La construcción de una identidad argentina significó la exclusión de las mujeres, las personas indígenas, los «hermafroditas», obreros y obreras inmigrantes radicales irreductibles a la argentinización, y las prostitutas. La perspectiva del orden y el progreso tuvo efectos respecto de ejes étnicos, sexuales, de género y de clase, pero sólo algunos de estos ejes han sido considerados por la historiografía como pasibles de investigación.
Partimos desde la consideración que una sociedad desigual, con jerarquía de género -masculino, hombre universal-, genera un espacio de subordinación y opresión que se ejerce sobre las mujeres. Desde la construcción del estado moderno, los espacios fueron distribuidos según los sexos, surgiendo la división público/privado, siendo las mujeres relegadas a la esfera de lo privado (a la vida familiar, crianza de los niños) y el hombre al espacio público (a la vida política, de los negocios), lo que les permitió ejercer el poder.
Nuestro objetivo será visualizar y hacer presentes en la historia a un grupo de mujeres que por su condición de «prostitutas», fueron confinadas en las denominadas «casas de tolerancia». El período de estudio que ella abarca comprende entre 1904-1920, durante la etapa territorial de Neuquén. Nos adentramos en las políticas higienistas y la aplicación de acciones de control destinadas a un grupo de mujeres que habitaban este espacio.
El mercado laboral local estaba constituido mayoritariamente por militares, policías, ferroviarios, empleados bancarios, de la gobernación, estancieros, comerciantes, empleados del juzgado federal, troperos y peones rurales. Era una aldea de hombres solos; desde su formación, la población femenina fue absolutamente minoritaria. Estos hombres constituyeron una potencial demanda de necesidades sexuales, lo que provocó en respuesta la instalación de prostíbulos.
La prostitución era una forma de auténtico reaseguro para el matrimonio convencional, y por tanto, una institución solidaria de la sociedad burguesa: los burdeles y/o prostíbulos fueron el circuito donde los hombres podían canalizar sus pasiones instintivas y la sexualidad sin consecuencias. La ciudad fue creciendo y se dividió en dos sectores, marcados por el ferrocarril y sus tierras: del lado norte se encontraba el centro político-administrativo y hacia el sur “el bajo“. Es en esta zona donde aparecen las primeras “casas de tolerancia” de la ciudad, que irán en aumento.
Aparece el médico como administrador de salud: la subordinación de los médicos a la organización estatal dará lugar a la “medicina de Estado”. En la ciudad de Neuquén, a partir de junio de 1908, el Concejo Municipal presidido por Pedro Linares, propone el nombramiento en el cargo de médico de la Comisión Municipal del doctor Julio Pelagatti, con una asignación de cien pesos mensuales, quien cumplió funciones hasta octubre de 1912, cuando será nombrado en este cargo el doctor Ventura Robledo. La elite local, encargada de administrar la ciudad, consultaba a los médicos, quienes fueron actores relevantes tanto para el análisis de las poblaciones urbanas como en las medidas disciplinarias que posibilitaron el control del espacio social de la ciudad y de sus moradores: “el médico es competente, conoce a los enfermos y las enfermedades, detenta un saber científico”.
Sirva de ejemplo al presente texto: con fecha 6 de febrero de 1908, donde el entonces presidente de la Comisión Municipal, don Abel Chaneton, se dirige al doctor Julio Pelagatti, inquiriendo sobre el estado sanitario de la población y haciéndole saber que la aludida comisión “esté dispuesta a ser asesorada por Ud., a hacer todo cuanto sea posible para evitar las enfermedades y dictar todas aquellas medidas de higiene suficientes para ello”. Separar del conjunto, marginar y expulsar de las áreas comunes, fue la herramienta más importante y utilizada por la medicina en las ciudades. El enfermo contagioso debía ser apartado y recluido, con el objeto de preservar la vida de los sanos. El dispensario zonal, el lazareto, las casas de aislamiento, casas de tolerancia, las cárceles y el hospital, fueron los medios que institucionalizaron la vigilancia.
El 22 de mayo de 1906 se adoptó en la ciudad de Neuquén la normativa que legalizaba la prostitución, a partir de un informe médico que el Dr. Pelagatti presenta al entonces intendente municipal don Pedro Linares, quien a su vez determina la promulgación de la Ordenanza sobre “Casas de Tolerancia”. Si bien la misma se fundaba en un sentido de preservación de la salud y en beneficio de toda la población, podemos afirmar que esa protección se dirigía especialmente a la población masculina. Esta medida, tomada por razones de “alta moral”, fue para el Municipio de la ciudad una herramienta de control sobre esta actividad. Es aquí donde encontramos el primer punto de contacto entre estas mujeres -consideradas un peligro- y el poder, quien las marcó y decidió sobre sus libertades y destinos. Las prostitutas, en su mayoría de clase baja, ingresaron bajo la paternidad del Estado, en un perverso sistema avalado por un discurso que permitía el control sobre ellas, a la vez que creaba una imagen social de ellas.
La ciudad fue dividida en zonas precisas y la autoridad médica gubernamental fue la encargada de inspeccionar cada zona, junto a la autoridad policial.
En resguardo de la moral y buenas costumbres, la dirigencia local consideró necesario delimitar y demarcar los espacios que podían ser utilizados por unas y por otras. El primero, con determinados cánones éticos, estaba reservado a una clase social por el cual podían circular “señoras y señoritas”; el segundo, el burdel para las “prostitutas”: será del lado sur de la ciudad, de espaldas a la Estación del ferrocarril, donde el prostíbulo se constituirá como sitio de reunión masculina por excelencia. Entre las primeras casas de tolerancia de la ciudad aparecen la de P.M. y la de E.V.; la nombrada en primer término se encontraba en la calle Bartolomé Mitre, trasladándose más tarde a calle San Luis casi esquina Ingeniero White (actual Lastra); de la segunda no aparece ubicación precisa.
Paralelamente se reglamentó el tiempo de estas mujeres, ya que acorde a la normativa de la época, “las prostitutas” no podían salir a la calle a partir de determinados horarios (las doce del meridiano), a no ser bajo algún motivo justificado y guardando la debida compostura.
Tampoco podían participar de fiestas públicas. La prostitución fue considerada para la sociedad “un mal necesario”: era pensada y sentida como un medio para controlar la moral y evitar los desvíos sexuales; era percibida como instrumento de corrección en tanto rito iniciático para los jóvenes. El régimen reglamentarista fue de utilidad a los fines de reforzar los patrones de moralidad sexual de la época, permitiendo que los varones accedieran a distintos cuerpos femeninos “públicos” y preservaba los cuerpos de las mujeres “decentes”.
El Estado, que vio en la prostitución un mal imposible de extirpar, lo aceptó o reconoció, convirtiéndolo en una importante fuente de ingresos. Esta actividad económica le permitió al Municipio una elevada recaudación, si tenemos en cuenta que entre 1906-1920 existía un promedio de 13 casas de tolerancia, que pagaban -cada una- una patente de 300 pesos al año para poder funcionar. A la suma anterior debemos agregar 2 pesos por permiso de baile (el que se pagaba por cada baile que se efectuara). Podemos suponer que dos veces por semana se efectuaban bailes, lo que suma un total de 16 pesos al mes; se pagaba aparte el permiso para expendio de bebidas alcohólicas, de 100 pesos al año. Así se obtiene un promedio de 592 pesos anuales por el funcionamiento completo de una casa de tolerancia, y a esta cifra debemos multiplicarla por la cantidad de casas de tolerancia existentes en este período, lo cual nos da 7696 pesos anuales. En caso de no presentarse a pagar las patentes para ejerced la actividad, debían pagar 5 pesos por día adicionales por ejercer la prostitución en forma ilegal, 20 pesos por realizar bailes sin permiso; si las prostitutas salían en horas no permitidas, la regenta debía pagar, 20 pesos por cada una de las mujeres y sí había menores en la casa de tolerancia debían pagar 10 pesos.
Las fuentes consultadas nos permiten observar la situación de conflicto existente entre el Concejo Municipal con respecto a la función de la Policía del Territorio, que en muchos casos desconocía el poder de la autoridad municipal y no respetaba la reglamentación existente: “…un puesto policial se transformaba en un trabajo adicional…”. Ante esta situación, no resulta extraño que muchos de ellos trataran de relacionarse con un negocio tan lucrativo como el de la prostitución.
Aparecen varias notas de denuncias, en donde la policía ha cobrado alguno de los permisos que sólo se pagaban en la Municipalidad.
A medida que la población aumentaba, fue creciendo la zona del “bajo“. Esto motivó que los vecinos de “buena moral pública” solicitaran el traslado de las casas de tolerancia hacia lugares más alejados: esto dará nacimiento al “Barrio Gris”, en los suburbios de la ciudad.
Debemos tener presente que todo límite tiene esa doble cualidad, si bien es un referente espacial, es a la vez excluyente. Se llamó “Barrio Gris” al conjunto de casas de tolerancia ubicadas en el antiguo barrio Matadero (actual Belgrano), el cual se pobló de mujeres que venían de Bahía Blanca y Buenos Aires.
La prostitución clandestina no pagaba las tasas requeridas; por esa razón fue perseguida, aunque también fue protegida por sectores políticos y policiales. Funcionaban desafiando la autoridad y las reglamentaciones vigentes.
En cuanto a las casas de tolerancia, eran edificios que debían reunir ciertas condiciones, como por ejemplo pasar desapercibidas, no tener carteles de identificación, con puertas y ventanas permanentemente cerradas; debían tener alumbrado exterior: “el burdel se vuelve la antítesis del tugurio, debía ser un lugar para ejercer una sexualidad normal, rápida, sin voluptuosidades excesivas, higiénicas…una institución bien vigilada…”, en las cuales eran recluidas un grupo de mujeres y cuyas relaciones en el interior estarían signadas desde la exclusión. Las condiciones de trabajo eran opresivas: en las mismas se imponían restricciones muy rigurosas en cuanto a los movimientos de las pupilas.
Las formas de llegar a la prostitución eran múltiples. Lo que podemos afirmar es que entre las causas más frecuentes se encuentran la situación económica, la seducción y el abandono “desprotección“. Cargando con tareas sociales y de género a cuestas, muchas de ellas no tenían la libertad de escoger su oficio. En muchos casos eran obligadas a entrar a esta forma de vida por otros, cómo proxenetas, celestinas o la propia familia (un esposo o madres), que las rendían. A partir de la ordenanza municipal se construye un ideal de quien era considerada prostituta: toda mujer que tenga tráfico carnal con un hombre por una retribución en dinero o especias. Estando obligadas a ejercer la prostitución en un lugar específico de la casa de tolerancia, por eso son consideradas pupilas. En el único caso que no podían realizar el coito era si estaban menstruando, pero podían realizar otras actividades: anunciaban su condición colocándose un moño rojo en el pelo, indicando que no tomaban pedidos. Según su procedencia, las pupilas eran identificadas como “chinas” las mujeres nativas y “loras” las provenientes de Europa.
La madame es la que le da legalidad al negocio. Es una figura femenina con reminiscencias de madre o suegra complaciente: “…solían llamarla mamá, vieja, patrona o tía. Nunca es titular única del despacho de bebidas; el trinquete o frontón, el salón de bailes públicos; los tratos con los músicos, las fábricas de cerveza; los distribuidores de bebidas y tabaco y especialmente los trámites formales u ocultos con la municipalidad, la policía y los jueces, los hacía un hombre que podía ser su pareja o su pariente…”. Por lo tanto, el prostíbulo reproducía el medio patriarcal en donde la madame era la encargada.
Las prostitutas, por su degradante oficio, son identificadas en los documentos públicos como “la mujer“, quienes estaban sujetas a reglamentos municipales por ser portadoras de enfermedades del cuerpo, marginadas por ser asociadas a la destrucción del “orden social”, por ser consideradas lacras sociales junto con el juego y la trata de blancas. Siendo su lugar la casa de tolerancia, que si bien pertenece a la esfera de lo público, debía quedar desapercibido, casi confundido con lo privado.
Para que algo de esas vidas llegue hasta nosotros, fue preciso por tanto que un haz de luz, durante al menos un instante, se posase sobre ellas. Una luz que les venía de afuera: lo que las arrancó de la noche en la que habrían podido y quizás debido permanecer, fue su encuentro con el poder. Sin este choque, ninguna palabra sin dudas habría permanecido para recordarnos su fugaz trayectoria
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Artículo publicado en la revista Por siempre Neuquénnº 38, del año 2009. Resumen de un trabajo mayor escrito por Alicia C.Pérez y Carla V. Cammarota
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