Hijo de padre Dinamarqués y madre criolla, Arturo Kruuse nació en Viedma. Radicado en Zapala, se convirtió en leyenda del automovilismo nacional
Aquel 1935 había sido el gran año de Arturo Kruuse, el que lo llevó a la senda de los grandes triunfos, el que lo depositó en los umbrales de la más alta admiración. Vencedor de carreras, ganador de campeonato, ejemplo del deporte, su nombre era coreado por multitudes, simbolizaba a la vasta región de sur argentino.
En 1934 los caminos de América verían su paso triunfal por distintos escenarios: ese año se clasificaría segundo en el campeonato, después de Ernesto Blanca. Tuvo una destacada actuación en el Gran Premio que como el anterior se corrió en Argentina y Chile, recorriendo además gran parte de la Patagonia. Kruuse estuvo peleando la punta de la carrera durante varias etapas -incluso ganó alguna- pero debió abandonar después de pasar por Tres Arroyos. Antes de Puerto Madryn había volcado, pero pese al retraso seguía luchando por el liderazgo de la carrera. La historia escrita por Carlos Magario expresa que «El Territorio» titulaba: “La Gran Carrera Internacional: Arturo Kruuse, ganador de tres etapas, puntero en la 8va”. Dentro de la crónica se daba cuenta de una situación que debió sufrir el piloto sureño al que se le impidió la largada en Temuco «por un error en la interpretación de la reglamentación por parte de un carabinero». Esto lo obligó a largar en último término, con lo que se sumaron cincuenta minutos a su tiempo. Este recargo lo relegó al noveno puesto, pero de haberse considerado el tiempo que correspondía, hubiera estado ubicado en el segundo lugar. Es significativa la crónica del diario regional -dice Magario- al informar el final de la carrera: «Con la deserción de Kruuse, Massetti, Risatti y Musso, Riganti conquistó el primer puesto con relativa facilidad». En el desarrollo de la nota se consignaba que «Riganti ganó la carrera, hizo suyo el premio, se consagró como el mejor… pero, ¿fue la suya una hazaña! ¿Se puso a la altura de su popularidad y de la «maquinaza» que llevaba! Riganti no cumplió una hazaña… en las 9 etapas de la competencia solamente consiguió colocaciones secundarias, sólo se limitó a seguirá los punteros esperando que la «getta» los fuera eliminando uno a uno».
En general -escribe Magano- puede advertirse en «El Territorio» una marcada antipatía por Raúl Riganti (y una fervorosa adhesión a Arturo Kruuse, agregamos nosotros).
También en 1936, en una crónica titulada «Ecos de la Gran Carrera», se hacía una comparación entre Riganti y Kruuse: «..a suerte igual y a coche igual, Kruuse, a pesar de la «getta» que lo acosó en esta prueba, es siempre, para nosotros, el Campeón». Distinta, sin embargo, era la visión sobre otros pilotos como el que se consagró campeón ese año, Ernesto Blanco. El diario hace referencia a la carrera de Tres Arroyos, destacando lo difícil que sería para Kruuse descontar la diferencia que le llevaba Blanco en el campeonato. Y la noticia terminaba reconociendo que de consagrarse campeón este piloto, «…el Campeonato ha caído en muy buenas manos».
Kruuse se había clasificado segundo en el Gran Premio Ciudad de Mendoza, carrera que se disputó cuando ya se encontraba consagrado como campeón Ernesto Blanco.
La información historia fija a 1937 como el año en que empieza la historia grande del automovilismo argentino, escrita por valientes gladiadores del camino que llevados por su profundo amor deportivo, abrieron para el futuro caminos inexistentes, porque muchos de ellos eran apenas una huella poco visible.
El comienzo de esa gran crónica es el 5 de agosto; ese día, el Presidente de la Nación Agustín P. Justo le da la señal de partida al primer auto participante, tripulado por Arturo Kruuse. Después de él, otros 68 automóviles iniciaban la marcha que los llevarla a recorrer doce provincias y 6.894 kilómetros. El vencedor fue Ángel Lo Valvo y junto a él se destacaban los nombres de Kruuse, Ernesto Blanco, Eduardo Pedrazzini, Tadeo Taddía, Héctor Suppici Sedes, Rodrigo Daly y el chileno Lorenzo Varoli. La concreción de esta carrera no había sido fácil y en ella se consolidó lo que sería un símbolo característico del turismo de carretera: las célebres «cupecitas», que habían sido ya usadas por algunos volantes, entre ellos el Indio Rubio de Zapala. El modelo cupé fue elegido por los pilotos y preparadores por ser más sólido y más liviano. Arturo Kruuse eligió este modelo de la marca Plymouth y con él recorrió toda su trayectoria dentro del Turismo de Carretera.
Pero es interesante considerar que resulta emblemático que quien largara en primer lugar en esta carrera, haya sido el representante de Neuquén, un hombre-símbolo que aún mantiene su nombre con absoluta vigencia, pese al inexorable paso de los años.
En una nota periodística de aquel entonces, se habla de un sabotaje al auto de Kruuse, lo que fue confirmado por el propio piloto sureño al destacar que «en Mar del Plata debí cambiar aceite y al retomar la ruta me di cuenta que me habían colocado una porquería. Seguí hasta que la máquina sufrió las consecuencias de ese veneno y paró para no arrancar más, a quince kilómetros de la línea de llegada». Queda claro que ese sabotaje le significó perder el Gran Premio ganado por Lo Valvo. Kruuse siguió ganando laureles a lo largo de los años, y en 1948 se produce la más extraordinaria carrera que cubrió llanos, precipicios y montañas a lo largo de 14 etapas con un recorrido total de 9.576 kilómetros, pasando por siete países: Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Chile y Venezuela. La Buenos Aires- Caracas significó la irrupción de numerosos pilotos jóvenes que cubrieron de gloria al automovilismo: los casos más claros, Juan Manuel Fangio, Oscar y Juan Gálvez.
Hay algo que debe destacarse: Los pilotos fueron organizados para el lanzamiento de la carrera y el consecuente número de orden en tres grupos: el primero, compuesto por los ganadores de Grandes Premios en carretera organizados por el Automóvil Club Argentino: siete en total. El segundo, integrado por 19 pilotos, ganadores de otro tipo de carreras organizadas por la misma institución, y el tercero, 116 corredores, compuesto por aquellos no incluidos en los anteriores. En el selecto primer grupo se encontraba Arturo Kruuse, a los 51 años de edad. Esta flor y nata del automovilismo deportivo incluía además del representante de Neuquén, a Juan Manuel Fangio, Oscar Gálvez, Ernesto Blanco (que no largó), Ricardo Rissatti y Emilio Karstulovic. Todos largarían con Ford o Chevrolet, a excepción de Kruuse, fiel a Plymouth. De esta gran carrera se ha hablado y escrito mucho, pero como no escapará al entendimiento aún de los menos aficionados al automovilismo, fue una carrera durísima. La mejor colocación que obtuvo nuestro piloto neuquino fue un quinto puesto en la tercera etapa Villazón-Potosí. Finalmente, abandonó. El Automóvil Club Argentino había previsto una carrera «de regreso», que se disputaría entre Lima y Buenos Aires. Esta fue la última carrera en la que participó Kruuse, clasificándose en el décimosegundo lugar, con el número cinco en la puerta de su coche, la misma que está depositada en el Museo de Minería de Zapala, según dice Carlos Magario. La competición siguió siendo parte fundamental de su vida, mientras Arturo Kruuse lo creyó conveniente. Cuando vio que el progreso lo estaba superando, colgó el casco y en 1948 se llamó a retiro. Había sido el campeón en 1935, subcampeón en 1936 y ocupó un lugar muy destacado hasta 1942. Desde la prensa regional se lo vio como un representante de identidad local y tuvo un marcado apoyo. De acuerdo a crónicas de los más prestigiosos periodistas de la época, Kruuse puede considerarse como el primer campeón del Turismo de Carretera, dado el tipo de automóvil que utilizó. Por lo tanto, debe tenerse presente que el Indio Rubio o Chacarero de Oro fue un verdadero pionero de la categoría más encumbrada dentro del automovilismo deportivo.
Arturo Kruuse fue un vencedor de montañas, de caminos lindantes con precipicios, de sendas nunca antes transitadas por autos de carrera. Fue un gran campeón, un excepcional deportista, un cabal hombre de bien. La admiración que ha sabido ganarse fue pareja al enorme cariño que se le tributó a lo largo de rutas y de pueblos.
Fue amado por Neuquén y su nombre está escrito en los mayores libros de la historia, porque señaló los rumbos nuevos en un deporte que se metió profundo en el alma del pueblo.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Revista por siempre Neuquén, año 7, número 25, junio del 2005
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