El vértice donde los ríos Limay y Neuquén se unen para formar el Negro se afianzó como centro de poder en la región a raíz de situaciones confluyentes: la tierra, tanto con la especulación como con la producción; el ferrocarril, con una punta de rieles que concentraba lo producido en un área vastísima, y el riego, con la sistematización.
Luego de conformada a comienzos del siglo XX la colonia Confluencia, próxima a donde hoy están Ios puentes entre Cipolletti y Neuquén, surgió la Bouquet Roldán, tras la venta de los lotes del ex gobernador del territorio. Después, la Valentina. Y allá, en el pueblo de Neuquén, una sociedad anónima: la Nueva España. En la acción privada, la colonia Plottier fue modelo, al contar en poco tiempo con frutales, hortalizas y una bodega con vinos renombrados. Los pioneros y sus historias, muchas con fracasos, todas con esfuerzo.
Contrariamente al territorio rionegrino en el que desde fines de siglo se construyen canales de riego, lo que permite el aprovechamiento de la tierra y la colonización por acción, fundamentalmente, del Estado nacional, permitiendo que hacia el ’30 el sistema de riego se completara, en el caso del territorio neuquino se dio una estructura económica diferente desde sus orígenes.
En efecto, se fue dando una estructura basada en la ganadería extensiva vinculada al mercado chileno debido a las facilidades para el tránsito y comercialización de los animales en pie. Como señalan historiadores locales, se constituía un verdadero circuito integrado por actividades de transformación, provisión de artículos varios y utilización de la moneda del país trasandino, situación que se mantiene hasta las décadas del ’30/40.
El área del vértice confluencia lentamente se convierte en el centro neurálgico del territorio neuquino como consecuencia de una serie de factores: tierras, ferrocarril, capital, riego, explotación de recursos.
En 1918 se descubre petróleo en Plaza Huincul, instalándose la Administración y surgiendo a expensas de ella, la localidad de Cutral Co. A su vez, la capital neuquina, enmarcada entre los ríos Neuquén y Limay, estuvo asentada sobre terrenos de secano y de escasa vegetación.
El ferrocarril, que había llegado en 1902, dividió el área en dos zonas bien diferenciadas: el norte, de suelo arenoso y en pronunciado ascenso rematando en las bardas, y el sur, de suelo plano, bajo, constituido por tierra negra y salitrosa. A comienzos del siglo en las tierras aledañas al pueblo, sobre la margen izquierda del río Limay que forma un pequeño valle, surgieron las primeras colonias de regadío por la acción estatal y privada. Estas colonias se convirtieron años después, en uno de los centros importantes de la producción frutícola del Alto Valle, obviamente, nunca equiparable a la producción del mismo, debido a la tarea de hombres y mujeres que lucharon contra la tierra virgen y el clima poco propicio.
Las obras de riego en la margen izquierda del río Limay se iniciaron en 1908, para beneficiar una superficie aproximada de 3.000 hectáreas, comenzándose a construir los primeros canales sin encontrarse en marcha aún ninguna colonia. La tierra de los alrededores de la capital del territorio de Neuquén, estaba en manos de un número muy reducido de propietarios; lo que autoriza a suponer ante el rápido surgimiento del riego y parcelamiento de los terrenos, fines especulativos de algunos particulares. La acción estatal, pese a ello, favoreció esta situación.
Entre las variadas propuestas recibidas por la Dirección General de Irrigación, el jefe de la Inspección de Riego del pueblo de Neuquén, ingeniero César Fattori, eligió la que a su criterio era menos costosa: riego por elevación mecánica de las aguas. Se construyó una usina sobre la margen izquierda del río Limay -ubicada aproximadamente a 10 km del pueblo- en la cual se instalaron tres bombas centrifugas accionadas por motores Tosi (de origen italiano) a vapor de alta y baja presión. El abastecimiento de energía se efectuaba por medio de tres calderas de la misma marca alimentadas a carbón. Cada centrifuga podía elevar 800 libros de agua por segundo y mediante un canal principal de conducción regaría hasta las cercanías del puente ferroviario sobre el rio Neuquén. En 1910 la obra fue librada al servicio público.
Las tierras sobre las cuales se fundó esta última, pertenecieron al agrimensor Duclout, posiblemente otorgadas por el Estado como parte de pago por la realización de su tarea profesional en el territorio. Tenía como límite oeste lo que hoy es PIottier hasta la actual colonia Bouquet Roldán, cuyo separatoria era el Canal V (zona aledaña al aeropuerto neuquino).
En 1904 se instaló en el pueblo de Neuquén don José Fava, apoderado del agrimensor Ducluot, quien procedió a la subdivisión y loteo de tierras irrigadas, fundando en 1914, la colonia La Valentina -nombre colocado en honor a la esposa del dueño de las tierras-, quien fue a la sazón heredera de esas posesiones en lo que se conoció como «Sucesión Valentina Brown de Duclout».
La colonia se inició sobre la base de 2.500 ha vendidas a módicos precios que oscilaron entre 100 y 200 pesos la hectárea, pagaderos en 5 años sin interés. Los primeros colonos fueron, en su mayoría, de origen italiano y español; estos últimos procedentes de Valencia (España), factor decisivo en la tarea a la que se abocarían aquí, pues no eran inexpertos agricultores, sino cultivadores ya acostumbrados al laboreo de la tierra con el riego artificial. Originalmente fueron más de 70 familias, diseminadas en una extensión de 300 ha, cuyas parcelas variaban entre 2 y 15 ha.
Por otra parte, se fundaba en el pueblo de Neuquén, la sociedad anónima La Nueva España. Esta comenzó a entregar a los agricultores tierras en arriendo por un plazo de 3 a 4 años, con obligación de plantar viñas, pagándoles 15 centavos por cepa de 3 años. Además, intentó la realización de operaciones de venta de tierras a 500 pesos la ha al contado o financiada a un interés del 7%. Como era de prever, tanto la entrega de tierras como las ventas, fracasaron. La primera por el escaso margen de tiempo dado para poner en producción la tierra de la zona a la que nos referimos. En el caso de las ventas, el ajuste de la operación era exorbitante, lo cual imposibilitaba acceder a la propiedad de la misma.
Las características de las tierras obligaron a sus poseedores a una ingente labor. Las mismas eran en su mayoría salitrosas -salvo las tierras bajas de la costa del río Limay- con un subsuelo duro, casi impermeable, con escasa tierra vegetal; lo que hizo que los trabajos de emparejamiento y desmonte requiriesen sumo cuidado. Si no se efectuaban así, quedaban al descubierto tierras arcillosas y con caliza, tornándose no aptas para el cultivo por bastante tiempo. Si a esto le súmanos que el trabajo de desmonte se cobraba aproximadamente 300 pesos por ha, no cabe duda que la empresa de estos pioneros, no fue nada fácil y sí muy onerosa. No sólo cultivaron la tierra sino también construyeron con sus propias manos casi todo lo que necesitaban para sobrevivir. El riego a veces era insuficiente para beneficiar la totalidad de las tierras. Decía el italiano Francisco Fratttori: «Mi derecho al riego es para 6 ha, pero el agua que recibo apenas me alcanza para 2 ha».
La oficina de riego de Neuquén había efectuado una tarea importante, construcción de «tomas» de mampostería para derivar agua del canal principal, construcción de compuertas en los canales secundarios y limpieza de los mismos. Esto último, denominado «desembanque», consistía en limpiar los canales de los elementos que obstruían la correcta circulación del agua en los mismos y que en la mayoría de los casos, convertía la tarea en reconstrucción de tramos que, por distintas circunstancias, habían quedado completamente borrados. Cabe citar, a título de ejemplo, el canal principal que, en 1919, fue afectado en una extensión de 500 metros. El riego y las tareas descriptas, afectaban permanentemente al escaso personal existente, impidiéndoles así realizar otro tipo de tareas como la plantación de árboles a orillas de los canales, según lo ordenado por la Dirección General de Irrigación, lo que hubiera modificado la imagen y el colorido de la zona, donde en los días estivales el calor superaba los 40 grados y las precipitaciones medias anuales apenas alcanzaban los 228 mm.
La Oficina de Riego de Neuquén organizó en 1918, una distribución de agua que no era muy racional pero sí muy funcional, ante las reiteradas quejas de los colonos que veían sus predios al borde de la ruina por la escasez de agua. Cada regante recibió un cierto caudal que distribuía en un número determinado de horas. Previamente, la oficina había organizado los turnos, agrupando los regantes por su proximidad. Se intentó mejorar así el servicio de riego en las diseminadas chacras, acallando las protestas de los agricultores que se veían, con este nuevo método, más favorecidos. Este sistema según consignó la oficina benefició entre los años 1918-1919, una superficie cultivada de 720 ha sobre un total de 3.000 ha empadronadas. Cada colono para poseer el beneficio del riego, debía empadronar su tierra y luego pagar el canon anual correspondiente. Ahora bien, según estudios realizados sobre el tema, resulta claro que el sistema de riego, no sólo valorizó la tierra sino que además, permitió cierta especulación por parte de algunos propietarios.
Una colonia modelo dentro de la acción privada, fue la Colonia Plottier, que comenzó con potreros de alfalfa, para preparar la tierra, paralelamente ensayaba el cultivo de frutales, hortalizas y barbechos de vid (traídos de Mendoza y Rio Negro). La primera cosecha de vid se registró en 1915 y al mismo tiempo se construyó una pequeña bodega que elaboraría acreditados vinos Lagrimas del Limay. En 1919, el establecimiento obtuvo 200 bordalesas de vino, producto comercializado vía ferrocarril en la zona de Zapala y en algunos mercados centrales, como Bahía Blanca y Buenos Aires, junto a la alfalfa enfardada. El área cultivada comprendía 200 ha beneficiadas por el riego, estimándose que el alcance da la usina instalada (los Plottier instalaron por su cuenta una usina de bombeo con motores adquiridos en Holanda que extraía 450 mil litros de agua por hora, más tarde se construyó un canal matriz de 7.000 metros de largo y los canales de riego con sus correspondiente acequias) podía permitir incorporar cerca de 2000 ha. Los predios comprados por particulares a los hermanos Plottier (Alberto, Eugenio y Adolfo) se incorporaron a partir de 1930 a los beneficios del riego artificial proveniente del canal de Senillosa (era un canal de gravitación, a 30 km del pueblo de Neuquén, empalmando con el canal de bombeo, hechos que permitieron ampliar la zona de riego).
No es posible olvidar la denominada Colonia Inglesa. En 1922 se vendieron a colonos suizos, italianos y españoles, más de 300 ha para conformar chacras de 10 a 15 ha. Los dueños del ferrocarril inglés, también enviaron personal para cultivar las tierras; los colonos se instalaron en vagones en desuso provistos por la empresa, pero al poco tiempo fracasó la colonia y algunos de ellos serán trasladados a la Colonia Picasa (hoy Cinco Saltos) donde el ferrocarril tenía fuertes intereses. Recordemos que además de esta colonia, en la región del Alto Valle, estaba la colonia Lucinda (Cipolletti).
Las colonias rionegrinas se convierten en frutícolas, con aumento del área destinada a los cultivos. La fruta se comercializaba dentro del territorio de forma particular y fuera del mismo a través de la Argentine Fruit Distributors (AFD), subsidiaria del Ferrocarril del Sud. Esta empresa tenía una chacra experimental en la Colonia Picasa y había impuesto allí una espectacular infraestructura de empaque, conservación, transporte y comercialización; levantó plantas de empaque en varias plazas del ferrocarril en el trayecto desde Cinco Saltos a Villa Regina, orientándose a partir de la década de 1930 a la exportación hacia el mercado externo. De este modo, el ferrocarril no sólo se aseguró el transporte de materiales, personas y suministros, sino también se benefició por los fletes en el traslado de frutas. Es necesario destacar que la explotación frutícola fue el motor generador de la riqueza en la región del Alto Valle, dando lugar al desarrollo agroindustrial a partir de los años ’60.
En cambio, en el área de la Confluencia, se puede observar por la producción de alfalfa que ello estaba vinculado al importante consumo que hacía del producto el interior neuquino, habida cuenta de la mayor existencia ganadera (el censo ganadero de 1937, registró el mayor número de cabezas de ganado del territorio neuquino hasta 1978), por el establecimiento de regimientos militares en las áreas de frontera, por el uso de medios de transporte a tracción a sangre. El resto de la alfalfa se vendía en fardos o sus semillas a los mercados centrales (Buenos Aires y Bahía Blanca)
A su vez, en la margen derecha del río Neuquén, un grupo de obreros y empleados que habían estado vinculados a la construcción del dique Ballester (antes dique Cordero), se mostraron interesados en adquirir terrenos para la formación de una colonia. Eran tierras fiscales cuyo pedido se formalizó en 1921 y un año después se creó una colonia agrícola-pastorial sobre la reserva estatal a la que se la denominó Centenario. La colonia tendría su servicio de riego y se harían nuevos proyectos de irrigación y de subdivisión de las tierras, que a fines de los años ’20 estaban bajo la dirección de Nicolás Salvatori y Juan Ditsch.
En síntesis, es importante señalar la diferencia entre agricultura y fruticultura. La primera, que se orienta a cultivos anuales, escasamente se desarrolló en el vértice de la Confluencia, derivando hacia la fruticultura en el área de río Neuquén. En cambio, la explotación frutícola, que se basa en la producción, inversión e industrialización, fue base por años, de la economía del Alto Valle del Río Negro y dio lugar a una importante economía agroindustrial. La agricultura sólo se desarrolla en el valle medio y está orientada fundamentalmente al cultivo de tomates y forrajeras.
Más Neuquén es una publicación declarada de interés por el Congreso de la Nación (355-D-20 y 1392-D-2021 / OD 391) y la Legislatura del Neuquén (2373/18), por su aporte al conocimiento e historia del Neuquén.
Extraído de: El pulso del Viento (Historia de Neuquén) – Publicado en el año 2001 como suplemento del diario La Mañana del Sur. Autora: Orietta Favaro
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