“En Chos Malal no saben que viven en un paraíso”. Alguna vez, don Gregorio Alvarez supo decirles a sus amigos de Buenos Aires cuál era su impresión sobre aquella ciudad perdida del Neuquén que fue hasta 1904 capital del territorio. Don Gregorio siempre quiso volver a la tierra que lo vio crecer pero nunca quiso dar el paso que lo llevaría al cambio por temor a muchas cosas, entre ellas a las habladurías. A sus oídos habían llegado los comentarios que muchos lugareños hicieron cuando lo vieron arribar a mediados de la década del ’60. “¿A qué viene el viejo ahora? Seguro a que le den algunas tierras” Estos chismes lo llevaron a cambiar su lugar de residencia. Optó por Neuquén capital, con el fin de encontrar mayor tranquilidad para sus trabajos.
El doctor habla llegado por primera vez a Chos Malal cuando tenía apenas cuatro años y después de haber sido arrancado de los brazos de su madre mapuche, Eloísa Sandoval. EI acto violento lo realizó su padre, Gumersindo, quien tenía otros hijos con Juana de Dios Roto, mujer que a pesar de tener conocimiento sobre él “desliz” de su marido aceptó criar a Gregorio como si fuera uno más de los suyos. Fue a tal punto la igualdad con que la familia trato al niño mapuche que no sería hasta después de muchos años, cuando todos los hijos ya eran adolescentes, que se enteraron de la verdad. Gregorio, no era hijo de Juana.
El doctor Álvarez fue inscripto en el registro civil de Chos Malal el 26 de enero de 1890, dos meses después de su nacimiento. El trámite lo hizo su padre Gumersindo, quien para no ser multado por las autoridades dijo que su hijo había nacido el 23 de enero de ese año. Meses después al sancionarse una amnistía general, se encargó de remediar la falta.
Otra falencia que se desprende del acta de nacimiento asentada en el libro 1890-92 del Registro Civil de Chos Malal, en su folio 4, acta número 8, es cuando se dice que el niño es hijo de “doña Juana de Dios Roto”. El nombre de la mujer está tachado y a continuación escribió “Eloísa Sandoval”, su verdadera madre mapuche; pareciera como si Gumersindo al estar frente al encargado del Registro Civil hubiera recapacitado. En definitiva dio el nombre de la madre real en lugar de citar a su esposa legítima.
Esta historia siempre se mantuvo en secreto, pero quien más hizo para que se conociera fue el protagonista principal: Gregorio. Nunca ocultó su procedencia mapuche, nunca negó a su madre, a quien buscó incesantemente durante décadas, para desistir cuando se convenció que era imposible dar con una persona a la que había visto apenas un puñado de veces, hace medio siglo. En varias oportunidades cruzó a Chile, creyendo que del otro lado de la Cordillera alguien le iba a poder contar qué había sido de ella.
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Extraído de: El diario de Neuquén – Suplemento del 12/10/86 en homenaje a Gregorio Álvarez.
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