Algunas de sus alumnas repitieron el curso de corte y confección hasta cuatro veces. No es que tuvieran problemas de aprendizaje, sino que el espacio de la vieja academia de corte y confección era mucho más que eso: era un lugar de contención y afecto. Y ¿por qué no? un escenario donde las mujeres del petróleo podían hablar de sus propios temas, allí en ese páramo único e irrepetible donde se erigía el antiguo campamento de YPF.
Felisa Elisa Soufal había llegado al país del petróleo en 1915, de la mano de su padre, el técnico austríaco Juan Soufal, uno de los hombres que consumaron la epopeya del pozo 1. Tenía apenas tres añitos, los ojos claros y el pelo dorado, cuando con su familia bajó del tren en un lugar donde sólo había una alcantarilla, debajo de las propias vías del ferrocarril Sud. Si bien había otros gurises, bien puede decirse que Felisa fue una de las primeras niñas en esas tierras donde decir mujer era hablar de Carmen Funes, la fortinera que la historia inmortalizó como “La Pasto Verde”.
Cuando los Soufal llegaron al lugar donde hoy se ubica Plaza Huincul, había más ganas que petróleo y el único indicio concreto era el olor a querosén que salía del pozo de agua de la propia Carmen Funes.
“Felisa era la última mujer que quedaba entre nosotras de aquella pléyade pionera que el 9 de noviembre de 1915 llegó a Plaza Huincul”, recuerda la historiadora Mirta Solari sobre la mujer que hace algunas semanas falleció en la capital neuquina.
Cuenta Solari que Felisa y sus hermanos encontraron en el paraje de la Pasto Verde a Remigio Uribe y a otro chiquito al que apodaban “Toñito”, quienes fueron los primeros niños del paraje que luego se haría famoso a partir del hallazgo de petróleo, en 1918. “Todos estos niños, a los que se fueron sumando los de las familias que trabajaban en el campo petrolero, crecían analfabetos hasta que gracias a la inquietud Anna Schupp (mamá de Felisa) la escuela 22 que estaba en Chacay Melehue fue trasladada a Huincul donde se construyó el edificio que aún hoy se destaca en la principal avenida de nuestra ciudad”, recordó Solari.
En uno de los viajes a la escuela, que se hacían en la caja de un camión, la niña cayó al suelo, afortunadamente sin consecuencias. Tras finalizar el curso, Felisa y su hermana Ana María viajaron a Buenos Aires donde estudiaron corte y confección, calado mejicano, tejidos macramé y fabricación de sombreros, entre otras especialidades. De vuelta a Plaza, las hermanas Soufal fundaron la recordada Academia de Artes Femeninos y partir de 1933 y durante 30 años capacitaron a las ya muchas mujeres que habitaban la comarca petrolera. La academia se transformó así en el ombligo de un escenario que hasta entonces sólo disponía de espacios para los hombres.
“Las mujeres no querían terminar el curso, y cuando lo hacían querían repetirlo; la academia era lo único que había en Plaza Huincul”, afirma Federico, el único heredero de la dinastía Soufal.
En 1943, Felisa se casó con Mario Salto, también hijo de pioneros del petróleo. Las hermanas Soufal estuvieron entre las primeras en reclamar por la institucionalización de Plaza Huincul. La movida comenzó en 1953. La gestión se concretó 13 años después, el 24 de abril de 1966. Felisa murió unas semanas antes del aniversario de su pueblo.
“Fue testigo y protagonista de y el nacimiento de los campamentos de YPF, y también testigo y protagonista del comienzo de Plaza Huincul como pueblo libre”, cerró Solari.
Fuente: Diario Río Negro – 30 de abril de 2005