Un cierto día de marzo de 1949, aparecieron en Paso llpela -también llamado el Paso de los Contrabandistas y situado a unos 18 kilómetros al Sur del Paso de Hua Hum-, tres jinetes acompañados por unos baqueanos. Uno de los caballeros era Víctor Bianchi Gundian, un Inspector de Tierras del gobierno chileno, andinista y guitarrero; el segundo, Jorge Bellet Bastías, antiguo piloto de aviación, luego administrador del aserradero Hueinahue sobre el río homónimo, afluente del lago Maihue. Pero el que más llamaba la atención era un señor de unos 45 años, corpulento, de luengas barbas y, como no se les escapaba a los caballeros y sobre todo a los baqueanos, no muy buen jinete. El día anterior casi se había ahogado en el río Curringue y subiendo por el túnel resbaladizo hasta la cumbre del Paso llpela se había caído varias veces del caballo. Decía llamarse Antonio Ruiz Legarreta…
Las primeras identidades eran reales, pero el tercero que apareció en llpela -“Lilpela” para los chilenos- para entrar furtivamente a la Argentina de Juan Domingo Perón, era Ricardo Neftalí Eliecer Reyes Basoalto, nacido en Parral el 12 de julio de 1904 y que desde hacía 13 meses huía de la persecución implacable de los carabineros del presidente Gabriel González Videla. Por supuesto que el mundo entero conocía a este gran poeta sólo bajo su célebre seudónimo de Pablo Neruda. Reyes por nacimiento, Neruda por adopción y ahora Antonio Ruiz Legarreta. Antonio por Machado, Ruiz probablemente por su amigo Pablo Ruiz (Picasso) y Legarreta vaya a saber por qué o en homenaje a quién. El “huaso” de barba hirsuta y ancho sombrero portaba la cédula número 444.968 donde constaba que era empleado, nacido en Santiago el 14 de enero de 1901 y que, además, sabía leer e, inclusive, escribir. Sobre todo poesías, pero esto no constaba en el documento.
Neruda en sus memorias no cita la fecha exacta del viaje. Hay muchas dudas al respecto, pero una de las versiones más fidedignas, es la de que llegó a San Martín el sábado 12 de marzo de 1949.
El recorrido de la comitiva se hizo en lancha desde la hacienda Hueinahue y por el lago Maihue; luego se continuó el viaje a caballo cruzando los ríos Blanco, Huenteleufú y Curringue hasta llegar a las Termas de Chihuío. A la mañana siguiente, después de pernoctar con los crianceros en su “veraná” de Chihuío, los viajeros tomaron un baño reparador en las aguas calientes de las termas y siguieron por la empinada cuesta de Colmillos del Diablo hasta la frontera del Paso llpela y, ya en la Argentina, pasando por el lago Queñi llegaron al atardecer al Paso de Hua Hum donde terminaría el viaje a caballo.
En el trayecto de Hueinahue a Hua Hum, Neruda sufrió dos percances que recordará años más tarde: primero tuvo miedo de ahogarse en las aguas procelosas del Curringue cuando su caballo se sumergió por completo: Los caballos entraron, perdieron pie y nadaron hacia la otra ribera. “Pronto mi caballo fue sobrepasado casi totalmente por las aguas, y comencé a mecerme sin sostén, mis pies se afanaban al garete mientras la bestia pugnaba por mantener la cabeza al aire libre. Así cruzamos.” Al día siguiente, subiendo por los Colmillos del Diablo al Paso llpela sufrió otro accidente grave: su caballo resbaló por la pendiente y los baquianos solo lo pudieron recuperar después de horas. Neruda, asustado, no quiso volver a montarlo, pero Jorge Bellet lo convenció para que así lo hiciera.
En Hua Hum estaba el aserradero de los descendientes de Isbrand van Dorsser, la hostería Nonthué, la escuela y había en el paraje más pobladores que en la actualidad.
El motivo de la fuga
En Chile, la ley 8987 de Defensa Permanente de la Democracia de 1948, conocida también como la Ley maldita, proscribió la participación política del Partido Comunista, exonerando a los ministros, alcaldes, regidores y autoridades de dicho Partido, borrando del padrón electoral a más de 26.000 partidarios y rompiendo relaciones con la Unión Soviética.
Neruda, en marzo de 1945 había sido elegido senador del Partido Comunista representando a las provincias norteñas de Antofagasta y de Tarapacá.
Hacia el año 1946, el candidato presidencial del Partido Radical, Gabriel González Videla, invitó a Neruda a ser parte de su campaña. González Videla fue apoyado por una coalición de partidos izquierdistas y Neruda se adhirió con fervor a su candidatura. Sin embargo, una vez en el cargo, González Videla comenzó a atacar violentamente los ideales del Partido Comunista.
Desde entonces, la crítica furiosa de Neruda contra el Presidente González Videla culminó con un dramático discurso proclamado en el senado chileno el 6 de enero de 1948, que pasó a la posteridad con el nombre de “Yo acuso”, motivado por la feroz y violenta represión a un grupo de mineros que se encontraban en huelga en el pueblo de Lota, en octubre de 1947. Los trabajadores fueron encerrados en prisiones militares en islas y en el campo de concentración en la ciudad de Pisagua.
Neruda, perseguido, debió ocultarse junto a su esposa en casas de partidarios y admiradores durante muchos meses. Fue destituido del cargo en septiembre de 1948
En San Martín de los Andes,
Para la época en que Neruda entró a San Martín de los Andes, la ciudad contaba con más de 2.300 habitantes. Justo un año antes de la “visita” de Neruda, San Martín había festejado el cincuentenario de su fundación, siendo el Gobernador de Neuquén, el general Emilio Belenguer.
En realidad, todo el plan de la fuga de Neruda de Chile fue organizado por el Partido Comunista de ese país.
En el mejor Hotel de San Martín lo esperaría el camarada Pedro Ramírez y enseguida irían en auto a Buenos Aires. Pero los tres falsos hacendados no sabían qué hacer ya que había dos “mejores hoteles”: uno, el Hotel Lacar frente a la plaza y el otro, el Hotel Los Andes, fuera del pueblo en el barrio El Oasis.
En su biografía el poeta cuenta las peripecias del cruce fronterizo y relata:
“En San Martín de los Andes debía aguardarnos un amigo chileno. Ese pueblito cordillerano argentino es tan pequeño que me habían dicho como único indicio: – Ándate al mejor hotel que allí llegará a buscarte Pedrito Ramírez.
Pero así son las cosas humanas. En San Martín de los Andes no había un mejor hotel: había dos. ¿Cuál elegir? Nos decidimos por el más caro, ubicado en un barrio de las afueras, desestimando el primero que habíamos visto frente a la hermosa plaza de la ciudad. Sucedió que el hotel que escogimos era tan de primer orden que no nos quisieron aceptar. Observaron con hostilidad los efectos de varios días de viajar a caballo, nuestros sacos al hombro, nuestras caras barbudas y polvorientas. A cualquiera le daba miedo recibirnos.
Mucho más al director de un hotel que hospedaba a nobles ingleses procedentes de Escocia y venidos a pescar salmón en la Argentina. Nosotros no teníamos nada de lores. El director nos dio el ‘vade retro’ alegando con teatrales ademanes y gestos que la última habitación disponible había sido comprometida hacía diez minutos. En eso se asomó a la puerta un elegante caballero de inconfundible tipo militar, acompañado por una rubia cinematográfica y gritó con voz tonante: – Alto! A los chilenos no se les echa de ninguna parte. ¡Aquí se quedan!
Y nos quedamos. Nuestro protector se parecía tanto a Perón y su dama a Evita, que pensamos todos: ¡son ellos! Pero luego, ya lavados y vestidos, sentados a la mesa y degustando una botella de dudosa champaña, supimos que el hombre era comandante de la guarnición local y ella una actriz de Buenos Aires que venía a visitarle.
Pasábamos por madereros chilenos dispuestos a hacer buenos negocios. El comandante me llamaba ‘el Hombre Montaña’. Víctor Bianchi, que hasta allí me acompañaba por amistad y por amor a la aventura, descubrió una guitarra y con sus picaras canciones chilenas embelesaba a argentinos y argentinas. Pero pasaron tres días con sus noches y Pedrito Ramírez no pasaba a buscarme. Yo no las tenía todas conmigo. Ya no nos quedaba camisa limpia, ni dinero para comprar nuevas. Un buen negociante de madera, decía Víctor Bianchi, por lo menos debe tener camisas.
Mientras tanto, el comandante nos ofreció un almuerzo en su regimiento. Su amistad con nosotros se hizo más estrecha y nos confesó que, a pesar de su parecido físico con Perón, él era antiperonista. Pasábamos largas horas discutiendo quién tenía peor presidente, si Chile o Argentina.
De improviso entró una mañana Pedrito Ramírez en mi habitación. -Desgraciado! -le grité-. ¿Por qué has tardado tanto?
Había sucedido lo inevitable. Él esperaba tranquilamente mi llegada en el otro hotel, en el de la plaza”.
Diez minutos después estaba el grupo rodando por la infinita pampa.
Final de fuga
A principios de marzo el poeta llegó a Buenos Aires donde permaneció por espacio de un mes. No se sentía muy seguro allí porque, según sus palabras, la policía argentina lo estaba buscando, alertada por el gobierno de Chile. Además, las relaciones argentino-chilenas entre Perón y González Videla parecen haber sido buenas ya que al año siguiente se visitarían mutuamente en misión diplomática. Si bien el Presidente Perón no era amigo de los comunistas, tampoco era un aliado de Estados Unidos y no pasaba por su política interna proscribirlos. Es probable que en Argentina no se hiciese mucho empeño por encontrar a Neruda aunque él parece haber evitado mostrarse en público.
En Buenos Aires, y por iniciativa propia, el poeta le pidió el pasaporte a su amigo guatemalteco Miguel Ángel Asturias el renombrado autor de El Señor Presidente. Según escribe en sus memorias: Teníamos un vago parecido fisonómico; de mutuo acuerdo nos habíamos clasificado como “chompipes”, palabra indígena con que se designa a los pavos en Guatemala y parte de México. Largos de nariz, opulentos de cara y cuerpo, nos unía un común parecido con el suculento gallináceo. De manera que el “huaso” Antonio Ruiz Legarreta se transformó en el “chompipe” Asturias, embajador de Guatemala y con esa identidad partió para Montevideo y luego a París.
Pero tampoco en París estaba a salvo. La Sureté lo vigilaba y, forzosamente, Asturias tenía que transformarse en Pablo Neruda. ¿Pero cómo realizar esta alquimia, ya que Neruda no había entrado a Francia? Cuando había aparecido con su propia identidad en el Congreso de la Paz, el gobierno chileno afirmó que se trataba de un impostor y que el verdadero Neruda seguía en Chile y que, en cuestión de horas, le echarían el guante. Finalmente, mediante la influencia de Picasso, Éluard, Aragón, el uruguayo Supervielle, el argentino Alfredo Varela (el autor de Las aguas bajan turbias) y muchos otros, los franceses le reconocieron la validez de su pasaporte auténtico haciendo caso omiso de su “no-entrada” al país.
En París el Congreso de la Paz, celebrado en abril de 1949, contó con la presencia de figuras del mundo de las artes, de la ciencia y de la política como Pablo Picasso, Lázaro Cárdenas, Paul Éluard, Charlie Chaplin, Diego Rivera, Antonio Berni, Alfredo Varela, Nicolás Guillén y muchos otros. La operación del Partido Comunista de sacar a Neruda del país, publicar su Canto General y denunciar en foros internacionales al gobierno de González Videla, no impidió que éste terminara con su mandato, pero sí influyó en la derrota electoral de 1952 a manos de una coalición policlasista dominada por la derecha encabezada por Ibáñez. Significó, por ende, el fin de la experiencia radical de Frentes Populares que se había iniciado en 1938 y a esto no le era ajeno el error político de González Videla de perseguir a Neruda.
Recién el 12 de agosto de 1952 Neruda pudo regresar a Chile, después de tres años y medio de exilio. Le había sido revocada la orden de detención, pero no le fueron restituidos plenamente sus derechos ciudadanos.
Todavía en 1958, seis años después de su regreso a Chile, Neruda reclama al Presidente Carlos Ibáñez del Campo. que les devuelva los derechos de ciudadanos a todos los chilenos que fueron inconstitucionalmente borrados de los Registros Electorales. O sea que diez años después de que se promulgara “La Ley Maldita”, la que estaría en la base de la fuga del poeta por el Paso llpela hasta Hua Hum y de allí a San Martín de los Andes, todavía regía ese decreto que excluía una parte de los ciudadanos chilenos de ser parte integrante de la Nación.
La influencia de aquella fuga en el futuro premio Nobel.
El cruce de la Cordillera por el Paso de llpela constituyó para Neruda un viaje iniciático, una revelación que, según él, estuvo en los fundamentos de su futura poesía. En su Discurso en Suecia, al recibir el Premio Nobel en 1971, le da una relevancia especial a ese viaje:
“Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría. (…) En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me fueron dadas las aportaciones de la tierra y del alma. Y pienso que la poesía es una acción pasajera o solemne en que entran por parejas medidas la soledad y la solidaridad, el sentimiento y la acción, la intimidad de uno mismo, la intimidad del hombre y la secreta revelación de la naturaleza. Y pienso con no menor fe que todo está sostenido -el hombre y su sombra, el hombre y su actitud, el hombre y su poesía- en una comunidad cada vez más extensa, en un ejercicio que integrará para siempre en nosotros la realidad y los sueños, porque de tal manera los une y los confunde. Y digo de igual modo que no sé, después de tantos años, si aquellas lecciones que recibí al cruzar un vertiginoso río, al bailar alrededor del cráneo de una vaca, al bañar mi piel en el agua purificadora de las más altas regiones, digo que no sé si aquello salía de mí mismo para comunicarse después con muchos otros seres, o era el mensaje que los demás hombres me enviaban como exigencia o emplazamiento. No sé si aquello lo viví o lo escribí, no sé si fueron verdad o poesía, transición o eternidad los versos que experimenté en aquel momento, las experiencias que canté más tarde.”
Autor: Andreas L Doeswijk
- Hotel Los Andes – Educo – Editorial de la Universidad Nacional del Comahue – 2009
- Puesta en Valor Histórica Cultural de la ruta de Neruda: del paso Ilpela en la frontera con Chile a San Martín de los Andes. – La ruta de escape de un poeta chileno de la región de Futrono a San Martín de los Libres, de Andreas L Doeswijk. Educo – Editorial de la Universidad Nacional del Comahue – 2015
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