En el año 1913, con el arribo del ferrocarril a Zapala, esta flamante estación ferroviaria -ubicada en plena meseta neuquina- adquiere especial relevancia como asiento de importantes casas acopiadoras, punto de carga y descargada mercaderías y nudo de las comunicaciones del territorio.
A mediados de la década del veinte se pone en condiciones y se habilita la ruta a Zapala por el llamado “Camino de las Salinas”, con lo cual Chos Malal se integra a esa punta de rieles. Avelino Figueroa evoca a los primeros comerciantes que abrieron esos caminos con sus tropas de carros, el tiempo que insumían los traslados y el trayecto que debían recorrer:
“Antes se trabajaba con los carros, porque en Chos Malal, cuando yo tenia 8 años, en 1930, no se conocían mucho los vehículos. Fletaban las mercaderías desde Zapala, en carro. El finado Pedro de Vega tenía una tropa de carros que demoraba más o menos un mes en ir a Zapala a buscar la mercadería, para acá y para Andacollo. Después estuvo la tropa de Andrés Etcheverry. A cada carro le metían siete mulas por lo menos y sin embargo, se le quedaban los carros metidos en el barro en el invierno.
Antes, la ruta 40 pasaba por el Camino de las Salinas, llegaba a la balsa, seguía por las minas de sal de Truquico, apartaba por Pichi Neuquén por la costa para abajo y ahí se llegaba a la balsa que estaba en el Agrio. Tiempo después en vehículo se llegaba a echar un día hasta Covunco.”
Al iniciarse la década del treinta, comienzan a circular los primeros vehículos por las calles de Chos Malal. Los automóviles de Diógenes Alvarez y Clemente Chiappe, así como el camión de Zacarías Parada, opacan lentamente el uso de carros de bueyes y mulares como medio de transporte.
Emilio Maccarini, un comerciante de Zapala, propietario de la Compañía de Autos Picunches, comienza a realizar viajes especiales a Copahue, Loncopué, Ñorquín y Chos Malal. Años más tarde, se asocia con Diógenes Álvarez para fundar la empresa de transporte automotor Álvarez-Maccarini. Esta firma, que llegó a contar con una flota de cinco camiones, prestó el servicio de transporte pasajeros y correo, e incorporó, tiempo después, el traslado de mercaderías.
Varios miembros de la familia Álvarez trabajaron y contribuyeron al engrandecimiento de esta empresa. Héctor, hijo de Diógenes, fue uno de los conductores de la “Guanaquera”, apodo que recibió la primera camioneta tipo rural, con capacidad para diez pasajeros, que hacía el trayecto entre Chos Malal y Zapala. A través de su relato y del testimonio del entonces chofer Amoldo Pincheira, podemos conocer las características del servicio de correspondencia, los vehículos utilizados y las dificultades de estos viajes:
“Cuando ellos consiguieron hacer por primera vez el transporte entre Chos Malal y Zapala, tenían vehículos muy precarios, entra en mi memoria un Ford modelo 29. Contaban con una camioneta rural nueva cero kilómetro para transporte de correspondencia y pasajeros.
Desde 1930 hasta 1946 el transporte de pasajeros se hizo incluso en camiones; por ejemplo, se transportaban los soldados que iban a revisación médica o a la incorporación del servicio militar. El correo se hacía dos veces por semana, aunque al principio era una sola vez. Se sufría en esos viajes un frío bárbaro, los vehículos no tenían calefacción, a veces se quedaban y no se podía seguir. Pero, por lo general, cuando había mal tiempo, se juntaban dos o tres camioneros y por telégrafo se sabía cuándo salían de Zapala, y si no llegaban, desde acá se los salía a buscar.”
“Dos veces por semana se viajaba a Zapala, mientras que la distribución de la correspondencia a Andacollo se hacía una vez por semana. De Chos Malal salíamos muy temprano, ya que a Zapala tardábamos más de seis horas y regresábamos al otro día. A Andacollo llegábamos en dos o dos horas y media; y en invierno, por la nieve, en más de una oportunidad se podía avanzar sólo hasta El Chingue, y hasta allí llegaban a caballo desde Andacollo a buscar la correspondencia.”
Un párrafo aparte merece la figura de Manuel Barros, un transportista de Zapala que durante muchos años, y al menos una vez por semana, traía cargas y mercaderías a los comercios de Chos Malal y de la región. Unos de sus primeros vehículos fue un camión Internacional D-40, al que apodaban “El Lechuzón”. Numerosos vecinos lo recuerdan por su esmerado servicio y puntualidad. Era común que, ante la falta de líneas de colectivos, don Barros no tuviera inconveniente en llevar en su cabina de conductor a quien tuviera necesidad de viajar.
Al intensificarse el uso de vehículos como medio de transporte de pasajeros y de carga, se instalaron en Chos Malal los dos primeros surtidores de expendio de combustible, cuyos propietarios fueron Luis Rouret y Diógenes Álvarez, respectivamente. La hija de este último, María Alicia, quien colaboró desde niña con su padre y su hermano en la atención del comercio ubicado en la calle 25 de Mayo, recuerda los productos que vendían, y el funcionamiento de las instalaciones especialmente diseñadas por su padre para la comercialización del combustible:
“Los combustibles que vendíamos aquellos años eran nafta, kerosene, y para las cocinas se usaba agricol, que venía en latas de veinte litros adentro de un cajón. Cada cajón traía dos latas. Muchos años después, YPF mandaba el combustible en tambores de doscientos litros. El combustible se almacenaba en el fondo del sitio de mí casa, y por una cañería que hizo hacer papá se conectaba al surtidor que estaba en la vereda; no era eléctrico, se bombeaba a mano a través de una palanca. Cuando venían los camiones de Zapala temprano, yo me levantaba para despacharles nafta.”
En 1948, la firma Clemente Ordóñez y Cía., tradicional almacén de ramos generales de la localidad, se convirtió en agente oficial de YPF e instaló en la calle Mitre un surtidor de combustible. Actualmente, sólo quedan algunos restos de sus instalaciones. En 1965, el Automóvil Club Argentino habilitó una estación de servido, a través de un convenio con el Ministerio de Economía de la provincia.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Chos Malal, entre el olvido y la pasión – Historia de la primera capital del Neuquén, desde sus orígenes hasta los años 70 – Carlos Aníbal Lator – Cecilia Inés arias – María del Carmen Gorrochategui – Daniel Esteban Manoukian