Corría la primera semana de setiembre de 1904 cercana al parto de la Confluencia (la inauguración de la nueva capital del Neuquén) mientras el “roquismo” agonizaba en el poder. Buenos Aires bullía en el ambiente político urticante y plagado de rumores incluso cuarteleros.
En ese clima el gobierno nacional eligió la comitiva que asistiría a la inauguración de Neuquén y encomendó al ministro del Interior -entonces interino de Educación y Justicia- representar al presidente.
La comisión neuquina de festejos resolvía detalles, atenta incluso a cuánto y -sobre todo- cuándo faenar para que el asado con cuero para el agasajo popular, no fuera como el de la fundación de La Plata (19/11/1882). Ese día una ola de calor abombó la carne y resultó incomible. El fracaso parrillero hirió el orgullo del asador (José Hernández, autor del Martín Fierro).
Neuquén se inauguraría con diagonales -de inspiración masónica como La Plata- pero sin el presidente Roca, quien tampoco presenció la fundación platense durante su primera presidencia.
Conveniencia de funcionarios
En el Chateau Gris los funcionarios Talero y Rodríguez Iturbide planearon la compra de confituras para el acto central bajo ese techo (encargaron todo a Varela, Linares y Cía). El abogado español José Bruguera daría un discurso frente a los costillares a nombre a la comisión de festejos: un rumor ya lo hacía secretario letrado interino del juzgado. Pero el entusiasmo general aparecía mellado por el ataque de la sociedad chosmalense recogido en esos días por los diarios porteños.
El 2 de setiembre el presidente Roca recibió la protesta telegráfica de los vecinos de Chos Malal que reprodujo El Tiempo al día siguiente. Pretendían que el presidente revocara su decreto del “19 de mayo próximo pasado” que decidió el cambio de la sede capitalina. Reclamaban no haberse tenido en cuenta los intereses de los pobladores. Sostenían que “el 95% de la población reside en la región andina; que es conveniente y político la presencia de las autoridades superiores allí donde la población es más densa…”. Calificaban de retroceso el traslado “a un punto desierto” y que “únicamente se han tenido en cuenta los intereses de algunos propietarios de campos inservibles, como es de notoriedad pública…” a lo que se agregaba “la conveniencia de media docena de empleados”.
Golpe y contragolpe
El telegrama sostenía que la administración en Chos Malal funcionaba “cómodamente” en edificios que costaron a la Nación 200.000 pesos y, que para el traslado no se tuvieron en cuenta “los inmensos sacrificios de los laboriosos pobladores…que durante 17 años han luchado para levantar el pueblo…”.
Contabilizaban el progreso local, 11 escuelas en un radio de 15 leguas de Chos Malal y concluían en que volver todo atrás no costaba nada al fisco porque “en la Confluencia nada se ha hecho” y en edificios y canales se gastaría un millón de pesos.
Más de 60 firmas (apellidos no siempre correctos) avalaban estos conceptos. Eran de ex funcionarios y pioneros, además de vecinos unidos en el petitorio pero que pasaron por discordias irreconciliables. Algunos de los firmantes eran Enrique D. Dewey, Luis Rouret, Adolfo León Dachary, Julio Dellacha, Andrés Etcheverry, Felipe Colombino, Onofre Pincheira, Luciano Martínez y varios Álvarez y Dehais, entre otros.
La Nueva Provincia del miércoles 7 de setiembre informó que los chomalenses nombraron a Juan Arturo Aguirre para que en Buenos Aires defendiera sus intereses frente al gobierno. “El mencionado abogado solicitará una audiencia con el presidente de la Nación, y acompañado de los comisionados señores Luis F. Dewey, Salvador C. Trotta y Fernando Lannes mostrará al magistrado planos, estadísticas, censo y litografías de aquella región con el fin de hacer resaltar la importancia de la ex capital, su población, riquezas y demás condiciones que motivó su designación, así como lo inadecuado del lugar donde hoy piensa establecerse”.
Roca encargó a su ministro del Interior contestara a los firmantes de Chos Malal. El telegrama del miércoles 7 fue reproducido el jueves por La Nación y La Prensa. “Tengo encargo del excelentísimo señor presidente de la República de acusar recibo al telegrama de fecha 2 del corriente, relativo a la capital de ese territorio, al punto fijado por decreto de mayo 19. Debo manifestarles que al dictarse la resolución de trasladarse la capital no se han consultado por el gobierno ni los intereses privados ni la comodidad de los empleados, sino los generales del territorio. El esfuerzo de los laboriosos habitantes de esa región no será anulado por esa resolución; por el contrario, la propagación de centros urbanos en el territorio traerá mayores actividades a las muchas existentes, formándoles vinculaciones positivas dentro de las propias fronteras, atrayendo población y comercio para aumentar su prosperidad. Los saludo. Joaquín V. González”.
Lugar “inundable”
Con el telegrama en mano los firmantes “constituyeron una asociación cuyos fines son la defensa de los intereses comerciales y el fomento del progreso de este pueblo víctima de la indiferencia e inercia de las actuales autoridades superiores del territorio que prometieron todo y que nada absolutamente han hecho”, según sentenció el corresponsal de La Prensa en Chos Malal.
La Nación también agregó información adicional por la que podía sospecharse que tenía comisionados en Buenos Aires porque “un miembro de la citada comisión estuvo anoche en nuestra imprenta (en la porteña calle San Martín) a manifestar que la resolución del gobierno tendrá que causar serios perjuicios a los habitantes de Chosmalal (sic) con esa traslación, y dice que sería preferible llevar la capital a cualquier otro punto del territorio y no al Neuquén, pues sabido es que el terreno destinado a establecer la nueva población es inundable; además no hay agua potable, ni campo de pastoreo para poder tener animales de trabajo”. El visitante nocturno a La Nación habría sido Fernando Lannes, integrante de la comisión que ya había visitado redacciones en 1903 para impedir el traslado capitalino a Lajas y derrocar al gobernador Juan I. Alsina.
El día anterior -miércoles 7- en la estación Neuquén descendieron del tren de Buenos Aires, Joaquín Da Rocha y Manuel Arze. También se apeó el ingeniero Ricardo Ropren enviado por la Colonizadora Stroeder para adquirir campos en el sur del territorio y colonizarlos (al día siguiente siguió hacia Collon Curá). Es que los servicios ferroviarios desde 1902 y la nueva capital motivaron intereses no tan cordilleranos.
Primer molino
El sábado 10, fijado para que el ministro del Interior y la comitiva embarcara por la noche en Constitución rumbo al Neuquén, La Nación publicó el telegrama de su corresponsal en la ya alborotada punta de rieles. Era del viernes 9 de setiembre y decía: “Preparando la recepción del ministro del Interior y comitiva que llegarán el 12 del corriente para inaugurar solemnemente esta nueva capital, la comisión de fiestas en ésta trabaja asiduamente (sic) en la organización de los adornos de las nuevas calles, plazas y avenidas de esta capital que están tomando un aspecto muy bonito. Por doquiera flamean banderas y gallardetes ostentando los colores nacionales”. El diario resaltó entre sus novedades: “Se ha colocado un molino de viento para sacar agua del primer pozo que se ha excavado en esta capital”.
El tono festivo del corresponsal de La Nación se revertiría en un editorial que deploró el lugar elegido para la nueva capital. Así el diario ensombreció las escasas 26 líneas de columna que otorgó a la crónica del festejo inaugural y reveló la posición tomada por el matutino frente al trascendente suceso. El editorial no tiene desperdicio porque evoca desde la deplorable maniobra del general Mansilla con sus tierras de Chos Malal y destruye cualquier ponderación del cambio irrevocable.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Publicado en el Diario Río Negro, el 1 de Agosto del 2004. Artículo escrito por Francisco Juárez
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