He aquí una tradición que se mantiene en la familia de don Darío Bernal desde los tiempos de don Elías, su padre, tronco recio de una de las genealogías más antiguas del Neuquén cordillerano.
Corría el año 1875 más o menos. Don Elías tenía su invernada en los campos de Ranquilón por concesión de los pehuenches, que eran sus dueños.
En esos años, la hacienda era comprada en la provincia de Buenos Aires, en los pagos del Fortín Mercedes, donde moraba el Soberano de la Pampa, Manuel Namuncurá. Se arreaba atravesando el desierto; se la hacía descansar y engordar en los excelentes campos cordilleranos y se vendía en Chile duplicando el precio de compra. ¡Felices tiempos aquellos en que se compraba una vaca por cinco pesos y se vendía por diez!
Don Elías era muy amigo de los pehuenches, tanto que lo consideraban y lo defendían como si fuera uno de los suyos.
Una vez aconteció que estando ausente de su casa, debido a uno de esos viajes que duraban meses, su esposa, doña Carlota, sufrió un malón de huilliches. Se llevaron cuanto había: hacienda y enseres domésticos, dejando la casa pelada. Cuando estaban ya en lo último de la rapiña, un cacique cargó con la ropa de cama y al ser interpelado por la dueña:
—¿Qué lleva ahí hermano?
—Frazadas, Carlota —le respondió con todo descaro, apartándola del paso, con lo que se demostraba que los paisanos asaltantes la conocían.
Durante su requisa, el cacique apercibió dos bolsas llenas, que estaban casi al fondo de la habitación. Les dio un puntapié y exclamó despectivamente: ¡Chadi! (sal) por lo cual se salvó el azúcar con que pudo subsistir durante dos meses doña Carlota, endulzando el mate que cebaba con yerba facilitada por una paisana vecina y amiga.
¡Cuánta entereza y cuánto estoicismo, para soportar la permanente zozobra de la vida entre aquellos salvajes incontrolados! . . .
A los pocos días regresaron de Chile los pehuenches amigos, que obedecían al mando del cacique Curillán (collar negro), amigo de don Elías. Tiene conocimiento del malón y va a visitar a doña Carlota.
Apenas llega, desde a caballo le saluda:
—Mari, mari, cume la caimi hermana. (Buenos días, como le va hermana).
—Mari, mari, hermano, —contesta Carlota—. ¿No se apea?
—No apear hermana; primero hacer custicia. Huilliches hacer malón a usté. Yo decar descansar quente y cahuello (gente y caballos) y después hacer yo también malón!
Como lo prometió, a los quince días Curillán salió de malón con cien mocetones de lanza hacia el sud, a tierras de huilliches. En Carreri los sorprendió y tras cruenta lucha, los despojó de todo lo robado y demás animales y enseres que tenían.
Regresado que hubo a Ranquilón, con su arreo, se llegó a lo de doña Carlota y desde a caballo le dice:
—Mari, mari, cume le caimi, hermana.
—Mari, mari hermano. Apéese.
—Primero hacer custicia, —responde el paisano—. ¿Cuánto cahuello de usté llevar huilliche? ¿Cuánto huaca (vacas)? ¿Cuánto auca (yeguas)? ¿Cuánto ovisha (ovejas)? ¿Cuánto chiva?
A cada pregunta doña Carlota contestaba lo que correspondía y Currillán mandaba a su gente a apartar la hacienda. Cuando terminó díjole:
—Ahora apear hermana y dar el mano derecha. Custicia hecha, todo acabau!…
¡Y el Quijote pehuenche, sereno y engrandecido, se aleja galopando empenachado de ecuanimidad, por la senda polvorienta orlada de coirones que a su paso, doblegan sus hirsutas chuzas, dando a los campos la apariencia de un mar de luces doradas, que se agita al conjuro del viento pehuenche, que abate, inmarcesible, la soledad augusta de los campos bárbaros!…
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Relato publicado en Boletín Neuquenia Año 1 – Número 3 – junio de 1951. Autor: Apo Rayguan. Ilustración: IA
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