El Agua
En sus comienzos Cutral Co no tenía agua, pues no se levanta cerca de las márgenes de cursos de agua como ser ríos, arroyos, torrentes, lagos, lagunas. Pero sí está situada sobre aguas subterráneas.
El hombre audazmente desarrolló su epopeya civilizadora, sobre ese áspero y seco escenario sin presentir siquiera su existencia.
No la necesitaba para regar superficies cultivadas, ni para mantener vivos espacios verdes, ni para forestar necesarios lugares vacíos, ni para frenar el ventarrón fuerte y arenoso.
La necesitaba y reclamaba con desgarrante voz, la sed. Sed de hombres, animales y motores. Sed de caras y cuerpos sucios de «inyección » y de petróleo. Sed de baños sin tomar, de comidas mal preparadas y sobre ello, del terror al azote periódico del tifus. ¡Hasta para perforar en su búsqueda se la necesitaba!
Una vez, alguien preguntó sorprendido:
—¿El agua de dónde provenía? ¿Cómo vivía la gente sin agua? ¿Cómo se la obtuvo?
Un hombre, «su locura» y su pozo de agua
Wenceslao Navarrete Ortiz, perforador de Campamento «Sol», nació en Parral de Linares, Chile, el 23 de septiembre de 1895. Con su esposa Ema y 5 hijos -4 varones y 1 mujer- vivía allá por 1927, cerca del zanjón. El 20 de octubre de 1929, trasladó su rancho y familia a un centenar de metros de las vías del ferrocarril y a unos setenta de «la Línea» que marcaba el límite de la reserva fiscal de YPF. Cerca tenía su casita Segundo Aguilera. Desde allí, extraía agua del pozo de Burgos, situado en el lugar del actual emplazamiento de la Policía Caminera. Ese pozo era de propiedad de Burgos y Torres Ibañez , para pasar a ser, con el tiempo de Burgos y Aurelia Inda. El agua se acarreaba en bordelesas, traccionadas por caballos o empujadas a mano, (eran dos mil metros de recorrido). Se debía saciar la sed de la familia y de los animales.
La cuota de agua lograda con ese particular procedimiento, no cubría las urgencias familiares.
Navarrete creía firmemente que bajo ese desierto de médanos, jarillales, olivillo blanco y alpataco, debía haber una napa de agua subterránea. Él debía tener su propio pozo.
Comenzó una lucha tozuda, monótona y esperanzada de trabajo individual, sin ningún tipo de apoyo. Todo su equipo consistía en escasos y rudimentarios recursos técnicos (trépanos viejos, un rústico balancín de madera, trozos de cables de rezago) y sus propios brazos.
Trabaja a percusión, a sangre, en penetración lenta y sudorosa de la tierra dura y rechazante. Debe cavar unos cincuenta metros. Tiene su rancho y familia cerca. Los días y las semanas pasan. Navarrete ignorante de los vientos y las lluvias, de los fríos y calores, busca cristalizar sus sueños en el fondo de un pozo.
Los obreros del ferrocarril, en su tarea de inspección y reparación de vías, pasan regular y raudamente cerca del escenario de la repetida escena: un hombre alucinado en medio de un desierto, con un pobre equipo arañando la tierra, creyéndolo un loco.
Navarrete persiste. No claudica. Después de un año y días al finalizar 1930, el agua afloró desde 44 metros de profundidad.
Los trabajadores de «la zorra», con ojos teñidos de asombro y voces turbadas por la emoción, de dieron cuenta que ese “loco” tenía razón. ,
El pozo de Navarrete, estaba ubicado a la altura de la actual calle calle Salta n° 62. En la casa allí ubicada, mas bien humilde rancho, vivió y amó Don Navarrete hasta el momento de su partida en 1980. Tenía 85 años de edad.
Navarrete al resolver su propio problema de abastecimiento de agua, justificó los sueños de la existencia de aguas subterráneas en la zona, despertando corrientes positivas de poblamiento en aquellos marginados por la incomprensión de Y.P.F.
Fue así que las familias obreras «corridas» fuera de «La Línea», dejaron tras sí La Aguada, Laguna Colorada y los escondites del Zanjón, acercándose al pozo Navarrete, originando precipitadamente un nucleamiento humano ponderable. Se estaba gestando Cutral Co.
El agua se empezó a vender a 20 centavos por tambor. Al poco tiempo costaba 40 centavos.
Ante la necesidad de tener su propio pozo, los propietarios de lotes fiscales, poseedores de cierto dinero y posibilidades económicas, le hacen cavar a Navarrete aprovechando su experiencia individual. Este perforó pozos para Guillermo Lillo, Esteban N. Nolasco, (en Circunvalación), el vasco Rivas (donde está el Hospital Rural), Juan Soufal (-pionero de la perforación del pozo petrolero N° 1 de Y.P.F.- donde está el Matadero actual), entre otros.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído y adaptado del libro Cutral Co, Tiempos de Viento, arena y sed, de Alesio Miguel Saade
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