Como en otros espacios de frontera donde la ciudad estaba en trance de diseñarse sobre la soledad del campo y donde recién comenzaba la construcción de los modos de la sociabilidad, los hombres llegaron primero y vivían solos. Los trabajadores del ferrocarril vivían en alojamientos colectivos para solteros, y los trabajadores de las chacras vivían en piezas que se organizaban en filas, una al lado de la otra. Todo eso no facilitaba el acercamiento a las mujeres. Los fines de semana, iban a los bailes -o a los prostíbulos- a buscar compañía femenina. Pero las cosas no eran fáciles para los que buscaban pareja. Prueba de ello es que la revista El Territorio llegó a habilitar una sección, que se llamó «Buzón de confidencias», donde los solteros y las solteras que buscaban pareja hacían una descripción de sus encantos físicos y morales, deseosos de encontrar al fin, en esta Norpatagonia de soledades trágicas, un corazón afín con el cual escribir su propia novela sentimental.
Los hoteles no escaseaban en la Neuquén de las primeras décadas, como era de esperar en una ciudad que crecía en comercio y población. Son recordados todavía hoy el España, el Nacional, el Europa, La Bella Nápoli, el Rural, el Italia, entre otros. Pero el Hotel Confluencia fue el más tradicional durante varias décadas. Estaba ubicado en la esquina de Avenida Argentina e Independencia. Había lugar para 120 huéspedes y en el restaurante podían instalarse 150 comensales. Treinta años más tarde, se alojaron allí hombres de todo el mundo que venían a conocer el lugar donde se haría la represa El Chocón o la región que el petróleo transformaría en una segunda Texas. En este momento de esplendor, el Confluencia llegó a tener una «boite».
Estos trabajadores del ferrocarril se preparaban para el solaz del asado, en un día feriado probablemente. Pero antes, llegó el fotógrafo y les abrió una ventana a un presente eterno (el del pequeño trozo de cartón donde queda para siempre fijo un solo instante), una ventana a un futuro (desde el cual los miramos), y, también, una ventana hacia los otros (nosotros, hoy). Por eso, su actitud revela más la solemnidad del momento que la alegría ante el inminente regocijo de las papilas gustativas.
En Neuquén, a la particular situación jurídico – política derivada de su condición de territorio nacional, se sumaban las dificultades relacionadas con la falta de medios de comunicación, las grandes distancias, el clima, el bajo índice poblacional. En ese marco, la escuela debía engendrar la patria, convertir en ciudadanos a los habitantes, brindar un espacio para que la vida cívica comenzara a manifestarse. En la imagen, observamos un grupo de niños en las puertas de la Escuela N°2, situada en la esquina de Avenida Argentina y Carlos H. Rodríguez, donde hoy está la Escuela Superior de Música.
Los trabajadores nucleados en La Fraternidad ferroviaria celebraban el sexto aniversario de la filial Neuquén, en su local social.
Una arenosa Avenida Argentina con mirada al sur, vista desde la puerta del Château Gris. El monolito fundacional estaba en el mismo lugar donde hoy se encuentra el monumento a San Martín. De allí fue trasladado a su ubicación actual en 1950.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Imágenes y texto extraídos del libro: 1904-2004 – Neuquén – Imágenes de una ciudad centenaria
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