Los Dawson
A principios del S XX, el auge de empresas británicas, la explotación lanar y el tendido ferroviario, favorecieron la inmigración de ciudadanos ingleses hacia la Argentina.
En tal contexto, Primitiva Insaurralde (1884-1971) -hija de madre vasca y padre irlandés- se casó con el anglo-irlandés Ambrose Nicholl, y llegaron a la Patagonia porque él había sido contratado por la Compañía Sud de Tierras, firma británica, en la estancia Pilcaniyeu, del paraje homónimo. Ella fue la primera mujer blanca en la zona.
Allí nacieron Magdalena y Mary, las hijas del matrimonio quienes –siendo pequeñas- perdieron al padre, ya que Nicholl falleció joven.
Por otra parte, Guy Harnett Dawson (1887-1962) llegó al país proveniente de Australia, contratado por la misma firma. En su patria había aprendido pormenores sobre la cría de ovejas merino. En Pilcaniyeu conoció a la familia Nicholl y cuando estalló la Primera Guerra Mundial fue convocado por la Commonwealth, Comunidad de Naciones ligadas al Reino Unido, para alistarse en el ejército.
Más tarde, Dawson se dirigió a Londres donde se encontró con la viuda de Nicholl y sus dos hijas, llevadas allí para recibir educación. En 1917 Dawson y Primitiva Insaurralde se casaron y, tiempo después, de esa unión nació Betty Mary.
Cuando el matrimonio y las tres niñas arribaron al país, la Compañía Sud de Tierras nombró a Dawson Administrador de Pilcaniyeu. Como tal, importó vacas Aberdeen Angus y Shortorn, caballos árabes y percherones, ovejas merino, y otras razas que beneficiaron los planteles del establecimiento. Mientras tanto, la familia crecía con el nacimiento de Cecile Mary y Eleonora Mary.
Hacia 1926 los Dawson se trasladaron a la estancia “La Primavera” de Traful, propiedad de la familia Anchorena, dedicada a la explotación ganadera, donde establecieron una hostería para a turistas y pescadores del país y del exterior.
Debido a la problemática de la ganadería en la región, Dawson se reunía con estancieros de San Martín y Junín de los Andes, quienes para resolver situaciones comunes, el 25 de marzo de 1933 fundaron la Sociedad Rural de Junín de los Andes. Así, el administrador australiano figura integrando su primera Comisión Directiva.
En aquel tiempo, sembrar, elaborar conservas, encurtidos, ahumados o dulces, criar animales domésticos y el autoabastecimiento, eran frecuentes. Y la pesca, una ocupación que Dawson practicaba apasionada y hábilmente, por lo que se convirtió en una persona reconocida en el tema.
Por iniciativa de Walter Titcomb, en 1904 se habían introducido salmónidos en Argentina y debió haber siembra de huevas en lagos y ríos próximos al Nahuel Huapi, porque veinte años después se registra su aparición. Fue Guy Dawson quien en 1924 atrapó, en el río Traful, un ejemplar diferente a los que hasta entonces se habían extraído en la región. Consultó a otros aficionados, quienes confirmaron que no era una perca ni una trucha criolla, ese raro ejemplar de seis kilos y medio. Envió algunas de sus escamas a Escocia para su análisis y cuando la respuesta llegó, se confirmó que había pescado el primer salmón del que se tiene noticias en la zona.
El hecho se divulgó rápidamente, señaló a Dawson como primer pescador de un salmónido en la Patagonia en los registros de las entidades afines y así publicó la novedad la revista inglesa “The Field”.
Respetadísimo experto que usaba mosca y cuchara para la captura de peces, cada vez fue más buscado por aficionados y profesionales para que guiara la búsqueda de salmónidos.
Francisco N. Juárez, historiador del turismo en el sur, sostiene: “algunos personajes argentinos acaudalados que viajaban por el mundo y recreaban su ocio con estas y otras prácticas, viajaban a la Patagonia y pescaban a partir de la segunda década del siglo pasado. Pero es en los años ’40 que comienza el auge de la pesca deportiva y los diarios nacionales ofrecen notas gráficas del tema en el sur argentino”.
Por su actividad, Dawson es reconocido como uno de los pioneros en el desarrollo del turismo orientado a la pesca, que en la actualidad es una actividad económica importante en los departamentos Huilliches, Lacar y Los Lagos.
En San Martín de los Andes
José E. Anchorena, conocido pescador dice en un reportaje refiriéndose a él: “… puso una hostería donde empezaron a concurrir pescadores ingleses que utilizaban equipos de mosca. Todos permanecían largas temporadas, dejándole en realidad más pérdidas que ganancias”.
Como la economía no prosperaba, Dawson y su esposa compraron una propiedad en el barrio El Oasis de San Martín de los Andes y se trasladaron en 1937, donde hicieron erigir un hotel, con un crédito de la River Plate Company.
Fue responsable de la construcción el ingeniero Gael Palacios Molina, integrante del Estudio del Arq. Alejandro Bustillo. Realizado en mampostería, consta de quince habitaciones con pisos de madera, techado con tejas de pizarra y diseño de líneas simples.
Tenía galpón para vacas lecheras, huerta e invernadero, plantación de forrajes y frutales y una usina con micro turbina para aprovechar la corriente del arroyo y proveer electricidad al hotel.
El edificio, levantado por obreros calificados, estaba rodeado de plantas nativas y exóticas, como cipreses, abetos, álamos, olmos europeos, alisos, cerezos, serbales del cazador y una sequoia.
También había un jardín escalonado diseñado por Primitiva, con macizos de flores de distintas alturas, con colores variados, que llamaban la atención. Sus amistades y los pasajeros le proveían semillas europeas. La Sociedad Rural de Junín de los Andes hacía exposiciones de floricultura en las que ella se destacaba con sus especies, las mismas que le proporcionaron reconocimientos.
La vegetación y la proximidad del arroyo Trabunco a pasos del edificio, el servicio de animales de salto para los huéspedes que tuvo en una época y los guiados para la pesca y la caza de Dawson, divulgaron en el exterior las bondades del lugar, que atrajo a muchos viajeros.
Nobles, famosos y acaudalados
“Don Guido” lo llamaban los sanmartinenses. Él administraba la propiedad y guiaba; su esposa supervisaba la cocina, la limpieza y el trabajo del personal.
Harry Wesley Smith, propietario del diario El Mundo, y su esposa eran pasajeros frecuentes en el hotel Los Andes; él participaba en las cacerías y ella en los picnics para las familias, que se organizaban simultáneamente. Canastas con delicias saladas y dulces y fina mantelería eran parte de esas excursiones.
Smith promocionaba el turismo de la región en el diario El Mundo y las revistas Mundo Argentino y El Hogar, que también dirigía.
Betty y Cecil Dawson recordaban la presencia del embajador inglés Sir Neville Henderson, Lord y Lady Alleny; Jarred August Jones, John W. Crockett y las de las familias argentinas Llavallol, Anchorena, Lamarca…
En 1949, Pablo Neruda llegó, huyendo, a San Martín de los Andes y se alojó en el establecimiento del barrio El Oasis.
Él cuenta en su biografía: “En San Martín de los Andes debía aguardarnos un amigo chileno. Ese pueblito cordillerano argentino es tan pequeño que me habían dicho como único indicio:
– Ándate al mejor hotel que allí llegará a buscarte Pedrito Ramírez.
Pero así son las cosas humanas. En San Martín de los Andes no había un mejor hotel: había dos. ¿Cuál elegir? Nos decidimos por el más caro, ubicado en un barrio de las afueras…” “… Observaron con hostilidad los efectos de varios días de viajar a caballo, nuestros sacos al hombro, nuestras caras barbudas y polvorientas. A cualquiera le daba miedo recibirnos.
Mucho más al director de un hotel que hospedaba a nobles ingleses procedentes de Escocia y venidos a pescar salmón en la Argentina”.
Cuando Neruda relató su estadía al recibir el Premio Nobel, aumentaron los visitantes al lugar. Fue, acaso, el huésped más ilustre.
Betty Dawson reflexionaba en una entrevista: “Mi padre no era un hombre ordenado para los negocios. Le gustaba comprar autos, viajar… Dinero que entraba por una mano, enseguida salía por la otra”.
Así fue que, por falta de pago, la firma financiera de la construcción del hotel, lo tomó para resarcirse del crédito otorgado.
Transformaciones
Hacia fines de los años ‘50, los esposos Johann Rovert Bickel y Martha Elizabeth Huth, supieron de la clientela del hotel, lo alquilaron y cambiaron su nombre por el de Hostería Parque de los Andes.
Bickel había trabajado en la firma Lufthansa y estaba familiarizado en tratar diplomáticos, gente culta, y sofisticada, por lo que logró jerarquizar, aún más, el lugar.
Los esposos hicieron modificar el hogar a leña, instalaron calefacción central y telefonía, abrieron un bar, mejoraron la iluminación, instalaron una araña decorada con astas de ciervo, revistieron el comedor con madera de raulí…
También ofrecieron gastronomía europea con presas de caza, elaboraron ahumados, encurtidos, dulces y pastelería con frutas finas de cultivo propio… Y brindaban un agasajo especial para despedir a los pasajeros, servido con mantelería bordada y vajilla, cristalería y menaje con el monograma de la hostería.
Allí se alojaron la princesa española María Cristina de Borbón y Battemberg; Mary Lilian Baels de Rêthy, esposa del rey Leopoldo III de Bélgica; los empresarios Enrico Marone Cinzano y Robert Fraser, el político Barry Goldwater, el torero Luis Dominguín y la cantante Lucía Bosé, artistas, deportistas, ex presidentes.
Personas vinculadas al espectáculo como Guillermo Battaglia, Alberto de Mendoza, Gloria Guzmán, Enrique Serrano, Alfredo Alcón, Jorge Sobral y Carlos Rinaldi también se hospedaron allí.
Un libro de visitas que conserva Manfred Wolf, hijo del primer matrimonio de Martha Hut, con comentarios y la firma de los pasajeros, testimonia la presencia de visitantes procedentes de los cinco continentes.
Posteriores a los Bickel estuvieron al frente de la hostería Parque de los Andes, Delia y Martín Passano, Mara Ferioli y Américo Linardi, entre otros. Paulatinamente y acompañando el turismo orientado a más segmentos sociales, fue dejando atrás la exclusividad destinada a recibir público aristocrático. Poco a poco empezó a albergar familias de clase media y contingentes de jubilados.
Valor patrimonial
“El emplazamiento en L, protegido de los vientos dominantes constituye uno de los aspectos sobresalientes de la construcción y la ubicación de las ventanas hacia el oeste para aprovechar la puesta del sol, con las visuales protegidas, dan la pauta de una obra pensada teniendo en cuenta el clima patagónico”, dice la Arq. Estela M. Solanas.
“Tuvo muy buen manejo de los materiales tanto del revestimiento en piedra como en los techos de pizarra, que resistieron noblemente el paso del tiempo”, opinaba el Arq. Omar Vitale.
El Arq. René Gingins sostiene “el edificio fue concebido con un gran sentido del disfrute, no sólo del alojamiento, sino con una clara intención de buen uso del espacio exterior que es muy bello y genera un clima de refugio y placer”.
María Rosa Lovato opina: “La implantación junto al arroyo, alejado de la línea municipal, circundado por un parque espacioso, conforman lo que podría llamarse un ‘todo paisajístico’ que a su vez se inserta en el contexto, haciendo las veces de hito a la entrada o salida del casco del pueblo”.
La Ing. Agr. Diana Orlov agrega: “La variedad de formas, texturas, coloración de follajes, ramas, cortezas, flores y frutos ofrece paisajes singulares que cambian a lo largo de las estaciones. Ello se complementa y engalana con los agradables olores y sonidos propios del agua, la vegetación y las aves”.
Por las características señaladas, la Ordenanza Nº 3326/99 de San Martín de los Andes incluye al ex Hotel Los Andes en la nómina de edificios con valor patrimonial.
Precursor de los cinco estrellas
La calificación de la hotelería por estrellas se inició en 1926 en Francia y llegó mucho después al país. Establecimientos como el Tigre Hotel (1890) y el Plaza Hotel (1909) de Buenos Aires y los hoteles termales de Cacheuta (1910) y Puente del Inca (1920) de Mendoza, alcanzaron jerarquía de cinco estrellas, aunque no se categorizaban así. Entonces el turismo en la Argentina era casi exclusivo para familias pudientes.
Hacia la década de 1940, Mar del Plata y Córdoba se desarrollaron como centros turísticos. También la Patagonia irrumpió en la actividad con la apertura del hotel Llao Llao (1938) en San Carlos de Bariloche, destruido en gran parte por un incendio, y reinaugurado en 1940.
Atendiendo a ello, podría decirse que el alojamiento iniciado por Guy Dawson y Primitiva Insaurralde en 1937, es el primero de cinco estrellas que conserva la edificación original. Sin disputar supremacía y orientado a todo público en la actualidad, fue precursor en la Patagonia, por los servicios que ofrecía y el nivel de sus huéspedes.
Dado el carácter pionero de sus fundadores y los visitantes que promovieron el turismo de pesca y caza deportivas en la región, lo ponderado para chilenos y argentinos, el ex Hotel Los Andes tiene significativos valores para Neuquén y la Patagonia, permaneciendo noble y calladamente en pie -a más de ochenta años de inaugurado- en un bello rincón de San Martín de los Andes.
Ana María de Mena (anamariademena@gmail.com)
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Artículo escrito por Ana María de Mena
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