26/03/2000
El anfiteatro natural que forman las bardas ubicadas al pie del Auca Mahuida tiene los colores y el arte del mejor lienzo. Es una geografía casi lunar donde, por efecto de la desenfrenada luz del mediodía, el rojo de la arcilla se potencia y tiñe el particular ambiente.
El enorme terreno está protegido por una muralla que exhibe sin pudores media docena de tonos, pintados horizontalmente por obra y gracia de las distintas eras geológicas.
Unos kilómetros más allá se multiplican los arbustos, y los cañadones marcan el fin de todos los caminos que conducen a esa increíble porción de desierto. Por eso, como si fuera una artimaña de la naturaleza, al anfiteatro sólo se puede ingresar a pie. Entonces uno carga con la engañosa sensación de ser el primero en dejar pisada. En segundos, la impresión se desvanece como una burbuja. Miles de huellas testimonian la historia de las criaturas gigantescas que durante millones de años poblaron el planeta y sorprenden aún a los más avezados hombres de ciencia.
Allí, un equipo de veintitrés científicos de distintas nacionalidades recogen la pruebas que les permitirán reconstruir desde los hábitos reproductivos hasta la manera en que los dinosaurios empollaban sus huevos. Es que los investigadores están parados -o acostados de panza- sobre el templo que contiene la mayor nidada de dinosaurios de la que se tenga conocimiento en el mundo.
Por estos días, Auca Mahuida está entregando piezas con las que los científicos quieren completar el puzzle que explicará cómo nacían y cómo vivían los dinosaurios saurópodos, el género más difundido en el período Cretácico, que aquí como en ningún otro lado está a flor de suelo.
Hace ochenta millones de años, con otro clima y surcado por arroyos tumultuosos, Auca Mahuida fue la cuna que anidó a los rechonchos herbívoros para que, en masa, depositen sus huevos. Algo así como la ceremonia que año a año los pingüinos cumplen en Punta Tombo. Los científicos tienen “mapeados” diecisiete kilómetros lineales regados con fósiles de huevos de estos dinosaurios, además de los huesos de tres animales herbívoros y un carnívoro de una especie única.
En algunos sectores las cáscaras de los huevos -de unos tres milímetros de espesor- están salpicadas por el suelo, con un efecto similar al que provocarían los vidrios rotos de un foco. Hay miles de huevos, pero sólo algunos conservan restos de los embriones, con la piel y hasta los dientes de los bichos que no alcanzaron a nacer. Dentro de una bocha de yeso (el embalaje que arman los paleontólogos) hay por lo menos un huevo en cuyo interior está el cráneo del embrión, de dos centímetros y medio de largo. Los huevos, muy probablemente, quedaron sepultados por un diluvio de barro y bajo ese manto en contacto con agua y minerales se perpetuaron como fósiles.
Si bien en el mundo hay otros yacimientos de huevos, ninguno se asemeja al de Auca Mahuida, no sólo por la cantidad, sino también por la calidad. Auca Mahuida es “Auca Mahuevo”, de acuerdo con la nueva denominación que los científicos le dieron.
En el lugar, el equipo de profesionales comandados por los paleontólogos Rodolfo Coria y Luis Chiappe sigue sumando sorpresas. Y fascinación. Han descubierto aquí una serie de nidos con sus huevos conservados tal como fueron depositados hace unos ochenta millones de años, lo que significa que a lo largo de todo ese tiempo no sufrieron ningún tipo de desplazamiento. “Increíble”, resume Coria con su metro noventa horizontal sobre el suelo, rescatando un dinosaurio.
El hallazgo no tiene antecedentes y aportará valiosísima información sobre los hábitos de estos dinos y sobre la forma en que los huevos eran incubados y protegidos.
“Están perfectamente conservados, en el mismo lugar donde los dinosaurios los depositaron”, explica Coria, el director del museo Carmen Funes de Plaza Huincul.
En el mismo estrato donde aparecieron huevos y nidadas se descubrieron los restos de tres dinos saurópodos, uno de ellos en excelente estado de conservación y con una importante cantidad de piezas.
La osamenta fosilizada podría pertenecer a los criaturas que pusieron esos huevos, una presunción que, de confirmarse, marcaría un antes y un después en el estudio de los dinosaurios. Con estos datos, se podría reconstruir desde el nacimiento hasta la muerte de los gigantes.
De cada huevo de dinosaurio, cuyo tamaño equivale a doce o trece de gallina, nacían las crías con apenas treinta o cuarenta centímetros de alto. Pero al llegar a la adultez medían quince metros. Los saurópodos ponían entre quince y treinta y tres huevos por nido.
– Es una posibilidad, pueden llegar a ser del tipo de dinosaurio que pusieron los huevos. Sabemos que los huevos los pusieron dinosaurios saurópodos y estamos rescatando huesos de dinosaurios saurópodos, todo en el mismo nivel geológico, pero es muy prematuro decir que estos bichos eran los que ponían estos huevos – indica Chiappe.
“La investigación se abrió en muchas puntas, cada cosa que encontramos nos abre nuevas hipótesis de trabajo. Todavía hay muchísimos años de trabajo en este lugar”, agrega Coria.
La campaña de argentinos y norteamericanos -también hay un suizo y una italiana- es la más numerosa en cantidad de profesionales de las que se han realizado en la región. Una idea de la complejidad con la que se trabaja la da el hecho de que hay un especialista dedicado exclusivamente a estudiar las cáscaras de huevos, otro que analizará la piel fosilizada contra la cáscara, otro que investigará la arquitectura de los nidos y uno que puntualmente auscultará los embriones. Auca Mahuida está hablando.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Crónicas de Tierra Adentro – Historias, hechos y personajes del Neuquén profundo, de Rodolfo Chávez (diario Río Negro) – publicado el 26/03/2000
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Me pregunto dónde están los nidos con los huevos de dinosaurios. No les sacaron fotografías…
Gracias