El 4 de junio de 1950 terminaba su mandato de cuatro años el Gobernador del Territorio Nacional del Neuquén don Emilio Belenguer. El nombrado quería seguir en el cargo, pero le aparecieron muchos contrincantes que aspiraban a sentarse en el sillón de Olascoaga. Los candidatos eran varios, de Neuquén y de otras partes del país. Parece que el Presidente Perón analizó la lista que le alcanzó la gente de su partido, a través de Ministerio del Interior, la tiró al canasto y designó a un conocido suyo de los tiempos en que andaba recorriendo en funciones militares toda la cordillera patagónica. El elegido fue don Pedro Julio San Martín, hombre de la provincia, hacendado y afincado en pleno campo, en la zona de Junín de los Andes, conocido y reconocido en todos los ámbitos del Territorio.
Hombre sencillo, era fiel expresión del campesino neuquino de nivel. Amigo de todo el mundo, no hacía distinciones de tipo político e ideológico, porque eran cosas que no le interesaban. Viudo, su mejor pasar lo encontraba con los amigos a quienes visitaba personalmente en sus casas, chacras o establecimientos de campo. Manejaba su propio automóvil y nunca se le conoció guardaespalda. Muy aficionado a los almuerzos campestres, era asiduo concurrente a los mismos, oportunidad en que aportaba su cuota de buen humor y su picaresca inventiva campera.
En el mes de enero de 1952 participó de un asado en un establecimiento frutícola de Plottier, que reunió una amplia concurrencia de vecinos de Neuquén y de la zona. Era un día de excesivo calor, y a eso de las cuatro de la tarde, don Pedro decidió emprender el regreso a la capital. Al llegar a la intersección de la ruta 22 y el acceso a lo que es hoy la ciudad antes nombrada, su coche comenzó a “ratear” y se detuvo. El diagnóstico fue falta de nafta. Se había descuidado el mandatario y no había hecho las previsiones del caso. Como estaba a pocos metros de la Comisaría, el gobernador caminó hacia ella y penetró en el despacho del jefe, casi reverente, a lo criollo, sin hacer ruido. El calor era insoportable, y el Oficial a cargo de la Comisaría despuntaba un sueñito en la silla del despacho, con las botas prusianas de entonces sobre el escritorio. Los ronquidos del justicia eran alarmantes, aumentados por la gorra reglamentaria que le cubría el rostro para evitar la luz. Ante la situación que tenía a la vista, el gobernador, sin darse a conocer, decidió requerir al Oficial que tranquilamente descansaba, y le dijo:
– ¡¡¡Señor!!!
El funcionario policial irritado porque lo despertaban aulló sin moverse:
– ¿Qué quiere a esta hora?
Y se entabló este diálogo entre la Autoridad Civil y el Oficial, siempre en la misma postura
– ¡Hablar por teléfono, Señor!
– No se puede. El teléfono es para uso de la repartición. ¿Me entiende?
– ¡¡Pero es que yo me he quedado sin nafta aquí cerca y quiero hablar a Neuquén para que me la traigan!!
– Le he dicho que el teléfono es de la repartición y no para uso público. Váyase a la ruta y espere que alguien le ayude. ¡¡¡No me moleste, más!!!
Esto colmó la medida. Don Pedro tomó postura y respondió calmo al Oficial:
– Señor: necesito urgente su colaboración, porque yo soy Pedro San Martín, Gobernador del Territorio.
Ante lo oído, el Oficial dio un salto, en el cual se le cayó al piso la gorra reglamentaria que le cubría el rostro y reconociendo a la máxima autoridad del Territorio palideció, se cuadró como general prusiano y haciendo la venía sin gorra sólo pudo musitar lo siguiente:
– ¡¡¡No joda, mi Gobernador!!! ¡¡¡Ordene, mi Gobernador!!! ¡¡¡Hable, mi Gobemador!
Entonces don Pedro se adelantó hacia el teléfono, solicitó el auxilio que necesitaba y tranquilizando al compungido oficial, se retiró con paso cansino a la ruta 22 a la espera de la llegada del combustible para su automóvil particular.
Por supuesto que no hubo denuncia, ni arresto, ni traslado, ni antecedentes en contra del ocasional funcionario policial que indudablemente, había estado descortés con su primer mandatario. Pero éste nada informó al jefe de Policía. Eran otros tiempos, en que la gente que gobernaba conocía más a sus vecinos, sus costumbres y sus debilidades, y estaba imbuida de un respeto nato hacia el prójimo.
Situaciones dignas de tener en cuenta en esta época de tantos improvisados, forzados, momentáneos y desconocidos ejercitadores del poder.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído de: “Costeando (al tranco por mis pagos)”, de Mauricio Arabarco.
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