En esta pequeña localidad ganadera rodeada de álamos, hasta los loros barranqueros en su cotidiana y ensordecedora bulla parecen adherir al reclamo de libertad para Gervasio Barrera, el único preso de Loncopué. Y tienen razón.
Barrera es un alcohólico de 39 años, nacido y criado en el pueblo, que, como máximo botín, hurtó un lechón flaco, según la descripción que consta en el expediente.
Su prontuario dice que a lo largo de su frustrada carrera delictiva, hurtó un cuero, una pala, un par de paquetes de yerba, un bidón de jugo, entre otras menudencias. Todo en distintos hechos, y con el mismo fin: comprar una botella o a lo sumo una damajuana de vino.
Como siempre concluía sus andanzas borracho, Gervasio terminaba entre rejas. El veredicto de la justicia fue contundente: reclusión por tiempo indeterminado, por reincidencia. Por eso la curdas de Barrera acabaron recién hace tres años, con las rejas.
En un lugar donde todos se conocen, encabezados por familiares de Gervasio y el cura del pueblo, José María D’Orfeo, los vecinos están reclamando desde hace tiempo la libertad de Barrera: “Un muchacho buenazo… pero chupandín”, sintetiza Evaristo Bustos.
El padre D’Orfeo, abrazado a la lógica más que a la biblia, considera que el único castigo que le cabría a Gervasio “es curarlo de su alcoholismo. Es una buena persona”, define el religioso.
Para la gran mayoría, Gervasio Barrera merece una nueva oportunidad, y alrededor de las desgracias que trae el “chupe”, como dijo una tía del preso, los vecinos se unieron en el reclamo.
El temor es que el detenido cumpla la promesa de quitarse la vida, harto de soportar una condena que considera injusta.
Hasta hace un año tuvo salidas especiales, pero se cancelaron. Es que siempre volvía tomado.
Así las cosas, Gervasio ya no anda las calles que lo vieron crecer. Está preso en la única celda de la comisaría 26, y a pesar de muchos pedidos de indulto: al Ministerio de Gobierno de Neuquén, al Tribunal Superior de Justicia y al gobernador Felipe Sapag, sigue esperando entre cuatro paredes.
No es un asesino, nunca usó un arma, no lastimó ni le pegó a nadie: es un alcohólico que robó para tomar. Palabras más palabras menos, esa es la síntesis de la opinión de los vecinos.
Y desde el cura hasta el último paisano critican la decisión de la justicia, al tiempo que desempolvan el recuerdo del supuesto autor de un doble asesinato que estuvo “encerrado un par de meses y al ‘tiempito nomás’ ya andaba suelto, mostrándose por el pueblo”.
La única verdadera deuda de Barrera es más íntima, y está en las miserias que debieron soportar a su esposa Clotilde González y sus tres hijas.
Resignada, y tras años de padecer las penurias del alcoholismo, Clotilde dice que, a su entender, “lo mejor es que esté preso, porque toda su vida estuvo tomando y nosotras sufrimos las consecuencias”, afirma en la estancia donde trabaja y tiene cobijo.
“Siempre dejó todo por el alcohol pero no es un hombre malo, y eso se lo puede preguntar a cualquiera que lo conozca”, replica la hermana de Gervasio, Florentina Barrera, reconocida enfermera del hospital Loncopué.
Es que a Gervasio Barrera, lo quieren todos. Hasta quienes alguna vez lo denunciaron por el hurto de un cuero o una cincha, como es el caso de Evaristo Bustos.
“Nunca le hizo daño a nadie ese pibe, es medio rápido para llevarse cosas cuando toma, pero es buena gente”, reflexiona Bustos sin bajar del caballo.
Para el comisario Mario Luis Arango, Barrera tiene una conducta ”muy irregular”, y a lo largo de los últimos años ha cultivado una actitud agresiva hacia los uniformados.
Sin embargo, Arango justifica esa agresividad, a la que consideró como propia del encierro. ”Está muy sensible y se siente perseguido”, comenta.
Arango cree que más que una reclusión Barrera necesita una rehabilitación para terminar con sus problemas. Alguna vez se intentó.
El problema es que el tratamiento se hacía en Las Lajas, a setenta kilómetros de Loncopué, y para ello tenían que llevar a Barrera en el único móvil de la comisaría 26. Esto significaba afectar el móvil y al personal de custodia por alrededor de cinco horas.
Los aportes para combustible que recibe la comisaría no alcanzan y el único vehículo policial se necesita para las recorridas de rutina, en el pueblo o el campo. Así terminó el plan de rehabilitación de Gervasio.
Los pedidos de indulto, firmados por un centenar de vecinos, llegaron incluso al Tribunal Superior de Justicia de Neuquén que hasta el momento no ha respondido al reclamo popular.
“La botella lo mató a este muchacho, lo conozco casi desde que nació. Lástima que toma mucho, y cuando no tiene para el ‘chupe’, roba algo para comprar vino, pero es bueno ese muchacho y hay tanto delincuente suelto que me parece que es una gran injusticia”, explicó Juanita, la dueña del único hotel del pueblo.
Con una súplica y una amenaza, Gervasio promete dejar la bebida. “Que me hagan cualquier cuestión para que deje de tomar, yo me dejo, pero no quiero estar preso. Yo no era malo, ahora me estoy haciendo malo”, advierte y calla el único preso de Loncopué.
29 de abril de 1996
Nota: Gervasio Barrera fue indultado por el gobernador Felipe Sapag el 29 de mayo de 1996.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Fuente: Crónicas de Tierra Adentro – Historias, hechos y personajes del Neuquén profundo, de Rodolfo Chávez (diario Río Negro) – publicado el 26/03/2000
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