La jarilla es un arbusto vegetal. Sus variantes van desde la jarilla macho, hembra, crespa, pispa o sierra, habitando en la provincia fitogeográfica de monte y su presencia va desde México hasta la Patagonia. Abunda mucho en la zona central neuquina donde actualmente se encuentran las localidades de Cutral Có y Plaza Huincul, predominando entre arenales y montes de arbustos más pequeños como zampas, olivillos y alpatacos. La jarilla abunda, pues es vegetal de tierras pobres. Siempre está verde y tiene la virtud de que aún verde arde con facilidad. En la “pampa seca” se originó una leyenda que decía: “nadie sino el diablo, pudo crear la jarilla. Envidioso de las otras plantas, quiso inventar una que fuera distinta a las demás. Que pudiera vivir sin agua y en los peores terrenos. Para eso cuánto más fiera es la tierra, mejor se cría”. No importa que el suelo se agriete de seco. El “malo” la riega y por eso siempre está verde. Por algo la usan para curar maleficios y también para hacerlos. Y el agua era un drama.
La laguna Colorada era el único lugar de la zona con una fuente natural de agua, con ciertas buenas condiciones de potabilidad, ubicada a 9 km del Campamento Uno y a unos 11 y 13 respectivamente de lo que hoy es Plaza Huincul y Cutral Có. El lugar atraía con fuerza magnética a los trabajadores de las compañías petroleras de YPF, Standard, Sol (Esso) y Astra, por el solo hecho de ofrecer agua. La numerosa población asentada en ese lugar, vivía en casa de una o dos habitaciones y cocina. La letrina en el exterior. Estas viviendas eran las mejores, pues estaban construidas con paredes de grandes adobes, pegados con barro, revocados con mezcla de arena, cal y cemento portland y techos con chapas de cinc. Otras casas eran de paredes de piedras traídas de las inmediaciones, asentadas en barro y prolijamente pintadas en la parte exterior con una mano de petróleo para impedir la acción demoledora de los vientos. En verdad poseían cierto confort para la época, contrastando con los ranchos chatos y rústicos de paredes de coirón, olivillo blanco y jarilla, aseguradas con lonjas mojadas de cuero de potro, que al secarse se hacían tan resistentes como el hierro y que pululaban por el lugar.
El asentamiento de Laguna Colorada era ilegal. Su área integraba la superficie fiscal de explotación petrolífera cerrada perimetralmente por “La Línea” del Octógono de Y.F.P. (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Esta denominación odiosa era resultante de la demarcación que dicha empresa estatal nacional había hecho del mencionado Yacimiento Octógono Fiscal a través de postes de hierro, clavados en cada uno de los esquineros del mismo y unidos con largas “rastrilladas” de alambre de 5 km de longitud, al solo efecto de resguardar la reserva petrolífera encerrada en su área.
La Laguna Colorada tenía autoridad, el Comisario era un tal Gramajo, quien mantenía el orden junto al Agente Rivero. Pero como la presencia policial siempre fue escasa, pululaban timberos, tahúres, carreristas, ladrones y hasta asesinos, quienes a fuerza de revolver, cuchillo, garrote y prepotencia, robaban, mataban y violaban ante la impotencia de las precarias fuerzas de seguridad. En esa época no existían los equipos de comunicación. La policía recién en el año 1949 comenzó a contar con ese adelanto tecnológico. Se contaba solamente con el telégrafo. La zona poseía presencia policial en Laguna Colorada, Plaza Huincul y Challacó, con dependencias con rango de Comisaría, Subcomisaria o Destacamento, al mando de Comisarios o Subcomisarios, oficiales, escribientes y personal de tropa (Sargentos, Cabos y Agentes). Los medios de movilidad existentes eran los caballos, nada más, no había móviles policiales. Tampoco había rutas, solo caminos precarios de tierra con pesados arenales, los que eran surcados por algún que otro vehículo de YPF. Los edificios policiales eran de ladrillo y portland, con divisiones interiores, llegándose a utilizar hasta vagones del tren como postas policiales. Algo en píe queda, de lo que fue el edificio policial de Challacó, lógicamente desbastado por el profanamiento, abandono y paso del tiempo. El tren era tan indispensable, como un adelanto innovador para la época.-
Éxodo, marginados, parias en su propia tierra
Pero un día la orden de desalojo llegó y con ello se inició el éxodo de familias obreras afincadas en “La Aguada” y en la “Laguna Colorada”. Debían marginarse fuera de “La Línea”, esa fue la orden. La existencia de “La Línea” y el desalojo de los espacios habitados encerrados en la misma, que no eran sólo los de “La Laguna Colorada” y “La Aguada”, creó problemas sociales que tuvieron larga duración. Hizo del marginado un simple segregado del usufructo de bienes sociales como educación, seguridad, vivienda, gas, luz, asistencia sanitaria, utilizados de manera privilegiada por los residentes en los diversos campamentos de la petrolera estatal. Esas familias de trabajadores de Y.F.P., víctimas del éxodo de los años 1931, 1932 y 1933 fueron objeto de desigual tratamiento, desde el ocultamiento de los reglamentos, circulares internas y disposiciones precisas de la Carta Orgánica que los favorecía, hasta la condena a padecer miserias, desamparo, padecimientos e insalubridad, fuera de la línea.
Y así nació el barrio peligroso:
Sobre el borde mismo de “La Línea”, rumbo al Noroeste y Suroeste del Octógono Fiscal, se ofrecía a la angustia de los marginados una extensa depresión de pesados médanos, sobre los cuales tejían caprichosas formas altos jarillales y achaparrados olivillos blancos. Y es así que aún con gran escasez de agua, bajo el sol o la oscura noche, se producía el amontonamiento paulatino y sigiloso de un poblamiento desordenado de casitas y ranchos precarios, con idénticas características a los de la “Laguna Colorada” y “La Aguada”. Eran simples abrigos para sobrevivir. “Barrio Peligroso” comienza a ser una realidad ilegal en la geografía física y humana del Territorio Nacional del Neuquén, con nuevos hogares, oscuros y miserables, apretados unos contra otros con un aspecto vago e incierto, que solo revelaba vida humana a través del humo que salía de sus rendijas. El nombre pudo nacer como expresión simplista y peyorativa en el escritorio de algún funcionario de la estatal Y.P.F., en desacuerdo con el nacimiento del nuevo pueblo, ante la supuesta prolongación del ambiente de pillaje y desmanes de los malvivientes trashumantes de la “Laguna Colorada”. Pudo crearse, en razón de los atracos perpetrados por la “Viuda Negra” y otros malhechores, que llegaban hasta el crimen, para despojar de su quincena a humildes trabajadores del petróleo. Estos hechos se consumaban generalmente junto al alambrado de las vías del ferrocarril, y al ser descubiertos por la policía, debido a la falta de medios o tecnologías, falta de idoneidad y profesionalismo, muchas veces quedaban impunes. “Barrio Peligroso” no contaba con presencia policial. A medida que se fue consolidando la barriada se hizo cargo de la seguridad la Subcomisaría de Challacó siendo su jefe el Subcomisario Luis Guidobono, quién habilitó el día 13 de Abril de 1933 un destacamento policial en ese sector, a cargo del Agente Alfredo Solussoglia.
Pero hubo una persona con una mirada humana, visionaria y futurista. Corría el año 1933 y nos referimos al médico Víctor Ezio Zani, que se desempeñaba como Director del Hospital de Y.P.F. (edificio que funcionaba donde actualmente se encuentra el Museo de Plaza Huincul, sobre ruta nacional 22), que a sus 85 años de edad recordó: “Estas familias vivían con sus criaturas en forma por demás miserable. Se alojaban en reparos que no eran ni siquiera ranchos, apenas refugios, unos al lado de otros, soportando la aspereza de un clima frío y de fuertes vientos de día y de noche. La gran cantidad de arena hacía imposible la vida civilizada”.
Su iniciativa que gestó junto al Juez de Paz de Plaza Huincul Miguel Ángel Benazar, el Jefe de Estudios y Proyectos de Y.P.F. Agrimensor Luis Baka y el Subcomisario de la Subcomisaría de Challacó, Luis Guidobono, quienes un día acomodaron a esa gente desamparada, delineando calles, lotes, manzanas, entregando terrenos, y en Junio de 1933 “Barrio Peligroso” fue rebautizado como “Pueblo Nuevo”. Gobernaba el Territorio Nacional el Coronel Carlos H. Rodríguez, presidía la Nación el General Agustín P. Justo y visitaba el país el gran poeta Federico García Lorca.-
El Coronel Carlos H. Rodríguez, con la misma visión del Dr. Víctor Ezio Zani, apoyó su iniciativa, creando una Comisión designando como miembros al Dr. Zani, al Juez de Paz Benazar, al agrimensor Baka y al Subcomisario Guidobono. Se logra otro hito importante que es incorporar al “Pueblo Nuevo” a la geografía del Territorio Nacional del Neuquén, un 22 de Octubre de 1933. Vale aclarar que a propuesta del mismo Dr. Víctor Ezio Zani, en el acto de inauguración propuso el nombre de Cutral Co (agua de fuego), el cual fue instituido mediante el Decreto Nacional Nro. 72.435 de fecha 10 de diciembre de 1935 por el Presidente Agustín P. Justo. (Años más tarde aclaró el Dr. Zani, que el nombre lo tomó del libro de Pablo Groeber sobre toponimia araucana, Diario Rio Negro del 20-10-1973).
Para el año 1936 Cutral Có tenía dos mil quinientos habitantes y había sido receptora de muchos habitantes del interior del Territorio que buscaban un nuevo porvenir, ante la creciente demanda laboral por el petróleo. Gente buena y gente mala se entreveró, porque el delito nunca cesó. La primera comisión de fomento con autoridades nombradas por el Gobernador del Territorio Nacional Coronel (R) Enrique Pilotto, logran en 1935 la construcción de la Escuela 119 y el primer edificio policial (con los años lo que en principio fue un Destacamento Policial, posteriormente se transformó en Comisaría de Cutral Có y en la actualidad la Comisaría 14, dejando de existir la Subcomisaría de Challacó en el año 1957, siendo absorbida su jurisdicción por la Comisaría de Plaza Huincul, la que ya existía como postal policial desde el año 1905).
Vamos a los hechos
Félix Villareal era un porteño nacido en Capital Federal, allá por el año 1876. Se casó con María Sofía Posse e ingresó como Agente a la Policía de la Provincia de Buenos Aires en el año 1897, culminando su carrera en dicha provincia en el año 1918. Luego se trasladó hasta el pujante Territorio Nacional del Neuquén. Había escuchado del lugar, de cordilleras nevadas, de petróleo, de pueblos emergentes, y se imaginó un futuro promisorio en un territorio joven. No dudó en trasladarse con su grupo familiar y emprender una odisea en una zona que le era ajena y distante. Armó sus valijas y llegó en el año 1922 a la capital de Neuquén, descendiendo del tren junto a su mujer, y sorprendido por un viento cálido del verano. Allí mismo se abocaron a buscar un lugar donde vivir. En Junio de ese mismo año le dieron el alta como “Gendarme” de la Policía del Territorio Nacional de Neuquén, denominación que por ese entonces se le daba a lo que actualmente se conoce como “Agente de Policía”. A partir de allí comenzó con una carrera policial que le dio la oportunidad de ascender a “Cabo” en el año 1923, para luego en base a sus méritos laborales ser promovido al grado de “Oficial Titular” en el año 1925 y a partir del año 1931 revistar con el grado de “Oficial”.
Su carrera policial territorial lo llevó a ser trasladado en sus catorce años de servicio por distintas dependencias policiales en las Comisarías de Loncopué, Neuquén Capital en dos oportunidades, Añelo, Plottier, Piedra del Águila, Picún Leufú y Barrancas (donde se desempeñó desde el 10 de Diciembre de 1933). En todas ella sumó experiencia, conoció gente e hizo amigos, vivió la carencia de medios, el sueldo magro y la lejanía de la pujante capital. No obstante, muchas veces quedó a cargo de la dependencia ante la ausencia de jefes, desenvolviéndose de manera acorde a la situación. Ya con sesenta años de edad pensaba en un retiro promisorio que lo iba a encontrar junto a los suyos en la comodidad del hogar. Su familia lo esperaba. Pero el destino quiso otra cosa. El año 1936 lo sorprendió con un traslado a la emergente ciudad de Cutral Co. Su traslado desde Barrancas no había sido nada grato ni nada cómodo. Nunca fue grato un traslado porque no se dejaba tener sentido de pertenencia con una localidad. si bien se conocía gente y lugares nuevos de la jurisdicción policial. Cuando menos se lo esperaba llegaba un telegrama con la orden superior de trasladarse a otro destino para ir a prestar servicio a otro pueblo. Pero detrás de ese hombre iba una familia. Como pudo buscó los medios para llevar todos los enseres hogareños hasta la punta de rieles, que era Zapala. De allí tal vez las cosas se le facilitaron un poco arriba del tren.
El día sábado 19 de Septiembre de ese mismo año el Oficial Félix Villareal recibió una orden del Subcomisario Federico Dozo, para que trabajara esa noche en la Comisaría de Cutral Có junto al Escribiente Luis Felipe González y al Cabo Romualdo Bravo. La comarca petrolera en sus inicios no era un pueblo fácil, en realidad ningún pueblo fue fácil en la época territoriana, pero en Cutral Có se acentuaba la poca presencia policial, lo que acarreaba que hubiera desmanes, no acatamiento de normas de orden público y convivencia, consumo de alcohol en reuniones festivas, violencia doméstica, guitarreadas y acordes a la orden del día, rumorosas rancheras en vitrolas, robos y asesinatos con autores inciertos, hombres y mujeres trasnochadores con sed de calmar sus ansias de sociabilidad, todo ello en un medio hostil para vivir. Encima existían antecedentes de atentados en la zona, como el del 14 de Mayo de 1932, cuando un obrero polaco que había sido despedido atentó contra el principal tanque de almacenamiento de petróleo en la destilería de Plaza Huincul. Provocó una fuerte explosión y un incendio de gran magnitud. Según la versión oficial, se suicidó al ser sorprendido. Se habló de un posible atentado comunista. Días antes se habían registrado incendios menores, y había un obrero polaco detenido. El 29 de Julio de ese mismo año, se informaba que un individuo de apariencia ruso, presuntamente intentó incendiar la destilería de Y.P.F. Sorprendido por el sereno, hubo un intercambio de disparos, huyendo el incendiario y encontrándose restos de trozos de estopa empapados en nafta. No era una zona fácil para nadie.
Pero ese 19 de Septiembre de 1936 había que brindar seguridad a la población, por lo que siendo las once de la noche el Escribiente González y el Cabo Bravo recorrían el pueblo entre penumbras y calles de tierra desoladas. No habiendo alumbrado público, alguna que otra farola y linternas ayudaban a la tarea. Imprevistamente fueron requeridos por una mujer que salió corriendo a los gritos de una vivienda con la cara ensangrentada diciendo que su esposo Eleodoro Matamala, la había golpeado ferozmente, y presumiendo que sería buscado por la policía, huyó del lugar.
En esas circunstancias se sumó a la patrulla policial el Oficial Félix Villareal, acordando mantenerse todos en las inmediaciones suponiendo que Matamala, en algún momento volvería a su casa. Rato más tarde, efectivamente vuelve Matamala caminando por la calle hacia su vivienda, saliéndole al cruce los policías, y Villarreal que conocía a esta persona de antemano se ubicó a dos metros de distancia del mismo. Alumbrando con la linterna le ordenó que se detenga, que debía responder por los golpes dado a su esposa y por su huida, debiendo ir a la Comisaría.
Matamala, fuera de sí, le gritó:
- – ¡no me vas a llevar a ningún lado!
Imprevistamente extrajo de su cintura un revólver efectuando varios disparos hacia los policías, cayendo desplomado el Oficial Villarreal sin vida, no alcanzando a emitir palabra alguna. El disparo fue tan certero como imprevisto para la víctima, la bala le ingresó por el ojo izquierdo, sin orificio de salida. La muerte que estaba al acecho se llevó esa noche a su víctima. Matamala huyó del lugar, otra cosa no podía hacer. Pensó que había matado a todos los policías dado que había descargado los seis tiros de su revólver marca “Smith & Wesson”, pero a pesar de haber recibido un tiro en el hombro, el Cabo Bravo corrió detrás de Matamala y desafiando la muerte, con su rebenque logró quitarle el arma al agresor, para luego reducirlo y detenerlo. El Escribiente González corrió desesperado a asistir a su compañero, pero nada podía hacer, Villarreal yacía sin vida ensangrentado en la cabeza mirando al cielo de la noche oscura.
Se inició un proceso judicial para el agresor detenido, que fue puesto a disposición de la justicia letrada con el sumario policial titulado “Matamala Eleodoro s/homicidio, atentado – resistencia a la autoridad y lesiones en Cutral Co” expte 945 F° 121 año 1936. Fue llevado a juicio oral y público, el 30 de Octubre de 1937, y el Dr. Juan Julián Lastra, Juez Letrado, falló aplicándole una condena de quince años al autor. La medida fue apelada, y la sentencia fue confirmada por la Cámara Federal de Bahía Blanca. Lo mismo opinó la Corte Suprema ante un recurso presentado por el defensor del condenado. El 15 de Julio de 1942 el Poder Ejecutivo Nacional, emitió un Decreto reduciendo en tres años la pena impuesta a Matamala. En fecha 04 de Octubre de 1944 ante una buena conducta y trabajos realizados por el condenado en los talleres de la Cárcel de Neuquén, por orden de la justicia, se dispuso su libertad condicional.
Los restos del Oficial Félix Villareal, descansan en el panteón policial de Neuquén. Ninguna foto ni efemérides lo recuerda en la Comisaría de Cutral Co.
Juan Eduardo Medel (juaneduardomedel77@gmail.com)
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuentes:
- Guardianes del Orden, Primera Recopilación Histórica de la Policía del Neuquén, Tomo II, de Tomas Heger Wagner
- Cutral Có Tiempos de Viento, Arena y Sed de Alessio Miguel Saade
- Regiones Argentinas de Maria Teresa Villafañe Casal. Edición La obra. Bs As. 1945. Imprenta Ferrari Hns Bmé Mitre 3355 Bs As.
- Fantasmas rusos en el campamento de YPF, de Hernán Scandizzo, publicado en Más Neuquén. Click Aquí
- Las fotos fueron tomadas del libro Guardianes del Orden, de Tomas Heger Wagner
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