La koñilafkeñ (sirena) provoca la derrota del gran Chokorí
(Cuento oral del cacique A. Namuncurá)
Chokorí, el famoso guerrero, padre del renombrado Shayhueke, fue derrotado nuevamente con sus grandes caciques, Cheuketé, padre de Ankatrür y Pellile, en una guerra que se llamó «guerra del perro», o «de la sal», en que intervino mi bisabuelo y cuyo motivo voy a relatar.
Un día, Chokorí supo de la existencia de una bellísima sirena, cuya dulce voz solía oírse en el lago. A Koñilafkeñ, o la hija del lago, como la llamaban los araucanos, la habían visto sentada sobre una roca que se asoma sobre el lago Lácar, en el lugar que los huinkas llamaron más tarde «Las Bandurrias», porque allí anidaban los Rakis, cuyos graznidos, «traktrakún», se oían desde lejos, y que las gentes llamaban antes «Añuhueraqui» o sea «donde está sentada la bandurria», el ibis abigarrado.
Nadie había podido observar de cerca a la hermosísima joven, que según decían era blanca y de cabellos de oro, y se peinaba lentamente, lentamente, mientras cantaba, cantaba… Parecía llanto y risa su voz.
Chihuai Llanka, perla de la neblina, dieron en llamarla los mozos del lugar, muchos de los cuales perdieron la vida contra las traicioneras rocas ocultas por las oscuras aguas existentes al pie del cerro, donde sus wampus se estrellaban cuando sus tripulantes, hechizados, escuchaban a la preciosa joven, a la sirena del hoy renombrado lago Lácar.
También el gran Chokorí sintió que suscitaba su curiosidad la Koñilafkeñ y, llamando a sus guerreros Kurulonko (cabeza negra), Millahueke (vellón de oro) y Lepumantü (pluma de sol), les dijo:
– ¿Será una Huen Pillán enviada por el cielo azul o una Wesha Huinka, una blanca maldita, hija de una perra cautiva? De todos modos, id y traedla, pero sin causarle daño alguno, porque me queda sitio aún en mi toldería, donde falta una Chihuai Llanka que cante. Si la hija del lago no gustara quedan aún muchos Füchaprá, solteros inservibles, que pueden llevarla lejos de los toldos junto con las manadas.
Los tres amigos aceptaron con alegría el encargo, porque también ellos ansiaban ver de cerca a la joven; y así fue como, con algunos tehuelches, fueron por Pukaullu y bajaron por este cerro, dejando atrás el de Trompul con su piedra escrita; y pronto empezaron a oír a lo lejos la dulcísima voz.
Silenciosos y ágiles, se arrastraron como culebras, acercándose lentamente a la joven; y cuando uno de ellos se disponía a lanzarse sobre ella, la hermosa Chihuai Llanka notó su presencia y saltó al lago. ¡Cómo se asustaron los tehuelches al ver que, en vez de desaparecer en las profundas aguas, la joven seguía caminando sobre la llamada «ciudad muerta», cruzando el lago hasta llegar al pie de la montaña de la creación que se llama Threngthreng y reposa sobre sus cuatro pies, sobre cuatro cerros más pequeños, y que desaparecía allí!
Sorprendidos y atemorizados, los tres emisarios volvieron y le relataron los sucesos al incrédulo Chokorí, quien se rió de sus palabras, sin saber con certeza si aquello era sólo fruto de su imaginación o una mentira para disculpar su fracaso.
No obstante, la Machi de los manzaneros, la más sabia de todas ellas, profetizó enfurecida que los tres guerreros perderían pronto la vida a causa de un kiltru lanudo, perro de largos pelos, y que el mismo Chokorí invencible hasta entonces, sería derrotado en terrible guerra como castigo por su mala acción.
¡Cómo se rieron los tehuelches! ¡Qué carcajadas lanzaron!
Poco después llegaron gentes de Chillimapu, donde está hoy Chile, en busca de sal; y cuando volvían a su país, uno de los hombres notó que faltaba un Kiltru (perro chico) muy querido y dejando a sus compañeros, volvió para buscarlo. Cerca de Mamuil Malal, lo encontró atado y acompañado de un pehuenche de este lado de la cordillera. Era un kona (peón) de Chokorí, que se negó a entregarlo; y así comenzó una pelea que le costó la vida al de Chile, implicando el comienzo de una guerra, triste acontecimiento para ambas naciones que se toparon cerca del Pillan Lanín.
De Chile vino pronto el ulmen Venancio Konhuepan, Lonko de Renguekó, «cachorro de león», como lo llamaban. Era jefe del vencido y cruzó con sus hombres la cordillera, derrotando en sangrientas batallas a los de acá; que dirigían Chokorí, Pelille y Cheuketá
De nada les sirvió envenenar sus flechas con la fuerte leche del colliguay, y horrible muerte tuvieron los tres emisarios del Lonko Chokorí que habían querido apresar a la Koñilafkeñ. Y a duras penas salvó la vida él mismo, el gran guerrero, después de perder a sus mejores hombres.
Entonces, los ulmenes del Sur mandaron al elocuente Huaitra-Ñampu, «cuyo corazón nunca dio vuelta en el andar«, hombre justo y bueno que con regalos suaves y sabias palabras, logró apaciguar al furioso ulmén Konhuepan, como a sus consejeros. Se celebraron dos grandes weupines (parlamentos, reuniones políticas) con discursos tan famosos como largos y que aún conservo en la memoria, porque mi bisabuelo estuvo presente allí como Inalonko (caciquillo) y me los trasmitió a mí, como lo haré a mi vez con mis hijos, tal como debe hacerse siempre. Hace más de 100 años que ha sucedido todo esto, pero no se me ha perdido una sola palabra porque lo guardo en mi corazón.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Cuentan los Araucanos (1954), de Bertha Koessler-Ilg
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