fortines para detenerlos, en el marco de la llamada campaña del desierto. Actualmente, toda esa gran extensión es conocida con el nombre de la formación geológica que centenares de metros más abajo la transita: Vaca Muerta.
El combate de las Barrancas del Neuquén
El 27 de junio de 1879, al teniente de baqueanos Isaac Torres, al frente de la compañía de voluntarios (conocidos como choiqueros), se le encomendó una comisión en dirección al Auca Mahuida, marcha que le llevó casi todo un día, partiendo del fortín Vanguardia, a orillas del río Neuquén
Por algunos prisioneros capturados por el mayor Illescas con anterioridad, se enteraron que un grupo de seis indios que arreaban animales estaban próximos a pasar por esa zona procedentes de la Pampa. Marcharon toda la noche en su búsqueda y al amanecer del día 28 los encontraron en un valle del río Neuquén. Para su sorpresa observaron qué no eran seis cómo les habían informado, sino que eran aproximadamente noventa, todos de lanza y bien armados, que además eran acompañados por la chusma, es decir mujeres, niños y ancianos, que no participaban de las peleas ni portaban lanzas.
Era uno de los tantos contingentes que huían desde las pampas, buscando refugio en la cordillera de la acción envolvente del ejército que había decidido la ocupación, dentro del marco de la denominada campaña del desierto.
Torres aprovechó la sorpresa y tomó la iniciativa. En una rápida primera carga, rodeó a la chusma y logró tomar prisioneros más de 100 mujeres, ancianos y niños, que eran los que más lentos se movían. Además, logró capturar gran cantidad de caballada vacas y ovejas.
Entre los prisioneros hechos en este primer movimiento, había un anciano al cual se le ordenó decir al cacique Marillán, quién estaba a cargo del grupo, que debían formarse, entregar las armas y esperar manteniendo una cuadra de distancia. El teniente Torres se comprometió a dar garantías por sus vidas.
Marillán, que dudaba de la palabra del teniente, le contestó que no se iba a entregar y que iba a pelear. El teniente quiso insistir, pero un grito unánime de guerra fue la contestación rápida que recibió.
Marillán y sus lanceros iniciaron la carga contra las tropas del teniente, que esperó el momento y la distancia oportuna para hacer fuego nutrido sobre ellos. De esa primera descarga lograron derribar a dieciséis jinetes. Pero los restantes, abalanzándose los rodearon, iniciándose de esa manera un combate brutal a muerte. Las huestes del cacique Marilán, dejaron sus lanzas, luchando brazo a brazo por arrancar a los soldados sus carabinas o fusiles, buscando achicar además la distancia para escapar a los sablazos. Los soldados del ejército estaban mejor armados. A los rifles que eran letales en la larga distancia, le sumaban el sable para el combate cuerpo a cuerpo. Con los rifles anulaban las lanzas, y con el sable, los puñales.
La pelea dura un tiempo hasta que las tropas del teniente lograron poner a los pampeanos en fuga, dejando Marillán en el campo 14 muertos, 5 prisioneros de lanza, 106 de chusma, con más de 80 caballos, 33 vacas y 30 ovejas. Por su parte las tropas del ejército perdieron 3 soldados.
El cacique Marillan llevaba en su retirada muchos heridos que dejaron sus rastros con abundantes marcas de sangre.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Juan Mario Raone – “Fortines del desierto – Mojones de civilización – Tomo II“ – El texto ha sido adaptado en su redacción.
¿Te gusta la historia neuquina? ¿Tenés algo que contar o compartir y querés colaborar con Más Neuquén? Entonces hacé Click Aquí
También podés ayudarnos compartiendo este artículo en las redes sociales.