No hay que imaginarse mucho la vida sacrificada de los obreros mineros de aquel entonces. El constante peligro de accidentes a los que se exponían era cuestión de suerte, no solo por las actividades en las galenas, derrumbes, caída de tablas, maderas, etc. sino también en superficie, accidentes con hierros, cables, hasta malas maniobras que provocaban dolores en el cuerpo, espalda, manos, lumbalgias, intoxicación con polvillo del mineral etc. Un obrero que descendía en el pique por la escalera, a más de 70 metros de profundidad, se exponía a una seria amenaza para su integridad, cuya probabilidad de muerte era alta; de resbalar o ceder un peldaño mal encofrado, encontraría la muerte con seguridad.
Probablemente durante la etapa más productiva de la mina, sobrevino el desastre minero, el que más vida se llevó y el peor de la historia de Neuquén. Aconteció el viernes 22 de agosto de 1947, durante las primeras horas de la tarde, alrededor de las 14,30 hs. Ese día, quedará en el recuerdo de tantas mentes que aún viven, y los que ya han partido, porque fue una de las experiencias más horrendas que un ser humano haya podido experimentar. Tanta fue la repercusión de este accidente que trascendió más allá de las fronteras del país. Los principales medios de aquel entonces reflejaron los acontecimientos vividos en Auca Mahuida, los diarios Clarín, La Prensa, La Razón, El Laborista, la hora, La Frontera y Río Negro, se hicieron ecos de la tragedia. También las noticias cruzaron el aire y llegaron en Chile, país ligado a este emprendimiento desde sus inicios y quizás también haya llegado a la mismísima Inglaterra. Esa tarde marcó el fin de la existencia para muchos obreros y sus familias, el éxodo de las mismas hacia otros lugares, principalmente hacia el valle de Río Negro, que en aquel entonces empezaba a vislumbrarse como una economía fuerte y próspera. Muchas familias emigraron también a la zona de Añelo y Rincón de los Sauces.
Las causas del siniestro aún no están del todo claras, aunque probablemente el tan temido gas grisú (metano y oxígeno) haya sido un factor clave para la catástrofe. Las hipótesis son varias, de las más variadas, aunque no faltaron las supersticiosas que se contaban entre los pobladores. Entre las primeras se señalan la chispa de alguna herramienta al chocar con el material, un cortocircuito eléctrico de las instalaciones de luces de las galerías, la ignición de algún cigarrillo que hizo contacto con el gas grisú, están entre las principales; mientras que las había de carácter místico, como cuentan que unos días antes de la explosión, una joven Alemana habría descendido a las galerías y como el término mina también hace alusión a las mujeres (en el léxico vulgar latinoamericano) la mina de carbón habría tenido celos de que entrase una mujer por primera vez en un ambiente de hombres y como venganza, produjo la explosión. Esto se contaba como una verdad, especialmente de las mujeres más ancianas del campamento, propensas a este tipo de historias.
Lo cierto es que hubo una explicación “oficial” de parte de la compañía. Pudo deberse a que ese día debían de unirse dos galerías, y al efectivizarse, encontró a una con distinta presión sobre la otra, es decir, una masa de aire caliente con otra fría, que potenciada por el polvillo en suspensión, provocó la explosión. La nómina oficial de muertos llega a dieciséis, pero quince figuraban entre la lista oficial dada a los diarios de la época. Pero los testimonios recabados incluso hablan de una cifra superior, alrededor de veintitrés e incluso veinticinco. Estas últimas hipótesis son las que mayor peso tienen, dado que son los propios sobrevivientes quienes afirman ese número.
La lista tal como apareció en los diarios de la época es la siguiente: José María Beltrán, José Solorza, Antonio Duran, Eleuterio Retamal, Antonio Vásquez, Abel Avendaño, Elías Cerna, Genaro Hidalgo, Basilio Leguizamón, Pedro Huentecol, Anastasio Peletay, José Moyano, Abelardo Guzmán, José Chandia, Oscar Jara, y Oscar Flores.
Según los relatos de los sobrevivientes, faltarían en esa lista Villar, Painemil, y 5 personas más, nativos de la zona (indígenas) que estaban sin registrar. Esto es imposible de comprobar, pero los testimonios provienen de gente que vivió el suceso y aseguran que la lista final fue de 23 personas fallecidas.
Una de las cartas fue enviada por James David Blair, entonces gerente de la compañía, al presidente, Armando Braun Menéndez en Buenos Aires donde cuenta lo siguiente:
“Lo que tengo que contar es muy triste y muy horrible, pero con coraje uno puede aguantar y mirar el futuro. El día viernes a las 3 de la tarde hubo una explosión que sacudió la mina y que fue seguida por una llamarada que salió por los pozos “o”, “2”4″ y V/ haciendo volar los marcos al aire con gran estrépito. Un obrero que actuaba de guía con el guinche del pozo 4 fue lanzado lejos y por suerte se salvó, aunque se golpeó la cabeza. Abajo estaban trabajando 25 obreros y no se salvó ninguno, pues han muerto inmediatamente con la explosión. Había dos terminando la profundización del pozo 6, nueve picando carbón en una cuadrilla por el pozo 6 y cuatro enmaderando. Los del pozo o no habían bajado a trabajar, pues el guinche se había descompuesto el día antes, y ya tenían mucho carbón picado que se la podía hacer subir, así que la cuadrilla no fueron a trabajar, salvándose los seis.
(…) Las causas del siniestro no lo sabremos nunca, pero creo que una de las causas ha sido la siguiente; el día anterior el avance del pozo 4 había llegado a 2 metros del pozo 6 que ya había llegado al 2 nivel. Iglesias había medido y tocando las paredes ya se había sentido los golpes del otro lado. El viernes en la mañana han seguido picando con rapidez para juntarse con el pozo 6 y así dejar conectada la mina en la forma que habíamos planeado y deseado durante todos los últimos meses. Creo que a esa hora del viernes ya se deben de haber juntado, y ha venido un golpe de aire fuerte al abrirse el boquete. Al encontrarse el aire frío de un lado con aire mas caliente del otro lado, ha venido la explosión que ha causado una combustión espontánea del polvillo de la Rafaelita, que inmediatamente explotó. La explosión ha corrido todo a lo largo de la galería y ha salido por los diversos pozos con una fuerza horrible…”
Más allá de las causas posibles, lo cierto es que en aquel momento habían también indígenas de puestos cercanos trabajando en la mina y que no fueron cuantificados al momento del desastre, solo Huentecol figura en la lista, pero no así Painemil (su nombre es un incógnito) además de un obrero de apellido Villar. Los restantes no pudieron ser identificados pero aseguran los testigos que fueron entre 23 y 25 los obreros fallecidos, teniendo en cuenta que años más tarde, al reabrir la mina incendiada, dos obreros fallecieron por las condiciones de los gases en los pozos.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Auca Mahuida – Volcán de recuerdos – La explosión de la Mina La Escondida en la Patagonia Argentina – de Pablo F. Sura
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