Al progreso económico que la explotación de recursos naturales y mineros prometían, se sumaba el desarrollo e integración regional que traerían aparejados los proyectos ferroviarios interoceánicos, cuya traza rumbo a los puertos chilenos, cruzaban la cordillera por territorio neuquino.
El ferrocarril que pasando por Chos Malal cruzaría a Chile, era casi una realidad. Cuando estaba todo listo para comenzar la obra, se paralizó. En 1890, bajo la presidencia de Juárez Celman, Argentina entra en cesación de pagos (default) y la economía, en pánico.
Olascoaga y los comienzos de la minería del oro. Año 1890
El propósito de la acción de gobierno del coronel Manuel J.Olascoaga era potenciar las posibilidades de desarrollo del Territorio a su cargo. Así, Chos Malal se transformaba en el centro de ese intento organizativo, con su decisión de designarla capital del Territorio.
Las contingencias de la marcha emprendida por Olascoaga para hacerse cargo de la administración territorial lo llevaron a instalar su gobierno en asientos provisorios, tales como Codihue y Ñorquín.
Como es sabido, por determinación de las autoridades nacionales la capital debía fijarse en Campana Mahuida, pero este objetivo quedó prontamente fuera de los planes del Gobernador.
En efecto, cuando llega a Codihue en junio de 1886, -luego de una breve estancia en Covunco-, las condiciones climáticas que presentaba el riguroso invierno cordillerano y el cansancio de los viajeros tras la larga travesía, se encargaron de postergar la planeada marcha a Campana Mahuida, su próximo destino en la ruta del Agrio.
Reiniciará el viaje recién en agosto, desestimando a Campana Mahuida como sitio de asentamiento, dirigiéndose directamente a Ñorquín para -finalmente-, en julio de 1887, enfilar hacia el lugar que será la definitiva capital: Chos Malal. Las razones que aduce ante sus superiores no dan lugar a la réplica:
“No era cuerdo -señalaba- aventurar los trabajos de una instalación semejante en un sitio donde los estudios de nivelación que practiqué con la necesaria detención, no daban garantía contra las crecientes probables del río Agrio, y donde los ensayos de cultivo de la tierra fueron todos negativos. Por esta causa me vi precisado trasladarme a Ñorquín y en julio del año pasado a Chos Malal…”
Era lógico que la existencia de tierras aptas fuera la condición determinante para los planes de poblamiento que debían acompañar el desarrollo de la nueva capital, pero de todas maneras, el Gobernador conocía y valoraba el potencial de todos los recursos naturales de la región, razón por la cual el tema del desarrollo minero ocupará un lugar de importancia en su discurso.
En efecto, movido por este interés solicitará información más precisa sobre los recursos mineros existentes en el Territorio al ingeniero de minas Francisco Burden, quien se encontraba realizando estudios exploratorios en Campana Mahuida y en una amplia región comprendida entre los ríos Agrio y Neuquén. La respuesta de Burden es exuberante, optimista y poética, lo que revela el estado de ánimo-en general de gobernantes, capitalistas y técnicos-, sobre las favorables condiciones mineras del Territorio:
“Me es grato poder comunicar a usted -comienza diciendo- que la impresión que me han producido las observaciones hechas en este reconocimiento ha excedido del todo mis esperanzas […] basta una sola mirada para despertar en el alma del verdadero minero el más vivo interés. Por todas partes se encuentran metales y mineral de más o menos valor, que brotando de la superficie se asoman a la luz del día como si estuvieran cansados de quedarse por un tiempo más ocultos en el seno de la tierra madre donde por tanto tiempo ha esperado la marcha de la civilización y la mano del minero para sacarlos del encierro y hacerlos útil a la humanidad…“
Burden continúa su informe, sin ahorrar medida en sus valoraciones positivas del panorama minero del Neuquén:
“En cuanto a los minerales me atrevo a decir que en ninguna parte del mundo ha sido más generosa la naturaleza que en el Territorio del Neuquén.”
El carbón neuquino era objeto de especial elogio, y no se escatimaban augurios sobre el rol que a futuro dicho mineral cumpliría:
“Esta gran riqueza de carbón solamente señor Coronel, siendo debidamente explotada encierra en sí misma la felicidad y próspero porvenir de este Territorio. Es la llave que abrirá las puertas a miles de otras industrias seguras y productivas…”
Su optimismo tocaba el punto más alto del discurso:
“Debo decir que la explotación de minas de todas clases en el Neuquén es una cosa fácil de realizarse sin grandes gastos y con buena utilidad, porque la madera, el combustible y el agua, los tres elementos principales para esta industria, se encuentran en suma abundancia (…)
En mi opinión las montañas del Territorio del Neuquén encierran tan grandes riquezas en minerales y metales como las de Chile, México, o los Estados Unidos.”
La lógica de este pensamiento estaba más cerca de un discurso político que de un informe técnico. En verdad lo que el ingeniero norteamericano observaba de modo entusiasta, tal como ya el mismo Olascoaga lo había constatado, era la potente diversidad de recursos mineros que exhibía el Territorio, junto con la abundancia de agua de sus ríos y arroyos. Esta presencia minera multiforme, de la que rápidamente se infería su favorable condición económica, le empañaba una lectura más realista sobre las posibilidades de su aprovechamiento.
Pero la respuesta de Burden no agregaba nada sustancial a los propios conocimientos que sobre el punto ya poseía Olascoaga; lo que éste sabía en materia de minería, lo había obtenido a partir de su desempeño como Jefe de la oficina de Topografía del Ejército Nacional, desde fines de 1879.
Tanto en esta circunstancia como en sucesivas comunicaciones al Ministerio del Interior, reiteraba sus afirmaciones sobre la variedad y abundancia de minerales existentes en el territorio «según lo he verificado en diferentes yacimientos que he visitado…»
En ese rubro, pasaba revista a una variedad de minerales. Allí no faltaban los cobres, piritas auríferas, calizas, mármoles, etc., dando un especial señalamiento al carbón de piedra que es «abundantísimo en el Territorio del Neuquén».
Igualmente, Olascoaga adosa la nota de Burden a la propia que le envía al Ministro, con el solo propósito de reforzar su argumento ante la autoridad política superior, no por lo que dice de nuevo, sino por la legitimidad que le confiere quien lo dice, un ingeniero en minas respetable.
Lo que Olascoaga buscaba no eran necesariamente nuevas pruebas sobre las bondades mineralógicas del suelo, sino transmitir con mayor convicción a sus superiores, la imagen que él se había forjado del porvenir de estas lejanas y despobladas tierras, y la importancia de movilizar la riqueza de su suelo como fundamento del desarrollo social, lo que no podía desentenderse del necesario apoyo en recursos, que debía prestar para ello el gobierno nacional.
Al progreso económico que la explotación de los cuantiosos recursos naturales y especialmente el minero prometía, se sumaba el desarrollo e integración regional que traerían aparejados los proyectos ferroviarios interoceánicos, cuya traza rumbo a los puertos chilenos, cruzaban la cordillera por Territorio neuquino.
El desarrollo minero y las vías férreas eran dos componentes que iban siempre asociados, tanto en el discurso de gobernantes y políticos como en el de los empresarios. Estos últimos consideraban dicha articulación como un efectivo reforzamiento de los argumentos que esgrimían en sus proyectos de factibilidad, ante al gobierno y la opinión pública.
Como se trataba de proyectos garantidos, necesitaban convencer adecuadamente al gobierno nacional de la rentabilidad a futuro de dichos emprendimientos, y que el Estado no perdería dinero otorgando su garantía.
En esta línea, el alto costo que implicaba el tendido de vías férreas en la zona cordillerana necesitaba ser justificado enfatizando la riqueza potencial de la región en cuestión, y el modo en que el servicio ferroviario comprometería favorablemente su desarrollo.
El proyecto de una de las empresas ferroviarias involucradas pasaba revista a las riquezas mineras del Neuquén, señalando las dificultades que acarreaba para su efectiva explotación el aislamiento debido a la inexistencia de medios de comunicación y transporte. Ponía de relieve como consecuencia, el alto precio del salario, alimentos e insumos diversos, lo que se traducía en el elevado costo de protección de las minas. La situación -enfatizaba- se revertiría con la presencia del ferrocarril, el que
“ensanchando los dominios de la industria, fomentando una producción muerto hoy, conquistando riquezas inagotables y perdidas en las escabrosidades de los Andes, asegura para sí mismo la vida fácil en el presente y pingües resultados para el porvenir.”
Ferrocarril y minería eran, pues, dos elementos en los que se condensaba, en buena medida, el mito del progreso del Territorio Neuquino en sus inicios, razón al mismo tiempo del fundado optimismo del Gobernador Olascoaga.
“La industria minera -decía en 1890- contribuyendo a su mayor progreso como uno de los factores más importantes de la producción nacional, se ha iniciado en el Territorio, y empresas respetables que cuentan con el suficiente capital, han empezado los trabajos de explotación.”
Corydon P. Hall. El proyecto ferroviario interoceánico Bahía Blanca-Yumbel (Chile) y el descubrimiento de arenas auríferas
Corydon P. Hall, ingeniero de minas de origen norteamericano, había llegado comisionado al Territorio del Neuquén hacia los primeros meses de 1890, en carácter de jefe de la misión técnica embarcada en los estudios de factibilidad de un proyecto ferroviario interoceánico.
A este respecto, Olascoaga en una nota al Ministro del Interior con fecha de 1890, hace la siguiente referencia:
“Actualmente se encuentran aquí los señores ingenieros y el representante de la compañía francesa que construirá la vía férrea (concesión Bustamante) entre Yumbel (Chile) y esa capital, practicando los estudios definitivos y empezarán ios trabajos en la próxima primavera.”
Si bien Olascoaga no explícita el nombre de los ingenieros que están vinculados a la referida empresa, todo indica que se trata del mencionado ingeniero norteamericano y de su sobrino y colaborador Norman Hall.”
En efecto, de otra fuente fechada también en 1890, recogemos que Corydon P. Hall estaba llevando a cabo trabajos con vistas
“a determinar el mejor camino para un ferrocarril desde Paraná a los Andes pasando a través del Territorio de Neuquén, y probablemente, con la intención futura de atravesar el Paso de Antuco, y de este modo establecer comunicación con los puertos del Pacífico.”
Al mismo tiempo sabemos que de los tres proyectos interoceánicos cuya traza pasaba por territorio neuquino, solo el referido por Olascoaga, esto es, el de la empresa Francisco Bustamante y Cia. planeaba cruzar a Chile por Antuco (Pichachén, del lado argentino). La traza del ferrocarril cruzaba por el norte del Territorio del Neuquén, por los campos de Ñorquín para luego enfilar hacia Chile a través del mencionado boquete.
El proyecto se había originado en Chile hacia 1883, al influjo del avance ferroviario de entonces, e impulsado por la acción propagandística de los inversores, al señalar al gobierno chileno la importancia de esa obra para el país:
“Únicamente un ferrocarril Sud-Americano que uniera a Chile con el Atlántico e hiciera desaparecer la tercera parte de la distancia a Europa, significaría un progreso real en sus comunicaciones; se podría decir en su situación geográfica.”
El proyecto contará con la aprobación de las autoridades chilenas, tres años después. Para el gobierno argentino, la iniciativa fue considerada como la más sólida tanto por la calidad de los estudios de factibilidad realizados por la empresa Concesionaria, como por el hecho de contar ya con el apoyo chileno. El proyecto de ley es presentado al Senado a comienzos de 1886, y aprobado a fines de ese año.
Todo indicaba que hacia 1890 tras completar los debidos estudios del terreno, comenzarían los trabajos de construcción, pero la crisis económica que se desataría en el país en ese año, se encargaría de crear las condiciones para su definitiva postergación.
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Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído del libro: Oro en la cordillera del viento, (minería aurífera y sociabilidad, en los parajes cordilleranos del norte nequino, 1890 – 1920) Primera parte, de Hugo Alberto Bustamante.
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