Cuando se funda Chos Malal (1887) y aún antes el Fortín IV División (1879) el lugar se elige por su ubicación estratégica en la confluencia de los dos grandes ríos Neuquén y Curileuvú, camino de las antiguas rastrilladas de los indios salineros y de los malones a las pampas. Pero sobre todo porque las órdenes de la Jefatura de Roca en la Campaña al Desierto eran “no traspasar el río Neuquén”. Y aunque el lugar era estratégico, no tenía los recursos para una población: agua, leña y madera. Los primeros soldados del Fortín, se valían del agua de los ríos sólo para las necesidades básicas, tenían abundante leña de los arbustos cercanos y los antiguos sauces de las orillas y de ellos sacaban también algunos tirantes para las rancherías provisorias (1). Pero ya convertido el cerrito en Chos Malal, Capital del Territorio, Olascoaga emprende la canalización de riego y bebida desde el Curi Leuvú y su propósito es traer la madera desde el bosque de Las Lagunas para las nuevas edificaciones de la naciente sociedad. Y encuentra la herramienta oportuna en un cura preso.
Desde 1882, el misionero salesiano Domingo Milanesio -el “Patiru Domingo”-, remontando el Río Negro y el Neuquén desde Carmen de Patagones llega a la zona norte. Aquí, recibirá gratas satisfacciones espirituales, puesto que es el único lugar del desierto patagónico donde encuentra familias de chilenos, muy religiosas y dispuestas a recibir la prédica y los sacramentos del misionero. Vuelve varias veces más a realizar esporádicas misiones en la zona hasta que, al fundar Olascoaga la capital Chos Malal en 1887, el padre Milanesio se establece allí y funda la parroquia y misión, tomándola como centro de su accionar entre indios y chilenos.
Se juntaron en el viejo Chos Malal, dos grandes visionarios cabezaduras, Olascoaga y Milanesio y las chispas saltaron pronto (El Padre Milanesio en las cartas a sus superioes de Italia lo llamaba “El Papa fuera de Roma”). En el año 88 el sacerdote chileno Uribe, colaborador en las misiones con los curas de Chos Malal, le crea un gran problema. Este sacerdote, como era costumbre arraigada en Chile, recibía y a veces exigía limosna en dinero para subsistir. Del lado argentino, esa misión de bautizar y casar la realizaban los “capellanes militares” que eran pagados por la Gobernación y por eso, cuando le llegó la noticia a Olascoaga de que “los curas andan cobrando para casar a la gente”, se enojó mucho y mandó una partida para apresar a los misioneros. Según los chismes parroquiales asentados en el libro histórico, el bocón vengativo, fue un oficial del Ejército al que el misionero le había echado en cara de que “en Chacay Melehue tenía una mujer mientras la verdadera estaba en Chos Malal”. A Uribe, como era chileno, se lo dejó ir, pero Milanesio fue a parar preso al histórico Torreón (2). Luego de dos días de ablande, Olascoaga le mandó decir que si quería salir de allí debía dedicarse a la construcción de un templo para Chos Malal. (“el Papa quiere tener su catedral”). Milanesio, con tal de estar lejos de Olascoaga aceptó el desafío y la planificó con techo de madera traída del bosque de Epu Lauquen. Con escasa ayuda de carros y chilenos presos de la Gobernación y fondos más escasos de la Misión salesiana, emprendió la tarea de abrir un camino para carretas entre Chos Malal y Las Lagunas en busca de la madera para el templo. En el término de dos meses, el camino básico estuvo concluido y habilitados los 150 kilómetros.
Mientras Milanesio construía su “catedral”, Olascoaga aprovechaba el camino abierto para traer también madera para los edificios de la Gobernación y su propia casa y las de los oficiales porque sostenía que el camino se había hecho “gracias a sus indicaciones y colaboraciones”. En santas paces –para conseguir su libertada- y siendo padrino el Gobernador, el 8 de diciembre de 1888, Olascoaga y Milanesio inauguraban “el templo mayor” de la capital del Territorio.
La madera que trajo Milanesio y luego la Gobernación de la Capital para sus edificios públicos y privados, estaba constituida por las plantas nativas de lenga, roble pellín y ñire, este último más para postes y leña que para construcción. Y como no había aserraderos mecánicos, las formas se daban a puro golpe de hacha y azuela, para lo que eran muy hábiles los chilenos en general. Con la renovación de algunos muy viejos edificios y en la reparación del techo de la iglesia, se pudieron ver esos magníficos troncos rectos de hasta seis metros de largo perfectamente cortados a escuadra con sólo esas rústicas herramientas. Más adelante en el tiempo, las maderas para construcción de Las lagunas se suplantaron con la madera de álamos locales.
En casi todo su recorrido la actual ruta provincial 43 y continuación por la 46, de Chos Malal a Las Lagunas sigue el trazado que le dio el padre Milanesio. Parte del primitivo trazado, se puede apreciar aún intacto, en la bajada de Camalón y en La vega del Sobadero.
(1) Estos sauces nativos (Salis humboldtiana)ya son descritos por los expedicionarios provenientes de Mendoza: en 1788 por el Comandante Esquivel y Aldao, en 1792 por Aldao y en 1796 por Francisco Barros “llegamos hasta el río Neuquén, famoso por el gran caudal de agua que lleva con regaladas truchas y por los muchos pastos y leña. Hallándose en sus riberas, sauces colorados y otras maderas útiles”. En 1806 los describe don Luis De La Cruz.
(2) Para esa época aún no había sido construido el actual Torreón (es de 1895), y el padre Milanesio en realidad estuvo preso en uno de los primeros galpones de las caballerizas de la gobernación que estaba ubicado donde hoy se encuentra la sala de recepción de la parroquia. Pero la leyenda popular, aunque anacrónica, adjudica esta función de cárcel del misionero al torreón.
Isidro Belver
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