El primer intento de trasladar la Capital
Con la llegada de Juan Ignacio Alsina a la gobernación del Territorio de Neuquén en 1902, no cesaron las imputaciones contra el funcionamiento de la administración pública. Sin embargo, en esta oportunidad, tomó la iniciativa un grupo de destacados comerciantes, entre los que podemos mencionar a Salvador Trotta, Andrés Basabé y Enrique Dewey. Estos propietarios de las principales casas de comercio de Chos Malal, monopolizaron la compra de gran parte del oro que se producía en los lavaderos explotados en la zona norte.
No debe llamarnos la atención que el mencionado Trotta, uno de los más encarnizados denunciantes de los atropellos que cometió el gobierno de Alsina, haya mantenido una actitud pasiva frente a las acusaciones que la prensa promovió contra la gestión anterior (Lisandro Olmo). Sin duda, esta actitud obedeció a que, durante la administración del coronel Olmos, había sido fuertemente cuestionado debido a que las mulas de la gobernación traían mercaderías para su negocio. También se lo sindicó, en varias oportunidades, de emitir moneda y dudosos vales a sus clientes con el argumento de la escasez de cambio.
Es oportuno subrayar que gran parte de la fortuna amasada por estos comerciantes fue obtenida como proveedores exclusivos del Estado. De manera que no es aventurado deducir que la “sana convivencia” o la franca hostilidad con el gobierno de turno, tuvo que ver también con el nivel de “preferencias” que hacían los funcionarios, a la hora de adquirir los siempre caros y escasos enseres.
Pero más allá de los intereses que estaban en juego, Salvador Trotta y Andrés Basabé decidieron, esta vez, impugnar los caprichosos y autoritarios manejos de la gobernación a cargo de Alsina. Enviaron notas y extensos telegramas al presidente Roca, e incluso viajaron a Buenos Aires a pedir garantías para ellos y sus familias, debido a las amenazas que recibían. Basabé, por su parte, como ciudadano español se animó también a presentar sus quejas al Embajador.
Adolfo D’Achary era un periodista entrerriano que había llegado a la Patagonia con solo 18 años. Había ejercido la docencia y ocupado el cargo de Procurador y Secretario de la Gobernación. Como corresponsal en Chos Malal del diario porteño El País, tuvo una activa participación en estos conflictivos episodios.
Denunció las maniobras del Juzgado, las irregularidades del escribano Quevedo y publicó en la prensa nacional las amenazas de muerte que según sus acusaciones, habían urdido el Juez Letrado y el Comandante del Regimiento 7mo de Caballería, fastidiados por la difusión de información que ponía al descubierto los actos delictivos del Gobierno. Como consecuencia de estos enfrenamientos sufrió persecución, prisión y el clásico cepo. Pero a pesar de su encierro no interrumpió su función de corresponsal, ya que se las ingeniaba para sacar de la celda telegramas que luego tomaban estado público y se convertían en nuevas denuncias.
El envío de cartas, petitorios y telegramas, fue una práctica común en estos agitados años. Era una forma de comunicación que permitía llegar a las autoridades más prominentes del país para dar a conocer la opinión de un número importante de pobladores. Servían para realizar reclamos, proponer funcionarios, o como en estos casos, denunciar en Buenos Aires el proceder de la Justicia, las Fuerzas de seguridad o el Poder Político. Era habitual que los diarios opositores de la Capital Federal, como El País y Tribuna, publicaran textualmente los citados mensajes y realizaran largos reportajes a los vecinos afectados, con el objeto de capitalizar todo tipo de argumento que sirviera para cuestionar al gobierno del presidente Roca. En cambio, los diarios afectos al oficialismo, principalmente La Nación, minimizaban los hechos y defendían al gobernador de turno.
La constante presión de la prensa y el descontento cada vez mayor de los vecinos de Chos Malal forzaron al Gobierno Nacional a intervenir en dos oportunidades la capital de Neuquén. La primera de ellas, en noviembre de 1902, a cargo del joven escritor Leopoldo Lugones; y la segunda, en abril de 1903, encabezada por Carlos Gallardo y su secretario Alejandro Ghigliani. Los funcionarios comisionados tomaron declaraciones, escucharon las quejas, e investigaron las cuentas y libros de la Gobernación. Sin embargo, los inconvenientes se profundizaron porque en el fondo de estos conflictos latía otra cuestión mucho más cara a los sentimientos de los chosmalenses: el viejo proyecto del gobernador Alsina de trasladar la capital a Las Lajas.
En efecto, desde que los funcionarios alsinistas comenzaron con las agresiones y las maniobras dolosas, muchos pobladores que al principio no encontraban explicación a tales desmanes, no tardaron en advertir que detrás de estos hechos se escondían otras intenciones. El 28 de febrero de 1903, el diario Tribuna de la Capital Federal publicó una protesta vecinal enviada al Ministerio del Interior con el aval de 300 personas, donde, además de repudiar el despotismo de las autoridades, planteaba que al Gobernador:
“… desde que asumió, lo movió un sólo propósito: llevar la Capital a Las Lajas. Poco a poco abandonó la obra pública porque le interesaba desprestigiar a Chos Malal. Nadie que supiera del pretendido traslado invertirá en este lugar que empieza a languidecer…”
Estas acusaciones no eran infundadas, ya que desde hacía un año, el entonces ministro Joaquín V. González tenía en su escritorio un resumen de las principales obras que necesitaba Chos Malal para mejorar su administración y comunicación. Ese trabajo se lo había elevado Gabriel Carrasco, un funcionario del gobierno nacional, que había recorrido el territorio del Neuquén en un viaje de inspección. Durante el trayecto hizo un pormenorizado registro administrativo, geográfico, económico e industrial, que luego publicó el Ministerio del Interior, pero que en lo concerniente al abandono de Chos Malal, nunca obtuvo respuesta. Con respecto al traslado de la capital, Carrasco no dejó de señalar que la polémica originada por esta cuestión estaba postergando el desarrollo de la región:
“Pero sea cual fuere la resolución que se adopte, ya ratificando la existente o ya trasladando la capital a otro punto del territorio, es la verdad que debe tomarse previo los estudios necesarios pero sin pérdida de tiempo, porque entre tanto se retardan los progresos de Chos Malal y de todo el territorio.”
Ahora bien, ¿quién era Juan Ignacio Alsina? Era un conspicuo representante de la burguesía terrateniente de Buenos Aires. Efectivamente, desde fines del S. XIX, muchos de sus integrantes, se habían apropiado de enormes extensiones de tierras en el naciente Territorio Nacional del Neuquén. Como ingeniero y agrimensor, conocía perfectamente las mejores parcelas precordilleranas y no tardó en ocuparse de algunos trabajos especiales, como las mensuras de los campos de Carlos María Bouquet, dieciséis leguas ubicadas en la zona de Hualcupén, próxima a Loncopué (llamativamente, un hijo de su cliente lo sucedería como gobernador de Neuquén). En sociedad con su hermano Demetrio, Alsina adquirió propiedades en la Confluencia y grandes estancias en una amplia zona del antiguo fortín Las Lajas. En realidad, tanto esta ciudad como Chos Malal habían sido fundadas sobre terrenos que pertenecían al mencionado gobernador y al Gral. Lucio V. Mansilla, respectivamente. En este último caso, el autor de Una excursión a los indios ranqueles, ni lerdo ni perezoso, aprovechó la oportunidad para lograr que a cambio de la cesión de 10.000 hectáreas para que se instalara la capital, le otorgaran 20.000 en otro punto de los territorios nacionales.
De la misma manera que el coronel Manuel José Olascoaga, el ingeniero Alsina elaboró numerosas cartas topográficas y soñó con el tren trasandino. Sin embargo, había una gran diferencia entre ellos. Al igual que los advenedizos propietarios de la Confluencia, Alsina quería llevar la capital a la zona de sus dominios para valorar sus campos con el ferrocarril ligado a Chile. Con este propósito había fundado en 1884, no lejos de la frontera, la estancia “La Porteña”, en la que se industrializaba carne como tasajo y charque, que vendía al vecino país. En cambio, para Olascoaga estas cuestiones tenían otra dimensión: dependían de un proyecto estratégico y no de mezquinos intereses personales.
El pueblo frustra el proyecto Las Lajas
Cuando se hizo evidente el traslado de la capital a Las Lajas, Olascoaga no dudó en ponerse a la cabeza del reclamo de la gente. En noviembre de 1902, mientras se encontraba en el Gran Chaco llevando a cabo, como perito, tareas de delimitación entre Argentina y Bolivia, recibió un telegrama rubricado por varios habitantes de Chos Malal donde le pedían cooperación para defender la permanencia de la capital en esa ciudad. A modo de respuesta, envía una extensa carta, publicada por el diario El País el 15 de febrero de 1903, apoyando la permanencia de la capital del Territorio en Chos Malal. Al mismo tiempo, aprovechó la oportunidad para objetar el informe que había enviado el gobernador Alsina al Ministerio del Interior, en el que éste aconsejaba que la capital de Neuquén se trasladara a Las Lajas debido a que la tierra donde se encontraba actualmente era mala, carecía de agua y no era céntrica. Responde Olascoaga:
“Chos Malal no ha cambiado las condiciones fundamentales que motivaron la resolución del gobierno de establecer la Capital en ese lugar. Por el contrario, las ha aumentado y acreditado las que tenía, con hechos que cada día son más visibles. Su clima privilegiado, su suelo en el que se han desarrollado los productos mas nobles y valiosos de la agricultura, como la viña, el alfa [sic], los trigos, etc. en lo que todavía no le hace competencia ningún otro punto del Neuquén; la concentración en su departamento de la mayor riqueza y de la mayor población del territorio […] los más grandes caudales de agua que cuenta el Neuquén […] el dominio del tráfico más corto y directo á los principales pasos de la cordillera. ¿Para qué decir más? ¿Qué no está en el centro geográfico del territorio? Pero, tratándose de poblaciones, el centro está donde se reúnen las mayores riquezas y el mayor número de habitantes; donde convergen todos los caminos más prácticos y permanentes; donde la administración dispone de la mayor seguridad y de los mayores recursos…”
En diciembre de 1902, en Buenos Aires, un corresponsal del diario El Tiempo también participó de este debate. En un artículo titulado Incertidumbre general por el traslado de la Capital, destacó la labor de los gobernadores de Neuquén, y en especial la visión de Olascoaga, al instalar la Capital en Chos Malal por sus ventajas económicas, políticas, y estratégicas. Pero criticó fuertemente al gobernador Alsina por sus oscuros propósitos, expresando:
“Desgraciadamente el Gobernador Alsina, obcecado por los espléndidos rendimientos que daría la ubicación de la capital en su campo de Las Lajas, no ha visto esto (se refiere a las bondades de Chos Malal destacadas por Olascoaga) y todo el esfuerzo de su gobierno, todas sus ideas, todos sus íntimos deseos, se han concretado hasta ahora a la realización del proyectado negocio. Toda la gestión gubernativa del ingeniero Alsina se ha reducido a eso hasta ahora. Alsina tiene veinte y tantos mil pesos depositados a las órdenes de la gobernación en Buenos Aires y con ellos y algo más que puede economizar, en adelante se prepara a hacer frente a los gastos de traslación de la Capital. En esa angostura húmeda y malsana, está pues, Las Lajas, como sirviendo de base a la estancia de los señores Alsina, que fueron quienes donaron aquella lonja para campamento militar, seccionándola de la propiedad que allí poseen…”
En Chos Malal se había formado la Comisión Pro Capital integrada por Jorge Thirión, Fernando Lannes e Isidoro Muro. Thirión había llegado a la zona en 1895 para dedicarse al negocio de la fotografía, en cambio Lannes y Muro estuvieron ligados a la educación: el primero, como Director de la escuela de Chos Malal durante la gestión de Franklin Rawson; y el segundo, integrando el Consejo Escolar de Taquimilán. La primera actividad importante de esta delegación, que siempre mantuvo una comunicación permanente con el ex gobernador Olascoaga, fue el viaje que realizó a Buenos Aires con la finalidad de difundir las razones que fundamentaban la permanencia de la capital en Chos Malal. Llevaron una amplia documentación y gran cantidad de fotos con imágenes del pueblo, la iglesia, los edificios de las instituciones públicas, los baños de Copahue y los lavaderos de oro de la región. La revista Caras y Caretas, en la edición del 18 de octubre de 1902, retrató a los viajeros y dio a conocer dicho material a través de un artículo titulado Contra el traslado de la Capital del Neuquén:
“Los señores Fernando Lannes, Jorge Thirión é Isidoro Muro, delegados ante el gobierno nacional para exhibir un bagaje de excelentes razones en contra de los peticionantes, no se han dado punto de reposo desde su llegada, para atraer simpatías á la causa de Chos Malal, arguyendo en primer término que el suyo es el único pueblo formado en el territorio y que en sus inmediaciones hallase aglomerado lo más importante del Neuquén, industrial y comercialmente hablando. Demuestran este aserto con algunas cifras sugestivas, diciendo por ejemplo que de los 14.518 habitantes del territorio, 7.313 ocupan la parte norte, los que poseen 84.972 cabezas de ganado vacuno, 18.536 de caballar, 2588 mular, 96.725 ovino, 26.121 cabrío y 817 de porcino, en todo algo así como la mitad de la riqueza ganadera del Neuquén. Y si a esto se añaden las minas de oro, plata, cobre, cal, yeso y carbón de piedra que existen en esa zona, las facilidades de acceso a la vía del ferrocarril del sud por un buen camino carretero, su proximidad al departamento de San Rafael en la provincia de Mendoza, de la que lo separa 495 kilómetros y todavía, la carretera que lo pone en comunicación con General Acha, la que por los valles Chacay Melehue y Guañacos lleva a Chile, etc., se verá que a los comisionados no faltan argumentos para sostener la causa que defienden ante las autoridades nacionales…”
Curiosamente, uno de los firmantes del petitorio que la Comisión Pro Capital le entregó al presidente Roca fue Juan Alsina. Es posible que con este gesto intentara desvincularse del proyecto Las Lajas y, al mismo tiempo, congraciarse con el pueblo de Chos Malal que lo cuestionaba fuertemente por las arbitrariedades que cometían sus funcionarios. No obstante, no podemos descartar la posibilidad de que su estrategia fuera desactivar toda idea de capitalizar la Confluencia, para luego ejecutar su propio plan. Pero al Gobernador no le alcanzó con poner en marcha estas posibles elucubraciones. Tampoco con viajar a Buenos Aires para incriminar, a modo de atenuante, la también controvertida gestión de Lisandro Olmos. Es que Alsina, para ese entonces, ya estaba causando demasiados problemas al Gobierno Nacional.
El martes 14 de julio de 1903, el presidente Julio A. Roca, amparándose en los informes del Interventor Gallardo, suscribió el decreto por el que daba de baja y exoneraba al comisario inspector Abel Chaneton, al jefe de policía Rodolfo Gómez y al primer oficial Pedro Montiel, que eran algunos de los funcionarios denunciados por la prensa y un grupo de comerciantes. Con respecto al ex gobernador Olmos manifestó “no haber encontrado causales suficientes para sancionarlo”, a pesar de las pruebas que, como vimos, lo incriminaban. Estas medidas demostraron claramente que Alsina se había quedado sin apoyo y que no tenía otra salida que presentar su renuncia.
Los vecinos de Chos Malal con su participación pudieron destituir al gobernador y frustrar definitivamente el proyecto de trasladar la capital a Las Lajas. Sin embargo, este logro no tuvo que ver con el hecho de que las autoridades nacionales se convencieran que Chos Malal era el mejor lugar para emplazar la capital definitiva del Territorio. Se relacionó con otra cuestión mucho más pragmática: desaparecido Alsina y tranquilizadas las aguas en el díscolo pueblo de Chos Malal, quedaba el camino abierto para que el ministro del Interior Joaquín V. González pudiera empezar a darle forma concreta a su idea de trasladar la capital a la Confluencia.
1911 – Las Lajas insiste
A fines de 1911,a casi siete años del traslado de la capital de Neuquén a su sede definitiva, los vecinos de Las Lajas remitieron un telegrama con 300 firmas a la Cámara de Diputados de la Nación peticionado se declarara nueva capital al pueblo donde residían. Volvieron a los argumentos de la infertilidad del lugar donde funcionaba la capital de territorio, la distancia con los lugares verdaderamente poblados y productivos y juraban “no perseguir intereses personales”.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuentes:
- “Chos Malal, entre el olvido y la pasión – Historia de la primera capital del Neuquén, desde sus orígenes hasta los años 70″ – Carlos Aníbal Lator – Cecilia Inés arias – María del Carmen Gorrochategui – Daniel Esteban Manoukian
- Artículo escrito en el diario Río Negro del 23 de Octubre del 2005. “Anecdotario: norteamericanos legales y bandidos” por el periodista Francisco N. Juárez
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