En los cuerpos de línea del ejército nacional que llegaron al territorio del Neuquén, iban mujeres provincianas que tenían la misión de velar por la confección del “rancho” para las tropas y se encargaban del cuidado del vestuario de oficiales y soldados, ejerciendo de costureras.
Una de esas mujeres fue doña Carmen Funes de Campos, mendocina, más vulgarmente conocida como “La Pasto Verde”, que sentó sus reales en la histórica Aguada de Plaza Huincul, donde la sorprendió la muerte en el año 1917.
Junto con aquella mujer se incorporó también a uno de los cuerpos referidos otra hija de las provincias de Cuyo, llamada doña Mercedes Casa, nacida en San Luis, en un viejo puesto ubicado en las márgenes del río Desaguadero y a quien apodaron sus contemporáneos “La Mazamorra”.
El origen de tan significativo como típico sobrenombre residía en el hecho de que a doña Mercedes como buena puntana, le gustaba con locura la mazamorra, comida que, como es sabido, se hace con maíz pisado, al que suele agregársele azúcar o miel. Los milicos, hartos de tal plato, un día se confabularon para asignarle el apelativo aquél, a ver si por ese medio doña Mercedes les cambiaba el postre.
Los milicos consiguieron su propósito: no volvieron a probar nunca más la mazamorra elaborada por doña Mercedes, cuyo sobrenombre se esparció con tal rapidez que al muy poco tiempo ya nadie la llamaba sino “La Mazamorra”, muy a disgusto suyo, al principio.
La Mazamorra contrajo enlace con un soldado del 79 de caballería, llamado Ambrosio Aguirre, quien obtuvo la graduación de cabo después de una lucida actuación contra un malón que pretendía robar la caballada del citado regimiento.
Fue La Mazamorra muy amiga de doña Pasto Verde y juntas vivieron algunos años en la Aguada de Plaza Huincul. Allí, después del retiro de las tropas armadas del territorio, siguieron brindando hospitalidad a los intrépidos hombres que cruzaban el desierto desde el lejano oeste, donde se hallaban cultivando la tierra y criando hacienda en titánica lucha con los hostiles elementos de la serranía.
Más tarde, el gobierno nacional resolvió recompensar los servicios prestados a la patria por aquellos soldados que formaban las tropas que participaron de la campaña, haciendo varias donaciones de tierras. Entre uno de esos agraciados estaba Ambrosio Aguirre, ex fiel asistente del coronel Nadal, jefe del 79 de caballería, bravo soldado que al ser dado de baja por razones de salud en el ejército, lucía con orgullo las insignias de cabo segundo.
Con tal motivo La Mazamorra tuvo que trasladarse a un lugar cerca del actual pueblo de Cipolletti, donde había un campo de pastoreo de la caballada del 2 de caballería, pues era ese el sitio donado a su esposo por el gobierno nacional.
En ese campo de pastoreo, limitado al sureste por un brazo del río Limay, siempre se hallaba armada una carpa con un mástil en cuyo extremo le ataban una banderita colorada. Allí hacían guardias los soldados que cuidaban los “patrias” (los caballos del ejército). Al llegar La Mazamorra con su familia para poblar el campo, la puso en posesión del mismo un oficial del ejército, quien ordenó se levantara aquella carpa; mas, a La Mazamorra le llamó tanto la atención el mástil con la banderita colorada, que, como aquel que coloca la piedra fundamental en una gran obra, enterró con su esposo e hijos un palo largo, colocándole en el extremo superior un gran trapo colorado. Construyeron el rancho – habitación con cimientos de piedra, paredes y techo de carrizo y barro: todos elementos de allí mismo. Iniciaron los cultivos de la tierra y quedó así consagrada la residencia de La Mazamorra con el nombre de “La chacra del trapo colorado”.
A la vuelta de pocos años aquella chacra se hizo famosa en toda la región, no tanto por el nombre, como por los exquisitos melones y sandías que ella producía.
Por otra parte, La Mazamorra era una mujer que gozaba de las simpatías de todo el mundo y jamás ninguno de los que, bajando de la cordillera se alojaban en lo de doña Pasto Verde al hacer la travesía y preguntaban por ella, dejaron de ir a visitarla en su chacra. Raro era el hacendado que habiendo alojado de paso en la chacra del “Trapo Colorado” antes de partir hacia la cordillera, no cargaba en sus árguenas melones o sandías que La Mazamorra le mandaba a la “Pasto Verde”, atenciones que está retribuía con sabrosos quesillos de chiva y lonjas de charqui. .
Fallecido el esposo de La Mazamorra, ésta continuó trabajando la chacra, que progresaba día a día. Tenía La Mazamorra tres hijos: dos varones y una mujer. Varios años de sosiego y bonanza disfrutó la familia de La Mazamorra, gente sana y guapa cuyo gran ideal en la vida fue practicar el bien y cultivar ese pedazo de tierra, transformado en la “Chacra del trapo colorado“.
Mas no hay ser sobre la tierra que no tenga sus “trágicos cuartos de hora”, y La Mazamorra y su gente tuvo el suyo. Un acontecimiento único en los anales de la vida del territorio del Neuquén, vino a hacer desaparecer de la superficie de la tierra aquel dominio querido de doña Mercedes Casa de Aguirre: las formidables crecidas de los ríos Neuquén y Limay en el año 1899, arrasaron con la “Chacra del trapo colorado”, salvándose milagrosamente de la muerte La Mazamorra y su hija Rita.
Algún tiempo después, cuando las aguas de la horrible crecida disminuyeron, no quedaron ni rastros de lo que fue la mentada chacra. Su dueña murió dos años más tarde, a los 76 años de edad.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído de: Viejo Neuquén de Carlos Guevara Labal (1929)
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