Los primeros gobernantes que tuvo la capital neuquina querían hacer todo rápido. Pretendían dar grandes saltos para que la joven comunidad tuviera en poco tiempo los servicios básicos que garantizaran una vida digna y se ajustaran al rango de capital territoriana que le habían adjudicado al trasladar el gobierno desde Chos Malal.
No fue fácil lograr los avances. Se chocó con el aislamiento, y fundamentalmente la incomprensión de funcionarios nacionales y empresarios porteños que no comprendían la obsesión de estos pocos habitantes patagónicos.
Seis años después de haberse fundado Neuquén, sus autoridades encararon el ambicioso proyecto de alumbrado público y le pusieron fecha a la inauguración. Pretendían que los farolitos se encendieran el 25 de mayo de 1911, justamente para darle luminosidad a los festejos por el aniversario de la emancipación.
No pudo ser. La frustración fue grande y solo varios años después se pudo caminar por las calles iluminadas.
En diciembre de 1910, las autoridades municipales tomaron contacto – vía postal- con la firma José A. Nogues y Cía., de Buenos Aires, y solicitaron información sobre un sistema de alumbrado público alimentado con nafta y las condiciones para pagarlo. Se les ofreció un sistema de marca «Falucho», con lámparas que «se prenden en medio minuto, que se apagan solas y a la hora que se desee y que tienen un depósito de combustible para quince días».
Luego del intercambio de un par de cartas, la Municipalidad aceptó la oferta de instalar seis generadores de luz «Falucho», estableciéndose la forma de pago de la siguiente manera: Tres cuotas. La primera, al recibirse el servicio funcionando y las dos restantes con pagaré a 4 y 8 meses. La comuna, a su vez, correría con los gastos de permanencia del técnico que se enviaría desde Buenos Aires y le facilitaría empleados y materiales que hicieran falta.
El fracaso
Los habitantes del pueblo estaban pendientes de la instalación del servicio de alumbrado que cambiaría notablemente la fisonomía nocturna del centro y mejoraría, a la vez, las condiciones de seguridad. Los operarios municipales afectados a las tareas de apoyo al técnico porteño, eran consultados permanentemente sobre lo que estaban haciendo. Súbitamente se había incorporado un tema de conversación en las calles, los boliches y las familias. Todos esperaban ansiosos el momento en que se encenderían los «farolitos».
Pero las autoridades comenzaron a observar que las cosas no andaban nada bien. Lo primero que comprobaron fue que el técnico no entendía mucho sobre lo que tenía que hacer y en varias oportunidades fue salvando problemas con el decidido aporte e ingenio de los lugareños. Cuando todo estuvo instalado y se intentó una prueba, aquel no se animó a encender la mecha.
«…el 25 (de mayo) prendieron todos los focos, pero solamente funcionó regularmente uno, el colocado frente al Banco de la Nación; los demás se apagaron antes de las 10 de la noche, manifestando el operario que al siguiente día los arreglarían porque estaban descompuesto», (correspondencia de Abel Chaneton a la firma proveedora).
Para esto, en el pueblo ya se había comprobado que las condiciones y bondades del sistema no tenían nada que ver con las condiciones que se habían pactado al comienzo de las tratativas.
«No es cierto que los focos se prenden en medio minuto y con el reloj en la mano no se ha comprobado que no hay ni un foco que se prenda en menos de cinco minutos y eso con el encendedor que trae el operario, que sin él se necesitan por lo menos de 10 a 15 minutos».
Tampoco funcionaron los sistemas de apagado automático y los depósitos de combustibles tenían solo reserva para una noche.
La autoridad municipal no disimuló su enojo por el fracaso y cortó por lo sano, a través de una nota enviada a Nogues y Cía., por Abel Chaneton, entonces presidente del Concejo Municipal, «…esta Municipalidad se cree complemente desobligada al compromiso contraído y no acepta los focos porque no reúnen las condiciones que expresa el catálogo de Uds. Como transacción propongo devolverles los focos previa devolución del dinero anticipado…». «Les hago saber, finalmente, que ni como transacción acepto los focos ni en forma de regalo, porque no sirven…».
En busca de luz
En semejante fracaso terminó esta primera iniciativa. Pero al ánimo de los gobernantes, luego de asimilar la bronca, los llevó a insistir en la búsqueda del servicio.
El 15 de agosto de 1911, se inician gestiones ante la firma «Luz Kitson del Río de la Plata», para lograr la provisión de «15 focos de mil bujías cada uno, que deberán ser entregados funcionando normalmente durante quince días», advirtiendo a la interesada que aquí se producían vientos permanentes y huracanados.
Pero recién dos años más tarde, el 25 de septiembre de 1913, el concejo municipal concedió la presentación del alumbrado público eléctrico a una empresa particular representada por el doctor Manuel Bonet.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Revista por siempre Neuquén, Edición especial 94 aniversario de Neuquén, Septiembre de 1998
¿Te gusta la historia neuquina? ¿Tenés algo que contar o compartir y querés colaborar con Más Neuquén? Entonces hacé Click Aquí
También podés ayudarnos compartiendo este artículo en las redes sociales.