La siguiente, es una crónica de época, publicada en la revista Extra en Abril de 1970, referida a los sucesos de “El Choconazo”.
EDITORIAL:
La última reunión de gabinete transcurría de un modo muy particular. Fuera de lo común. En vez de escuchar largas exposiciones de sus ministros, el presidente de la República jugó a “las preguntas y respuestas”. “¿Qué pasa realmente en El Chocón, ingeniero Gotelli?, exigió Onganía. Gotelli, pese a la sorpresa, sin inmutarse, dio su versión. Le recordó que días atrás, juntos, habían presenciado la película filmada en la zona de trabajo. Onganía respondió: “Si, es una película color de rosa. Pero la vida allí no es así. Tiene mucho de mentira ese filme. Es muy frívolo. Las condiciones de habitabilidad de El Chocón no eran las deseadamente humanas”. Todo el mundo quedó tenso y sin aire. El presidente estaba vecino a la verdad. El “tirón de orejas” a los que “crearon” el problema, tanto gremial como social, llegará en los próximos días. Porque Onganía tiene un “timming” muy distinto del que quisiéramos. El país se hubiera sentido conmovido hasta su última sensibilidad, si estando en El Messidor, a minutos del epicentro, el teniente general Onganía se hubiera presentado en “la Obra del Siglo” para comprobar la realidad. ¡Un impacto…! Allí, con sus ojos, hubiera podido valorar si había miseria, o no; si el conflicto estaba inventado y propiciado por los “comunistas de siempre”, o no; si el obispo de Nevares es un mero agitador de la Iglesia que en vez de la contemplación eligió la acción, o no. No era un acto demagógico, sino de plena autoridad, con conocimiento y convencimiento. No se trata ahora de decirles a los causantes: “Pecad, haced penitencia y pecad otra vez”, “slogan” que puede aplicarse al blanqueo de estos días. Lo que queríamos es que el presidente Onganía, que “huele bien”, actuara sobre el terreno. El país, que no sólo consume producto bruto nacional, y balanza de pagos; que es, además, un Estado de Ánimo, hubiera estallado emocionalmente por la actitud. El presidente prefirió no ir… Es cuestión de modalidad, que debemos respetar. Por fortuna, los obreros huelguistas desalojados no ofrecieron resistencia. La gendarmería y la policía no debieron disparar un solo tiro Muy subversivos, por lo visto, no eran. Pero si en ese tenso instante alguien provoca un incendio y muere un obrero, ¿qué hubiera pasado? Mejor olvidar esta posibilidad de escalofrío. Y mirar hacia adelante.
Bernardo Neustadt
Chocón – ¿Obra de esclavos?
Por Miguel Bonasso
El episodio es muy grave para caer en el melodrama.
Pero uno no puede evitar que el sentimiento y la imaginación lo gobiernen. Rotas las frías, abstractas construcciones del PERTH, de la programación por camino crítico, de las famosas “pérdidas materiales”, de las conocidas fórmulas en torno de la “trascendencia de la obra”, aparece el hombre. El rostro anónimo de la frustración. El rostro que no quiere reducirse a número.
El hombre en el viento. En la chatura inhóspita del paisaje. En la tensa soledad como de otros planetas que recorren los vientos del miedo, del placer postergado, del envejecimiento prematuro.
Esa contrariedad, el hombre.
Ese engranaje que funciona, diez, doce, catorce horas, como las grandes máquinas, como las volcadoras y las perforadoras horadando la roca, cambiando el paisaje, modificando el porvenir. Derritiendo sus días y sus años por una abstracción: La luz que entrará en la habitación de otros hombres que nunca conocerá, de hombres que no lo recordarán. Que no sabrán si se llamaba Manuel Arévalo y cesó la existencia a los treinta y ocho años, desnucado. O si era aquél muchacho Espina, para el que la luz retornando se convirtió en máquina que lo destrozaba. O aquel chileno Humberto Rifo que murió aplastado o Mariano Román, el boliviano, cuya última visión del mundo fue una piedra de dos mil kilos que lo suprimió.
Imagen borrosa y abstracta de esos individuos que no son ya más que leyenda en el viento de las reivindicaciones. Número, carne oscura de estadísticas.
¿Y los otros? ¿Los que intentan horadar el cielo de aluminio de los barracones, o apurar la amarga contemplación de una realidad que se enfrenta inexorable a las promesas de prosperidad, a los avisos tentadores, a las ilusiones de ahorro, de “Far West” fullero? ¿Y aquellos 1.000, 500 o 100 (nunca se sabrá en realidad cuántos fueron), que emprendieron el exilio de su tierra? Esos, que no trabajando por “hobby” dejaron el trabajo (“asustados por el conflicto, después volvieron” dice Coria) con una suerte de callado, orgulloso desprecio que parece una característica esencial de los hombres más castigados de nuestro pueblo. ¿Puede uno no imaginarlos a la vera de los caminos? ¿Evitar los ojos inquisidores de sus hijos?
¿Y los que derrotados, humillados, no alcanzan a entender cómo el mágico rayo de las normas legales y estatutarias siempre viene de Buenos Aires, para ignorar, para suprimir las cacareadas autonomías locales y esa representatividad que se busca hace siglos y no se encuentra? ¿Son todos comunistas?
Y si lo fueran: ¿de quién es el error?… ¿De ellos, que levantaron legítimas banderas o de quienes, en salvaguardia de su ideología nacional, sólo se limitaron a construir día a día una torre de marfil hecho de burocracia y negligencia?
Además, extraños comunistas éstos que no movían un dedo sin consultar con el obispo Jaime de Nevares. Salvo que monseñor haya reemplazado a Codovilla (bastante achacoso ya) y no estemos enterados. Una paradoja, que de no ser tan sombría hubiera servido para el humor de Chesterton.
Es hacia estos rostros anónimos que miraban con hosquedad y recelo el “club para empleados”, el “house organ” donde entre “quienes hacen El Chocón” sólo se destacan pulidos “curriculum” de ingenieros con experiencia en relaciones laborales adquirida en Nigeria, que la mirada terca tiende a volver. Los acompaña entre los baños escasos, en el “hospital casi concluido”, en el momento de cobrar el trabajo de oficial pagado como medio oficial, o de subir al ómnibus, que cuesta 780 pesos.
Masa informe de la que siempre se destacan “tres o cuatro agitadores profesionales”, “aprendices de políticos”, “extremistas”, ¿es o no es para ella el país que queremos construir?
Muy tarde
Se ha dicho hasta el hartazgo, en ese lenguaje impersonal de las comunicaciones oficiales, que era lógico que se eligiera a El Chocón para perturbar y subvertir, dada la magnitud de la obra y su inevitable repercusión política. No se ha reparado en cambio en el reverso de este argumento: siendo justamente lo que es El Chocón, ¿no debió haberse extremado el aspecto esencial de las relaciones humanas y laborales? Pero antes del conflicto. ¿La única función de los dirigentes consiste en apagar incendios? Ciertamente es una dialéctica peligrosa. Tras el “cordobazo” vino el “tiempo social”; tras los dos conflictos de El Chocón es posible que los operarios alcancen condiciones laborables compatibles con lo que se suele llamar la dignidad humana. ¿Quién es maestro entonces en calistenia subversiva? ¿Los que aprovechan las situaciones reales o quienes las crean o las consienten?
El Sr. Rogelio Coria tuvo que admitir la inoperancia de su delegación regional al intervenirla. El secretario de Trabajo logró que se considerase a la obra “de interés nacional” cuando ya la trifulca estaba en marcha.
Tanto es así que el delegado, enviado por San Sebastián (no el Dr. Mamblona, delegado regional y encargado de las negociaciones, sino el permanente, cuya misión es auscultar anormalidades y lograr que las empresas cumplan las normas laborales), llega en pleno merengue y hasta el 16 no empieza realmente a trabajar. La SEPAC y la delegación de Salud Pública fueron, puede decirse, tras la Gendarmería. El gobernador, Felipe Sapag, por su parte, va por primera vez a El Chocón el miércoles 11 de marzo junto con Mamblona. Limitado por Interior a dejar actuar a San Sebastián y presionando por todas las expectativas que hay en torno de su gestión, juega un rol modesto. De las diez fórmulas con que se maneja en las negociaciones con los huelguistas, el Dr. Mamblona adhiere a la última.
El comando huelguista también acepta la proposición. La fórmula es llevada a la Asamblea y —según San Sebastián— presentada junto con el anuncio de que los delegados van a renunciar, mas, es rechazada por unos doscientos concurrentes (también según estimaciones del secretario de Trabajo).
Ante el rechazo de la propuesta oficial, Sapag se vuelve a Neuquén y da por finalizada su actuación.
Rogelio Coria, que está muy contento ahora, ante “la terminación del conflicto” se quedó bastante dormido a fuer de respetuoso con la autoridad (“no seamos derrotistas. Hay que poner el hombro”.) Pero trabajó en pro de una pálida reivindicación en la primavera del 69, cuando se obtuvo en Trabajo módicos 32 nacionales nuevos o 3.200 pesos viejos de aumento para el personal de “El Chocón-Impregillo-Sollazo S. A.”. La regional en tanto “sólo aparecía por El Chocón para percibir los descuentos”, según palabras del cura San Sebastián, secretario privado de Jaime de Nevares y llamado por los humoristas de la zona San Sebastián “el bueno”. El mismo, cuando habló con EXTRA, dijo: “Yo soy San Sebastián, pero el de la vereda de enfrente”.
Tras el despido de los delegados y las detenciones debidas —según información 315/23 de Trabajo— a “hechos que las fuerzas de seguridad consideraron lesivos en orden a los intereses que estaban protegiendo”, Coria interviene personalmente y, con una amplitud de miras ideológica y una generosidad que después enterró piadosamente, gestiona con el apoyo de la Secretaría de Trabajo y las autoridades de Neuquén que los delegados recuperen la libertad y vuelvan a ser reincorporados por la empresa. Realmente resulta asombroso que si efectivamente cometieron actos “lesivos en orden a los intereses que se estaban protegiendo” y eran delegados que se habían “autodesignado” (esto es que no habían sido espontáneamente ungidos por sus compañeros) se hiciera tanto aspaviento. Pero, claro, cuando se convocó a elecciones para la Comisión Interna, Alac, Torres y Olivares ganaron. Y Coria —en aquel momento el “liberador”— tuvo que tragarse la píldora y, como hombre ducho en el quehacer sindical, empezar una lenta tarea de captación y desalojo.
Para “sacarle las banderas a los zurdos” (ya muy tarde) volvió a la Capital, intervino la seccional Neuquén y envió a un experto: el compañero Del Turco, que fue delegado en el Túnel Subfluvial. Un verdadero especialista en Obras Públicas. Además logró que el Sr Rubens San Sebastián se pusiera al tanto de las “anormalidades” y procediera en consecuencia.
Lamentablemente —son cosas que pasan— el Sr. Del Turco sufrió un percance personal a comienzos de enero —un robo en su casa de Paraná— y debió ausentarse hasta fines de ese mes. En el ínterin se comienza a levantar la bandera del 40 por ciento, una de las mechas para la futura explosión. Posteriormente se produjo la expulsión de los tres delegados por su adhesión a la reunión de Córdoba, con lo que queda confeccionada la segunda mecha. La circunstancia para prenderlas la dieron (según especulaciones del sector oficialista) los siguientes hechos: la anunciada visita del presiednte a El Chocón, quien —so pretexto de visitar las obras— llevaba en su portafolio intimaciones para la empresa, y la puesta en marcha, ese mismo día, de la Comisión Normalizadora, de Coria.
Onganía, claro, desistió del viaje. Coria en cambio siguió adelante con el proceso.
Las reglas del juego
Jaime de Nevares es lo que podríamos llamar apresuradamente un “pituco”. Primo de un general de la Nación y de un alto ejecutivo de Ducilo, pertenece a lo que se suele considerar una familia tradicional. Lo que a los efectos de la SIDE no tendría mayor importancia recordando los ejemplos del príncipe Kropotkine, de la noble bolchevique Alejandra Kollontal o del simpático e ingenuo conde de Saint Simón. Pero además dista bastante de ser un cura del tercer mundo o un ideólogo radicalizado. Pertenece, sí, a esta nueva estirpe de miembros de la jerarquía que, por especulación política, por afán de ganarle prosélitos al marxismo, o por un bien definido convencimiento respecto de sus deberes evangélicos (¿por qué apresurarse a negar esta última hipótesis?), se lanza a la calle.
Y en su caso (mucho más notable y definido que otros anteriores como el de Podestá) provoca la irritación de algunos ante lo que califican como actitud desmandada y entrometida. Ya veremos por qué. Su rasgo más sobresaliente —pese a su decidida y clara intervención en el proceso— no se da tanto en el terreno de la acción como en el dé la didáctica. Enseña a la comunidad luchando contra la retórica religiosa. Su negativa a que Hidronor construya una capilla hasta que esta empresa y las contratistas “no lleven adelante las relaciones sociales y laborales con sentido cristiano” y su reclamo de coherencia son actitudes típicas de una nueva iglesia que lucha denodadamente contra palabras y fórmulas. Contra una fe declamada.
Por eso molesta. Rompe las reglas del juego. “Ya no hay obispos como los de antes”, pensarán algunos. De esos que cuando mediaban en un conflicto laboral no tomaban parte y sólo ofrecían arte, inocuos y decorativos, daban lustre al ritual de las conciliaciones. No, equivocado o en lo cierto monseñor de Nevares no pertenece a esa raza. Trasgrede las reglas del juego, rompe el “profesionalismo”.
Por eso es un personaje muy interesante.
Perspectiva
¿Y ahora. ..? Poxipol. Una amalgama hecha de tiempo y mejoras para obturar las fisuras…
Mientras tanto, ese mismo tiempo imprescindible para cicatrizar las heridas hace fruncir, al escurrirse, el ceño adusto de los responsables de El Chocón.
Al margen de todas las declaraciones sobre el retornismo es sabido que falta gente y, preponderantemente, de los más especializados y difícilmente reemplazables.
Encofradores que perciben 100.000 pesos en la Capital no van a ir a deleitarse con los atractivos turísticos de El Chocón por $ 80.000. Amén de los gastos que ya originó la huelga se corre el peligro de erogaciones mucho mayores. Como se sabe, uno de los objetivos primordiales para llegar a término es cerrar el dique sobre el Limay. Esta operación debe comenzarse hacia octubre de este año (época en que el río, que es muy caudaloso, entra en el estiaje, en una notoria reducción de su caudal) y terminarse antes del 1º de mayo de 1971 (época en que el río adquiere su mayor caudal). De lo contrario habría que esperar un año más. Para poder moverse dentro de estos estrechos márgenes que deja el Limay para operar se debe cumplir de aquí a la primavera una serie de tareas que ya están seriamente comprometidas por el atraso derivado del conflicto. Esto puede determinar incluso que haya que adquirir equipos adicionales, cuyo costo es notablemente elevado. A estas pérdidas se sumaría —en caso de atrasarse un año las obras— el importe de todas las ventas de electricidad que no se realicen y que se estiman en 15.000 millones de pesos viejos. Cifra que motivó la célebre pregunta del reportero rionegrino: “¿Vale tanto el Sr. Coria?”.
Además, para 1973 habría déficit eléctrico en la zona Gran Buenos Aires-Litoral.
Seguramente es posible que ante estas angustias cambien ahora las condiciones laborales en El Chocón, que “extremistas” como el comandante Magni o el subjefe de Policía de Neuquén, Larrañaga, calificaron de “inconcebibles”.
Y éste es el saldo lastimoso. Tenemos alergia por la medicina preventiva. Ahora que “el principio de autoridad” y las “normas legales estatutarias” están a salvo, conviene que el Gobierno y las empresas saquen conclusiones y obren en consecuencia.
Que en los cálculos para construir esa obra más importante que El Chocón que es la Argentina futura se tenga más en cuenta un factor que, por lo imprevisible, variable e incómodo los planificadores prefieren esquematizar u obviar: el humano. Porque a veces la retórica de las grandes construcciones y la anteposición de las buenas palabras amasadas por los economistas nos hacen olvidar que Juan Pérez, concreto, de carne y hueso con no muchos inviernos para pasar, es el destinatario.
Ese Juan Pérez, con rostro de barro, que puede construir Chocones o derribarlos.
Los argentinos distraídos
Por Bernardo Neustadt
El obispo de Neuquén es salesiano, abogado, hombre que Ingresó “grande” en la misión sacerdotal. No forma parte de ningún “tercer mundismo”, su acto social más progresistas lo cumplió en la obra del Canillita, no figura en el elenco estable de los “obispos avanzados”, pertenece a una de las familias más tradicionales de Buenos Aires, con un primo hermano que es general de la Nación; no puede ser tachado de “subversivo” y se permite mandar un telegrama al presidente de la República pidiéndole su mediación para que “la obra del siglo no se transforme en la Vergüenza Nacional del Siglo”. Algo debe haber visto Jaime de Nevares para actuar como actuó, excediéndose, según algunos analistas políticos, de su real cometido religioso. De los desposeídos también se ocupa la teología. ¿O no? ¿O Cristo vino a redimir felices?
El comandante Magnl, segundo jefe de Gendarmería con asiento en Bahía Blanca, encargado de la “Operación Represión”, al llegar al sitio donde habitaban (sic) los obreros huelguistas, con una mueca de disgusto exclamó frente a los corresponsales de “Clarín” y “La Razón”: “¡Es inconcebible que la gente haya podido vivir en medio de tanta miseria!”.
1.100 obreros, cargando a cuestas sus familiares, con ropas raídas, dejando atrás salarios y mirando hacia adelante el NO PORVENIR, prefirieron emigrar de El Chocón. Exilarse dentro de la propia patria. Algo muy grave debía pasar para que la gente sin destino deje su pequeña porción de destino. Abandone la fuente de trabajo.
Por supuesto, si queremos trabajar de distraídos y decir que “todo va bien”, es otra cosa. Si queremos “estupidizarnos” siguiendo el curso de las discusiones gremiales, esto es, si Rogelio Coria tiene razón, si Alac, Olivares y Torres son o no son comunistas, si el cura Pascual Rodríguez es un “enviado del diablo” o si el Gobierno probó otra vez que nunca excede el límite de su fuerza al disponer pronto las libertades de los dirigentes y del detenido, ya corre por cuenta nuestra.
La obra del siglo, El Chocón, para los 30 millones de argentinos del año 2000, estaba siendo formulada por 2200 esclavos, esclavitud que nacía de la forma de hacinamiento en que vivían. Si el Gobierno indica oficialmente que se perdían 100 millones de pesos por día, que hay un atraso de un año por la huelga, con un costo de 15.000 millones de pesos viejos, tenemos que convenir en que el capital humano que podía producir tanto destrozo estaba muy mal cuidado. ¡Qué pena!…
Opina el doctor Julio Dante Salto
Superada la crisis que afectó gravemente durante un tiempo a la obra del siglo, cabe realizar un somero análisis de la misma con el objeto de ubicar los acontecimientos y las personas que actuaron, y las que no lo hicieron, en esta emergencia.
Comencemos por aceptar que las condiciones imperantes en el campamento eran y son deplorables: hacinamiento, insalubridad, falta de seguridad en las tareas con evidente riesgo, a lo que debe sumarse las justas aspiraciones de los obreros, referidas a sus mejoras salariales. Pero este panorama no es nuevo ni es el único en el país, lo que ha sido y es permanentemente demostrado por distintas agrupaciones gremiales.
Todo lo que tenía que hacer el ente laboral: Unión Obrera de la Construcción, Seccional Neuquén, era vivir en forma permanente los problemas emanados de una obra como la de El Chocón, de por sí llena de dificultades, como todo campamento recién instalado.
Pero pasa un año de iniciadas las obras y la incapacidad, insensibilidad e indiferencia de la referida central obrera de Neuquén, que no se entera o no le preocupa el clima de creciente tensión que se vive en la obra, a pesar de que durante ese lapso sus compañeros de El Chocón vienen reclamando de su entidad gremial, en un peregrinaje incesante, la atención de sus demandas que, según hemos comprobado eran totalmente justificadas, no aporta soluciones.
Así las cosas, no es de extrañar que los obreros decidan nombrar sus representantes en la obra, en reemplazo de las autoridades gremiales con sede en Neuquén, afectada de amnesia e indiferencia crónicas. Esto no fue un procedimiento muy ortodoxo, pero no tuvieron otra salida.
Ahora bien: de esta elección surgen los tres representantes obreros: Alac, Torres y Olivares, apuntalados física y espiritualmente por el cura obrero Pascual Rodríguez. Solicitan a sus empresas el reconocimiento de las nuevas autoridades y, como es lógico, aquéllas se niegan, aduciendo que las autoridades obreras siguen estando en Neuquén.
Los obreros responden con un paro general y éste se hace efectivo en el mes de diciembre.
No es difícil imaginar la repercusión de un conflicto laboral en la “obra del siglo”. Prestamente la Central Obrera de la Construcción (léase Coria) destaca tres conspicuos compañeros dirigentes, al mando de Papagno, para tomar cartas en el asunto y poner las cosas en su lugar, es decir, reponer a los defenestrados de Neuquén.
Pero El Chocón estaba al rojo vivo y fue necesaria la venida urgente de Coria, quien afronta en las barricadas de la obra una asamblea en la que estuvimos presentes y que, desde luego, le fue muy difícil de manejar; la posición de los obreros era terminante: reconocimiento por parte de Coria y de las empresas de los que consideraban sus auténticos representantes; además, la libertad y posterior reincorporación de sus líderes cesantes y presos. La posición de Coria era colocar la entidad en manos neutrales por un mes y luego realizar elecciones. Los obreros exigieron y obtuvieron realizar elecciones en forma inmediata, con el triunfo por unanimidad de Alac, Olivares y Torres, con lo que se levanta el paro, se reanudan los trabajos y la calma vuelve a reinar en El Chocón.
Es necesario poner de manifiesto que, paralelamente a las gestiones que venían realizando los obreros, diversas instituciones, entidades y personas terciaron en las tratativas, con el objeto de arrimar un puntal para solucionar el conflicto; todos y cada uno gravitaron en alguna medida, pero el que se destacó con caracteres netos y fue factor decisivo por su gestión positiva fue el obispo del Neuquén, monseñor Jaime Francisco de Nevares. Se lo vio en todas partes; viajó, trajinó, predicó, alentó, y sin duda los obreros encontraron en él al mejor intérprete de sus angustias pasadas y presentes.
Pero la paz de El Chocón estaba condenada: así es que al poco tiempo sus flamantes dirigentes, Alac, Torres y Olivares, se trasladaron a Córdoba para participar de un plenario de la C.G.T. que responde a Raimundo Ongaro. Enterado Coria de que su trío dirigente de El Chocón había participado de las reuniones de Córdoba, procede a su inmediata expulsión, con lo que, claro está, se desencadena nuevamente el conflicto.
Ahora el enfrentamiento es claro y el problema vuelve a kilómetro 0, con la agravante de que en el período que media entre los dos paros las empresas no hicieron nada para mejorar las condiciones imperantes y a las que hay que agregar ahora la presencia de la policía del Neuquén, pasiva, mesurada y responsable, y la de los efectivos policiales foráneos, que con sus procedimientos intimidatorios y sus provocaciones hacen que la tensión llegue a límites insostenibles y se tema lo peor. Se vuelven a reproducir corregidos y aumentados los episodios del paro anterior. Las manifestaciones de solidaridad llegan de distintos sectores y latitudes del país. El apoyo obrero zonal es total. Desde luego, vuelve a centralizar la atención general el obispo de Nevares y se lo ve llevando víveres y aliento a las barricadas. El mismo gobernador Sapag visita las obras y se interioriza de los pormenores del conflicto, teniendo en cuenta que éste ya se había desencadenado cuando se hace cargo del gobierno de su provincia.
Así las cosas, y a los 18 días de huelga, ésta se va deteriorando lentamente; se produce la deserción de muchos obreros hacia sus provincias de origen; otros reanudan el trabajo, y finalmente, agotadas las resistencias de las barricadas, cuando apenas quedan unos cincuenta en total, la policía carga, se apodera de la plaza, toma presos a los líderes, incluyendo al cura obrero, son trasladados a Buenos Aires por vía aérea y vuelve a reinar la paz en El Chocón.
Posteriormente, y presumiblemente por gestiones del gobernador Sapag en su entrevista con el presidente de la Nación, son liberados los presos y traídos a Neuquén.
Ahora la huelga ha terminado, y a la luz de los hechos cabe hacer algunas reflexiones y formular algunas preguntas:
¿Quién es el responsable de esta huelga?
Cuando los obreros se quejan de que ganan poco, trabajan mal y viven peor, la respuesta es obvia: el responsable es el ente patronal.
Pero en este caso particular surge otro responsable y a quien considero factor desencadenante de los hechos: Unión Obrera de la Construcción, Seccional Neuquén, que tenía como misión justamente asumir la defensa de sus compañeros de El Chocón.
Al estallar el conflicto, lo único que se les ocurre a ellos y a algunos otros es calificar de comunistas a los dirigentes, cosa que puede ser cierta, pero también es cierto que éstos no hubieran tenido la más remota posibilidad de aflorar si los obreros de El Chocón hubieran sido oportunamente escuchados, atendidos y protegidos por sus compañeros de la Seccional Neuquén.
La huelga se desarrolló en un clima de gran tensión, pero hay que admitir que los obreros se comportaron con responsabilidad y un cerrado espíritu de cuerpo. Pudo ser una catástrofe en la medida que alguien hubiera incitado o comenzado con actos de violencia.
Aquí las palmas se las lleva el obispo de Nevares, que con su presencia y prédica mantiene la calma y controla permanentemente la natural ansia de desborde que cíclicamente pudiera acometer a los obreros.
Y algo muy importante: mientras se califica de comunistas a los dirigentes y a la huelga misma, un sacerdote católico, el obispo del Neuquén, en presencia física y espiritual, ocupa puestos de vanguardia, se convierte en paladín de los obreros, dice verdades muy amargas a quien las quiera escuchar y se alza a la postre con todas las cartas del triunfo. Del resto hay poco que decir: el Gobierno, ausente, pues la presencia del funcionario actuante de la Secretaría de Trabajo resultó tremendamente opaca; y en cuanto a Hidronor, vistió las ropas de Poncio Pilatos, y lo hizo muy bien.
Legalidad ante todo
Sonriente, ufano, Rogelio Coria recibió a EXTRA en su imponente despacho de la Unión Obrera de la Construcción.
Mordaz, con un buen manejo de la picardía criolla, no vaciló en reprochar a de Nevares su actitud. “Zapatero a tus zapatos”, dijo, y aclaró: “Esto no lo digo por toda su intervención, sino por un aspecto. Habría que ver cómo reacciona él si yo me pongo a darle apoyo a un curita que se le subleva en alguna parroquia por ahí…”
Aunque reconoció que antes existían condiciones laborales susceptibles de generar un conflicto y enarboló su denuncia elevada a la Secretaria de Trabajo el 22-12-69 (Expediente 471.669), estima que ahora mucho era lo ya conquistado. Que el conflicto no tenía razón de ser.
Cuando se alude a las declaraciones del Cte. Magni, contesta lo mismo que nos dijo en privado un alto funcionario de Hidronor: “Después de veinte días de huelga la barraca podía tener muy mal aspecto”.
Negó el éxodo. “No hay tal”. Y para convencernos habló con el contador de la firma Impregillo-Sollazo, que le dio cifras sobre despidos y abandonos.
Su creencia es que el trabajador va a El Chocón a ahorrar plata “y puede hacerlo”.
Recalcó su respeto por las normas legales y estatutarias, en contra de las cuales no obstante actuó cuando llamó a elecciones de las que salieron Torres, Alac y Olivares. “¿Quién los defendió cuando la empresa los echó?”, dijo en su momento más exaltado del diálogo para retornar después a su permanente sonrisa.
Informó que no se estaba tomando gente. “Y menos chilenos, porque hay problemas con Migraciones”.
Exhibió el comentado “plus” de 3.200 pesos como medalla ganada en agosto. Reconoció que sus adversarios habían tenido respaldo al comienzo. Esto de al comienzo no quedó muy claro. Pero motivado también —sugirió— a fuerza de garrote. “No se olvide que para llevar la gente a la huelga funcionó un piquete de 100 personas”.
Elogió la intervención de Sapag porque “no dilató la solución del conflicto” y admitió que su gente no se había movido con celeridad y que por eso “estos bichos, usted sabe cómo son los «zurdos», pudieron meterse y armar lío”. Calificó a Alac como comunista indicando que había sido candidato en las últimas elecciones por el Partido Comunista; no aclaró a qué elecciones aludía. Por otra parte, ésa es una acusación para asustar a señoras viejitas y poco informadas. Como se sabe, el PC en Argentina y en todos lados, es un ejemplo de templanza revolucionaria y buenos modales.
Hacia el final de la entrevista, este gremialista— que se inició allá por el 47, fue secretario de la seccional Avellaneda en 1956 (después de la intervención) y llegó a secretario general del gremio en el 63— mostró una de las puntas del ovillo.
—Ahí tiene… ¿ve? Mire la militancia de años que tengo. Y esos señores no eran afiliados en diciembre. ¿Me entiende…? Cómo van a pretender…
Sí, claro, es toda una insolencia. Un agravio al escalafón.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
- Agradecimiento especial al sitio web Mágicas Ruinas, que gentilmente ha enviado el artículo escaneado a Más Neuquén. (www.magicasruinas.com.ar)
- El artículo fue publicada en la revista Extra, en Abril de 1970
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