El comisario Delio Bernabé Espíndola, que se encontraba en la Jefatura de Policía en Neuquén Capital, desde temprano y con prisa preparó la partida de sus mejores hombres a caballo para una comisión muy especial. Debían partir hacia la zona de los Chihuidos, pues había información precisa de la presencia de una de las personas más buscadas por todas las policías de la Argentina: Juan Bautista Bairoletto. Era el 24 de octubre de 1936.
La orden era dirigirse a un puesto situado próximo a la confluencia del río Neuquén con el Agrio, perteneciente a un tal Juan Ramos. Cabalgaron hasta Añelo, en donde se sumó un contingente de policías locales que también quedaron al mando del Comisario, y continuaron a caballo día y noche hasta llegar a la zona.
Como ninguna persona de la comisión policial conocía bien el camino, cuando encontraron en el trayecto a Francisco Jara, le pidieron que los guiara. Los llevó por una “gueya” por la costa del Neuquén que casi no se notaba, pero decía conocer.
Llegaron al puesto de Don Ramos, que no se encontraba, pero sí su esposa Doña Rosa Olivares, que terminó admitiendo que el de la foto de Bairoletto que le mostraban era Romero, y que estaba de peón en el puesto de Jacinto Jara, a unas seis leguas de allí…
A una legua y media sobre un terreno muy alto, y desde donde se domina visualmente la costa del río Neuquén, encontraron a un joven de 14 años llamado José Bernardino Jara, sobrino de Francisco Jara, el mismo que los guió por la “gueya”.
Asustado al ver a los milicos, el joven contó que escuchó a Romero decirle a su tía, que había visto una comisión policial en la costa del río y en la casa de Don Ramos, y que no le quedaba más remedio que irse. El comisario ordenó traer a Francisco Jara, que se negó desde ese momento, a contestar todas las preguntas que le hicieron sobre Romero.
El comisario cayó en cuenta que había sido engañado. Francisco Jara alojaba a un prófugo de la justicia, la persona más buscada del país, y cuando se le pide que haga de guía hasta el puesto de Don Ramos, los lleva por intrincados caminos para hacerlos perder tiempo y para que Bairoletto los viera desde lo alto.
El Comisario ordenó que llevaran a ese hombre detenido a Añelo, bajo cargo de presunto autor de encubrimiento. El grupo policial se dispuso a partir, acompañados del agente Milla, uno de los mejores rastreadores de la época.
Se dividieron en dos grupos: El rastreador, con los policías de la comisaría de Añelo en las partes bajas. Y los de Neuquén en los cerros altos. Fue un agente del primer grupo quien aseguró haber visto un individuo a caballo en una sección alejada de los cerros, mediada por escarpadas quebradas. Con los prismáticos exploraron esa zona y observaron un caballo sin montura, aparentemente abandonado.
Avanzaron hacia ese lugar a pie, ya que era imposible cabalgar, y con gran dificultad treparon los cerros. En una cueva, a unos cien metros de donde estaba el caballo, encontraron una montura que presuntamente Romero al huir había escondido. Varias horas bajo un sol abrasador duró la búsqueda. La noche acechaba. Se hacía difícil cortar rastros por lo pedregoso del terreno. Romero o Bairoletto, parecía ser conocedor de esos lugares y sabía bien como ocultar el rastro. Tal vez llevaba en la zona varios meses.
Al día siguiente continuaron la búsqueda divididos en los mismos grupos, un poco más al Sur para evitar las paredes rocosas, en dirección al río en un radio de dos leguas. Encontraron rastros que se dirigían al rancho del detenido Francisco Jara. Hacía allá fue nuevamente toda la comitiva policial. Aparte de Lucinda Soto y el joven José Bernardino Jara, había una menor: Beatriz Jara.
Lucinda se negó a ser interrogada, pero su sobrino José Bernardino la comprometió seriamente diciendo que esa mañana había estado Romero, que ella le había dado provisiones, y que partió en dirección a los Chihuidos. Dado que los testimonios del joven comprometían a su tía, se dispuso también su detención.
Tenían que apurarse. Más allá de Los Chihuidos no había casi nada. Si a Romero o Bairoletto no lo agarraban antes, se les iba a complicar. Lo que tenían enfrente era desierto puro.
Partieron bajo una lluvia torrencial, pero afortunadamente el rastreador encontró huellas que nuevamente lo dirigían al río Neuquén. El Comisario, a primera hora del día 29, luego de batir la costa del río, ordenó traer al menor José Bernardino Jara para volver a interrogarlo. Asustado por la presencia policial que se extendía, y sabedor de que se llevaron detenidos a sus tíos a Añelo, con voz quebrada confesó que había mentido, que Romero lo habría amenazado de muerte y le dijo que si preguntaban por él, tenía que decir que se había ido en dirección a los Chihuidos, pero en realidad se quedaría en la costa. Que cuando se fuera la partida policial, un humo en la orilla de la barda cerca del corral sería la señal convenida con los puesteros para volver al rancho.
El comisario ideó un plan para hacer que Romero o Bairoletto, se acercara nuevamente. Simularían retirarse, pero quedarían apostados y escondidos en los alrededores.
En determinado momento, se le pidió a Faustino Jara que hiciera humo en la orilla de la barda, cerca del corral, de acuerdo a la señal acordada con Romero. La señal convenida entre el personal policial, era un disparo al aire cuando apareciera Romero y no perderlo de vista.
Pero un imponderable se presentó para frustrar el plan que en apariencia era bueno. Un agente confundió a Faustino Jara, que salió a buscar unos caballos a otro puesto, con Bairoletto, e hizo un disparo al aire. El disparo repercutió en los cerros, y si Bairoletto se estaba acercando al ver el humo, de seguro ahora no lo haría y se alejaría.
Las batidas policiales continuaron, pero no dieron resultados. Desalentados, abandonaron la búsqueda y resolvieron el regreso a Añelo por Chihuidos Sur, revisando una por una las aguadas con una última esperanza de encontrar algún rastro.
Bairoletto no hubiera podido escapar sino hubiera sido por la nula presencia policial de la zona y haber sido ayudado por los pocos pobladores que lo encubrieron, los Jara, los Salvos, los Parra…, casi todos chilenos y emparentados, que odiaban a la policía y trataban de despistar a la justicia. Todos los pobladores coincidieron en afirmar que el sujeto de la foto de Bairoletto que mostraba el comisario, era Romero.
Rodrigo Tarruella
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Basado en el informe del Comisario Bernabé Espíndola al Inspector de la Policía de la zona de Confluencia, Comisario Conrado José Pauletti, el 3 de Noviembre de 1936.
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