La cabra neuquina es un rumiante del género capra, perteneciente a la familia de los bóvidos y a la subfamilia de los caprinos. Hoy muy mestizada, en el momento de su importación desde España era una especie proveniente de las montañas marroquíes, la capra pyrenaica, subespecie pyrenaica hispana, que habitaba la sierra de Gredos, en el Sistema Central. Conocida popularmente en la norpatagonia como chivo, las modificaciones genéticas que ha sufrido en el ambiente cordillerano no cambiaron su morfología: Frente cóncava, con cuernos encorvados hacia atrás, comprimidos en la base y esquinados, con prominencia nudosa rectilínea, cuerpo cubierto de pelo muy fino y apretado.
Hasta la llegada de los europeos, en América no existían caprinos; la llamada cabra de las Montañas Rocallosas norteamericanas es una variedad de antílope. Los primeros colonos chilenos adoptaron la cabra de Granada por sus cualidades lecheras y aún se la continua explotando, pero en condiciones distintas a la crianza móvil que impera en los valles orientales de los Andes. Las primeras majadas de la capra pyernaica hispana fueron llevadas a Perú por colonos españoles en el siglo XVII, donde se adaptaron rápidamente al ambiente montañoso local. Luego la especie se extendió hacia el sur, donde pronto, al igual que los demás animales de cría europeos, fue adoptada por los aborígenes de ambos lados de los Andes. Ingresó a lo que hoy es la Argentina, a principios del siglo XVIII por el valle de Calingasta, en San Juan, una región topológicamente comparable a la Cordillera del Viento neuquina, habitada por tribus huarpes. Desde allí fue arreada por las tribus pehuenches a los malales neuquenianos, donde adquirió una entidad especial, gracias al particular régimen de trashumancia que crearon sus habitantes, quienes, contrariamente a la orientación lechera y quesera de Chile, aprovecharon principalmente su carne, su cuero y su pelo. Desde hace casi trescientos años la alimentación y las artesanías neuquenianas dependen en gran medida de los subproductos caprinos, impronta que se ha mantenido casi inalterable a pesar de los importantes cambios sociales ocurridos en tan largo período de tiempo.
La trashumancia fue una tradición de gran arraigo en España, la que en mucho menor grado, aún se mantiene. Se han registrado desde el siglo III ganaderos que tenían sus residencias principales en tierras de veranada ubicadas en las regiones del norte, en tanto los campos de invernada se desplegaban en el sur y sur-oeste de la península, sobre las costas del Mediterráneo. Adquirió su entidad principalmente con el pastoreo de ovejas merino, variedad introducida desde Oriente con la ocupación árabe, actividad que en la Península Ibérica tomó características propias, derivadas de una cultura distintiva y de la importancia económica de la ganadería.
Para mitigar los conflictos entre los ganaderos ecuestres y los agricultores sedentarios, que dieron lugar a enfrentamientos armados que se repitieron por siglos, el rey Alfonso X instituyó el “Honrado Concejo de la Mesta de los Pastores de Castilla”. El nombre derivó de las asambleas de ganaderos que le dieron origen, conformadas por mezclas o “mestas” de comunidades de distintas regiones. A lo largo de los siglos, la actividad motivó una subcultura ganadera trashumante de gran alcance, ocupada principalmente de la cría de ovinos, pero también de vacunos, equinos y caprinos. Protegida y alentada por la corona, la Mesta alcanzó gran importancia, estableciendo los caminos de los arreos (llamados cañadas, cordeles, veredas y coladas) y regulando los modos de captación de impuestos por parte del reino. Los senderos llegaron a sumar 125.000 km en los campos de verano de León, Soria, Segovia y Cuenca, y los de invierno de Badajoz, Mérida, Sevilla y Murcia. La Mesta, que en su apogeo de los siglos XVII y XVIII permitió que circularan anualmente hasta cuatro millones de animales, fue reemplazada en 1836 por la Asociación General de Ganaderos, cuya denominación reflejaba ya un carácter capitalista.
Mientras la Mesta se debilitaba en España, una réplica surgía en los Andes patagónicos. Las tribus huarpes no fueron trashumantes, sino que alternaban nomadismo y sedentarismo. Arreaban sus camélidos a través de largas distancias, buscando los mejores pastos, aunque sin seguir una secuencia estacional rutinaria ni establecer paradas fijas. En el valle sanjuanino de Calingasta, desde el siglo XVII los aborígenes instauraron ciclos de invernada en sus valles y veranada al otro lado de los Andes, que no llegaron a predominar por sobre otras actividades rurales debido a la escasa aptitud ganadera de la zona.
Las prácticas trashumantes en Neuquén surgieron, en el siglo XVIII, de un proceso intercultural en un ambiente particular, condiciones que le dieron atributos distintivos respecto de las matrices española y huarpe. Desde antaño, existían movimientos estacionales de gente que en verano cosechaba piñones en la región de Aluminé y en invierno se trasladaba a las zonas bajas con sus animales. Fue fácil adaptar esa direccionalidad a las exigencias pastoriles de los chivos, distintas a las de las ovejas y las vacas, que entonces predominaban por su demanda desde Chile. De allí resultó la versión local, o reinvención, de la trashumancia.
Más tarde, en el siglo XIX, los colonos que arribaron, primero con los Pincheira y luego con los terratenientes de estilo feudal, hallaron costumbres afines a sus tradiciones. Probablemente habrán supuesto que la trashumancia pehuenche sería natural de esos valles y no sabrían que había sido introducida por otros cristianos mucho antes y bastante más al norte, luego adaptada por los pehuenches. Ese desconocimiento motivó que algunos autores opinen que la trashumancia tendría un origen exclusivamente aborigen. Como se desprende del relato, es claro que se trataba ya de una costumbre mestiza, cualidad que quedó inscripta en las designaciones de los elementos que se utilizaban. Así, las alforjas que usaban -y usan- los veranadores en caballos, mulas y asnos se denominan, chiuas, los elementos de carga que los huarpes utilizaban con sus camélidos; mientras que los sitios prefijados en la ruta de los arreos para el descanso nocturno fueron y son los ríales, una adaptación del “sitio real”, los parajes en los caminos de la Mesta en los que los recaudadores del rey “sentaban sus reales” para cobrar los correspondientes peajes: combinación cultural característica de los veranadores.
El éxito en la implantación de ese tipo de ganado en el Alto Neuquén se debió a su buena adaptación a la geografía local y a los usos que de él hicieron sus habitantes, pero no por su valor como bien exportable. Inicialmente los caprinos eran materia prima para productos de consumo local (carne y pieles) y, en menor medida, para exportación (sebo y pelos). Es decir, no se comercializaban chivos en pie en gran escala, puesto que su carne no era demandada en Chile, como la de vacunos y ovinos. En este fenómeno se advierte la operatividad del filtro biogeográfico constituido por la cordillera de los Andes: en el sector occidental prevaleció históricamente la agricultura, mientras la producción ganadera tuvo menor peso relativo, cubriéndose las necesidades con vacunos y ovinos importados desde Neuquén y el sur de Mendoza. En los circunscriptos valles de la precordillera del Viento, zona de suelos fragmentados, las pasturas extensivas son escasas, lo que imposibilita la crianza masiva de vacas y ovejas, adaptándose mejor el ganado caprino, capaz de aprovechar “el último pastito miserable detrás de una roca en la cima del monte más alejado“.
La topografía del norte neuquino impuso una dirección distinta a los arreos regionales, reemplazando el eje este-oeste del contrabando trasandino. Así, los arreos caprinos comenzaban en las invernadas ubicadas al sudoeste de la precordillera y tomaban, en cambio, rumbo noroeste hacia las pasturas de los múltiples malales que convergen hacia los ríos Neuquén, Varvarco y Nahueve, dirección que se mantiene invariable. El gran cajón que forman los Andes y la precordillera del Viento contiene las mejores veranadas neuquenianas, pero también invernadas por debajo de los 1.500 m.s.n.m. Ese conjunto es el nicho ecológico fundacional, al que posteriormente se agregaron invernadas y veranadas más al sur, alcanzando hasta el centro de la provincia.
De tal manera, respecto de los caprinos neuquenianos y la trashumancia como modo productivo, se detecta un proceso evolutivo que tuvo varias etapas:
- La implantación caprina en Calingasta (San Juan) y regiones cercanas con arreos estacionales no definidamente trashumantes.
- El traslado de los cabríos al Alto Neuquén, donde los pehuenches los asimilaron a su antiguo régimen estacional norte-sur de recolección de piñones, paralelo a los Andes.
- La llegada de los crianceros trasandinos, quienes terminaron de conformar la trashumancia caprina de Neuquén con elementos de un sistema productivo que algunos de ellos, soldados españoles que habían defendido la Corona, conocían muy bien por haberlo vivido en su niñez y juventud: la trashumancia española de ovejas.
Este último paso, a su vez, tuvo dos etapas:
- La inicial, liderada por los estancieros cuasi feudales chilenos -empezando por los Pincheira y siguiendo con Méndez Urrejola, Price y Linomarca-, en la que los pequeños ocupantes estaban sometidos a jerarquías que limitaban su desarrollo; En esta fase, la cría de caprinos era marginal y tenía poco valor económico frente a los enormes arreos de ganado vacuno desde las pampas argentinas; era solo un complemento de la canasta de vituallas de los habitantes locales.
- La generada por la institucionalidad argentina, que eliminó a los estancieros y permitió a los crianceros la libre apropiación del Alto Neuquén con un despliegue social y territorial segmentado, descentralizado y sin jerarquías. Con la relativa autonomía adquirida por los pequeños crianceros, la explotación caprina adquirió mayor importancia relativa. La cantidad de bovinos trabajada localmente decayó estrepitosamente -téngase presente que la región fue zona de engorde y no de cría- y la población ovina, si no en cantidad, también decreció proporcionalmente frente a la caprina. De zona de engorde y traslado de animales hacia otros lares, pasó a cría, engorde y consumo, a la vez más centrada en las actividades productivas que en las comerciales.
La influencia de los ganaderos sedentarios de los departamentos Norquín y Loncopué llevó a introducir la raza Angora, en la búsqueda de mejorar las especies y producir mejores pelos. Si bien en 1930 el porcentaje de animales de esa raza era importante, las dificultades que sufrió la ganadería trashumante a partir de esa fecha motivaron que, a la larga, la experiencia no funcionara y que predominaran los caprinos mestizados, conocidos como de “raza criolla”, cuyo principal producto ha sido recientemente dotados de la denominación de origen “Chivito del Norte Neuquino”. A mediados del siglo pasado en toda la provincia del Neuquén existían poco más de 200.000 caprinos, cifra que asciende a más de 600.000 en la actualidad. En el norte de la provincia se encuentran al menos dos tercios de ellos.
Dada la importancia social de las explotaciones caprinas, desde la instauración de las instituciones provinciales en 1958 se vienen realizando distintas experiencias – impulsadas desde afuera y con poco conocimiento de la idiosincrasia de los crianceros- para mejorar las razas y los productos, con diversos resultados y generalmente con poca continuidad.
Pasaron las épocas, pasaron las invasiones, pasaron las instituciones del Estado nacional, llegaron las del Estado provincial e irrumpió la globalización, lo único que no cambió fue el ciclo estacional de los piños pletóricos de chivos, ocupando el territorio con el estilo distintivo de los veranadores.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído de : Luis Felipe Sapag – Los veranadores del Alto Neuquén – Historia Social y desafíos en la modernidad. – Título del capítulo: Breve historia del caprino Neuquino –
El texto contiene párrafos que han sido resumidos y/o adaptados para su mejor lectura.
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