A solo cuatro años de iniciadas las obras, el presidente Lanusse puso en marcha la mayor de las usinas erigidas en suelo argentino. El proyecto fue elaborado y construido por los técnicos de Hidronor, quienes ya planean tres nuevas centrales hidroeléctricas a levantarse en predios de la Patagonia.
Artículo publicado en la revista Revista Siete Días Ilustrados nº 295, de la semana del 8 al 14 de enero de 1973
El pasado viernes 20 de diciembre, la provincia argentina de Neuquén protagonizó uno de los episodios más importantes de su larga, esforzada historia. Ese día, poco después de las 4 de la tarde, el presidente de la Nación, Alejandro Agustín Lanusse, puso en marcha la primera turbina de El Chocón-Cerros Colorados, un complejo hidroeléctrico que —por su vastedad— está destinado a modificar el panorama energético del país en los próximos años. Se explica, por eso, el bullicioso entusiasmo que mostraron las 4 mil personas apiñadas en torno del palco presidencial, dispuestas a no perderse ningún detalle de la trascendental ceremonia. Es que los técnicos de Hidronor habían montado, en el mismo podio oficial, un dispositivo electrónico que permitiría al jefe del Estado habilitar ese primer turbogenerador con sólo oprimir un tentador, solitario botón de color rojo. Una vez accionado ese desencadenante pulsador, trascurrieron escasos segundos hasta que comenzó a fluir una fuerte corriente de agua por el amplio vertedero de cemento: desde ese instante El Chocón principiaba a producir energía eléctrica.
De ese modo, el gobierno de la Revolución Argentina cumplía la palabra empeñada el 9 de enero de 1969, cuando el entonces presidente Juan Carlos Onganía inauguró los primeros trabajos de construcción, ante unas 300 personas de la zona y 200 funcionarios que integraban su comitiva oficial. Los memoriosos recuerdan que en ese entonces, por un error de los técnicos, Radio Nacional omitió trasmitir los detalles de la bendición de las obras, a cargo del obispo diocesano de Neuquén, monseñor Jaime Francisco de Nevares, circunstancia que les valió, posteriormente, una severa reprimenda presidencial. El 29 de diciembre pasado eso no ocurrió, el cardenal primado de la Argentina, monseñor Antonio Caggiano, fue quien agitó el hisopo frente a los micrófonos de LRA y a la desmesurada, zumbadora turbina; De Nevares, un día antes, había publicado una declaración en la cual explicaba sus personales motivos, políticos y sociales que lo impulsaban a estar ausente del palco presidencial. Quien no faltó a la cita, en cambio, fue el ex presidente José María Guido, uno de los más fervorosos propulsores del proyecto de El Chocón-Cerros Colorados, desde los tiempos en que ocupaba una banca radical en el Senado. Curiosamente, en 1969 su nombre no figuró, por olvido, entre la nutrida lista de invitados.
De cualquier manera, más allá de las omisiones y de las posturas políticas, la potencia final del complejo hidroeléctrico, estimada en- 1.650.000 kilovatios, pondrá a la Argentina entre los países de mayor potencialidad hidroeléctrica del mundo. Eso es, precisamente, lo que alegró —a fines de diciembre— al ingeniero Alberto Márquez (45, dos hijos), perteneciente a la subgerencia técnica de Hidronor. “Por el momento —explicó a Siete Días—, esta máquina número uno trabajará al mínimo de sus posibilidades, que sin embargo son suficientes para satisfacer las demandas energéticas del llamado Alto Valle, que comprende parte de las provincias de Neuquén y Río Negro. El segundo turbogenerador comenzará a marchar en el próximo mes de marzo y el tercero en diciembre de 1973. Para 1975 está prevista la habilitación de las restantes turbinas; entre las seis son capaces de producir una energía conjunta de 1.200.000 kilovatios. En 1977 ya estará terminada, además, la obra de Planicie Banderita, que llevará a 1.650.000 kilovatios la potencia total del complejo El Chocón-Cerros Colorados”.
Para ese entonces, mediante un sofisticado juego de computadoras, la gigantesca usina neuquina podrá ser controlada desde una moderna sala de comandos automáticos, atendida solamente por dos hombres, en turnos de 8 horas. Sin embargo, antes que eso ocurra, los experimentados técnicos de Hidronor ya habrán orquestado las propuestas y estudios previos que posibilitarán la ejecución de otra central hidroeléctrica en los predios de la Patagonia. El nuevo proyecto, más ambicioso que el del Chocón, prevé la erección de tres obras hidráulicas: una sobre los altos del Limay (en la zona de Alicurá), otra en las aguas del río Collón-Curá y una última para aprovechar los saltos de Piedra del Águila, también sobre el curso superior del Limay. Se estima que la primera turbina de Alicurá —que integrará un sistema unitario con las otras dos— entrará en funciones en las postrimerías de 1977. Estas obras, sumadas a las centrales atómicas de Atucha (300 mil kilovatios) y de Córdoba (600 mil kilovatios), amén de las que ya se planean sobre la cuenca del Plata, harán de Argentina un país con la suficiente infraestructura energética como para encarar —con un horizonte despejado— el futuro industrial que demandan las nuevas generaciones.
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Artículo publicado en la revista Siete Días Ilustrados nº 295, de la semana del 8 al 14 de enero de 1973
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