El pueblo que será “borrado” por El Chocón
Artículo publicado en la revista Gente y La Actualidad del 18 de Mayo de 1972
Picún Leufú. 500 habitantes. 58 familias. A 140 kilómetros de Neuquén y a 60 de El Chocón. Un pueblo que desaparecerá cuando el embalse del río Limay comience en el complejo hidroeléctrico.
Picún quedará sumergido y sus habitantes ya se habrán mudado a un nuevo pueblo. Este es el último testimonio gráfico y humano de un lugar del país por donde pasaron Frondizi y Errol Flyn. Su habitantes y autoridades dicen el último adiós y miran con tristeza lo que jamás volverán a ver: Las tierras donde nacieron.
Está —dentro de algunos meses tendremos que decir estaba— a 139 kilómetros de Neuquén. A 60 del Chocón y a 90 de Piedra del Águila. Son 58 familias, 500 personas más o menos, que guardan en su memoria algunas presencias destacadas: Frondizi, Caggiano, Aramburu, Rojas, Lanza del Vasto, Dominguin, Errol Flyn, Garrincha. Pasaron por Picún Leufú a veces a cargar nafta, a comer un sandwich o simplemente a ver. ¿Qué? Una geografía árida y nostálgica, una escasa vegetación golpeada por el viento, unas mañanas lánguidas y tibias, unas noches de cielo negro y tierra fría. Eso es Picún Leufú. Eso y una aventura humana que a veces toma el nombre de Gerardo Jalil Diby, intendente y médico del pueblo; de Juan Miguel Prunetti, que es concejal y dueño del almacén de ramos generales del lugar; de algunos otros anónimos habitantes de este pueblo fantasma que el nuevo embalse del Limay —que comenzará en El Chocón— ha de borrar cuando sus aguas lo arrasen. Picún Leufú viejo desaparecerá y Picún Leufú nuevo tendrá un grupo electrógeno que da energía gratuita, tendrá colegio y hospital que Hidronor, la constructora de El Chocón, se encargará de realizar; tendrá la fisonomía del progreso. Pero habrá perdido muchas cosas. Entre ellas el «Elam”, el hálito que la había convertido en una ciudad encantada para los que por allí pasaban y para los que por allí vivían.
Prunetti, por ejemplo, por nada del mundo se movería de allí. Él consiguió el único teléfono que había en el pueblo. El mismo que ahora ha mudado para su nuevo negocio; pero antes del teléfono reunió a todo el pueblo y en una «sencilla pero emotiva ceremonia” enterró en una botella el acta de fundación del nuevo sitio. Para él Picún Leufú es su mundo. Y más allá de El Chocón es el extranjero. «Hay de todo, cuenta, todo se consigue, y lo que no se consigue no se usa. Sabemos prescindir de muchas cosas que la gente de afuera considera imprescindible. Aquí la vida es dura pero hermosa; no blanda y linda…” Prunetti tiene 5 hijos, es cordobés y detrás de su mostrador aprendió a conocer los secretos de la gente y a saber del pueblo hasta los mínimos detalles.
Diby tiene 43 años y ejerce como médico de Picún Leufú desde 1968. Como intendente desde 1971: «Aquí se aprende una medicina muy especial, aquí lo psicosomático tiene poco que ver con la realidad, las enfermedades son muy concretas. ¿Por qué estoy aquí? Porque he terminado amando estas tierras. Porque creo que aquí soy necesario, porque creo que estoy haciendo patria a mi modo y porque creo que necesito de esta gente, de todo lo que ellos me puedan dar”.
Por ahora el agua fluye a razón de 100 a 300 metros cúbicos por segundo. Y quizá tarde alrededor de 7 meses alcanzar los 816 kilómetros cuadrados que será el metraje total del nuevo espejo del lago artificial. Y aunque falta tan poco todavía queda mucha gente en el lugar. Casi todos.
¿Por qué no se van? Por una razón muy sencilla. Cuando el agua llegue hasta las puntas de sus pies recién entonces tomarán sus caballos y comenzarán la peregrinación a Picún nuevo. Eso lo decidieron sin reuniones, sin discursos. Cada uno por su lado fue tomando esa decisión hacia adentro porque les duele terriblemente abandonar ese pueblo. Nosotros apenas pasamos días. Y quizá nuestra evaluación sea superficial, artificiosa. Uno mira a los cuatro puntos cardinales y se pregunta qué es lo que los detiene. Cómo se puede amar ese pedazo de tierra que es igual arriba, en la nueva parte, que aquí donde están.
—Hace pocas semanas tuve un sueño. Yo sabía que el pueblo se había fundado en 1904, sumé todos sus números y daba 5. Justo la edad de mi primer hijo. Comencé a morirme de miedo, porque en el sueño alguien me dijo que cuando un pueblo muere justo cuando la suma del año de fundación coincide con los años de algunos de sus habitantes, ellos se mueren. Cuando me desperté fui corriendo a lo de Jalil y se lo conté. El me aclaró que el pueblo no moría. Simplemente se mudaba, que todo iba a quedar igual… Y así fue. Nadie se ha muerto, felizmente, y creo que realmente mudarse no es morir… ahora Picún Leufú quedará bajo el agua.
—Y a nosotros nos da como pena pensar que nada de esto quedará. Al principio habíamos hecho algunas gestiones, cuenta Pronetti, para que eso no pase. Esto es una joya, quizá uno de los pocos pueblos legítimos que quedan en el Sur argentino. Aquí hay mucha arqueología guardada, no me pregunte qué es porque lo ignoro, pero mucha gente que pasó por aquí nos ha contado que en la tierra hay muchos secretos. Y yo no sé si a usted le habrá pasado, pero cuando uno pasa por algún lugar que una vez vio o vivió y después ya no lo encuentra o lo encuentra cambiado se le hace un nudo en la garganta. Vea, yo soy próspero y optimista, a mí nadie nunca me ha visto triste, por una sencilla razón. Cada mañana cuando me levanto hago mi pequeño balance. Tengo ojos, hablo, oigo, veo, siento y con eso es suficiente para que todo el día me sienta muy bien. Eso es una filosofía muy especial y personal, pero filosofía al fin. Tan válida como cualquier otra. Por lo pronto nos hace sentir diferentes de todos los que por aquí pasan apurados, agitados porque no llegan. ¿Adónde? Si cuando uno llega es cuando se muere. Para qué tanto apuro…
La memoria de Picún Leufú recuerda el paso de un misterioso personaje que todos se esmeran en guardar en el anonimato.
—Es un hombre muy famoso. Pasó un día por aquí con un auto muy moderno y le dijo a un vecino. «Tengo en mi poder 15.000 pesos y me quiero quedar aquí…, ¿qué me aconseja?”. Este personaje se quedó no más, y por bastante tiempo. Casi un año y medio. Aquí hizo muchas cosas y muy importantes. Comenzó a trabajar y durante el primer mes lo único que comió fue cordero, mañana, tarde y noche. Estaba fascinado No quería moverse. Se pasaba horas hablando con nosotros, preguntando por nuestras vidas, por nuestro pasado y lo que pensábamos para el futuro. Recibía libros, algunos discos que escuchábamos todos juntos y por la noche trabajaba hasta tarde escribiendo. Nunca supimos qué escribía. Una mañana sólo encontramos en la pieza que ocupaba una carta: «Esto me ha asfixiado. Aguanté mucho tiempo porque amaba a toda la gente que estaba aquí. Pero hoy he dicho basta. Terminé hace tiempo lo que había venido a hacer, un libro sobre ustedes. Algún día sabrán de mí…” Y supimos. Dos días después de haberse ido murió en un accidente en la ruta 22 y el auto se prendió fuego. Los originales del libro se quemaron. Allí moría un poco nuestra historia en manos de la única persona que quiso contarla. Quizá esa persona nunca tenía que haberse ido de aquí. Muchas de nuestras mujeres soñaron cuando él se fue que algo malo le estaba pasando… Y un poco el pueblo es así, cada uno que lo vive comienza a hacerse dueño de su vida, pero Picún Leufú se va haciendo dueño de ellos…
Es difícil de explicar, pero es así.
Carmelo Miranda es el oficial principal a cargo de la comisaria de Picún. Su personal se completa con un cabo y un agente. Casi nunca han tenido trabajos duros ni sucios. Algún accidente, alguna agresión. «La gente es tranquila y resignada, confiesa, no tiene extrañas apetencias y se acostumbra a esta geografía, por eso se les hace fácil vivir aquí. A veces el progreso y el cambio de la gente que se va agregando y de los que se van yendo produce algunas nostalgias que casi siempre terminan en desgracia, pero nunca ha pasado nada grave. Además, no hay nada que no se arregle conversando, al menos aquí…”
Carlos Vera tiene 37 años y dos hijos. Es el director de la escuela, que tiene 145 alumnos y dos maestras. Una población escolar inusitada. Pero esto tiene una explicación. Cada familia tiene un promedio de 3 a 4 hijos. Y sobre esta avalancha de nacimientos puede dar buena fe Jalil, médico e intendente, que no sólo tiene que asistir los partos, sino que después tiene que anotarlos como nuevos ciudadanos del país.
«Hay un buen nivel de aplicación en los chicos de Picún. Yo a veces cuando hablo con los inspectores veo que se sorprenden realmente por lo bien que andan nuestros chicos. Claro que aquí hay pobreza, pero no miseria. No hay angustia por el pan que no vendrá mañana, como puede ocurrir en el cordón del Gran Buenos Aires; el pan y el cordero estarán seguros. Claro que falta todo le demás, y eso tratamos de suplirlo con buena memoria…”
Y buena memoria es lo que abunda en este Picún Leufú viejo, que dentro de algunos meses estará sumergido en un espejo de agua dos veces mayor que el del Nahuel Huapi. Buena memoria para grabar hoy y para siempre en sus retinas un pedazo de tierra argentina que alguna vez les perteneció y que no volverán a ver jamás. Pero jamás. Y eso no deja de ser algo triste.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Artículo publicado en la revista Gente y La Actualidad del 18 de Mayo de 1972. Enviados especiales Samuel «chiche» Gelblung y Antonio Legarreta
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