A principios de 1881 la guarnición situada en Chos Malal contaba sólo con el Regimiento 11 de caballería, pues el Batallón Nueva Creación había debido marchar a Buenos Aires a mediados del año anterior para contribuir a dominar la rebelión del Gobernador Tejedor (y luego pasó a Corrientes con la Intervención nacional del Ministro Goyena, hasta que retornó en octubre). Se componía aquella unidad de 400 hombres, insuficientes para atender a la Comandancia y los fuertes dependientes: Los Menucos, Guañacos y Huitrin, sobre la costa del río Neuquén que daba su nombre al territorio.
Por entonces el coronel Marcial Nadal tuvo aviso que se preparaba un fuerte malón de pampas y araucanos. Para comprobarlo y tomar conocimiento de su importancia, el comandante del fortín Guañacos, teniente Sebastián Astrada, salió a recorrer su frente con diecisiete hombres, quedando a cargo del fortín el alférez Elíseo Boer con otros quince más. En Guañacos habitaban veinte chilenos y algunas familias de la tropa. Lo que siguió al regreso de la partida se debe a la pluma del cadete Pechmann, del mismo Regimiento:
«Al día siguiente (21 de enero de 1881) a mediodía, el teniente Astrada llegaba a su fortín, donde todos eran cadáveres y escombros carbonizados.
La sorpresa e impresiones de aquellos militares al ver a sus compañeros tendidos y cubiertos de heridas, la población incendiada, el silencio terrible del momento y el planear de los cóndores que se acercaban, darán a la imaginación del que lea una idea de aquel cuadro.
Por un indio herido que fue alcanzado, se supo que en la madrugada siguiente a la partida del Teniente, el cacique Queupo con 500 indios había asaltado el fortín, librándose un combate largo y encarnizado; y a juzgar por algunas vainas servidas que se encontraron, que no eran de Remington, se comprendía que algunos de los asaltantes llevaron armas de cierta precisión. El alférez Boer, 15 de tropa del Regimiento, 15 chilenos auxiliares y 3 peones de la proveeduría fueron los muertos; encontrándose dentro y fuera del fortín 40 cadáveres de los indios. Las pobres mujeres fueron llevadas cautivas, y después de incendiar todo, arrearon la caballada.»
Años más tarde —agrega Pechmann— pudo rescatarse en Chile a dos hijos pequeños del sargento Pereyra (uno de los muertos) llamados Teodolina y Alejo, cuya esposa había fallecido en cautiverio, y que fueron criados por el coronel Nadal. Pechmann continúa relatando:
«A principios de este año [1923] Teodolina Pereyra, muy pobre, llegó a mi casa para preguntarme e informarse si ella tendría derecho a una pensión militar por ser hija del sargento Pereyra, muerto en acción de guerra. No obstante conocerla personalmente desde muy chica y ser testigo de su infortunio, le contesté que era, si no imposible, al menos muy difícil conseguir la pensión, desde el momento que no tenía ningún documento que la relacionase con su padre. Que yo sabía que era nacida en Puán o en Choele Choel y conocía su origen, como también los generales don Victoriano Rodríguez y Martín Rodríguez y el coronel Francisco Villarino, pero en conclusión no había caso de pensión por falta de comprobantes. Le regalé unos pesos, y corriéndole una gruesa lágrima por la mejilla se despidió, dejándome apenado. Dos días después, estando en el Senado, le referí el caso al doctor Carreño, quien me indicó la manera de iniciar las gestiones, que he llevado adelante bajo la dirección del talentoso abogado don Rafael P. Emiliani; y si bien he obtenido todo el éxito deseado, me he prometido no ejercer más esta clase de procuración.»
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Campañas Militares Argentinas – Tomo V (1870-1884) de Isidoro Ruiz Moreno
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