Durante el proceso de la llamada conquista del desierto, los pueblos que habitaban el sur de la actual provincia del Neuquén fueron conocidos con el apelativo de «manzaneros». Esta denominación mantenida por centurias, tenía una explicación lógica: en las zonas regadas por ríos y lagunas florecían los manzanos que en verano proporcionaban a sus habitantes sus sabrosos y nutritivos frutos. El hecho de ser estas tribus las únicas que podían incrementar su alimentación con tan raro elemento, verdadera peculiaridad alimenticia, hizo entonces que desde antiguo sean conocidos bajo ese nombre.
En los tiempos de la organización nacional, el cacique Sayhueque, que ejercía su autoridad desde el Río Malleú hasta bastante al sur del Nahuel Huapi, oficializó la denominación, con el nombre de Gobierno de las Manzanas.
Pero, ¿cómo llegó a estas tierras el manzano?
Este árbol originario de Europa fue traído de la península ibérica a la América española en los albores del siglo XVI floreciendo en las angostas franjas de terreno que los conquistadores dominaban efectivamente. Sobre esta base puede decirse entonces que en 1540 en el sur sudamericano existían manzanos sólo en la zona de Santiago de Chile y en el Litoral Mesopotámico.
Entonces ¿cómo pasó a estas tierras?, ¿Cómo pudo ser que los frutos de estas rosáceas se diesen en esta zona desde tiempo atrás, sobre todo si consideramos que la penetración Hispánica proveniente de Chile se hizo principalmente en las latitudes de Mendoza y los blancos llegaron a la zona de las lagos luego de 1880?
Las exhaustivas investigaciones históricas realizadas por el sacerdote jesuita Guillermo Furlong sobre una carta del Padre Nicolás Mascardi escrita en 1670, arrojaron una luz sobre este aparente fenómeno, debiéndose consignar que él Padre Furlong fue uno de los primeros en investigar el tema.
Según éste, la historia de la manzana en la región se comenzó a gestar en Sarzana un pueblo aledaño de la Génova señorial el 8 de septiembre de 1624, día en que vino al mundo Nicolás Mascardi. Ordenado sacerdote jesuita en 1640, se trasladó a tierras americanas siete años más tarde ejerciendo su sacerdocio en las tierras de Chile.
Allí con su acción contribuyó a pacificar la región en ese tiempo sacudida por los levantamientos de los pueblos de la región. Una vez restablecida la paz en la Capitanía General, los españoles se pudieron dedicar a la tarea de localizar el dorado fantasma que abrazaba sus sueños, fantasma huidizo y esquivo, quimera del oro a la cual llamaban ciudad de los Césares.
Incontables han sido las marchas y expediciones, que los hijos de Castilla han realizado para encontrarla, bastando recordar, por ejemplo, que Hernandarias (Gobernador del Río de la Plata y del Paraguay), partiendo del Litoral llegó en su busca hasta la zona de la actual Choele Choel. El mismo influjo atrajo e impulsó a los españoles de Chile, que empuñando la cruz y la espada se lanzan en su busca, camino al sur. Juan Fernández en 1620 y Luis Ponce de León en 1649, cruzaron los Andes resueltos y anhelantes, y a estos grupos les siguieron otros.
Empero no fue la sed de oro sino el deseo de catequizar a los habitantes de la mítica ciudad lo que impulsó también a Mascardi a partir en su busca. El Padre Jesuita inició 4 largas expediciones solo y a pie. Cruzó los Andes por algunos de los pasos que se encuentran en la latitud de Bariloche y fundando una reducción indígena a la que llamó Nuestra Señora de Poyas o de Nahuel Huapi la cual estuvo ubicada en la orilla del lago de ese nombre, iniciando sus tareas sacerdotales.
Desde allí, emprendió sus largas caminatas las cuales lo llevaron, según Furlong, hasta el Chubut central en 1669, hasta cerca del Golfo San Jorge en 1671 y hasta el estrecho de Magallanes en 1672. Su cuarta expedición tuvo lugar al año siguiente donde habría de alcanzar las inmediaciones del río Deseado, pero allí fue muerto por las tribus que habitaban el lugar. Así, en un día difícil de precisar pero que según referencias de la época fue en diciembre de 1673 o enero de 1674, fallecía el Padre Mascardi, quien aparte de su misión sacerdotal, dejó trabajos y observaciones científicas que han sido un importante aporte al estudio de las ciencias.
Pero hay algo, igualmente trascendente en su obra. En los innumerables viajes hechos desde Chile a la Reducción de los Poyas en el Nahuel Huapi, Mascardi introdujo el árbol del manzano, abundante en la zona de Santiago de Chile. En la zona de los lagos no existía antes este árbol y su ausencia es lo que debe de haberlo impulsado a llevarlo desde Chile.
Ese árbol lo encontró más tarde el padre Van der Meren, más conocido con el nombre de «Laguna», árbol del cual éste escribió que por ese entonces ya se encontraba en estado raquítico. Los estudios de Francisco Fonck (médico, explorador y político alemán radicado en Chile), aseguran que antes que esto ocurriera, el manzano ya había esparcido sus frutos por la fértil región, dando origen a los manzanares que provocaron la admiración del Piloto Villarino a fines del siglo XVIII (Villariño durante 1782 recorre los ríos Negro, Limay y Collón Curá con cuatro chalupas denominadas San José, San Juan, San Francisco de Asís y Champán). Luego, mediante el mismo proceso, la zona de la manzana se fue expandiendo lentamente.
A fines del siglo XIX Sayhueque —como ya dijimos—, proclamaba su dominio sobre el país de las manzanas, país que se apellidaba así, gracias a las visionarias fatigas que un misionero jesuita se había tomado hacía más de dos siglos.
El Neuquén y el Río Negro de hoy poseen la tierra que genera una de las mejores manzanas del mundo.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Resumen de la nota publicada en la revista Neuquenia de 1969, escrita por Alberto Scunio, titulada «Mascardi y la aparición de las manzanas en Nequén»
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