En aquel lunes de hace un siglo, Joaquín V. González durmió en el tren hasta las 10. Elogió la fábrica de ladrillos y acudió a un gambito contra su discurso escrito para promocionar la nueva provincia bonaerense, que no llegó a serlo. Bouquet Roldán volvió en 1907 a festejar el tercer aniversario y Dolores Palmés de Gómez inauguró la capilla. La nueva capital se echó a andar a la vez que a la pionera Chos Malal se le escurrió parte de su futuro.
Por fin la jornada memorable había comenzado. Casi nadie dormía en los alrededores de la estación y muchos pobladores acompañaban a los funcionarios locales y a la comisión de festejos apostada en el andén. A algunos vecinos les pareció escuchar la lejana pitada del tren. A esa hora de la madrugada los viajeros no vieron los adornos y banderas que engalanaban al soberbio puente metálico sobre el río Neuquén. Eran casi las tres a.m. (como anotaron insomnes los enviados especiales de los diarios embarcados en Constitución) de ese naciente lunes 12 de setiembre de 1904 y noche cerrada a minutos de que el «tren ministerial» arribara a la estación Neuquén. Unas horas después estallaría la inauguración de la nueva capital.
La comitiva oficial del gobierno central presidida por el ministro del Interior estaba al borde de agotar sus energías: el viaje con sus paradas para salutaciones y homenajes en cada escala, demandó 53 horas desde la partida en Constitución contra las 37 del horario establecido por el rigor británico del FC Sud. Aún restaba toda esa jornada de festejos y el regreso en tren programado para esa misma tarde. Para colmo de males, a las fatigas del regreso podrían agregarse otras ya que el ministro había prometido recorridas en Bahía Blanca y en Azul. Por esa razón ya estaba en viaje a Bahía el coronel Belisario P. Quiroga designado cicerone durante la programada visita al puerto militar construido por el ingeniero italiano Luis Luiggi.
El gobernador rionegrino dijo presente
El «tren ministerial» se había engrosado precisamente en Bahía Blanca con la banda militar del 2 de infantería, más un grupo de notorios vecinos que después compartieron el viaje con otros de igual rango que abordaron el tren en Choele Choel y en Roca.
Lo sucedido a partir del arribo a Neuquén, tras un cruzamiento de los testimonios -especialmente periodísticos- de la memorable jornada y otros pocos y parciales que se escribieron a propósito del acontecimiento, se puede trazar una crónica verosímil del día natal de Neuquén capital.
Apenas el ministro del Interior Joaquín V. González pisó el andén con su comitiva -a la que se había agregado el gobernador de Río Negro José Eugenio Tello-, el pirotécnico Ángel Ladotanda disparó las bombas. A la comisión de festejos que comandó Francisco Bueno (el malagueño representante de J. M. Menéndez y Cía. de Bahía Blanca que el 1° de marzo de 1906 sería iniciado en la logia local «Obreros Luz del Neuquén» N°95), se superpuso una comitiva oficial de recepción que conocía algo de protocolo gubernamental. La comandó el funcionario del gobierno local Emilio Rodríguez Iturbide, quien también iba a pertenecer a la logia lugareña junto a su malogrado hermano Aurelio. Lo secundó Arsenio B. Martín, secretario de la comisión de la fiesta y el aragonés naturalizado argentino, juez de paz, Pascual Claro, quien en la noche del 2 de julio de 1906 en el templo de la logia, iba a ser propuesto como profano a iniciar en la masonería neuquina (aunque no consta la ritual ceremonia de su iniciación).
Gallardetes en el trazado masón
En el comité oficial de recepción se agregaron José M. Pérez, director de la cárcel, el Dr. José Bruguera, español, secretario interino del Juzgado Letrado, luego juez de paz suplente y a fines de 1905 defensor del bandolero chileno Benavídez por lo que Bruguera fue acusado de cómplice en el intento de fuga de su defendido (iba asaltar la sucursal del Banco Nación, descubierto el 12 de diciembre de un año abundante en golpes contra bancos en los territorios y en Mendoza). También integraba la comisión oficial José Belindo López, comisario de policía y José Luis Moré Giménez, Jefe de Correos, que tendría pasajera actuación en 1905 en la logia Obreros Luz del Neuquén 95 del Rito Azul. No faltaba el laborioso Mateo Echegaray, empleado del correo y telégrafo local, meritorio ex jefe de ese punto apartado de la línea, que integró la comisión y más tarde fue cofrade de la logia masónica local a partir de mayo de 1906 en la que llegó a ser secretario (según las constancias d actas del Archivo de la Gran Logia Argentina).
En la estación y en algunas casas de comercio y particulares pendían banderas nacionales y abundaban gallardetes en la avenida Argentina y diagonales del trazado masón, pero era hora de penumbras y poco lucían. Aún así, las dos comitivas recorrieron cuatro cuadras hasta el chalet gubernamental para saludar al gobernador Carlos Bouquet Roldán, quien presidía honorariamente la comisión anfitriona.
Inmediatamente los recién llegados volvieron al tren a recuperar el sueño hasta las diez y media de la mañana. A esa hora, la banda del 2 de infantería «recorrió las calles del pueblo batiendo sus marchas» (La Prensa, 13/09/904) en medio de no poca polvareda ya que seguía el tiempo desapacible con viento sin tregua desde días atrás, según La Nueva Provincia (LNP).
Pascual Claro, el ladrillo y un felicitado
Inmediatamente el ministro recibió en el tren a todos los integrantes de las comitivas locales. Luego, anfitriones y agasajados visitaron los hornos de ladrillos a dos kilómetros de la estación, industria de los residentes Domingo Mazzoni (que también se inició en la logia masónica local y fue elegido Venerable Maestre el 14 de noviembre de 1906), y de Pascual Claro, quien además manejaba su pequeña empresa de carruajes y cobraba una suculenta cifra anual por transportar correspondencia y encomiendas por el interior del territorio. El ministro González «examinó detenidamente los ladrillos que se elaboran» -según LNP del 16/09/1904- y dio a Pascual Claro «calurosas felicitaciones». De los hornos se pasó a tomar el tren y, según La Prensa, «a los cinco minutos la locomotora parábase en el soberbio puente que divide los dos territorios…y el séquito, que en este momento ascendía a doscientas personas, dispúsose a hacer los honores a un espléndido almuerzo servido al aire libre» atronado por sones de la banda del 2 de infantería que amenizó la tenida gastronómica. Se trataba de asado con cuero, vino enconchardo y frutas del valle. Al servirse el café habló «el abogado español José Bruguera» con un discreto discurso. Varias familias chilenas se plegaron al asado que La Prensa llamó «pic-nic» y señaló que, como «complemento de la fiesta criolla y al compás de algunas danzas nacionales ejecutadas por la banda, se bailó la tradicional zamacueca y el gato por una buena pareja que se reservaba para dar esa agradable sorpresa que fue celebrada calurosamente».
Un agregado en el discurso del ministro
A las dos «p.m.» el tren volvió a la estación «y los concurrentes a la fiesta se dirigieron al chalet de la gobernación». Sólo la crónica de LNP del viernes 16 aludió al Himno Nacional, que la banda militar ejecutó frente al chateau gris «a las tres y media en punto». Luego hubo brindis con champaña, licores, oporto «Tres estrellas» y limonada para acompañar los no tan abundantes sanwiches (300), masas surtidas, yemas azucaradas, bombones y dos tortas. El discurso de Joaquín V. González sería el último de importancia en su carácter de ministro del Interior del presidente Roca, cuyo mandato caducaba 30 días después cuando asumiría el Dr. Manuel Quintana (masón desde 1873 y en la logia Docente diez años después) y su vice José Figueroa Alcorta (masón desde el 19 de febrero de 1892 en la logia Piedad y Unión N° 34 y luego en la Bernardino Rivadavia) que era cuñado del gobernador Carlos Bouquet Roldán. Este, parado en el flanco izquierdo del ministro González, escuchó solemne -duró quince minutos- aquella narración engolada, por momentos épica pero visionaria, con alusiones masónicas al «triángulo» en el oriente del territorio y el enclave capitalino en el «vértice» del mismo.
Su texto fue reproducido en toda su extensión por un par diarios y, sin cambios apareció al año siguiente en el libro «Hacia las cumbres» de F. Escaris Méndez, transcripto en la historia enciclopédica del Neuquén de Gregorio Alvarez y reproducido tal cual en las páginas 257 a 261 de la «Historia del Ferrocarril Sud» de William Rögind, en 1937. Sin embargo, es posible que el texto haya sido corregido durante el viaje, o bien el ministro se fue de su propio libreto, ya que el enviado especial de La Prensa anotó que el ministro «leyó un discurso con muchas consideraciones sobre la instalación de la capital del territorio aquí, la que dijo que se basaba en exigencias del porvenir regional y en el hecho indiscutible de la nueva provincia que tendrá que nacer, teniendo por cabecera el puerto de Bahía Blanca. Al final dio por inaugurada la nueva capital…». El tema de la frustrada secesión bonaerense no figura en el discurso impreso.
Entrega del abogado español
Contestó Bouquet Roldán, no menos poeta que el ministro, y le siguió el imaginativo Eduardo Talero como preludio a la entrega de las tres medallas que en nombre del comité de agasajos hizo el abogado José Bruguera: la primera para el ausente General Roca y las otras para el ministro y el gobernador. No podían faltar las corridas de sortija como final de fiesta.
Pero a las 6 el ministro, el gobernador, las comitivas «y más de trescientas personas» se pusieron en marcha junto a la banda hacia la estación del FC. Los viajeros se instalaron en el tren donde el ministro atendió los requerimientos de los vecinos que no olvidaron de pedir el canal de irrigación para el pueblo recién jerarquizado. De los dos donantes de las tierras capitalinas, Ramón López Lecube retornó en el mismo tren, al igual que los enviados de los diarios, menos Germán Vega de LNP. Los «hombres de prensa» elogiaron las atenciones de Pedro Linares e Hipólito Briones, este último a cargo del hotel anexo a la casa Varela y Linares. A las 7 de la tarde el tren partió en medio de la aclamación popular.
Entre los residentes reinaba el optimismo y Domingo Mazzoni tomaba pedidos de ladrillos dado «el entusiasmo que se advierte para edificar en corto plazo». Casimiro Gómez, que haría noche en la nueva capital con sus familiares, ya pensaba en el negocio de los ladrillos. Comerciante nato, le confesó al enviado bahiense Vega que se proponía «edificar una manzana de casas las que alquilará por módicos precios a fin de que comience en breve plazo la afluencia de pobladores» y que «ha pedido a los hornos el ladrillo necesario para proceder incontinenti a levantar la manzana de casas…».
El Mazzoni eufórico aseguraba que «de aquí a un año estarán levantados los principales edificios y habrá un crecido número de vecinos». No estaba errado. La ciudad aún por surgir acababa de atravesar un parto armonioso pero, es cierto, sin bautismo religioso alguno. Si bien corrían tiempos de recelos entre la masonería y la Iglesia Católica, hoy bastantes desvanecidos, es también cierto que muchos católicos de entonces se iniciaban en la masonería a pesar de aquellos abismos. Lo hacían por progresistas y de ideales sin fronteras bajo los propósitos de la libertad, la igualdad y la fraternidad tan airadamente enarbolados desde la Revolución Francesa. También es cierto que el masón Casimiro Gómez resultará el donante de la primera capilla de Neuquén capital (aún en pie) y su esposa, Dolores Palmés de Gómez la elegida como madrina de la ceremonia de inauguración de la capital de Nuestra Señora de los Dolores, acto que coincidió con el tercer aniversario de la fundación.
Ningún proyecto para Chos Malal
Mientras tanto nada se había previsto para conjurar la forzada y súbita despoblación de Chos Malal, y el consecuente decaimiento de su economía. No sólo emigraron funcionarios de gobierno y judiciales, sino que se mudaban 8 decenas de presos y convictos, y los carceleros. No había más jefatura de policía, se reducían los planteles, también militares y las frecuencias postales y de transporte. De golpe cayó el circulante y no sólo eso: los trámites ante el gobierno, el seguimiento judicial federal y mucho otros, necesitaban de una travesía de cinco penosas jornadas. No se habían escuchado las protestas preventivas del mismísimo y legendario coronel Manuel Olascoaga y su prédica quedó mustia, aunque hirió la honrosa laboriosidad de quienes creyeron marchar hacia el progreso al pie del cerrito del fortín.
Fueron precisamente los festejos de 1907 por el tercer aniversario de la fundación capitalina, los que mostraron que casi milagrosamente la nueva capital había crecido a expensas de semejante sacrificio y agraciada por los beneficios de un ferrocarril que -nadie imaginó- iba a enmudecer.
El ex gobernador Bouquet Roldán, que había renunciado en 1906 por aceptar el cargo de Administrador de la aduana portuaria de Buenos Aires (lo reemplazó su amigo Eduardo Elordi), fue la figura homenajeada en el tercer cumpleaños de la capital. Encabezó la comitiva que también llegó en un tren especial y además de funcionarios amigos lo acompañó un fotógrafo y un redactor de la Revista Ilustrada del Río de la Plata, lujoso quincenario que aparecía desde 1889. La nota apareció en el N° 336 del 30 de setiembre de 1907.
La población, sorpresivamente, había crecido. Pero como había sucedido tres años antes, el tren llegó retrasado «como a la una de la mañana» lo que no impidió que «el fundador de la capital, señor Carlos Bouquet Roldán….(fuera) recibido por numeroso pueblo».
Los chapuzones de Eduardo Talero
Bouquet Roldán caminó acompañado por las aclamaciones de los vecinos hasta el hotel donde le fue ofrecido un lunch. En el banquete que le ofreció Pascual Claro y 80 distinguidos lugareños, el ex gobernador anunció que el presidente Figueroa Alcorta (su cuñado) haría construir el canal que le pidieran a J. V. González. Siguieron los discursos de Eduardo Elordi, del juez Manuel Bonet, del joven Arazos, del ingeniero Cerdeña y otros. Pero descolló, claro, Eduardo Talero. Vale la pena recordarlo en gran parte: «Hace tres años que por aquí, donde entonces imperara el monte primitivo, el gobernador Bouquet Roldán plantó su tienda….Joaquín V. González saludó en vuestros cuatro ranchos, medio amortajados aún entre las humaredas del vivac, a una de las más hermosas ciudades argentinas del futuro. ¡Hay señores! Yo quisiera tener aquí presente a los que entonces se mofaron de ese ministro delirante y de ese gobernador alucinado…Yo los dejaría…boquiabiertos por esta ciudad hecha y derecha que para ellos fue mustio collado. Yo -dijo sin pudores- los echaría de cabeza en el Limay, en esas que son las más dulces y lustrales aguas del país, los vestiría de punta en blanco en cualquiera de estas casas de comercio, les mostraría las escuelas, el banco, el templo, los trenes, los vapores, los jardines…» y terminó asegurando que Bouquet Roldán seguía siendo en Buenos Aires el plenipotenciario permanente de los neuquinos.
Precisamente el templo se inauguró en aquella ocasión y a la salida de la primera misa, los asistentes posaron para el fotógrafo de la Revista Ilustrada del Río de la Plata. Además de la madrina Dolores Palmés de Gómez, posaron los principales personajes de la capital incluidos el gobernador Eduardo Elordi y el secretario Emilio Rodríguez Iturbide (ambos de la logia local) además del jefe de policía y el juez letrado. El fotógrafo enfocó el monolito conmemorativo de la fundación y otras vistas, Bouquet Roldán volvió a su puesto de administrador de la aduana porteña y Elordi, para fortuna de Neuquén, se eternizó como fecundo gobernador.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Publicado en el Diario Río Negro, el 12 de Septiembre del 2004. Artículo escrito por Francisco Juárez.
¿Te gusta la historia neuquina? ¿Tenés algo que contar o compartir y querés colaborar con Más Neuquén? Entonces hacé Click Aquí
También podés ayudarnos compartiendo este artículo en las redes sociales.