Hubo un tiempo en el que los ríos corrían al revés. Venían con toda la fuerza desde el Este para desembocar en el Pacífico. En otros tiempos, ese mismo mar ingresó tres veces, porque la Cordillera de los Andes recién comenzaba a levantarse. Después lo haría el océano Atlántico.
Hace millones de años, el lugar donde se encuentran emplazadas las ciudades de Neuquén, Plottier y Centenario sufrieron dramáticos cambios de clima, de suelo y de vida. Hubo bosques tropicales, dunas y lagunas, desiertos y hasta costas marítimas. Hubo dinosaurios y animales exóticos, y otros más cercanos y conocidos a los que habitan en la actualidad.
Todos aquellos cambios dejaron huellas que le permitieron a los especialistas estudiar la tierra que nunca conocieron los humanos.
Los continentes nunca estuvieron quietos y siempre se desplazaron lentamente. Hace unos 140 millones de años, a comienzos del período Cretácico, Sudamérica y África eran una sola masa de tierra donde convivían todo tipo de especies animales. Sin embargo, 25 millones de años después, ese gran continente comenzó a fraccionarse hasta dividirse en lo que actualmente conocemos como Sudamérica y África. Ambos territorios quedaron a la deriva. Y en esa etapa de transformaciones, Sudamérica giró hacia el Oeste y terminó unida a Norteamérica, con un angosto puente que hoy es América Central.
Durante el Jurásico Medio y gran parte del Cretácico, el mar del Pacífico ingresaba por el Oeste e inundaba grandes extensiones de tierra. Se estima que estas aguas llegaron hasta lo que hoy es General Roca.
Pero el proceso de cambio no se detuvo allí. El choque de placas del Pacífico y el continente sudamericano generó fallas geológicas y una intensa actividad volcánica.
Ya en el período cretácico, la Patagonia era una región con pendiente hacia el Oeste, y los ríos corrían hacia lo que hoy es la cordillera para desembocar en el Pacífico. De esas tres entradas que tuvo el mar se abrió una gran cuenca que se denominó “Cuenca Neuquina”, cuyo centro estaba ubicado donde hoy está Añelo.
A través de otros tantos millones de años, el océano Pacífico se fue retirando porque la Cordillera de los Andes comenzó a crecer hasta impedir el paso del agua. De la misma manera, las viejas cordilleras que estaban ubicadas a la altura de La Pampa comenzaron a enterrarse.
A finales del Cretácico inferior los mares habían desaparecido de Neuquén y Río Negro, y toda la zona se convirtió en un gran valle.
Treinta millones de años más tarde, la inclinación del continente hacia el Este permitió que los ríos corrieran en sentido contrario para llevar el agua de la cordillera hacia el Atlántico. Por aquel entonces, lo que hoy es la ciudad de Neuquén y el Alto Valle tenía un clima templado y húmedo, producto de los vientos del Pacífico. En la región había animales de todo tiempo y la flora era exuberante.
La última gran transformación se produciría con el ingreso del océano Atlántico. A finales del período cretácico, el mar avanzó tanto que cubrió una gran parte de la Patagonia. El agua invadió un sector de Neuquén y subió hasta lo que hoy es la ciudad de Malargüe, Mendoza. Se estima que el agua dividió al continente en dos partes, y recién muchos años después el mar volvería a retirarse para dejar a la zona de los valles tal cual la conocemos en la actualidad.
La ciudad, antes de contar con las características bardas, valles y ríos, tuvo todos los paisajes imaginables y una variedad increíble de animales, insectos y plantas. Hoy los rastros de aquellas épocas remotas están guardados como secretos en las profundidades de la Tierra.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Diario La Mañana de Neuquén – Autor: Mario Cippitelli – Titulo original: Cuando Neuquén tuvo mar y los ríos corrían al revés.
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