“No insultan pero desprecian”
1913 – Fortunato Giacomuzzi, capellán residente en Neuquén
Prácticamente desde sus orígenes, la Iglesia practicó el guardado sistemático de escritos y objetos preciados. A escala local, este hábito permitió conservar los rastros de los primeros misioneros que más tarde serían compilados en el Archivo Salesiano Patagónico de Bahía Blanca. Se preservaron memorias, crónicas, diarios, relaciones con los aborígenes, libros y epistolarios que había reunido el padre Pascual Paesa -más tarde integrante de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, del Instituto de Investigaciones Históricas de Río Negro y de la Junta de Estudios Araucanos- en sus recorridas por colegios, parroquias y oratorios de la Patagonia. De sus libros “El santo desorden del padre José María” y “El Patiru Domingo, la cruz en el ocaso mapuche” se extraen en este artículo secciones de las cartas que recrean otro tiempo y lugar.
Nada nuevo bajo el sol, la relación entre clérigos y gobernantes fluctuaba de acuerdo a las necesidades inmediatas y las políticas. “Me recibió con un rebenque y me despidió con un abrazo” escribió el Vicario apostólico del sur Juan Cagliero, luego de entrevistarse con el teniente general Julio A. Roca para informarle de sus planes espirituales y materiales. En 1886, expresaba en una carta a su Superior: “Es cierto que aquí el gobierno es adverso a los principios católicos y no los favorece para nada sino que los hostiliza, pero en cambio las personas que forman este gobierno, en sus gestiones privadas y en sus ministerios particulares, no son tan tenaces y hostiles. Si pueden nos ayudan para hacer un poco de bien. Sistema moderno de dos conciencias, una pública y una privada”.
Si en 1885 el gobernador Manuel Olascoaga había escrito al arzobispo Federico Aneiros, sobre el nombramiento del presbítero Juan Fuentes como Capellán de la Gobernación, …“para que llene cumplidamente las sagradas funciones de su Ministerio en poblaciones que aunque nacientes son religiosas y progresan en número diariamente”…, dos años después abandonó la etiqueta para acusar al padre Domingo Milanesio de ejercer el “comercio con la religión”. “He tenido conocimiento” expresó “de que usted cobra dinero o especies a los pobres por óleos y casamientos, en el desempeño de la función que le confió al Capellán de la Gobernación. Esto no es cristiano ni tiene derecho a hacerlo ningún sacerdote porque es lo que se llama hacer comercio con la religión y abusar de la ignorancia de los infelices habitantes de este Territorio que tiene aquí un Capellán pagado por la Gobernación para casarlos y bautizar a sus hijos gratuitamente y también ir en persona a auxiliarlo si se ofrece…”
El encono es mutuo. Milanesio escribe al Obispo Cagliero: “Ríase Monseñor muy querido, porque le sobran razones. Un Obispo preconizado por sí mismo pretende mandar aquí en el Territorio del Neuquén, en cosas de religión como un Papa, porque manda a palos. Este es el señor Gobernador Manuel Olascoaga, que desde hace bastantes años, como usted sabe, me tiene en los cuernos. ¿Y por qué? Porque voy a evangelizar a las gentes de Malbarco sin su voluntad. El hace años que está buscando sacerdotes que estén dispuestos a dejarse poner su freno y constituirlos así párrocos de parroquias pagadas por el Gobierno, para manejarlos a su modo con el pretexto de la mensualidad. Los buscó en Buenos Aires, los busca todavía en Chile pero no encuentra ningún pobre desgraciado que quiera ponerse a sus órdenes…”
Luego de la mudanza de la capital del Territorio desde Chos Malal a su actual emplazamiento, una comisión de vecinas notables del pueblo unidas en la Asociación de Beneficencia del Neuquén impulsó la construcción de la capilla Nuestra Señora de los Dolores, que aún está en pie a un lado de la Catedral sobre la avenida Argentina. Desde 1889, con la llegada del padre Alejandro Stefenelli al entonces Fuerte General Roca, el asentamiento rionegrino era un centro estratégico de la congregación y proveedor de sacerdotes para los incipientes pueblos aledaños. Así, durante los primeros años llegaban en tren el sábado a la tarde a la nueva capital los padres Alfonso, Mellano o el propio Stefenelli para ejercer el ministerio católico, durante el fin de semana.
El impulso de la fe aventuraba a los más intrépidos a estos confines patagónicos rigurosos, pero su estadía permanente los enfrentaba –muchas veces- a su costado más humano. “Estoy en mi nuevo campo con muy poca fortuna y menos motivos de alegrarme” escribía en 1913 el padre Fortunato Giacomuzzi, capellán residente en Neuquén. “De salud, regular; de espíritu, ídem; de libras muy flojo. Aquí hasta ahora no he hecho nada, a pesar de que no me parece haber perdido el tiempo. La asistencia media en el Neuquén, de niños: 4; máximum: 12. Personas a la misa: de 15 a 20, máximum. No insultan pero desprecian”.
Su sucesor, Fabricio Soldano, corroboraba: “Ayer (25 de mayo) hicimos la Fiesta Patria muy fríamente. No hubo ningún acto religioso. Algunos muchachos al salir de la escuela apedrearon la iglesia …el camino está lleno de espinas”. En otra misiva a su superior, enumeró sus reclamos: “Le escribo por varios motivos. Primero, no pude realizar mi gira sino hasta Arroyitos por falta de medios. El que se había comprometido a venir a Senillosa, faltó a su palabra. Bauticé a cinco chicos y a un adulto de 60 años. La necesidad de salir es grande, pues hay familias enteras sin cristianar. Necesito un Padre que me sustituya, un hermano que me acompañe y un buen sulky con dos caballos, a lo menos. Yo por mis achaques ya no soy hábil para correr por estos descampados. Segundo, vuestra reverencia sabe que no tenemos cocina. El muchacho que me sirve ya se enfermó otra vez y ahora los calores son insoportables. Es trabajo urgente y de no hacerlo tendremos que volver a la vianda. Si en septiembre y octubre no tendremos la cocinita, no nos bastarán 150 $ por mes y mal servido. Hoy, por ejemplo, comemos cuatro personas, y serían 4 $, sin contar el café, el vino y el postre…”.
En las próximas cartas se evidenciaba el cansancio. En 1916 escribía: “He cumplido 29 años de consagración sacerdotal, hay pues que pensar en jubilarme, porque los 32 años de misionero han sido muy activos. Yo no soy ya el de una vez. No quisiera caer enfermo en Neuquén, en esta soledad. Empiezo a sentir nostalgia y días amargos. Es indispensable que piense en sustituirme, si puede pronto, a más tardar para el año venidero. Aquí se precisa un padre joven, que organice el oratorio festivo y que se haga querer. Yo ya no puedo ponerme en esas tareas y tal vez por mi genio esquivo, y por mi carácter severo, espanto a la gente. Además siento un gran deseo de volver a Italia. Esta vida solitaria me llena de pensamientos tristes. ‘Nos servi inútiles sumus, quod potuimus facere fecimus…’ (nosotros somos ya siervos inútiles, lo que pudimos hacer lo hemos hecho)”.
Al año siguiente, la jubilación no llegaba, mientras continuaban los embates liberales anticlericales: “Permítame Padre, que le abra mi corazón y le diga sin ambages, que estoy cansado de esta vida solitaria y tan adversa. ‘Frater qui adjuvatur a fratre tanquam civitas fortis’ (el hermano que es ayudado por otro hermano, es como una ciudad fortificada). ¡Pero el que está solo! … a cada rato estos diarios (principalmente ‘El Neuquén’) embisten contra la religión, la moral, la historia, el buen sentido. El padre José María tiene un arsenal de libros para contestar, pero yo me consumo de pena en esta soledad, apoderándose de mí el desaliento. Aquí hay un buen número de intelectuales presumidos con quienes habría que codearse y compartir; y tal vez, aunque descreídos, se los podría llevar por buen camino. En cambio, ¿qué puedo hacer yo que nunca he sido un intelectual?”.
Corría 1920 y, según el sacerdote Juan Tosi, “el padre Soldano aún no ha podido marcharse. Por una parte estoy contento, así tengo al menos quien me acompañe”. Nuevo en el poblado, Tosi resumió su diagnóstico sobre el destino asignado: “Este lugar no me parece para mí”. En una de sus misivas, expresa que se encuentra “como Agar, la desdichada, en el desierto. Es cierto que tengo a mi Angel, pero este tiene más facilidades para volar, cuando Neuquén no le agrada. Es cierto que tengo a Jesús muy cerca … bueno, este es mi único consuelo. Haré lo que pueda …. Aquí ya me he impuesto de muchas cosas. Por lo pronto tengo a esta aldea neuquina por soberanamente chismosa. He oído cómo se desuellan unos a otros, máxime en el mundo femenino y me da miedo pensar en poner a remojo también mis barbas. ¡Hasta las mismas vicentinas se muerden que es una lástima! La gobernadora ha fundado la Copa de Leche para hacer naufragar a la Sociedad de San Vicente. ¡A lo menos fuera de vino! ¡Bueno! ¡Que a mí no me muerdan! Yo ya he bajado la visera y la lanza en ristre y se me ha ido la gana de desfacer entuertos y poner a raya los malandrines de por acá. Mi programa: ayudar en lo que pueda, retirado, incomunicado y punto en boca, y que me dejen tranquilo durante el ‘tiempo provisorio’ que estaré por aquí. Preveo que cambiaré de carácter, seré otro Tosi, pues mis entusiasmos, mi comunicativa, mi expansión ya han muerto”.
Un capitán del distrito militar le demanda que el 9 de julio brinde una misa campal con discurso patriótico y, nuevamente, lo invade la desazón: “¡Pobre de mi! ¡Estoy para echar discursos! ¡Yo no sé qué echaría! Querido padre: una oración para este difunto … (¡puede ser que resucite!). Amén”. Sin embargo, cumplido el requerimiento oficial, relata “el 9 de julio les espeté la alocución pedida, que dejó estremecidos los dos ríos de la confluencia y todos los médanos. Me dijeron que aquí nunca se había oído ni visto cosa parecida, pero lo que no se ha visto todavía son los de la Nación … ¡Temo, padre, temo que pronto me voy a convertir en un bolchevicki!”.
Podría cambiar el ánimo de los que padecían el Purgatorio neuquino, pero el viento y la carestía eran permanentes. La situación había obligado al padre Soldano –en sus primeros años en esta capital- a dar la orden a la Casa Linares de no fiar a nadie más que él. De esta decisión se había enterado el padre José María Brentana cuando –de paso por el poblado- apeló al mencionado recurso para aprovisionarse en el almacén y luego lo lamentó en una de sus cartas. “Aquí en Neuquén no hay nada de comestibles” escribió “desde el día en que estoy (y hace ya más de una semana), han entrado dos pesos. El padre Soldano ha dado veto a la Casa Linares de fiar a nadie si no es a él. Del padre Martinengo no he recibido un centavo, y del padre Bottino lo mismo. Pero lo que más me interesa es que no se destruyan por esta falta de recursos los resultados ya obtenidos en Allen, gracias a la constancia y puntualidad con la que se ha atendido el año pasado a la población, pues a pesar de la distancia y de los caminos horrorosos, el sacerdote no faltó nunca en los días festivos. Además, sin querer hacer comparaciones odiosas, en honor a la verdad, conviene que vuestra reverencia sepa que, sumando los concurrentes a las dos misas en el Neuquén, no llegan al número de los que asisten a una sola en Allen”.
Finalmente, Brentana sucedió a Tosi y, ya a cargo de la Capilla Nuestra Señora de los Dolores (entre 1923 y 1931) su visión adquirió un voluntarismo optimista. Así lo expresó: “Neuquén es un hermoso pueblo. Está en un cruce de ríos que le dará un riquísimo porvenir. El aspecto, a pesar de los montones de arena y de los vientos endiablados, no se diferencia mucho de la Bahía Blanca de 1.890 y también más adelante. Hay mucha pobreza y gente que vive en ranchos indignos del hombre. ¡Pobrecitos! ¿Cómo pueden llegar a ser virtuosos en esa situación? Es necesario entrar en esos tugurios y llevarles la luz y el consuelo de Cristo. La capilla está bastante bien construida, y con un poco de esfuerzo se podrá hacer también una comodidad para el sacerdote. La vida religiosa es necesario encenderla. ¡Pobres gentes que sólo ven al sacerdote de vez en cuando! Yo veo sin embargo que tienen buenas disposiciones para recibir la Buena Nueva. Y ya han comenzado a recibirme bien. Con la ayuda de Dios, Neuquén será cristiano”.
Artículo escrito por Marcela Micolich – Dirección provincial de Patrimonio Cultural de Neuquén.
Fotos gentileza de Sistema Provincial de Archivos y Archivo Histórico Municipal de Neuquén.
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